LA HISTORIETA ERÓTICA ARGENTINA
CARLOS R. MARTINEZ

Notas:
Artículo escrito expresamente para el número 9 de TEBEOSFERA, especial sobre la imagen de la mujer en el cómic erótico y pornográfico mundial. A la derecha, evocadora página de la serie "Las puertitas del Sr. López", de Carlos Trillo y Horacio Altuna, tomada de `El Péndulo´ nº 4, diciembre de 1979.
LA HISTORIETA ERÓTICA ARGENTINA 

«Toda buena pintura y escultura de desnudo es sexualmente estimulante… Ningún desnudo, a no ser abstracto, debería dejar de levantar en el espectador algún vestigio de sentimiento erótico, aunque sea una sombra apenas perceptible.»
KENNETH CLARK [1]

El propósito inicial de esta nota fue abordar el período comprendido entre 1970 y 1990, que marcó la verdadera “madurez sexual” de la historieta argentina. Sin embargo, la riqueza del material encontrado durante el proceso de investigación y la necesidad de buscar los orígenes de aquella transformación nos llevó a dejar de lado la idea original, ampliando el período bajo análisis a las siete décadas que median entre los años cuarenta y la actualidad.

A los efectos antes citados hemos incorporado referencias sobre la vida cotidiana, el periodismo y el cine de determinadas épocas, de manera de brindar al lector un panorama más completo de las situaciones que se van  exponiendo. Respecto a la premisa básica de la nota,  hablar de erotismo y sexo con la mujer como referente principal y reflexionar sobre su uso en la historieta con fines erotizantes y pornográficos, pedimos disculpas si tal vez hemos relegado la reflexión en beneficio de la crónica.

Por último, una referencia sobre los términos erotismo y pornografía. Mientras que según ciertas opiniones (la de Joyce por ejemplo) el arte erótico y la pornografía son polos opuestos, para otras no hay razón alguna que justifique distinguir entre ambos. No es tema de esta nota opinar al respecto, pero sí resulta válido aclarar que usaremos aquí la palabra erótico / erótica para definir aquellos trabajos que privilegian el desnudo femenino o las representaciones más sutiles del acto sexual, reservando los términos “pornografía” o “pornográfico” para los sexualmente explícitos, pero sin asignarle a ninguno de ellos connotación peyorativa alguna. 

APROBADA EN CASTIDAD

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Salgari nº 52, una de las revistas capitales de la edad de oro de la historieta en Argentina.

 
Casta, inocente, pura. Tales los adjetivos que en un primer momento se nos ocurren mientras repasamos revistas de historietas editadas en la Argentina desde finales de los años treinta y toda la década siguiente, período éste último opacado por el brillo del decenio posterior pero que vio surgir títulos como Pandilla, Emociones, Fenómeno, Episodios, Bicho Feo, Historietas, Espinaca, Aventuras o Narraciones, revistas que se sumaron a las ya existentes (El Tony, El Gorrión, Ra-Ta-Plan y Pif-Paf) y a las editadas también en los cuarenta pero más conocidas como Salgari, Misterix, Rayo Rojo y Patoruzito. Hay, claro, ciertas excepciones que ya comentaremos, pero en general la historieta argentina de esas épocas seguía fielmente las pautas morales entonces vigentes, por lo cual la representación gráfica de la mujer en función abiertamente erótica le estaba vedada.

En ese contexto, las mujeres más atractivas y generadoras de una cierta “inquietud” provenían de las series extranjeras que se publicaban entre nosotros. Podía ser la princesa Aleta, siempre sugerente con esas túnicas con que la vestía Harold Foster; Daisy Mae o algunas de las otras curvilíneas mujeres que iban detrás del inocente Chiquito Abner; quizá una de las bellas malvadas de Terry y los piratas o Steve Canyon (que sepamos Miss Lace fue patrimonio exclusivo de los soldados yanquis) o algún personaje femenino de Flash Gordon. También tenían lo suyo las mujeres creadas por Aurelio Gallepini, el primer dibujante de Tex Willer (para nosotros Colt, el Justiciero) y ni que hablar de las reinas o sacerdotisas que solía encontrar Tarzán en alguna ciudad oculta en la selva, a condición claro está de que fueran las dibujadas por Bob Lubbers, uno de los maestros de esa categoría que los norteamericanos llaman “Good Girl Art” y creador junto con Al Capp de la bella Long Sam, que publicó la revista uruguaya Bandera Negra.

Como para no dejar totalmente de lado la producción nacional podríamos sumar al anterior inventario a un dibujante argentino. Se trata de Oscar Novelle, cuya buena mano para el dibujo de mujeres puede apreciarse en trabajos suyos realizados en las revistas Aventuras e Historietas entre 1947 y 1948, tales como “El Renegado”, “La Isla del Destino” o “La Diosa Blanca”, historias que, por transcurrir en lugares exóticos, eran propicias para la aparición de heroínas que mostraban “un poquito más” que lo que era habitual entonces en materia de cuerpos femeninos.


LAS INSINUANTES VAMPIRESAS DE LOS CUARENTA
 
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  Pésima cocinera pero excelente piloto, la Chica Aérea luce sus piernas en un ejemplar de la revista Episodios publicado en 1948.
Sin embargo, de todo el material de esa época el que lleva la palma en cuanto a exaltar las formas femeninas en la historieta es el correspondiente a un ejemplar de 1948 de la poco conocida revista Episodios, que junto con Emociones era editada por una empresa cercana al diario Crítica. Muy probablemente estas revistas se abastecían de material producido por la norteamericana Fiction House, que junto con Fox Publications fue una de las editoriales que mayor preponderancia dieron a la figura femenina como “gancho” para sus productos. Eso explicaría la presencia en Episodios de historietas como “ZX-5”, “K. O. Kirby” o “La chica aérea” (“Sky Girl” en su versión yanqui), todas ellas firmadas con nombres masculinos de fantasía que no pocas veces correspondían a… mujeres. Y como parte de ese verdadero festival de largas y bien torneadas piernas y bustos prominentes estaba también Rani, la de los tigres, que era en realidad Tiger Girl, una creación del estudio Igger-Eisner aquí dibujada por Matt Baker, el artista afroamericano de cuyo pincel surgieron las mujeres más atractivas de la Edad de Oro del comic yanqui, Phantom Lady incluida.

A la misma época, es decir finales de los años cuarenta, corresponde también otro personaje femenino respecto a cuya inclusión en este listado nos surgen dudas, pese a que en ciertos trabajos sobre la historieta nacional se la califica como la primera heroína sexy de la Argentina. Ese personaje era Pantera Bionda, publicada en Italia a partir de abril de 1948 y cuyo esplendido cuerpo apenas cubierto por un dos piezas de piel de leopardo despertó la ira de la censura de su país obligando a los autores a modificar tan audaz vestimenta, cosa que sucedió a partir del nº 40 de la revista en que aparecía. Poco tiempo después, en septiembre de 1948, comienza a publicarse en la Argentina la revista Misterix, que tenía entre sus atracciones a Pantera Bionda, rebautizada como La Pantera Rubia. Lamentablemente los lectores argentinos no pudieron apreciarla en su magnífica desnudez inicial ya que, curándose en salud, Editorial Abril publicó un material postcensura en el cual la heroína aparecía cubierta con una especie de solero que le llegaba por debajo de las rodillas, vestimenta que le restaba atractivo y además poco apropiada -se nos ocurre- para perseguir bandidos o soldados japoneses en las selvas de Borneo, escenario habitual de sus aventuras. Sin embargo dicha indumentaria solía ser modificada cuando el personaje aparecía en la tapa de la revista, ocasión en la que el largo de su vestido se reducía drásticamente hasta convertirse en algo similar a una minifalda, lo que visto con la mirada de esa época posiblemente justificara aquel calificativo de “la primera heroína sexy” de la Argentina.

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Portada y dos páginas interiores de Misterix nº 66,  del año 1949. En este número se aprecia cómo Pantera Rubia aparece enfundada en un vestido largo en la portada y en la historieta del interior y no con su bikini de leopardo característico, que era como aparecía en la versión original italiana. Bajo estas líneas, portadas de los números 39, 43, y 53, en cuyas portadas aparecía el personaje con un atuendo más sexy.

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ANDANZAS DE UN PIGMALIÓN PORTEÑO

«Allá por los años cuarenta, Buenos Aires era una ciudad de lo más formalita. Vestida de un gris discreto muy paquete, muy de París (…) Pero de pronto a esa ciudad circunspecta le nació un duendecillo narigón y travieso. Una suerte de fauno bailarín y divertido que en lugar del caramillo o la siringa llevaba en su mano derecha un pincel mágico y en la izquierda un cigarrillo siempre encendido (…) aquel fauno alegre y narigón repintó la ciudad, la volvió colorida y bochinchera (…) A las mujeres les estrechó la cintura, les amplió las caderas, les embelleció las piernas enseñándolas a lucirlas en todo su esplendor acortando las faldas. Les cambió el peinado, les dibujó otros ojos y otros labios…» [2]


Aquel fauno narigón –así definido por el novelista y dibujante Geno Diaz en 1969– no era otro que José Antonio Guillermo Divito, o simplemente Divito. Amante de la noche porteña y de sus mujeres tanto como del sol (cuyos rayos buscaba en Brasil huyendo de los crudos inviernos porteños), Divito estaba predestinado a ser el creador de esas “chicas” que representaron un ideal pícaro y lejano y que con el paso del tiempo ganarían en voluptuosidad.

