LA RESPONSABILIDAD DEL DIBUJANTE. EL INMORTAL PUÑO DE HIERRO DE AJA
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Página de Kano en The Immortal Iron Fist #10 (2007). |
Hace ya más de quince años, Carlos Pacheco ponía su particular pica en Flandes al convertirse en dibujante regular de las todopoderosas DC y Marvel. No era, desde luego, el primer español en vestir a los superhéroes más icónicos del planeta, pero de algún modo abría camino para lo que sería una nueva invasión española del mercado del cómic generalista en Estados Unidos. Si en el pasado la generación de Selecciones Ilustradas había marcado el estándar de dibujo en las publicaciones de James Warren ilustrando la ciencia ficción y el terror, ahora era el momento de dejar la impronta hispana en el mundo de los héroes en mallas de colores. Pronto se unieron a Pacheco en su periplo norteamericano Pasqual Ferry y Salvador Larroca, un trío gracias al cual “sus” viñetas, las de los norteamericanos, se convertían de algún modo en “nuestras” viñetas. Un sentimiento basado en el nacionalismo amable, claro, porque el referente de nuestros autores a la hora de afrontar la empresa superheroica era el mismísimo cómic mainstream norteamericano. A finales de los años noventa se produjo una segunda oleada que comprendía los nombres de Javier Pulido, Germán García o Kano. A partir de ahí, posiblemente debido a la necesidad de nuevos talentos de unas Marvel y DC cuya principal estrategia editorial consistía en inundar el mercado de títulos para ahogar los de la competencia, los apellidos españoles comenzaron a proliferar de manera extraordinaria en los créditos de las colecciones de superhéroes: Jesús Saiz, Daniel Acuña, Ramón Bachs, Emma Ríos, David Lafuente, Marcos Martín… La lista es más larga que el brazo de un dibujante, pero de entre todos ellos queremos destacar hoy uno en concreto, uno que ejemplifica la vía renovadora pero respetuosa con la tradición del comic book de superhéroes, la vía de hacer nuevo lo viejo. Su nombre es David Aja.
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Ilustración para El País (2005). |
Nacido en 1977 en Valladolid, Aja se licenció en Bellas Artes en 2000, dedicándose inicialmente a la ilustración y publicando sus trabajos en medios como Cinemanía, Rolling Stone o El País e ilustrando cubiertas para libros infantiles y libros de texto. A pesar de que económicamente era una ocupación rentable y que Aja ejercía el oficio con solvencia y profesionalidad, su pasión por los cómics le llevó a reunirse con el editor de Marvel Mike Marts durante el Saló del Còmic de Barcelona de 2004. No contaba con ningún cómic en su portafolio, pero sus dibujos fueron suficientes para encandilar al editor y en 2005 Marvel dio su primera oportunidad al vallisoletano, dibujando una historia corta para X-Men Unlimited, a la que siguieron alguna otra historia breve por aquí, un número de Daredevil por allá y un especial de Lobezno por acullá. La reacción positiva del público propició que los editores confiasen en este nuevo talento, y a principios de 2007 David Aja fue el encargado de ocuparse del elemento gráfico de una nueva serie, The Immortal Iron Fist (en España, El Inmortal Puño de Hierro). En esta nueva colección, protagonizada por uno de los eternos secundarios del Universo Marvel, Aja daría la medida de sus capacidades, acompañando, embelleciendo y, por qué no decirlo, mejorando las historias escritas por Matt Fraction y Ed Brubaker. Lo que en principio estaba pensado para ser una serie limitada de corta extensión, pasó a convertirse en serie regular cuando los capitostes de Marvel comprobaron la entusiasta repuesta de público y crítica. La puesta de largo de David Aja no podía haber sido más exitosa. | |
A la izquierda, página doble y a la derecham la siguiente, en The Immortal Iron Fist #5 (2007). |
El dibujante protagonizaba su primer encargo realmente importante con un estilo de dibujo que recordaba a Sam Kieth, Bill Sienkiewicz o al David Lloyd de V de Vendetta en su uso del negro y los efectos visuales. Pero una de las características de Aja es su capacidad de modular el grafismo en función de los requerimientos de cada escena, y esa predominancia del claroscuro podía transformarse unas páginas más allá en pura línea clara al estilo de sus compatriotas Marcos Martín o Javier Pulido, todos ellos cobijados bajo el paraguas del naturalismo y el expresionismo que David Mazzucchelli impuso a su Batman: Año Uno y Daredevil: Born Again. Creemos no equivocarnos si decimos que uno de los mayores males que aquejan a la industria de los superhéroes es lo endeble, por regla general, de sus dibujantes. Dejando aparte –de momento– los aspectos narrativos y centrándonos en el dibujo puro y duro, nos atrevemos a decir que la inmensa mayoría de dibujantes de Marvel y DC no saben dibujar. Saben, eso sí, repetir los artificios estilísticos de sus predecesores de los años sesenta y setenta, aquellos que marcaron el estándar, pero no comprenden como aquellos las bases del dibujo, la anatomía, la composición, la iluminación o el movimiento, todos ellos elementos esenciales en cualquier tipo de cómic, pero especialmente en este. | |
