LA INVENCIÓN DE MANEL. ENTREVISTA A MANUEL FERRER ESTANY
HOL, MANUEL BARRERO

Resumen / Abstract:
Notas: Entrevista realizada para complementar los contenidos del número 9 de TEBEOSFERA, especial sobre la representación de la mujer en el cómic erótico y pornográfico. A la derecha, fragmento de la portada de "Manolo e Irene" número 2 donde aparece Manolo, un alter ego de su autor, Manel (un ejercicio de "landismo" aplicado al cómic).
LA INVENCIÓN DE MANEL
ENTREVISTA CON NELITO, MAN, NOLO, MANELITO… O SEA, CON EL IRREPETIBLE MANUEL FERRER ESTANY
 
Manuel Ferrer, alias Manel, fue uno de los historietistas más activos durante los años setenta en la prensa satírica española, sobre todo en la de género erótico. Trabajó en Mata Ratos, El Papus, El Cuervo, Manolo e Irene, El Jueves, Comix Internacional, Penthouse Comix, Mini Mundo y otras publicaciones, siempre aportando trabajos bien definidos, simples pero sólidos, que resolvía con una rapidez inaudita. Pocos autores españoles de historieta se pueden jactar de haber dibujado más de cincuenta páginas al mes para tebeos que ellos mismos coordinaban y editaban (y durante años). Manel fue un artesano que tuvo que hacerse a sí mismo, reinventarse con cada obra, firmando con mil seudónimos y reconstruyendo su universo de reprimidos y liberadas. Si alguien hizo sociología de la vida sexual de los españoles en los ochenta ese fue Ferrer.
Manel no se halla en un lugar preferente en la historia de nuestros tebeos, pero eso es porque dibujaba humor erótico y pornográfico, un género despreciado por lo común. Desde luego se merecería una medalla al trabajo. Un trabajo siempre bien hecho, por añadidura. Le hemos entrevistado para dejar constancia de su obra.
 
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Manel, un chaval tras una batería. 
TEBEOSFERA: Naciste en 1940. Tu niñez tuvo que ser difícil. ¿Te alimentabas de hambre y tebeos, como tantos niños de aquella época?
 
MANEL:
Yo no me enteré. Al cumplir un año y medio, mi madre y muá, por unos problemas con separación, nos fuimos de Barcelona para vivir no sé cuánto tiempo a Tamariu (Costa Brava), a casa de una amiga de mi madre. Después, a los tres años, de vuelta a Barcelona, estuve sin ver al papi y, luego, fuimos a Suria con los padrastros de mi madre y una hija de mi mami… O sea que, bueno, de serial radiofónico... ya otro día lo cuento (a mis cincuenta años fui a conocer al papi que no había visto desde el añito y medio. ¡Y conocí una hermana/astra de 30 años y ella me descubrió a mí!).
Bueno, y en el pueblo en Suria, ¡de coña! Montañas para saltar y jugar/te la vida. Un río esplendoroso para bañarse y bogar con barcas hechas de manojos de “boga” (Typha, familia de las tifáceas), en las que navegábamos tres, cuatro o cinco encima... Jugando por el campo a espadachines —con capa y espada de madera— y a pistoleros en ocasiones, con pistola de madera con gatillo que disparaba “pedazos” de cortina de alambre robada por las tiendas... Y todos imitando a los héroes de las pelis...
Allá de caramelero, de cine, con la “panera” llena de caramelos y garrapiñadas, hartándome de ver pelis. Asustándome saliendo fuera de la sala en la secuencia de Frankenstein, cuando el monstruo entra de espaldas y se vuelve. ¡Ay! (hoy los chavales se quedan tan frescos con desmembramientos y degolladas...). Allá, bajando empinadas pendientes por las que no circulaban coches arrodillados encima de carricoches de madera con cojinetes, con mando movible y palanca conectada por alambre a ruedas traseras para frenar... Allá, de monaguillo y cantando funerales con el señor rector —2 cantantes 2— solos ante el peligro sin armonio (una frase cada uno: “Dies ire dies iraaee....”, en plan El séptimo sello de Bergman pero dúo, à deux...) o, a veces, con armonio. Y otras misas, “oficios”, impresionante Pontificalis y otros, cantando con más personal y a veces con orquesta... ¡Guauuuh!
Allá, haciendo teatro. Los Pastorets por Navidad y otras obras. Y bueeeenooooo, haciendo algunos dibujitos en los cuadernos del cole, sí. Y, de mas mayorcito, haciendo de camarero, dibujitos con pintura blanco de España (¡!) en los cristales del bar acompañados de sesudas frases: “Hay calamares... mejillones... almejas...”.
Después, en las minas de potasa de Suria, de telefonista y de correveidile, y permitiéndome dibujar chistecillos en el boletín de la empresa... VALE.
 