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Así lucían las desprejuiciadas Chicas de Divito en un Rico Tipo de 1954. 
La historia es bastante conocida: Divito comenzó a modelar sus chicas en la revista Patoruzú, pero las restricciones que le imponían para dibujarlas como a él le gustaban, «con mucho de esto y bastante de esto otro», le impulsaron a crear su propia revista, Rico Tipo, cuyo número inicial asomó en los kioscos el 16 de noviembre de 1944 para convertirse de inmediato en un gran éxito de ventas, éxito no solo sostenido por aquellas sensuales mujeres y ciertos personajes arquetípicos, sino también por un equipo de colaboradores de primer nivel, tanto en lo periodístico como en lo gráfico. Si Patoruzú era una revista humorística, Rico Tipo le sumaba al humor una dosis de picardía hasta entonces no conocida. La despampanante secretaria sentada en las rodillas de su jefe o una no menos espléndida mujer sorprendida “in fraganti” por su esposo o novio oficial eran situaciones habituales que mostraba la revista. Por otra parte, el material humorístico era condimentado con fotos de actrices de Hollywood o del teatro de revistas porteño, espectáculo de gran auge en la Argentina de los años cincuenta y donde reinaba una vedette digna del lápiz de Divito: Nélida Roca. De esta manera, el humor hacía en materia de erotismo y de exaltación del cuerpo femenino lo que la historieta “seria” estaba aún muy lejos de poder intentar.

 
LOCOS LINDOS, POBRES DIABLOS Y CABEZAS FRESCAS
 
Al calor del éxito de Rico Tipo surgieron otras publicaciones de tipo humorístico / picaresco cuyo material pone énfasis en la figura femenina, ya sea en fotografías o dibujos: Pobre Diablo, Loco Lindo, Ricuritas, Avivato, Bomba H, ¡Que Kilo! En algunas de esas revistas colaboraba Pedro Seguí, integrante del equipo inicial de Rico Tipo y junto con Divito quien dibujó las mujeres más sexis del humor argentino. También en esas páginas inició su carrera profesional Walter Casadei, un italiano llegado a la Argentina en 1948 y cuyas mujeres tenían las formas rotundas de compatriotas suyas muy en boga por entonces como Sofía Loren, Gina Lollobrigida o Silvana Pampanini.
 
Mientras que casi todas las revistas nombradas anteriormente solían pasar –a veces con ciertas reservas– la censura paterna o materna, había otras dos que entraban en el terreno de lo prohibido, del material condicionado: Cabeza Fresca y Dinamita, cuyo contenido nos parece hoy ingenuo, pero que eran por entonces el súmum de la trasgresión. Ariel Testori resumió así en su trabajo “Cuando el desnudo llegó a los kioscos” las características de estas publicaciones:

«(…) Cabeza Fresca tenía un formato casi de bolsillo, y su contenido se basaba en una profusa cantidad de fotos de modelos con sus correspondientes nombres, tales como Doris Sanders, Eva Grant, etc., que eran absolutas desconocidas y habían sido levantadas de alguna publicación extranjera. También contenía relatos eróticos entre ingenuos y audaces, cuentos picarescos breves, varias páginas con chistes gráficos que también parecían levantados de otras publicaciones (…) Dinamita, en cambio, llegó a contar con una supuesta redactora en la sección "Cinco minutos con María Ester". Además, en humor gráfico aparecían "Desde Francia, las chicas de Pichard", trabajos picarescos de George Pichard, uno de los maestros del erotismo en historieta» [3].

Y ya que nos hemos puesto “verdes”, dos datitos más para completar este pasaje de la nota: tiempo atrás, el actor y coleccionista Miguel Dao dio a conocer en su blog Historietas-Cine-Teatro algunos datos acerca de la casi clandestina revista Cornudito, cuyas tapas al menos eran decididamente pornográficas. Cornudito, al parecer, era realizada en Uruguay, circuló entre los años cuarenta y  los sesenta, y en ella colaboraron varios de los dibujantes de Rico Tipo. Relacionado a esto agreguemos que, según un testimonio que nos merece fe, en las antiguas oficinas de Rico Tipo (ocupadas luego por la revista Lupín) el cajón de uno de los escritorios guardaba celosamente gran cantidad de dibujos porno realizados a manera de pasatiempo por colaboradores de la famosa revista.

 
LA SEDUCCION DEL INOCENTE
 
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  La sugestión de una heroína importada: Lorna, luciendo su físico en un ejemplar de Pimpinela del año 1959.
Luego de Rani (o Tigresa como también se la conocía), otras dos mujeres de la jungla aportaron su seducción a las revistas de historietas publicadas en Argentina: Lorna y La hija de la jungla (Jane, daughter of the jungle en su versión original), ambos productos de la Marvel de inicios de los años cincuenta y que pese a vestir prendas algo más recatadas que las de la Pantera Rubia inicial no dejaban por ello de lucir sus esplendidos físicos. Mucho menos atractiva era Nyoka, al punto que se la publicaba en la revista Mundo Infantil. A estas heroínas de la selva se les sumaría en 1962 una de producción nacional, Lohana, escrita por Sergio Almendro y dibujada por Néstor Olivera (no confundir con Lucho Olivera), quien por entonces estaba en los inicios de su carrera, razón por la cual la serie publicada en Misterix y sus suplementos no pudo explotar todas las posibilidades de este tipo de personajes.
 
Pero volvamos a los dorados cincuenta para encontrarnos con otra mujer que supo turbar con sus encantos a los lectores de entonces. En 1953 había comenzado a publicarse en las páginas de Misterix la serie Sargento Kirk, un trabajo de Héctor Oesterheld y Hugo Pratt. Harto de las matanzas de indios perpetradas por el ejército en el que sirve, Kirk se convierte en desertor y luego de diversas peripecias se dedica a criar caballos junto con sus compañeros de aventuras, el doctor Forbes, el Corto (un ex bandido regenerado) y el indio Maha, uno de los pocos sobrevivientes de la tribu de los tchatogas. Cada tanto el cuarteto dejaba el “ranch” del Cañadón Perdido para ir en busca de un poco de compañía femenina, concretamente las chicas de uno de los bares de Tucson, entre las que sobresalía “La Reina”. Sentada sobre las rodillas de Kirk y tocada con su birrete del Séptimo de Caballería, las piernas enfundadas en medias de red y un cierto aire a Bettie Page, “La Reina” brindaba una imagen femenina poco usual en aquellos tiempos y es casi una excepción en las mujeres dibujadas hasta entonces por Pratt, por lo general de aspecto aniñado.

De todo lo que hemos referido se desprende que, salvo las excepciones apuntadas y algún otro caso que se nos escapa, el doctor Wertham no habría tenido demasiado trabajo entre nosotros denunciando la supuesta corrupción de la juventud argentina por parte de la historieta. Los que sí comenzaban a trabajar a destajo eran los censores cinematográficos, sobre todo a partir de 1958, cuando Isabel Sarli apareció bañándose desnuda en El trueno entre las hojas, la primera de más de una veintena de films que la convirtieron en verdadero mito sexual de los argentinos. Sarli, junto con Libertad Leblanc, Zulma Faiad y otras estrellas y “estrellitas” del teatro de revistas, serían una presencia permanente en publicaciones picarescas como las reseñadas anteriormente.

UNA BRIGITTE BARDOT PREHISTÓRICA
 
No es que Brigitte sea tan vieja, tiene hoy 77 años (eso si, hay que convenir en que envejeció mal), lo que sucede es que al hablar de una BB prehistórica no nos referimos a aquella jovencita francesa que conmovió a los espectadores de películas como Y Dios creó a la mujer, sino a la que inspirada en su figura y en cierto episodio de su tumultuosa vida sentimental recreó en la historieta el guionista y dibujante José María Clemen. Aquel trabajo se titulaba “Bi-Bi”, fue publicado en Puño Fuerte en 1961, y su guión puede resumirse así: por mandato del jefe de la tribu, Bi-Bi debe subir a la cumbre de una peligrosa montaña junto con sus dos pretendientes, Vaden (por Roger Vadim) y Car-ier (por Jaques Charrier), y allí elegir con quién se quedará. Pero todo sale mal y los tres terminan en el fondo de un precipicio. Si bien el propósito de Clemen no fue hacer un producto erótico, su trabajo merece ser inventariado porque esta Brigitte de la Edad de Piedra, con su exiguo vestido de pieles, es uno de los pocos antecedentes que registra la historieta argentina de los años sesenta en esa materia.

Uno o dos años antes de esa experiencia de Clemen, Juan Zanotto había dibujado una historieta también ubicada en los tiempos prehistóricos titulada “Ucan el legendario” que bien podría considerarse un borrador de las series que desarrollará años más tarde, con la diferencia que entonces su dibujo aún no había alcanzado el nivel de calidad que adquiriría después, por lo cual la figura de la compañera de aventuras del protagonista no tiene las insinuantes formas que caracterizarán a sus futuras heroínas. 