Portada de The Immortal Iron Fist #16 (2008). |
Sus páginas son una repetición de clichés que apenas si funcionan porque se han convertido en imágenes ya aprendidas por el lector, pero que no resisten el más mínimo análisis estructural. Y precisamente aquí radica uno de los puntos fuertes de David Aja, como puede comprobarse en las páginas de Puño de Hierro. Si bien el dibujante sabe sacar partido a esas imágenes “aprendidas”, con homenajes directos a algunos de los grandes dibujantes del pasado, también sabe incorporar elementos visuales provenientes del cine, de la ilustración o del diseño, precisamente como hiciera su admirado Jim Steranko en su momento. Es más, el dibujo de Aja es más “real” en tanto en cuanto no se limita a repetir poses fácilmente decodificables por el lector de superhéroes, sino que parte directamente de la observación de su entorno. Así, David Aja consigue que sus dibujos parezcan nuevos a los ojos del lector de toda la vida, y su multiplicidad de estilos –incluyendo el fotorrealismo– funciona porque conoce los principios básicos del dibujo. Esta versatilidad y amplitud de registros hacen que se diferencie –positivamente– de otros autores que han hecho de la fotografía la base de su estilo, como Michael Gaydos, Tony Harris o Alex Maalev. Si bien la fotografía es una herramienta más en manos de un dibujante, su utilización abusiva trae como consecuencia una pérdida de la representación icónica que supone el dibujo, pérdida cuyas consecuencias son más dramáticas en el caso de un género como el superheroico donde la acción hiperbólica es ineludible.
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Página doble en The Immortal Iron Fist #5 (2007). |
Pero obviamente, hablando de cómic, el dibujo no es más que una herramienta –preeminente, decisiva, eso sí– para contar una historia. O mejor dicho, el dibujo, cada uno de los dibujos, sería el equivalente a la palabra que el escritor emplea para construir sus frases. Tan importantes son las palabras escogidas como su orden y concatenación, su ritmo y su esencia. Aja lo tiene claro: “La narrativa es la esencia del cómic, estoy totalmente obsesionado con ella y con la composición de página”[1]. Y precisamente de esa obsesión nace la cualidad más fascinante del trabajo de Aja, su capacidad para acelerar y ralentizar la acción, para enfatizar el momento, para coreografiar el movimiento, para ofrecer el alivio de una tensión. Aja se plantea cada secuencia como un reto y se emplea en ella con todo su conocimiento y con la voluntad de no repetirse. Adopta recursos poco habituales en el género como el uso consciente del espacio en blanco de la página, las calles entre viñetas, tal vez influido por el manga. Confiere a las onomatopeyas carácter narrativo y de diseño, como hicieran Howard Chaykin o Walt Simonson. Descomprime la acción y congela el tiempo mediante la iteración de viñetas. Acelera el movimiento mostrando en una misma viñeta el progreso en el espacio del personaje. Enfatiza momentos cómicos o dramáticos centrando la atención en el lenguaje corporal de sus personajes. Focaliza la atención del lector con impactantes trucos visuales de diseño. Fragmenta una acción única en varias viñetas. Utiliza los bocadillos y cuadros de texto con sentido dramático y narrativo, haciéndose dueño del ritmo de lectura y dirigiendo el movimiento del ojo por la viñeta o la página, al estilo de Frank Miller. | |
Página de The Immortal Iron Fist #5 (2007). |
Juega con la horizontalidad, la verticalidad y las composiciones oblicuas con intenciones narrativas y de profundidad. Hace desaparecer o bien detalla fotográficamente los fondos en función de las necesidades narrativas. Entiende la página como un todo. Y todo esto, en 22 páginas y sin que chirríe en ningún momento. Posiblemente, al leer este compendio de artificios narrativos, a más de uno le habrá venido a la cabeza el nombre de Jim Steranko. No es de extrañar, ya que Aja es seguidor confeso del trabajo del norteamericano, y la influencia de su trabajo en Nick Furia, Capitán América o incluso Atmósfera Cero, es patente en el trabajo del vallisoletano. Todos estos recursos, además de servir a la narración de la historia, tienen como objetivo convertir en entretenido, visualmente excitante, un cómic que se supone que tiene que serlo. No tendrían sentido en otro tipo de historia, en otro tipo de cómic, o al menos no exactamente de la manera en que los emplea Aja. No pretenden reinventar el cómic, ni marcar un camino a seguir, pero demuestran, además del obvio talento narrativo de su autor, una ética y un fuerte sentido de la responsabilidad. Responsabilidad para con sus lectores y responsabilidad para consigo mismo, porque solo cuando uno se emplea a fondo y busca alcanzar sus propios límites puede sentirse orgulloso y satisfecho de su trabajo. Y David Aja puede estarlo.
NOTAS
[1] FERNANDO RODRÍGUEZ; DAVID AJA (2006). “Entrevista a David Aja” en Entrecomics.