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 Uno de los primeros trabajos publicados en España de Manel, primera y última página de complemento del número 1 de Los 4 ye-yés, colección de Olivé y Hontoria.
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T: Imagino que siendo un chaval dibujabas imitando a otros autores. ¿A quiénes, aparte de a Vázquez?
 
M: Al gran Vázquez, sí. Y copiando alguno de aquellos indios que ya dibujaba Ibáñez, no para Bruguera [para Marco], y otros... Recuerdo estar loco esperando cada semana el Hazañas Bélicas, descubriendo la antítesis de Boixcar en el gran Longarón. Y El Guerrero del Antifaz y otras de Gago que, contaban, dibujaba sin hacer antes lápiz. ¡¡Ostiiii!! Después Ortiz en Sigur, El Capitán Trueno del magnífico, personalísssssimo e incomprendido AMBRÓS... ¡¡Suele hablarse mucho del guionista y poco de Ambrós, coña!! Qué bueno era. Hasta el gran Ortiz copió tres viñetas seguidas de El Capitán Trueno (Sigur en brazos del gigante, seguramente en plan homenaje, pues no le hacia falta). ¡Extraordinario y original el gran Ambrós! Los “continuadores” del Trueno, pues... vale. Ya me perdonaréis.
 
T: No sólo de tebeos vive el hombre. En tu adolescencia te conviertes en músico (percusionista, vocalista, guitarrista). ¿Cuánto tiempo duró tu carrera musical y qué recuerdos guardas de aquello?

M: Músico, nada. Cantante sí. Estudié algo de solfeo y un poco de piano de pequeño. Siempre he tenido un piano en casa. Quizá por aquello de poder decir, como hacía un amigo mío, lo de: “Me he dejado las llaves encima el piano”. Y a los catorce o quince años toqué la batería en un conjunto de Suria, mi pueblo. Glen Miller y demás: Fox trot, mambos (¡uno... dos... tres... cuatro... cinco... seiiiis... maaaambooo!!), Pérez Prado... Después, ya mayorcito, estuve de “vocalista” o tontista en un conjunto, primero de cinco elementos, viejecitos para mí, después en una orquesta mayor, la Orquesta Farrés (nada que ver conmigo, Ferrer), de más de doce o trece elementos, con chaqueta boatada y lacito, y más conjuntos... siempre de cantante. Lo de la guitarra fue un accidente. Íbamos de modelnos, “Los 5 Magníficos”, copia de los “7”. Je, de magníficos nada. Fue a raíz de un programa de radio Manresa que nos llamaron así, lo escogió una oyente. Yo tenía vaga idea del guitarrón, y como quedaba fino en el escenario... acordes fáciles, en fin... Y vas que t’estrellas. Yo prefería cantar.

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 Historietas de Els cepats, tomadas de Cavall Fort 108, 109, 140 y 192.
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T: Pero no dejaste de dibujar. ¿Cuándo te trasladas a Barcelona y te integras en el estudio de Selecciones Ilustradas?
 