ESQUIVANDO A LA CENSURA
 
Los notables cambios que se produjeron en el mundo en los años sesenta, básicamente en las costumbres sexuales pero también en la moda y el arte, no tuvieron mayor eco en la historieta argentina. Las razones no son difíciles de hallar. Por una parte, la historieta, o mejor dicho, su industria editorial, estaba en franco declive y en un proceso de decantación de la cual sólo saldría indemne Editorial Columba, precisamente la más conservadora en cuanto a los temas que estamos analizando –basta decir que en sus revistas lo mas audaz que se podía encontrar por 1961 o 1962 era a la modelo Tiffany Jones en bombacha y corpiño–. Colaborador de Columba y dibujante de bellas mujeres (eso sí, siempre vestidas) era el italiano Eugenio Colonnese, quien luego emigró a Brasil y se desquitó allí de la anterior abstinencia grafica dibujando a la morocha Mirza y luego a la rubia Velta, la primera de ellas una mujer vampiro que, aseguran, se anticipó a Vampirella.

Por otra parte y ya en el plano político se producen reiterados quiebres del orden constitucional y finalmente la entronización de un gobierno militar de facto conocido como Revolución Argentina, a cuyo frente se encontraba Juan Carlos Onganía, un obtuso general muy vinculado a la Iglesia católica y a un sector laico de la misma, “el cursillismo”. A la sombra de este régimen y de su particular visión de cómo debía ser la sociedad argentina actuaron diversos guardianes de “la moral y las buenas costumbres”, tal el caso del tristemente célebre comisario Margaride, que allanaba albergues transitorios (hoteles por horas, “telos” en la jerga popular) en busca de consortes infieles, o perseguía a parejitas por besarse en público. A dicho energúmeno se le sumaría luego Miguel Paulino Tato, de profesión crítico cinematográfico, cuyas tijeras mutilaron centenares de películas y que tenía como principal objetivo de su afán censor a Armando Boo, pareja de Isabel Sarli y director de sus películas. En ese ambiente represivo muchas parejas utilizaban como escenario para sus expansiones amorosas un lugar conocido como “Villa Cariño”, un sector de los Bosques de Palermo cercano al Aeroparque de la ciudad de Buenos Aires, pero eso a condición de que tuvieran auto, y de todas formas, nadie les garantizaba nada.

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 Sexina, con reminiscencias de las erotizadas heroínas europeas de los sesenta.

Si nos hemos desviado algo del tema central es porque pensamos que las anteriores pinceladas son oportunas para apreciar el clima de época y los riesgos a que se exponían quienes hubieran querido poner un toque de sexo en lo que eran los tópicos habituales en la historieta, el género bélico, el western, las adaptaciones de novelas famosas, etc. Claro que siempre hay alguna excepción, y en este caso vino desde un lugar poco común. En 1966, el mismo año en que Onganía tomó el poder, cundía en Argentina la fiebre de los “ejecutivos”, es decir, de aquel personal directivo que ostentaba un rango importante en la conducción de las empresas y consecuentemente un alto poder adquisitivo. Todo era “para ejecutivos” en aquellos tiempos, perfumes, vinos, departamentos, autos… una verdadera manía de la cual se burló María Elena Walsh en su canción titulada precisamente “Los ejecutivos”. Y para ellos fue también la revista Adan ("Entretenimiento para gentilhombres"), que lanzó Editorial Abril en 1967, una modesta imitación de Playboy que al año siguiente incorporó a sus páginas un trabajo de Hugo Gil y Mario Bertolini: “Sexina”, un vago y difuso eco de aquellas erotizadas heroínas europeas como Barbarella, Scarlett Dream, Jodelle o Saga de Xam, de las cuales solo Barbarella sería conocida en Argentina merced a su versión cinematográfica, mientras que Valentina fue publicada por la revista Literatura Dibujada en 1968.

LOS COMIENZOS DEL DESTAPE
 
Todo lo que anteriormente estuvo reprimido en la historieta argentina comenzará a aflorar desde inicios de los setenta a través de distintas vertientes, de entre las cuales destacaremos las que a nuestro entender son las principales: la revista Top, las revistas de terror de Mo-Pa-Sa, las fotonovelas eróticas, Satiricón y las publicaciones de Editorial Record (fundamentalmente Skorpio). Sintetizaremos las características de las tres primeras para extendernos luego sobre las dos restantes.
 
La revista Top. Se publicó entre julio de 1971 y comienzos de 1973, totalizando diecinueve números, cuyas primeras portadas estuvieron a cargo de Ric (Ricardo Villagrán) y consistían en collages de escenas diversas y –he aquí la novedad– siempre en primer plano una mujer posando sugestivamente. No menos insinuante era Bárbara Top, que oficiaba de anfitriona en la página 3 junto al sumario de la revista, y, ya en el interior, estas audacias se completaban con algunos módicos desnudos femeninos de la serie Marc (estrambótica creación de Oscar Lamborgini con dibujos de Marcos Adan), una parodia del género de los agentes secretos cuyos episodios incluían «inusuales toques de absurdo, sadismo y sexo», al decir de Guillermo Saccomanno y Carlos Trillo.

— Más allá del terror. Mo-Pa-Sa fue el sello editor creado por José Alegre, un señor entre cuyas hazañas figura haber publicado historietas de Superman sin el permiso de la DC Comics, o revistas basadas en conocidas series de televisión sin pagar jamás derechos de autor. Además de todo esto, Alegre publicó títulos como Más allá del terror o Profesor Macabro, en cuyas tapas no faltaba nunca una mujer semidesnuda a punto de ser atacada por un monstruo degenerado, un émulo de Frankenstein o un sucesor de Drácula. Es posible que esta revista apareciera ya a finales de los sesenta, al igual que Vampirella, realizada por Editorial Mazzone bajo licencia de Warren.

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 Una cierta audacia se aprecia en el número inicial de la revista Top, en 1971. El desnudo femenino, siempre presente en las revistas de terror de Editorial Mo-Pa-Sa.

— Las fotonovelas eróticas. Abastecidas mayoritariamente con material italiano (aunque omitiendo los fotogramas más osados), estas revistas fueron realizadas por dos editores también vinculados a la historieta: Nueva Frontera, que producía las fotonovelas Satanik y Kriminal, y Dossier Negro y Ruffus en materia de historietas de terror, en tanto que Alfredo Scutti tenía como principal y más exitoso título a Killing (también publicaba Araña Negra, Yorga, Namur y Goldrake), que se transformará luego en personaje de historieta.

SATIRICÓN: MEMORIAS DE UN PERIODISTA RUSO

 
Precedida de una investigación de mercado «que señaló la existencia latente de cierta hambre de burla atravesada por la inteligencia, el escepticismo optimista y la falta de respeto por lo que es demasiado respetado», apareció en noviembre de 1972 la revista Satiricón. Oskar Blotta (hijo) como “director irresponsable” y Andrés Cascioli como “director estético” eran los timoneles de esta publicación que en el editorial del número 1 reconocía como inspirador del título y del tono general de la publicación al escritor ruso Arkadi Timofélevich Avérchenko, quien en las primeras décadas del siglo XX había dirigido Satirikón. La Satiricón argentina fue a los setenta lo que Rico Tipo a los años cuarenta, no solo por su éxito de ventas, sino por la forma en que supo captar las nuevas tendencias y corrientes de opinión que atravesaban la sociedad argentina (sobre todo en los sectores más jóvenes) en materia política, de hábitos sexuales o de costumbres de la vida cotidiana.

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El debut de “El Sátiro Virgen” en el Nº 1 de Satiricón, aparecido en Noviembre de 1972. 
Aunque en sus páginas predominaron el humor gráfico y las notas periodísticas, no faltaron en ellas algunas historietas humorísticas que iban desde las parodias realizadas por Fontanarrosa o Pérez D’Elías, pasando por Los viajes de Gulliverty y los apuntes costumbristas de Grondona White, hasta llegar a las dos más asociadas a temas sexuales: El Sátiro Virgen, de la dupla Fernandez-Branca, y El marqués de Sade, de Blotta e Izquierdo Brown. Clausurada inmediatamente después de la muerte de Perón –en julio de 1974– Satiricón volvería a aparecer a comienzos de 1976 para ser nuevamente clausurada tras unos pocos números. En esa segunda y breve etapa se publicó la historieta “La Pochi, rápida pa’ los mandados”, con guión del periodista Rolando Hanglin y dibujos de Sergio Izquierdo Brown. La Pochi podría ser definida como una Little Annie Fany de barrio, una chica mas bien inocentona pese a la condición de “ligera” que le adjudica el título de la serie, cuyo cuerpo es codiciado –y poseído– ya sea por el dueño de una verdulería o por dos enfermeros en el interior de una ambulancia, situaciones que, obviamente, no se explicitan gráficamente sino que quedan implícitas en las onomatopeyas y las frases de doble sentido insertas en los globos que asoman desde los lugares donde transcurre “la acción”. En lo físico, y a diferencia de la creación de Kurztman y Bill Elder, la Pochi tenía más de Popeye que de Marilyn Monroe: sus antebrazos eran más anchos que los brazos y las piernas mucho más gruesas que los muslos, pese a lo cual el efecto de conjunto era sumamente eficaz. Con posterioridad al cierre de Satiricón, la Pochi fue publicada en España, pero esta vez en colores y con dibujos de Daniel Branca, uno de los realizadores de El Sátiro Virgen. Tómese esto como una opinión muy personal, pero aun con ese aspecto de Popeye con pollerita, La Pochi merecería figurar en un seleccionado de las “diosas” de la historieta argentina.

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 "La Pochi" por su dibujante original: Sergio Izquierdo Brown. Revista Satiricón, 1976. Imagen tomada (como la siguiente) del blog El oficio del plumín, de Diego Parés.  "La Pochi" en la versión que Daniel Branca hizo en España en los años setenta

Que la temperatura de la historieta argentina venía subiendo en los años setenta y preferentemente en lo humorístico lo prueban otros dos casos. El primero es Piturro, nacido en 1974 en las páginas de la revista cordobesa María Bizca y que luego alcanzará su propia y exitosa revista. Poco amante del trabajo (salvo algunos empleos temporales), el personaje creado por el dibujante Julio Olivera vivía situaciones que lo involucraban con mujeres de amplio físico y reducido vestuario. Por su parte, Don Nicola –creado por Héctor Torino en 1937– se ponía a tono con los tiempos y aparecía protagonizando algunos episodios con atractivas jovencitas, dejando un tanto de lado el perfil que lo había caracterizado en los tiempos iniciales de la serie: un “tano” simpático, eterno componedor de los enredos que generaban los curiosos inquilinos del “conventillo” que tenía a su cargo.

¡ORGÍAS ERAN LAS DEL NEOLÍTICO!

En 1974, Alfredo Scutti, que se había cansado de vender revistas de fotonovelas eróticas (al agotarse el material original de Killing debieron rodarse nuevos episodios en Argentina), decidió aprovechar sus contactos italianos para lanzar una línea de revistas de historietas, género que conocía muy bien ya que se había iniciado como dibujante en Totem, publicación de Editorial Fascinación, de Alvaro Zerboni. Ya a partir de los dos primeros títulos de Ediciones Record (Skorpio y Corto Maltes) se observa un enfoque más adulto respecto al sexo, con desnudos femeninos más audaces, escenas de alcoba e incluso violaciones, como sucedía con frecuencia en la serie Precinto 56. Si hasta Nekrodamus, en el largo peregrinaje en búsqueda de redimirse de su condición de demonio, tendrá también algún momento de solaz en una alcoba renacentista. Este cambio respecto a lo que era la historieta argentina de la época pudo deberse a que Record colocaba su material en un mercado más abierto a esos temas como era el italiano, pero también –quizás– a que el editor consideraba que localmente estaban ya dadas las condiciones para dar esos pasos.

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  El afortunado Henga, en una entretenida orgía neolítica. Skorpio nº 6, febrero de 1975. Bajo estas líneas: “Hor, hijo de Henga” en Skorpio nº 31, mayo de 1977.
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Uno de los éxitos iniciales de Record fue sin duda Henga, el cazador prehistórico, con guión de Eugenio Zappietro (que para la ocasión cambió su habitual seudónimo “Ray Collins” por el de “Diego Navarro”), en tanto que Juan Zanotto fue el encargado de la parte gráfica. A esas alturas, con dos décadas de trabajo en la historieta, Zanotto era ya un verdadero maestro, tanto en el desarrollo de la acción como en el tratamiento de los agrestes paisajes que la enmarcaban y fundamentalmente en el tratamiento de la figura femenina, logrando el equilibrio justo, las proporciones exactas para que, siendo visualmente tentadoras, no cayeran en las ampulosidades de –por ejemplo– Druuna. Pese a que es un cazador de fines del neolítico, el aspecto físico de Henga nada tiene que ver con los Cro-Magnon o los Neanderthal, cosa que es larga de explicar pero que está relacionada a sus orígenes, aparentemente una civilización superior llegada desde el espacio exterior. En medio de todas las peripecias que debe afrontar, Henga tiene también sus momentos de placer, mantiene relaciones sexuales con la bella Ka-Laa, su compañera de aventuras y futura madre de su hijo, Hor (que protagonizará la secuela de esta serie), e incluso participará en una orgía con un grupo de amazonas cuyo propósito es utilizarlo con fines reproductivos para luego eliminarlo. Como al pasar y para darle un cierto toque de erudición a estas líneas digamos que del período neolítico comprendido entre 9000 y 7000 a. C. sobreviven muchas imágenes y artefactos eróticos, por ejemplo la piedra tallada de Ain Sakri en el desierto de Judea (Londres, Museo Británico), que representa quizá la más antigua imagen de cópula humana.
 
En 1979, Zanotto afianzó su fama como creador de las más bellas mujeres de la historieta argentina con Bárbara, una serie que repite el esquema de Henga y de Hor con la diferencia que transcurre en un futuro impreciso y que aquí la contraparte de la “civilización superior” venida de otra galaxia no es la gente del neolítico sino los sobrevivientes de una humanidad que ha vuelto a su estado más primitivo. Otra diferencia –y de peso– es que los guiones eran de Ricardo Barreiro, por lo cual al erotismo se suman los toques de perversión y sadismo que eran comunes en su obra; pruebas al canto: en uno de los episodios, Bárbara es hecha prisionera y entregada como esclava a la hermana del líder de los dominadores, Dinia, que tanto para su propio placer como para atormentar a otros utiliza la “psicoesfera”, un emisor de microondas capaz de interferir en los centros emocionales del cerebro generando el placer o el dolor a voluntad de quien comanda el ingenio. En esa maquina hallará Dinia la muerte cuando, al trabarse en lucha con Bárbara, cae dentro de la esfera, que está funcionando al máximo de su potencial de horror, lo que destruye su cerebro. 

A partir de los trabajos ya mencionados, la producción de Juan Zanotto estará plenamente asociada con el arte erótico, ya sea en las publicaciones que realizó en la edición argentina de Playboy en los años noventa como en la mayoría de las series que ilustró, entre ellas Starlight, escrita por Robin Wood, u Horizontes Perdidos, donde asumió también el papel de guionista y de la cual surgiría Falka, una heroína al estilo de Bárbara poco difundida en la Argentina pero que protagonizó varios álbumes editados en Italia.

LOS DIARIOS AL DESNUDO

Por su misma índole, los diarios han debido ser siempre más conservadores en cuanto al material de historietas que ofrecen, pese a lo cual el erotismo no estuvo ausente de los diarios argentinos. Crónica –uno de los vespertinos de mayor éxito en su tiempo– tenía como atracción de su página de historietas a un personaje creado por el español Ignacio Hernández Suñer (Iñigo), quien la bautizó como Lolita, nombre con connotaciones sexuales si lo hay aunque en este caso no se trataba de una adolescente sino de una mujer adulta.

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 La rotunda anatomía de los personajes femeninos de la tira “El regreso de Osiris”, publicada en el diario Clarín en los años setenta. 
En 1975, Carlos Trillo y Altuna crean El Loco Chávez para la última página del diario Clarín. Tras un comienzo anodino, la tira va creciendo en el interés de los lectores, no solo porque la acción se traslada a las calles porteñas y a escenarios familiares sino también por las mujeres que dibuja Altuna y entre las que sobresale Pampita, la novia del protagonista. Será el inicio de una trayectoria a nivel internacional que lo consagrará como un maestro de la historieta erótica, catapultándolo incluso a las páginas de Playboy y sus diferentes ediciones internacionales. Un años antes del lanzamiento de El Loco Chávez había comenzado a publicarse también en Clarín, pero en sus páginas interiores, El regreso de Osiris, fantaciencia (así se la definía en la presentación) realizada por el guionista y dibujante Alberto Contreras, que en este caso asumía ambos roles para convertirse en autor integral de la obra. Calificada como la primera space opera argentina, esta serie –que quedó trunca en 1979 por la súbita muerte de Contreras– se ha convertido en objeto de culto y cuenta con más de una página en Internet en las cuales sus seguidores aportan material a efectos de reconstruir los episodios publicados. Si bien en la tira el autor deslizaba conceptos religiosos y toques místicos, las mujeres que dibujaba eran muy “terrenales” (aun las de otros planetas) y tenían como rasgo distintivo la opulencia de sus formas, opulencia que no lograban ocultar –mas bien lo contrario– los uniformes en que estaban enfundadas.