M: Lo del dibujo nunca lo dejé. En casa iba copiando cosillas de otros dibujantes y de fotos. Por aquellos tiempos hago la mili en aviación cerca de Zaragoza. No de piloto sino de chaval con chusco. Vemos allá aviones americanos de lejos. Luego fui destinado a Barcelona gracias a ser telefonista. Y entonces saco la nariz en Selecciones Ilustradas con carpeta de dibujitos, con veintiún o veintidós años. Toutain goza, en su estilo, al soltarme: “Esto es una mierda, pero llegarás a dibujar bien”. Acertó en lo primero. No en lo segundo. Nunca he sido buen dibujante. No es falsa modestia. Siempre, hasta mi muerte como historietista, sufrí (cómo me costaba pasar a tinta oye...).
 
T: La mayor parte de tus trabajos de este periodo no se conocen. Suponemos que dibujas sin firmas.
 
M: Sin firmas, no. Ahora que me han devuelto originales de aventuras del Oeste de entonces veo que metía una firma enorme... ¿Sería que al estar acojonadillo al lado de tanto dibujante bueno me inspiró Freud? Sí. Sin firma, el Buffalo Bill para Suecia. Estuve así en S.I. unos tres años e hice otras cosillas para el extranjero donde... ¡aunque firmaras te la borraban!
 
T: ¿Qué nos dices de los compañeros con los que compartías tablero y taller por entonces?
 

M: Los compañeros, buenos dibujantes y muy coñones. Toutain, con su gracia innata. Al saber que yo cantaba me encerró en un estudio con un micro y mi guitarra. Me mostró que fuera estaban los altavoces y puso unas sillas para ubicar el culo de los dibujantes de allá, para oír mis sonoras excelencias. Empiezo a cantar encerrado allá. Acabo una canción, oigo unos educados aplausillos, canto otra, no oigo nada. Salgo... y no había ni Dios. O sea, ni Toutain ni los otros, ni sillas ni altavoces. Pasa por mi lado con sus grandes zancadas el Toutain y dice: “Holaaaa, chavaaaal...”. Y fin. Luego fui conociendo las coñas que se gastaban allá. Eso ya lo contó Carlos Giménez [en Los profesionales].

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 Tira de Man, publicada en Mata Ratos 82.

T: Tus primeros trabajos publicados aquí podrían ser los de Cavall Fort, luego las tiras de humor que aparecen en Mata Ratos, donde firmabas como Man.

M: Antes de “Els cepats”, en Cavall Fort, que era una serie de un padre y un hijo robustos en la que el hijo hace barbaridades, influido ya por dibujantes del Spirou y Pilote, hice dibujillos en una revista de la editorial de Olivé y Hontoria, La Risa (la que salió en el año 1965). Luego dibujé en Los 4 ye-yés en 1966, la segunda historia, “Ésta es su vida”, la del seiscientos, la de un grupo de chavales con ese coche. El guión era de ellos, claro. Yo entonces ya tenía ganas de dejar el impersonal Buffalo Bill (que era dibujo serio) para hacer humorístico, por eso hacía cosillas para el Mata Ratos de IMDE. Allá creo me comporté como un cerdo...
 
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 Portada de Mata Ratos, uno de los títulos de Amaika en los que participó prolíficamente Manel.
T: ¿Por qué “como un cerdo”? ¿Y con quién, con Arman, el editor de Ibero Mundial de Ediciones?
 
M: Pues esperaba de Arman que me diera permiso para hacer una nueva revista, EH! (en el quiosco no diga “OH!” diga “EH!”), y Arman me dijo que iban a retirar —o matar— el Mata Ratos tal como era, politicoide, y transformarlo en una revista sólo de chistes e historietas de agencia y poca cosa más, y si quería llevarlo. Mientras esperaba permiso para mi EH!, Zeta publicaba revistas sólo con chistes subidillos. Dije que sí. Echaron a todos los dibujantes... Por solidaridad tenía que haber dicho que no. Mea culpa, mea culpa. Fui un cerdo. Pero el ansía de hacer MI revista... Al poco, aquélla la defenestran y me dan el EH! Meto admirados dibujantes: Font, Ortiz, mi querido Beá —con el que estoy en un estudio—, el Kim, el Raf, Leopoldo... Y una fotonovela (¡!) con el majo Víctor Ramos, dibujante, aquí de astronauta gnomo. Y, eso sí, obligado a meter páginas de fotos de nenas despelotadas, digo… destetadas, que yo mismo monto. Y muere al poco la revista como tantas aquellos días.
 
T: ¿Qué cánones de representación (o caricaturización) de la belleza tomaste como referencia para trabajar en tu caso, la grecolatina, la de los cincuenta, la de los sesenta …? 
 
M: Todas, todaas.... De pequeño me gustaba una chica de piernas curvadas porque se comportaba jugando como un chico. Me encantaba la pocateta Andrey Hepburn, y otras como las que dibujo. Nunca me gustó la Marilyn. No me gustó nunca la mujer coqueta como ella. Para mí resultaba idiota. Me impresiona mas la cara, por ejemplo a Sharon Tate la encontraba hermosa, con esos ojos. Se me ocurre ahora, pobre.
 
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Página de Terror Gráfico, número 4, uno de los pocos trabajos realistas del autor. Bajo estas líneas, viñeta de la serie El Padrineto y una muestra original para la portada de su álbum "a la europea" Marcopol y Gondolex. 
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T: ¿Cómo es que sucediste a Usero en Delta 99?
 
M: Toutain me ofreció seguir el Delta del admirado Carlos. Un honor. Y buenoooo, las segundas partes nunca son buenas... También dibujé algunas historietas realistas que se publicaron en tebeos de terror con Toutain como agente.
 
T: Toutain. “Astuto”, “liante”, “emprendedor”, ¿son adjetivos que aplicarías a Josep Toutain? ¿Le pondrías otros?
 
M: ¡Emprendedor, S.I.! ¡No cabe duda! Editó cosas de calidad. Creo que revolucionó con sus buenos dibujantes la manera de hacer historieta. Hasta en los EE UU dibujantes yanquis copiaron después el estilo de los de S.I.
No me atrevo con los adjetivos. Para mi fue extraordinario. Empecé a dibujar allá, me dio trabajo enseguida, me codeé con esos grandes dibujantes, aprendí de ellos... Lo único que recriminé de él es que le pedía que me buscase por allá, por esos países, cosas humorísticas y nunca buscó. Tenía sus clientes para dibujar niñas bonitas en plan Miralles, Longarón, etc., eso sí, pero... Bueno, yo conseguí hacer en Selecciones Ilustradas unos tres álbumes para Hierro, un empleado/editor que iba publicando en el extranjero. Era una cosa tipo “plagio-descarado” de Astérix, unos álbumes con guión de Hierro titulados Marcopol y Gondolex, dos en los tiempos bizantinos. Sí que pude hacer otra cosa humorística con Toutain, muchísimos chistes en blanco y negro, y algunos en color, como mi querido viejecito Milord, con señoras destetadas y demás en ornamentadas camas. Chistes sexys les llamaban. Aunque no lo fueran.
 
T: Algo parecido fue El Padrineto, que luego sacaste en un álbum. Pero tu primer libro fue el de Tarzanilo, para Euredit. ¿Por qué solamente un trabajo en Euredit?
 
M: Ni idea. Creo que es lo mejor que hice nunca. Antonio Martín fue quién me lo ofreció. El Padrineto fue aprovechando chistes de ese personaje hechos para S.I., allá en El Papus. Cosas del Gin.
 
T: Cuando se declara “el destape” tú estás en El Papus y en Mata Ratos, de hecho te hiciste cargo de los últimos números de la segunda etapa de esta revista. Muy prolífico ¿Eh? ¿Cuántas páginas producías por semana?
 