A partir de El Loco Chávez, el desnudo femenino y alguna que otra audacia serán moneda corriente –siempre dentro de ciertos límites– en la contratapa de “El gran diario argentino”, culpable –al menos en la curiosa opinión de los simpatizantes del actual gobierno– de cuanto mal haya padecido el país en los últimos siglos. Tras el Loco llegó otro periodista imaginado por Carlos Trillo: El Negro Blanco, mucho más atildado que su antecesor así como la elegancia y el buen gusto son sellos distintivos del estilo de su dibujante, Ernesto García Seijas. En esa tira, que se prolongó hasta mediados de los noventa (cuando regresó Altuna con “El Nene Montanaro”), apareció una figura femenina que sin llegar a los niveles de popularidad de Pampita también supo hacer carrera, hablamos de Flopi Bach, novia del protagonista y periodista novata cuyos rasgos parecían inspirados en los de la modelo y luego actriz Araceli González. Esa popularidad de Flopi se tradujo en su aparición en 1991 en la portada de la versión local de Playboy y en historias mucho más osadas que vivió en las páginas de la revista Puertitas, en parte recopiladas en un álbum a todo color de la Colección Maestros del Erotismo editado en España por RBA en 1998 con el título de Las aventuras eróticas de una periodista argentina.

 
FÁBULA DE LA URRACA ATREVIDA Y LA COTORRA PROCAZ
 
Tras la primera clausura de Satiricón a  mediados de 1974, sus dos cocreadores toman rumbos diferentes. Blotta edita El Ratón de Occidente, insiste como ya hemos visto con Satiricón y lanza la revista Emanuelle, lo que le vale en 1976 una amenaza de muerte y la imposición de abandonar el país en cuestión de horas. En tanto Andrés Cascioli y parte del equipo de Satiricón dan vida en septiembre de 1974 a Chaupinela, que será clausurada un año después pero que marca el inicio de Ediciones de la Urraca, a la que debe reconocerse el gran papel que cumplió para que los temas con connotaciones sexuales fueran tratados con audacia e inteligencia a través de Hum®, Superhumor, Sex Humor Ilustrado (“Mensuario de sexo gráfico y humor explicito” rezaba su slogan) y Fierro. A las ya nombradas publicaciones Ediciones de la Urraca sumó también El Péndulo (ciencia ficción), Humi (revista para escolares), Hurra (para jóvenes) y el semanario político El Periodista de Buenos Aires, entre otros títulos, redondeando una notable tarea editorial que se vio truncada en 1999 por la quiebra de la empresa.

Por su parte, Blotta, luego de su regreso al país, editó en 1980 la revista de historietas ¡Bang! (que no pasó de unos pocos números) para posteriormente volver a publicar Satiricón y nuevos títulos como EroticónPoliticón, que no alcanzaron el suceso de las revistas de Ediciones de La Urraca. Es que, mientras las revistas de Cascioli eran transgresoras en el tratamiento de los temas sexuales pero siempre en una línea que preservaba el buen gusto, las de Blotta solían caer frecuentemente en lo escatológico, como por ejemplo la revista La Cotorra, que apareció en 1985 y cuyo título toma un término de la jerga popular para designar a la vulva.

LOS LOGROS DE LA URRACA
 
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  “Polución nocturna”, de Trillo y Alberto Dose, en Superhumor, 1981.
Sería incompleta la anterior referencia a Ediciones de la Urraca si no brindáramos algunos ejemplos de su producción, una lista que necesariamente deberá ser muy acotada teniendo en cuenta que estamos hablando de revistas que se editaron durante más de veinte años en el caso de Humor, trece en el de Sexhumor y casi cinco en Superhumor. En esas revistas (circunstancialmente también en alguna otra) y a través de distintas duplas creativas surgieron series y personajes que marcaron la verdadera madurez sexual de la historieta argentina, tal el caso de Las puertitas del señor López, de Trillo y Altuna, publicada inicialmente en El Péndulo y luego en Humor; “Polución nocturna”, una versión sui generis del complejo de Edipo escrita también por Trillo y con dibujos de Dosé imitando a Moebius; “Sol de Noche”, de Guillermo Saccomanno y Patricia Breccia; las historias unitarias de Grondona White con sus mujeres de gesto siempre agrio y desagradable al igual que casi todos los personajes que dibujaba; y “Supertet”, una creación del recientemente fallecido Pedro Penizotto (Peni) que utilizaba sus gigantescos senos como temibles armas contra sus rivales; más los trabajos de Manuel Peirotti (Peiró), Parissi, Alejandro O’Keefe y El Tomi, entre otros.

Pocas son las mujeres que en la Argentina se han dedicado con continuidad a la historieta y menos aún las que abordaron desde el humor o la historieta los temas eróticos, y fue mérito de Ediciones de la Urraca permitirles canalizar esos trabajos. Como ejemplo citaremos al trío integrado por María Alcobre (colaboraciones en Superhumor y Sexhumor), Maitena –que mucho antes de consagrarse con "Mujeres alteradas" realizó trabajos tales como “Coramina” (un cómic con mujeres muy reales), “La fiera” (una especie de sexópata) y “El langa” (un oficinista que presumía de sus supuestas conquistas)–, y finalmente Patricia Breccia, quien en un reciente reportaje afirmó respecto a sus creaciones: «Las minas que yo dibujo parece que tienen frío a veces. Están desnudas, pero la actitud corporal es diferente, son eróticas, pero tienen otra mirada».

ESE OSCURO OBJETO DE DESEO

Éxtasis, Amor y Sexo, Placeres privados, Destape, los títulos no dejan lugar a dudas sobre el contenido de estas y otras varias revistas que, generalmente acondicionadas en bolsas de plástico impresas en colores oscuros, aparecieron en los kioscos argentinos a inicios de los años ochenta, coincidiendo con el período que medió entre el tramo final del régimen militar y los tiempos iniciales de la recuperada democracia. A esa galería de desnudos y de fotonovelas (donde ahora ya había sexo explícito) se sumó en 1984 la que según nuestras anotaciones es la primera revista dedicada a la historieta pornográfica: Historietas Sex, una realización de Editorial Inédita (vinculada posiblemente a Editorial Perfil, que se ocupaba de la distribución) que contó con la colaboración de dibujantes conocidos como Julio César Medrano, José María Massaroli o Ramón Gil. Su material –ecléctico por cierto– incluía desde una adaptación de El amante de lady Chaterley o de cuentos del Decamerón o de Las mil y una noches hasta historias de ambiente local como “El profesor Infinito”, “Tito el camionero, rey del enganche” y otros mas exóticos como “Shen Si, el sacerdote del Kama Fu”, la religión del amor y el sexo. Esa diferencia temática se daba también en cuanto al material gráfico, más sutil en ciertos casos y abiertamente pornográfico en otras.

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 Tapa de Historietas Sex nº 4 aparecida en octubre de 1984. Uno de los cuentos de Las mil y una noches adaptado en Historietas Sex nº 8, diciembre de 1984. Sexo Historias, otro de los escasos títulos de revistas condicionadas que se editaron en Argentina. Nº 8 de abril de 1991.

Sin embargo, y a diferencia de países como México, donde se han publicado numerosos títulos de tiradas masivas, las revistas de historieta de sexo explicito no han tenido en la Argentina mayor aceptación, a tal punto que recién varios años después encontramos algo similar a Historietas Sex, en este caso la Colección Sexo Historias, “comic para adultos”, según lo advertían sus portadas, en las cuales, para despejar cualquier duda, se incluía una franja roja en la cual podía leerse “sexo explicito - sexo total”. El nº 8 de esta revista, publicado en abril de 1991, presentaba dos historietas: “La corsaria negra”, en la cual dos mujeres al mando de un barco pirata utilizan a uno de los miembros de la tripulación para satisfacer su lujuria y luego eliminarlo (no fuera que anduviera luego por ahí vanagloriándose), y la restante “Pagando el pato”. No hay datos de guionistas ni de dibujantes, cuyos trabajos, al menos en los casos comentados, son bastante elementales. En la misma edición se publicita una revista de fotonovelas “de alto voltaje” y una revista de humor gráfico cuyo protagonista tiene por nombre “Pa’Getti”, título que cobra  sentido si se aclara que en Argentina paja es sinónimo de masturbación.

MUJERES EN CUEROS… PERO ALGO OXIDADAS
 
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Más del erotismo precursor en los ochenta: “Pétalo, la chica 10”, en la revista Operación Ja-Ja nº 8, diciembre de 1981. 
En materia de revistas de humor y de historietas, los comienzos de la década del ochenta ven aparecer también otros títulos que, sin estar plenamente dedicados al tema erótico, le dan cabida. A 1981 corresponde Operación Ja-Ja, versión gráfica de lo que entonces era un muy popular programa de televisión escrito y producido por Gerardo Sofovich, del cual dicen las malas lenguas que hacía de intermediario para que algunas de las chicas de su programa amenizaran las fiestitas de ciertos jerarcas militares. Pero yendo al tema que nos ocupa destaquemos en Operación Ja-Ja algunos trabajos que encuadran en la categoría que estamos analizando como “Pétalo, la chica 10”, dibujada por Altamirano; “Raul Dantes, investigador privado” de los hermanos Jorge y Mario Morhain, y “Los desnudos de Moira Zhazam”, de Peni y Massaroli. Moira es una chica con un gran parecido a la vedette Moria Casán, y al escuchar ese nombre siente una irrefrenable compulsión por desnudarse. Massaroli fue también el autor integral de otro personaje cuyas virtudes físicas quedan claramente reflejadas en su nombre: “Any Quilante”, publicada en Sex Humor en 1989.
 