M: Buen dibujante no lo fui nunca. Rápido, quizá sí. Hasta algunos compañeros se sorprendían de la cantidad. En los tiempos de El Papus hacia mis páginas de la revista y 44 cada mes de El Cuervo. La última noche antes de la entrega del material para El Cuervo hacía diez o más, las sencillitas, las de chistes y demás...
Es curioso que a veces algún lector me decía que algunas de esas páginas eran lo que le gustaba más de mi trabajo. ¡Era bonito oye! Al fin y al cabo, mandaba yo en la revista. ¡Una gozada. Libertad total! Aquello de sentarte en la mesa y pensar “¿Qué hago hoy? ¿En qué estilo? ¿Qué firma pongo?”. Divertidísimo. Hasta el número 13, creo, fue así.
Después vino la aventura de querer ser editor de mi revista. Me enredó Toutain: “¡Si haces toda la revista edítatela...!”. Me presentó al jefe de Coedis, el distribuidor. Me dijo que de El Cuervo vendían 28.000 cada mes y que podría hacerme millonario. ¡Ah, pero nadie pensó que la cabecera “El Cuervo” era de ellos!
 
T: De ahí aquel litigio con Amaika, el que comentabas en los editoriales de tu revista Manolo e Irene.
 
M: Claro. Hice la misma revista, pero con el título Manolo e Irene en lugar de El Cuervo. Idiota de mí. Ellos continuaron con otros dibujantes, ¡haciendo lo mío, y además me metieron un juicio! Juicio que gané, pero hubiese tenido que meterles otro a ellos por copiar mis personajes. Pero, hombre... ¡liarme a juicios...! Y lo peor es que los de la imprenta (que eran intermediarios) me tomaban el pelo y la pasta con una impresión fatal. ¡Qué follooón! Dije: No. Encontré unos editores y seguí, pero ya con sueldo y libre de preocupaciones. Hice unos 72 números mensuales. Los de El Papus fueron más...

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Páginas con composiciones humorísticas que Manel publicaba a modo de editorial en su revista Manolo e Irene (corresponden a los números 1, 2, 11, 12, 13 y 14). En ellas se informaba de la marcha del litigio que los editores de Amaika habían iniciado denunciando a Manuel Ferrer por considerar que había plagiado personajes y diseño de una publicación que él mismo había creado.

T: Volvamos a El Papus. En esta revista comenzaste con historietas de cierto calado social. ¿Tenías interés por parecerte a Carlos Giménez?

M: Yo siempre admiré y admiro mucho a Carlos. Como dibujante. Pero eso de que los malos son feos, y demonios, y los buenos majísimos, y angelines, no lo entendí nunca. Como tampoco entendí demasiado al Ivá allá en El Papus. Pero siempre ha sido extraordinario Carlos. Yo he sido más de los de Gotlib, de los de Pilote o Spirou. De los del MAD y etcétera.

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Dos páginas para El Papus, 48 y —a la derecha— 53.

T: En el comienzo de 1978 tú rondas la cuarentena y es entonces cuando aparece en El Papus un personaje tuyo llamado Manolo, un cuarentón con muchas ganas de beberse la vida a grandes tragos. ¿Cuánto hay de biográfico en la serie Manolo, luego Manolo e Irene?

M: Biográfico casi todo. Manolo casi soy yo. No tenía la nariz así ni aquello de sus bajos tan grande, pero sí algo de su timidez, y lo de no ligar. Más o menos era yo. Hay muchos “hechos” míos allá. Y los amigos me contaban cosas que luego metía también. “¡No le cuentes nada a Manel que luego lo saca allá...!”, decían. Era lo que nos pasaba a los tíos por aquellos tiempos. No ligar. No sobar. Salir del baile con los bajos doloridos soltando ayes sólo subiendo un escalón. ¡Qué tiempos!

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 Dos páginas de Manel publicadas en el especial de Amaika Verano loco, de 1975. Bajo estas líneas, una de las primeras páginas de la serie Manolo (El Papus, 208), una de las primeras de Irene (El Papus, 203) y uno de los primeros libros recopilatorios de la serie derivada, Manolo e Irene, editado por el autor.  
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T: La serie Manolo e Irene puede entenderse como una crónica de los problemas a los que se enfrentaban las parejas españolas de entonces. ¿O no?
 
M: Sí. La cosa iba así. La vida cambió con la democracia, las parejas se separaron —mua también—. Aquellas mujeres de “¡Tío, no me toques, qué te has creído!” cambiaron.
Con la compañera que yo estaba entonces ya divorciado, nos había llamado alguna separata amiga por la noche preocupadísima porque aquel día no había ligado. ¡Por Dios! Qué tiempos aquellos... ¡Una mujer preocupada porque no había ligado! ¡Separatas, a vivir lo que no habíamos vivido! Le comenté a una que por qué a su marido no le había hecho, en juegos sexuales, lo que ahora hacía con el primero que encontraba. Decía: “¡Me he liberado! ¿Felación al marido? ¡Nunca! ¡Y ahora al primero que encuentro, sí!”. Éramos tontos unos y otras. Pero entonces todos íbamos liberadísimos. ¡A vivir el sexo que no vivimos! Y por eso tenía que actualizar al Manolo. Para ello creí que primero lo tenía que casar. ¿Con quién? Pues claro, con la Irene. Para hacerlo sufrir con aquella famosa frase de los tiempos repres: “¡Tío, hoy no toca!”. “¡Coño toquetas!” Y después tenía que divorciarlo (como la vida misma, un/dos/tres/, yo mismo), para que viviera lo que no había vivido... sexualmente, se entiende.
Había otra predisposición y más entente con la pareja. No las culpo a ellas. Culpo a la situación.
 
T: Ellas eran como una metáfora de la anhelada “liberación” del país…
 
M: La mujer se liberó eróticamente. La mujer se enteró de que podía gozar como el hombre. Heeey, es un decir... Más o menos.
 
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 Dos viñetas del autor para el la revista Papillón.
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T: Entonces, si el uso de lo femenino en el humor gráfico y la historieta subidos de tono de entonces no elevó la presencia ni la importancia de la mujer en la cultura y en la sociedad… ¿sirvió únicamente para incrementar el uso sexista de su imagen?
 
M: Juro que desde pequeño creí que el intelecto es a la par. He intentado demostrarlo en las historietas. Y el uso sexista puede ser a la par también. Pero estamos en un momento raro o extremo debido a esos locos asesinos de mujeres. No me pongo trágico. Pero aparte los asesinatos, digamos que... somos complejos, hombres y mujeres, y podemos ser complicados en la cosa afectiva tanto unos como otras. No ángeles y demonios. Con perdón.
 
T: ¿Y tú crees que el cómic erótico de entonces contribuyó a la madurez del cómic o sólo a satisfacer la lujuria masculina?
 
M: Qué va. Eso es como las pelis porno que los machitos lamen el codo —digo codo— y ya resoplan las féminas. Como en la media hora que le dan a la zambomba. Igual. Creo que la juventud lleva un despiste casi como antes en ese tema. Pienso... Tengo un librito empezado hace siglos sobre el tema. De texto con dibujillos. Moriré y aún estará por terminar. Portada: una señora separa el pantalón de la barriga de un caballero, señala dentro y dice el título: “ESTO NO SIRVE PARA NADA”.
 
T: ¿Qué tema o relato erótico hubieras querido escribir/dibujar o cuál crees que hubiera sido excelente como base para un cómic erótico?
 
M: Lo que hice. La gente que viste y calza y se desnuda si le dejan. Gente de a pie, o coche, que se calienta y disfruta intentando hacer gozar al otro.
 
T: ¿Tuviste problemas de censura alguna vez?
 
M: En El Papus tuve algún juicio con el tema, alguno desfasado. En tiempos de pelis de todos en pelotas aún tuve algún juicio por ir la chica sin sostén...
 
T: ¿Qué te pedía el editor cuando solicitaba obras de carácter erótico en los años en los que trataste con este tipo de material?
 