En la primera quincena de noviembre de 1983, es decir, faltando un mes para la asunción de las autoridades electas democráticamente, aparece Tiras de Cuero (“El artepoder de la historieta”) subtitulo tan pretencioso como el contenido de la revista, dirigida por Oscar Masotta, prueba evidente de que una cosa es teorizar sobre la historieta y otra muy distinta hacer una buena revista. A favor de los vientos que ya venían soplando, Cuero ofrece también una cierta dosis de desnudos femeninos, principalmente a través de dos series escritas por Carlos Trillo, Matando el tiempo –con dibujos de Saborido– y Memorias del Viejo Mundo –realizada gráficamente por Dose–. En cuanto a las notas teóricas, cabe destacar precisamente la titulada “Mujeres en la historieta, entre sometidas y liberadas”, en la cual el periodista Emilio Corbiere analizaba las características de distintos personajes femeninos, entre ellos Pantera Rubia, mencionada en los inicios de este texto.
 
Un año más tarde aparecería Fierro, revista sobre la cual no nos extenderemos demasiado, ya que algunas de sus series o autores fueron mencionados al hablar de Ediciones de la Urraca. Sólo podríamos agregar que, en nuestra opinión, Fierro tomó lo que estaba de moda en esos años en la historieta europea –nihilismo y mucho sexo–, pero presentándose como un baluarte de lo nacional, camaleónica actitud que hoy se repite en la Argentina en otros órdenes. Fierro no hizo nada que antes no hubiera hecho Superhumor, pero, por esas cosas que tiene el negocio editorial, alcanzó una trascendencia que no logró su predecesora, fundamentalmente porque logró captar al publico joven. 

Quizá lo más destacado de la estrategia de venta de Fierro fueron sus tapas, dibujadas inicialmente por Oscar Chichoni: aquellas mujeres poseídas por bestias metálicas o ellas mismas una mezcla de carne y metal, un estilo que sería imitado por otras revistas de la época, como Trix o Reo. “Revista mítica”, “la mejor revista de historietas que se publicó en la Argentina” o “la más prestigiosa” son calificativos que suelen escucharse respecto a Fierro, basados en parte en la realidad, pero también debido al hecho de que fue el primer encuentro con la historieta de muchos de los que escriben hoy sobre el tema en nuestro país, idealizándola como tal vez los de mayor edad idealizamos a Hora Cero o Misterix.

LAS FOTOCOPIAS DEL SEÑOR LÓPEZ

El señor sesentón de aspecto apacible entra al local de fotocopiados, extrae varios originales de una carpeta y pide las respectivas copias. La señora que lo ha atendido se apresta a cumplir con el encargo, pero cuando ve los dibujos que debe reproducir no puede evitar un gesto de asombro: aquellas páginas están literalmente cubiertas de dibujos pornográficos con escenas que van desde dos colegialas entretenidas en sus juegos lésbicos a un monstruo penetrando a una joven mujer. Apelando a toda su profesionalidad, la señora logra reponerse y unos minutos después entrega las copias al caballero de aspecto apacible, quien abona el importe del trabajo y se aleja del lugar esbozando una sonrisa pícara al recordar el sofocón de la buena mujer. Aunque adornada por nuestra imaginación, la escena narrada ocurrió alguna vez y la relató su protagonista, Francisco Solano López, en una entrevista en la cual, entre otros temas, daba detalles de su labor en el arte erótico. Lamentablemente, no conservamos aquella nota, por lo cual debemos apelar a algunos de nuestros apuntes y a la muy completa ficha disponible en TEBEOSFERA.

De dichos datos se desprende que Solano López se inició en la historieta erótica a mediados de los años ochenta, cuando residía en Brasil, siendo unos de esos primeros trabajos las Sexy Symphonies, moderadamente eróticas en sus comienzos pero cuyo voltaje iría subiendo luego a pedido de los editores. A dicha obra se sumarán luego las series Empire of Sin, London Babilón y The Eternal Dream, a lo que habría que sumar Young Witches –es decir, El Internado–, donde se narran las peripecias de dos jóvenes, Lilian y Agatha, en un supuesto hogar para huérfanas que sirve de fachada a una secta que celebra ritos de iniciación y culto a la diosa Ishtar y en el cual un gigante subnormal sirve de semental para asegurar la eterna descendencia femenina de la secta. La serie tuvo dos secuelas, El burdel del Dr. Jekyll, ambientada también en la Londres de fines del siglo XIX, en la cual aparecen como personajes Sigmund Freud y Sherlock Holmes, y El Imperio de Shet, que transcurre en la mítica ciudad de Cibola. «Sus historietas eróticas obtuvieron gran popularidad en función de la voluptuosidad de sus chicas y por el atrevimiento de sus propuestas eróticas, lo cual le llevó incluso a las páginas de Playboy», dice la ficha existente en Tebeosfera, que señala al sello Fantagraphics como el artífice de la gran proyección internacional que lograron los productos eróticos de Solano López.

LA PRIMERA VEZ DE COLUMBA
«Y el hombrecito gris y arrugado mira los hombros que asoman por la sábana, y los pechos que se insinúan tras el lino. Y de pronto, las manos le tiemblan. Durante una fracción de segundos, la razón de Athep se revuelve. Adivina la trampa y trata de no caer en ella. Pero por fin, la pasión calcina todo vestigio de cordura. Athep adelanta la mano y toca la piel tibia, y mira los ojos de gato que brillan de deseo. Y se pierde para siempre». 
Athep es el tesorero del reino, y quien lo seduce no es otra que la mismísima Cleopatra, bellamente dibujada por Sergio Mulko en la historieta homónima. Nada del otro mundo en materia de erotismo si no fuera porque la serie en cuestión –escrita por Ricardo Ferrari– se publicaba en la revista D’Artagnan, de Editorial Columba. Corría por entonces el año 1989, y es evidente que habían comenzaban a soplar nuevos aires en la editorial, o mejor dicho, vientos de cambio que se transformarían luego en una tempestad que arrasó con la empresa misma. No hemos podido hacer un rastreo minucioso como para determinar con exactitud cuándo se produce ese punto de inflexión en la rígida política que en materia de temas sexuales había sostenido siempre la empresa “de la palomita” (cuentan que era frecuente que se retocaran originales para atenuar desnudos o se disimulaban las braguetas en la indumentaria masculina) y que estuvo motivado por distintas razones.
 
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  Portada del nº 184 de Skorpio, octubre de 1991, realizada por Eduardo Santellán (imitando a Chichoni).
La influencia de revistas como Fierro, Skorpio o Hum®, la llegada de guionistas jóvenes con otros puntos de vista, el cambio de manos producido en la empresa –cuyo control pasa de la familia propietaria a los acreedores– son algunas de las causas que pueden ser enumeradas a la hora de explicar el cambio de rumbo dado a la nave, aunque con golpes de timón tan bruscos que terminaron hundiéndola. Si a todo lo apuntado se suma la dependencia cada vez mayor de material producido por Robin Wood para el mercado italiano, podrá entenderse el asombro del lector tradicional de Columba al hojear las publicaciones editadas desde 1990 en adelante. Veamos algo de esas novedades:
 
— Alfredo Faluggi se convierte en uno de dibujantes de mayor producción de la editorial y el especialista en dibujo de historietas protagonizadas por mujeres, ya fueran de corte romántico, como “Amanda” o “Ella la mujer”, hasta la más audaz y curvilínea “Khrissé”, bailarina exótica y espía para más datos.
 
— Lucho Olivera aprovecha para acentuar las formas ya de por sí generosas de los cuerpos femeninos que acostumbraba a dibujar desde los tiempos de Nippur de Lagash.
 
— Enrique Villagrán se inspira en la figura de la danesa Brigitte Nielsen (ex de Stallone) para crear a la protagonista de Danske, serie que transcurre en un mundo destruido por un holocausto nuclear y de la cual puede señalarse una curiosidad: en algunos de los veintidós episodios de la serie, Villagrán dibujó páginas en tres versiones: una para el público en general, una segunda versión más erótica y la tercera netamente pornográfica.
 
El peregrino, un aventurero creado por Wood con dibujos de Walter Taborda que suele aparecer rodeado de un harem de bellezas asiáticas.
 
— De paso por Islandia, el investigador de casos paranormales Martin Hel disfruta de un entretenido ménage-à-trois con dos señoritas, aunque sospechamos que los cuadros más calientes se perdieron en el camino entre Italia y Buenos Aires.

Los desnudos y las escabrosidades aumentan en forma proporcional al declive de Columba, pero de nada sirve. Al lector nuevo no lo conforma y al antiguo lo ahuyenta "¡Pero en qué mundo estamos viviendo!", habrá exclamado algún lector de los tiempos de Juliet Jones o Mary Worth, para alejarse del kiosco rezongando…

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A la izquierda, Promoción de "Danske", serie publicada en El Tony en 1991.

A la derecha: Martín Hel, un investigador de casos paranormales que no se priva del sexo. Todo Color D’Artagnan, 1996.