M: No me lo pedía. Ya lo llevaba yo. Y siempre fue MENOR que lo que hacían los de El Víbora, por ejemplo.
 
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Arriba, original de una página de Manolo e Irene, con personajes de una sexualidad rebosante. Bajo estas líneas, dos ejemplos paródicos del autor, el publicado en Comix Internacional nº 25 y varias tiras aparecidas en El Cuervo.  
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T: ¿Y qué límites te impusiste tú en la representación de la genitalidad o las parafilias sexuales?
 
M: Buenooo… No sé, cada uno tiene sus límites. Su... ¿moral? Yo, lo normalito. La cosa en plan doméstico. Que no hiera al lector. Y que cada uno haga lo que le guste o permita la pareja, que por ahí le duele. ¡Ah! Y me paso pelis porno...
 
T: Dibujabas muchas tetas y culos femeninos. Pocos penes. ¿Por qué el pene tenía tan poco predicamento?
 
M: Porque un tío macho no desea ver el pene —penita-pene—. Quizá sale perdiendo. Y las señoras no sé qué piensan de eso. Hay una cosa divertida: Oigo un grupo de hombres que hablan de cosas eróticas, o serdas, que decían en El Papus, falos y demás, y todos ríen. Meto en la conversación el clítoris, y al rato todos callan o se desentienden. Puedes hablar de guarrerías, pero prueba de hablar de clítoris... Aún tabú...
En cierta revista el director me dice que han estado a punto de no publicarme la historieta semanal porque la Irene y una masajista hablan del clítoris... El Manolo podía mostrarlo todo. Ayyyyy, aquello seguía y, creo, ¡SIGUE! siendo tabú. Probadlo en una reunión.
 
T: Háblanos de ese par de años durante los que formaste equipo con Josep Maria Beá.

M: Éramos casi vecinos de calle, conociéndonos del tiempo de S.I. Nos metimos en un estudio los dos. Era un artistazo y muy personal. Tenía el tío además un humor extraordinario. Yo nunca he sabido contar chistes. Aunque soy buen oyente de los mismos, tengo poca memoria. Los dibujé a centenares, pero quizá por ser mudos no sé contarlos. Pero él podía repetirlos “disfrazados” en otro escenario y situación y volvía a troncharme. Supongo que coincidíamos en el humor y demás. Muy majo el Beá. Pero me metí con lo del Arman, haciendo la revista allá, y debió pensar que para estar solo, mejor en casa. Y lo dejó. 

T: ¿Cómo ves hoy, treinta años después, aquel fenómeno del boom del cómic o del “cómic de autor”?
 
M: Impresionante. Siempre he creído que el autor se debe hacer sus guiones... pero que se entiendan. Por entonces llegó un momento en que los guiones eran surrealistas, como copié en un texto de un Manolo de ciencia ficción: “No sé si soy yo o mi otro yo... en ese errar continuo... ¿O no erramos? El viejo dijo... ¿Quién soy? ¿Dónde voy? Las vagas estrellas cuya frialdad lejana sin embargo me calentaban... etc... etc...” (sic).
Y buenooo. Salieron las maquinitas. Los ordenatas. Los videoclubes. Ay... Y los “tbeos”: RIP.
 
T: El Jueves era un destino natural para tu serie Manolo e Irene (en 1990). Pero a juicio de los editores los personajes ya no enganchan a los lectores. ¿Qué opinas de esta decisión de J. L. Martín?
 

M: Tenía razón. Llevaba tiempo diciéndomelo. Estaba hecho un cutre yo. “Tío, que la juventud no entiende el Manolo...”. Hasta me sugirió que cambiase al Sebas, otro personaje —dibujante él—, del que había hecho algunas historias. Como decía mi amor Gilbert Becaud sobre una canción que cantaba (ya veis que soy y era cutre): “Voy a cantar esa canción “anciana”... ¡Vieja!”. Y la gente ríe... Quise seguir con Manolo.

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 Dos páginas de Manolo e Irene publicadas en El Jueves.

 
T: ¿Cómo trabajabas con El Jueves?
 
M: Yo a El Jueves iba y entregaba, a diferencia de El Papus, que a veces dibujaba allá. Que, por cierto, allá, en una ocasión, el bestia (en francés queda bonita la expresión), mi admirado Ivá, se dedicaba a sacar el tornillito de las tijeras de la redacción (todas estaban así) dedicándose a hacer de lanzador de cuchillos. Estaba yo dibujando allá, lo lanzó y rozando mi cabeza fue a clavarse detrás de mí, en la pared de madera. ¡Simpático! Me vinieron todos sus parientes a la mente. Y él, desternillándose. Puertas y paredes de madera estaban astilladas por el artista del cuchillo. Era extraordinario el tío, dibujando, ver al Oscar/Ivá pensando las historietas, interpretándolas, era para hacer un corto. ¡Majismo que dirían! Los bocetos de Ivá eran mejores que la historieta acabada.
 
T: En Penthouse Comix te vimos en los noventa. ¿Qué tal te trataban en esta revista? 

M: Buenooo, entregaba y adiós. Y me pasó lo acostumbrado. Cerró la revista, y como no me había preocupado de mis originales, desaparecieron. “Los tiraron”, me dijeron. Mea culpa. Hacia chistecillos a color sobre actores y actrices americanos.

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Dos trepidantes páginas del autor, paródicas y eróticas, para el número 19 de la edición española de Penthouse Comix.

 
T: Volviste a dibujar historieta infantil para El Periódico y para El Mundo. Es curioso que terminaras como empezaste. ¿Qué recuerdas de este periodo en el que hiciste cómics para niños?
 
M: Bonito. Tenía un sueldecillo. Yo fui el encargado de llenar las páginas del Mini Mundo. Buscaba una idea de portada y el queridísimo Ventura hacia virguerías... ¡Y el gran Longarón! Y otros. Pero no tenía libertad para llenar el contenido de la revista. Me imponían cosas. Yo me cuidaba de pagar a los dibujantes, yendo cargado de dinero a Correos para que lo recibieran rápido mis compañeros. Chuli. Un año y medio estuve. Y como es normal en este oficio, después meses sin trabajo, hasta volver a El Jueves.
 
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Ejemplo de historieta de Manel (mitad superior) publicada en el número 1 del tebeo suplementario dirigido a niños Mini Mundo.
T: Una última cosa. ¿Consideras que el uso que se hace hoy del cuerpo de la mujer (y de su sexualidad) en los medios de comunicación difiere mucho del que se le hacía hace treinta y cinco años?
 
M: Que hagan la mujer y el hombre lo que quieran. Aún hay cosas que resultan ridículas. En pelis (o tele o cine) AÚN se representan coitos —lo digo fino— en los que el hombre se monta encima y ella gozaaa y gozaaa, y tiene orgasmos a los tres minutos. ¡Mentira puñetera...! En eso estamos como antes... Aún hablas con un tío y te puede decir que él hace gozar mucho a la pareja (como en las pelis porno) porque está media hora dándole, como decía antes, en plan zambomba. Y claro, ella deja ir sus ayes para que termine antes... ¿en verso? Creo que las lesbianas se lo montan mejor...
 
T: Muchas gracias por atendernos.
 
M: Manel Ferrer, a mandar. Gracias a vosotros. Hablar de uno es tan bonito y tan poco frecuente oiga... ¡Y además de sexoooo... Wuauuuuh!
Creación de la ficha (2012): Manel Ferrer. Transcripción de Manuel Barrero. Revisión de Antonio Moreno. · Datos e imágenes tomados de ejemplares originales
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
HOL, Manuel Barrero (2012): "La invención de Manel. Entrevista a Manuel Ferrer Estany", en Tebeosfera, segunda época , 9 (3-VI-2012). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 30/IV/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/la_invencion_de_manel._entrevista_a_manuel_ferrer_estany.html