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UNA PUTA QUE “LA TIENE CLARA”  
 
En septiembre de 2011 se presentó en la Argentina la revista Clítoris, de la cual hablaremos más adelante. Con motivo de dicho lanzamiento la revista Ñ (suplemento literario del diario Clarín) publicó una entrevista realizada a dos de sus responsables, Hernán Bayón y Mariela Acevedo, en la cual pueden leerse los siguientes conceptos del primero de los nombrados: «(…) Se transparentan los discursos que están circulando. En este sentido, cuando ves una heroína súper curvilínea responde a un ideal de belleza machista, o la mujer que es rescatada desde el lugar frágil por el superhéroe, o la mujer estilizada que tiene un discurso machista como en Clara de noche, que da mucha tela para cortar. Tiene que ver con la erótica de los cómics, donde el deseo de la mujer está siempre desde el lugar del hombre», trascartón Acevedo dixit: «Hay dos tipos de mujeres en el cómic tradicional: está La Eulogia (de Fontanarrosa) o la chica Altuna, la madre castradora o la puta. Y en Clara de noche, justamente, se ve eso: la mujer de la casa que es la reproductora, madre y esposa, y la mujer sexual. Y Clara de noche sintetiza ahí una cosa interesante, que es la maternidad, porque ella es madre. Lo que está ahí es la mirada masculina».

Es innecesario aclarar que dichas opiniones (un tanto rebuscadas para nuestro gusto) aluden a Clara de Noche, la creación hispano-argentina de Carlos Trillo y Eduardo Maicas en los textos y el insigne Jordi Bernet en los dibujos. En Argentina, Clara empezó a mostrar sus encantos a inicios de los años noventa en el suplemento para jóvenes del diario Página 12 (por entonces un respetado diario opositor al menemismo), que para llevarle la contra a su similar de Clarín se llamaba ¡NO! Como carecemos de entidad intelectual suficiente para refutar los ya mencionados dichos, nos limitaremos a brindar un testimonio personal: desde hace un año tomamos a nuestro cargo la tarea de continuar el blog TOP COMICS, que fuera creado por Luis Alberto Rosales, colaborador de Tebeosfera en su momento. Un día descubrimos entre la notas publicadas una referida a la edición brasileña de Clara, por lo cual decidimos incorporar tres nuevos posts con otras tantas apariciones de dicha serie en Página 12, material todo este que encabeza por lejos las estadísticas de visitas del blog. Desde nuestra ignorancia nos permitimos sospechar que quizá las teorías de los especialistas pasan por un lado y el gusto de los lectores a sideral distancia de las mismas.

EL CLIMAX DE LA HISTORIETA ERÓTICA

Si hasta los años setenta ver una mujer desnuda en la historieta argentina era una rareza, no encontrarla en los noventa era casi imposible. Están en las revista de Columba cuyos cambios hemos comentado, permanecen en Skorpio, que se disfraza de Fierro con tapas “a lo Chichoni” pero dibujadas por Ariel Olivetti o Eduardo Santellán, y además Record lanza una nueva publicación de título más que sugerente: El Tajo. No faltan tampoco en las diversas revistas que fueron apareciendo a lo largo de esos años: Cazador, Hora Cero (2ª época) La Parda, Cóctel.

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 Un episodio de la serie “Juventud Perdida” publicada en SexHumor Ilustrado en 1988. Dibujos de O’Kif.   Puertitas, la revista editada por Carlos Trillo. Aquí la portada del nº 38, de diciembre de 1993.

En ocasiones, el desnudo obedece a una necesidad del guión y éste a su vez responde a una idea más o menos ingeniosa, en otras no. En el primero de los casos hay que apuntar la producción de Carlos Trillo, quien en 1989 se convierte en editor a través de su propia empresa –El Globo– y lanza la revista Puertitas, título que homenajea y al mismo tiempo aprovecha la popularidad de la serie que había realizado con Altuna y que tuvo incluso una versión cinematográfica en 1988. Junto a él están Guillermo Saccomanno, en la redacción, y en la parte gráfica algunos de sus colaboradores habituales, como Horacio Domínguez, Eduardo Risso, Carlos Meglia, Félix Saborido y O’Kif (Alejandro O’Keefe). Como no podía ser de otra forma, está también Horacio Altuna, que realiza habitualmente las portadas, con lo cual hay que agradecer que la revista se haya apartado en buena medida de la moda de las “mujeres metálicas” que ya comentamos.
 
El material de Puertitas combinaba nuevas producciones con otros trabajos de Trillo que ya se habían publicado en Europa y sumaba a los artistas locales nombres como Jordi Bernet, Gilberto Hernandez, Lauzier, Carlos Jiménez o Giardino. Entre lo mucho que publicó Puertitas puede citarse Cibersix, Fulú, Irish Coffe, El Libro de Gabriel, Hyter de Flock, y De Generaciones, pero si tuviéramos que elegir una nos quedamos con El gaucho, escrita por Hugo Pratt y dibujada por Milo Manara, posiblemente la historieta más “adulta” que se ha hecho acerca de las Invasiones Inglesas, adulta no solo en cuanto al contenido sexual de la obra sino a la forma en que desde lo histórico se encaran estos episodios del pasado argentino ocurridos en 1806 y 1807 en los cuales las violaciones, las torturas y los asesinatos cometidos por las tropas inglesas quedan ocultos tras una visión casi escolar de los hechos.
 
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  Erotismo de alto voltaje en Super Sexy, nacida como un suplemento de Puertitas. Portada del nº 46, de 1996. Bajo estas líneas: “El Desmitificador Argentino”, trabajo de El Tomi en Coctel, mayo de 1992.
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Trillo editó también Puertitas Sexy Comix, donde predominaba el humor, y Puertitas Super Sexy, que daba cabida a material más audaz, especialmente de autores extranjeros. Este segundo título se acortó luego a Super Sexy y pasó a ser editado por Meridiana Comics (nombre también de una librería especializada) y luego por Eros Comics. Es digno de destacar que en la etapa de Meridiana la revista fue dirigida por Trillo hasta 1996, momento en que pasa a ser conducida por un “triunvirato” integrado por Raquel Osorio, Macarena Brizuela y Viviana Centol, esta última integrante del staff de Puertitas y luego volcada a la actividad de guionista. En cuanto a sus contenidos, los calificativos de “hot” y “hardcore” le cuadraban perfectamente al material mayoritariamente extranjero que poblaba sus páginas, en las que podían encontrarse trabajos de Moebius, Alex Varenne, Magnus, Franco Saudelli, Manara, y personajes como Druuna, Necron, La Bionda y la ultraviolenta Ramba, de Rossi y Delizia, en tanto que el aporte local corría por parte de El Tomi. A diferencia de Puertitas, que dejó de aparecer en 1994 cuando Trillo decidió que la edición no era lo suyo, Super Sexy sobrepasó los setenta números y quizá haya sido una de las pocas revistas de su tiempo que llegaron a ver el siglo XXI o al menos estuvieron cerca de él.

Y hablando de fin de siglos y de ciclos, en octubre de 1999 se decretaba la quiebra de Ediciones de la Urraca, debido en parte a errores propios, a la ya delicada situación económica del país, pero también como consecuencia del hostigamiento a que venía siendo sometido Andrés Cascioli por parte de la justicia adicta al menemismo. Un año antes de ese desenlace había aparecido La Murga, una buena revista claramente inspirada en Hum®, hecha por buenos profesionales pero que no tuvo éxito.

EL CLUB DE LOS PORNÓGRAFOS

Puestos en la hipotética tarea de crear un Salón de la Fama con aquellos dibujantes que hicieron del dibujo erótico una de sus especialidades, hay tres nombres insoslayables: Horacio Altuna, Solano López y Juan Zanotto, de todos los cuales hemos hablado en esta nota. Pero esa lista no estaría completa si no agregáramos otros tres nombres correspondientes a una generación más joven que la de los ya citados: Alejandro O’Keeffe (O’Kif), El Tomi e Ignacio Noé.
 
Tanto O’Kif (1959) como El Tomi (Tomás Juan D’Espósito Müller, nacido en 1955) son rosarinos, tienen formación en Artes Plásticas y colaboraron desde mediados de los años ochenta en Fierro y otras publicaciones de Ediciones de la Urraca, pero allí terminan las similitudes. El de O’Kif es un estilo más apegado al de la historieta tradicional, mientras que El Tomi utiliza con mayor frecuencia los recursos de la plástica, y en cuanto a sexo, lo suyo es mucho más crudo que lo de su coterráneo. Como para ilustrar algunos títulos de estos artistas mencionemos De Generaciones y Leticia imagina, realizada por O’Kiff, y Polenta con pajaritos, Sexiluetas, Historias del bajo vientre y El desmitificador, entre la producción de El Tomi. En su trabajo “Historias de la fantasía dibujada”, Ariel Testori lo califica como una catarata de sensualidad y erotismo, y respecto a O’Kif afirma que «con sus dibujos de aquella época pareció representar la visión joven del sexo, porque sus historietas tenían por protagonistas a chicos y chicas cargados de vitalidad, fantasías, dudas y hormonas».

Algo más joven que ellos es Ignacio Noé (1965), que bien podría ser considerado la nueva revelación en materia de historietas eróticas que ha producido la Argentina, si bien gran parte de ese material se publica en el exterior. Noé publicó sus primeros trabajos en 1985 en Fierro y en su suplemento Oxido y en 1990 en El Tajo. Ha colaborado también como ilustrador de temas infantiles en Genios pero la mayor parte de su producción la realizó para publicaciones como Comic Art, Lanciostory, L’Eternauta, Kiss Comix y Penthouse Comix. De su producción para adultos destacan El convento infernal (con guión de Barreiro), La nave de los locosDoctor I’m too big y especialmente El Afinador, del cual han aparecido ya varios volúmenes y cuyo perfil está sintetizado en estos conceptos: “El afinador de pianos es un tipo preparado y con buena voluntad para dar servicio a cualquier mujer necesitada de que le afinen el instrumento”.

MANUELA, UNA MOROCHA ARGENTINA 

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Tras este primer número, Manuela cambió su subtítulo por el más apropiado de “Carne argentina”. 
Nos toca desandar ahora el último tramo de este recorrido por el erotismo y la pornografía en la historieta argentina, una etapa que será breve entre otras razones porque nos hemos excedido bastante en el limite temporal fijado originalmente para la nota y porque en relación a otras décadas hay menos material que analizar. En vista de ello nos centraremos en tres publicaciones de muy disímil contenido: Manuela, la muy reciente Clítoris y un trabajo de Horacio Altuna que viene apareciendo en Viva, la revista dominical del diario Clarín. Alguien se preguntará por la segunda época de Fierro, ante lo cual nuestra respuesta es que no creemos que haya aportado nada nuevo en la materia con respecto a lo que fue su época de esplendor.

Lanzada en 2008 por Editorial Thalos, Manuela tuvo como subtítulo inicial “Entretenimiento para adultos”, reemplazado luego por el mucho más apropiado de “Carne argentina” ya que uno de sus objetivos principales era mostrar desde todos los ángulos posibles el cuerpo de la protagonista homónima, una chica de dieciséis o diecisiete años prototipo de la “morocha argentina” en pleno desarrollo que fue realizada por la dupla Flores-Borges sobre una idea del dibujante Ruben Meriggi. En la serie no había escenas de sexo (al menos en los dos primeros números), pero sí en otras historietas, como por ejemplo la unitaria “Puesto 69”. En cuanto a historietas de humor puede mencionarse el regreso de Supertet y otros títulos como “Los jeropas” (puñeteros), “Pinchaforro y Cabarula” “El kalifa” y “Garch in the City”, material que se completaba con diversas notas obviamente relacionadas con hábitos sexuales, hoteles alojamientos y una nota a Isabel Sarli, ¿recuerdan?, la misma que durante tantos años desveló a los censores cinematográficos. Como acotación final, digamos que por estas tierras “manuela” es equivalente a “puñeta” al igual que la palabra “paja”, que fue utilizada como título de una de las revistas de historietas que la Editorial Perfil lanzó en 2005.

LA HISTORIETA DESDE EL PUNTO DE VISTA “G”
 
Clítoris ("Historietas y exploraciones varias") cuyo número cero fue presentado en el transcurso de 2011, fue uno de los diez proyectos ganadores del Concurso de Nuevas Revistas Culturales que impulsó la Secretaría de Cultura de Presidencia de la Nación, premio cuyo emolumento permitirá editar los cuatro primeros números de esta revista. Según se expresa en su propio blog, Clitoris es un espacio que está «abierto para recibir artículos, ensayos e historietas que aborden la temática de representación del cuerpo, los géneros y las sexualidades, principalmente en los medios gráficos, pero también en la literatura, las artes audiovisuales, la música y el arte en general».

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  Portada del primer número de Clítoris.
En cuanto al objetivo básico de esta publicación, sería contraponer una visión distinta a la de las habituales revistas de historietas que –según una de las responsables del proyecto– «tienen dos características invariables: sus creadores suelen ser hombres y la representación que hacen de las mujeres –desde el guión al trazo de su silueta– es sexista». El material del número cero se integra con una entrevista a Patricia Breccia (madrina de la publicación), trabajos de la mexicana Cintia Bolio, la colombiana residente en España Nani Mosquera, Aniel (una transexual que cuenta el proceso de adaptación a su feminidad en una tira), artículos sobre anarquismo y un ensayo de Alan Moore, entre otras lecturas y viñetas.

Este puñado de referencias finales se completa con el trabajo que en la revista Viva viene realizando Horacio Altuna sobre guiones del escritor Hernán Casciari. Se trata de una serie de doce relatos gráficos (así se los definía en las promociones publicitarias) de ocho páginas cada uno que comenzaron a publicarse el domingo 8 de enero de 2012. Agrupados bajo el título genérico de “Verano”, cada uno de los episodios plantea situaciones propicias para justificar una generosa cuota de desnudos femeninos. Respecto a Altuna, digamos que está presente también en la contratapa de Clarín con “Es lo que hay”, tira diaria cuyos guiones le pertenecen y donde obviamente la figura femenina luce en todo su esplendor. 

CONCLUSION POCO CONCLUYENTE
 
Excediéndonos largamente en el período que en principio nos habíamos propuesto analizar, hemos recorrido varias décadas de la historieta argentina oficiando de “voyeurs”, fisgoneando en ella para descubrir la forma en que la figura femenina y los temas sexuales pudieron llegar finalmente a sus páginas. Sintetizando todo lo escrito, podríamos decir que ese largo proceso se inició tibiamente con las insinuantes heroínas del cómic norteamericano llegadas a nuestras revistas, se congeló luego temporalmente por imposición de la censura y un simultáneo decaimiento de la industria editorial para luego, y a tono con los cambios experimentados por la sociedad argentina, incrementarse a partir de los años setenta y ochenta y llegar al clímax en los noventa.
 
A lo anterior podríamos agregar como observaciones adicionales el papel pionero, de mascarón de proa podríamos decir, que cumplieron en dicho proceso las revistas humorísticas (Rico Tipo, Satiricón, Hum®), el lúcido aporte de Ediciones de la Urraca y la falta en Argentina de un mercado para las revistas de historietas decididamente porno, menos aún de material dirigido a un público femenino, tal como sucede con los “Lady’s Comics”  [4] japoneses. Ello llevaría a pensar en un cierto refinamiento del lector argentino que parece preferir lo erótico a lo crudamente explícito.
 
¿Qué motiva a un creador o editor de historietas a inclinarse hacia el erotismo o la pornografía? Como posibles respuestas podríamos mencionar el deseo de volcar allí sus propias fantasías, opinar sobre cuestiones referidas el sexo, exaltar la belleza femenina o elaborar una mercancía que se sabe de fácil salida. Esas y varias motivaciones más están presentes en todo el material que hemos reseñado y que incluye obras destacables, otras de discreto nivel y algunas más absolutamente mediocres, pero con un resultado final o promedio francamente positivo.
   

Hace dos mil años, una doctrina religiosa tiñó de tabúes, miedos y represiones todo lo vinculado a la sexualidad humana, extendiendo luego su censura a la representación literaria y gráfica de esos actos. Gran parte de la historia de Occidente pasa por la lucha en procura de romper con esos prejuicios, lucha en la que el arte ha tenido parte activa. Largos años le llevó también a la sociedad argentina romper (aunque no totalmente) con viejos moldes impuestos por la mojigatería, la ignorancia o la hipocresía acerca del sexo en sus distintas expresiones. No sin dificultades, el teatro, la pintura o el cine reflejaron esos cambios, y lo mismo hizo la historieta abriendo sus puertas –o sus páginas– para que en ellas lo sexual volviera a tener el mismo tono lúdico, casi festivo, de los orígenes, en lugar de ser algo susceptible de merecer el fuego eterno de un supuesto castigo divino.

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Dos páginas de Horacio Altuna para Viva. 

 
FUENTES CONSULTADAS:

-Archivo y colección del autor
-El erotismo en la Historia del Arte, trabajo realizado por Ars erótica http://ars-erotica.blogspot.com
-TESTORI Ariel: “Cuando el desnudo llegó a los kioscos”, publicado en www.sidus.com.ar/EspacioSidus/para_todos
-TESTORI Ariel: “La historieta erótica argentina – Historias de fantasías dibujadas”, publicado en www.sidus.com.ar/EspacioSidus/

NOTAS
:

[1] Citado en “El erotismo en la Historia del Arte”, tomado de: http://www.slideshare.net/arseros/arte-erotico.
[2] “Divito: Una vida apurada por la alegría de vivir”, por Geno Díaz, en la revista Gente, 1969.
[3] TESTORI Ariel: “Cuando el desnudo llegó a los kioscos”, publicado en www.sidus.com.ar/EspacioSidus/para_todos
[4] Con ese nombre figuran en la nota “Ratones a la japonesa, publicado en Clarín el 31 de julio de 1994.
Creación de la ficha (2012): Carlos R. Martínez. Revisión de Javier Alcázar y Manuel Barrero. Edición de M. Barrero, con ayuda de Antonio Moreno. · Imágenes proporcionadas por el autor, extraídas de su colección. Imágenes de Misterix tomadas del álbum en Picassa de Rodolfo Solana.
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
CARLOS R. MARTINEZ (2012): "La historieta erótica argentina", en Tebeosfera, segunda época , 9 (15-III-2012). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 15/XII/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/la_historieta_erotica_argentina.html