LO PRIMERO ES LA FAMILIA. UN RECORRIDO INTEGRAL POR LA VIDA DE LOS CUATRO FANTÁSTICOS
IGNACIO FERNÁNDEZ SARASOLA

Title:
The family is first. A comprehensive journey through the life of The Fantastic Four
Resumen / Abstract:
Reseña de Sergio Aguirre; Lidia Castillo; David Aliaga; Pedro Monje, Los 4 Fantásticos. 60 años explorando el Universo Marvel, Dolmen, Palma de Mallorca, 2021, 400 pp. / Review of Sergio Aguirre; Lidia Castillo; David Aliaga; Pedro Monje, Los 4 Fantásticos. 60 años explorando el Universo Marvel, Dolmen, Palma de Mallorca, 2021, 400 pp.
Palabras clave / Keywords:
Marvel Comics, Fantastic Four, Stan Lee, Jack Kirby/ Marvel Comics, Fantastic Four, Stan Lee, Jack Kirby
  • Portada del libro reseñado.
  • Primera aparición de Los 4 Fantásticos. Fantastic Four #1 (Marvel Comics, noviembre de 1961).
  • Familia y ciencia ficción, los dos grandes ejes de la serie. Fantastic Four #7 (octubre de 1962).
  • Portada representativa de la etapa de John Byrne. Fantastic Four #236 (Marvel Comics, noviembre de 1981)
  • Famosa portada del número "horizontal" de Fantastic Four, en el que el grupo entraba en otro universo.
  • Dibujo de Alan Davis, Mark Farmer y Dave McCaig durante la etapa de Hickman. Fantastic Four #570 (Marvel Comics, octubre de 2009).
  • La portada del primer número de Fantastic Four se convirtió en un icono y fue homenajeada en numerosas ocasiones...
  • ... especialmente por John Byrne: X-Men. The Hidden Years #20 (Marvel Comics, Julio de 2001) y West Coast Avengers #54 (Marvel Comics, enero de 1990).

LO PRIMERO ES LA FAMILIA. UN RECORRIDO INTEGRAL POR LA VIDA DE LOS CUATRO FANTÁSTICOS   

Cuenta la leyenda que durante un partido de golf entre Martin Goodman (a la sazón editor de Timely-Atlas-Marvel) y uno de los dirigentes de DC (Harry Donenfeld o Jack Leibowitz), este último hizo alarde del éxito de ventas de su nueva cabecera, Justice League of America. El acierto había sido reunir en un mismo título a los primeros espadas de DC (Superman, Aquaman, Green Lantern, Martian Manhunter, Flash y Wonder Woman). En realidad, el grupo se había presentado a los lectores en The Brave and the Bold (#28, marzo de 1960), antes de disponer de cabecera propia (The Justice League of America #1, octubre-noviembre de 1960), y continuaba un experimento ya puesto en práctica años antes con la formación The Justice Society of America (All Star Comics #3, invierno de 1940), compuesta por Hour-Man, Spectre, Doctor Fate, Sandman, The Atom, Green Lantern, Flash y Hawkman (añadiéndose poco después Wonder Woman). Ya fuese a través de ese partido de golf, ya porque Martin Goodman conocía las buenas ventas de Justice League of America a través de Independent News, la distribuidora compartida por Marvel y DC, lo cierto es que quiso aprovecharse de la idea, y encargó a Stan Lee la formación de su propio supergrupo.

Stan Lee se hallaba en horas bajas —como la propia Marvel—, a disgusto en una tarea que él siempre había considerado provisional, antesala de su auténtico sueño: convertirse en un novelista “serio”. Espoleado por su esposa, que le pidió hacer un último esfuerzo en el mundo del cómic, se puso manos a la obra. Pero en lugar de reunir a algunos de los héroes señeros de la editorial (Human Torch, Captain America o Namor), decidió concebir unos nuevos personajes, en cuyo diseño también participó (posiblemente con tanto o más protagonismo) aquel que sería su primer dibujante: Jack Kirby. El primer número de Fantastic Four vería la luz en noviembre de 1961, con una portada en la que un leviatán destacaba más que los propios héroes, reminiscencia de colecciones Marvel como Tales to Astonish, cuyas cubiertas estaban siempre ocupadas por el colosal monstruo de turno. Contra todo pronóstico, el cómic resultó un éxito total y supuso, al mismo tiempo, la recuperación económica de Marvel, la consolidación del genio Jack Kirby y el lanzamiento al estrellato de Stan Lee. Casi nada.

Con sesenta años a sus espaldas, la reciente publicación de una monografía sobre la historia de Los Cuatro Fantásticos en Dolmen resulta muy bienvenida. Publicación que, frente a otras habituales, no se ha vinculado a la aparición de una película o serie que haya relanzado a los personajes y los haya difundido entre el gran público. Ciertamente, hay sólidos rumores de que Disney está preparando un filme sobre el supergrupo, pero no ha sido ese el motivo de libro, sino el rememorar la historia (e intrahistoria) de un grupo que quizá no ha envejecido demasiado bien, pero que ocupa un merecido lugar en la historia del cómic.

No solo estamos ante la primera monografía en castellano sobre Los Cuatro Fantásticos, sino ante una obra difícilmente superable por su minuciosidad. Son cuatrocientas páginas en las que se despliega una extraordinaria labor de documentación realizada por sus cuatro autores (Sergio Aguirre, Lidia Castillo, David Aliaga y Pedro Monje), expuesta además de forma muy amena y espléndidamente organizada. Por otra parte, siendo una obra colectiva, sorprende la uniformidad del volumen, que parece escrito por unas mismas manos: no solo la estructura interna de cada capítulo, sino el estilo en el que están redactados todos ellos proporcionan una imagen de total homogeneidad. Resulta casi imposible notar un cambio de autoría entre un segmento y otro, e incluso hasta ciertos giros y expresiones aparecen repetidos en todos ellos. Y es algo muy de agradecer, en un momento en el que proliferan los libros colectivos, suma de individualidades que acaban dando lugar a productos heterogéneos en el fondo y en la forma.

Los diez capítulos que incluye el volumen se organizan de forma cronológica, como es lógico para que el lector pueda hacerse una cabal idea de la evolución del supergrupo. La división entre capítulos queda determinada por los hitos que, según los autores, marcan el tránsito entre las distintas etapas que atravesó el supergrupo en sus sesenta años de vida. Obviamente, se trata de fragmentaciones subjetivas y que responden a los puntos de vista particulares de los autores, pero se hallan justificadas con argumentos muy sólidos (ya sean por cuestiones narrativas, ya, en mayor medida, por cambios en los equipos creativos) que las hacen difícilmente cuestionables. Por si fuera poco, los títulos de los capítulos están deliciosamente escogidos, evocando un vuelo espacial; el mismo que dio vida al supergrupo. Es más, no parece casual que sean diez los capítulos (al margen de un “capítulo cero” a modo de introducción), como si de una cuenta atrás se tratase.

Los dos primeros capítulos (“Ensamblando la astronave”, que en realidad es mencionado título cero, y “Despegar y superar la estratosfera”) tratan, obviamente, de la génesis del grupo, tanto en la ficción como en la realidad editorial. La fórmula creativa por parte del tándem Lee-Kirby marcaría la pauta de otros muchos héroes de la compañía y se convertiría en su santo y seña editorial durante toda una década. El capítulo no evita además la polémica de qué parte de responsabilidad tuvieron las dos leyendas del cómic —Stan Lee y Jack Kirby— en la concepción del supergrupo, aun cuando opta por una postura ecuánime, quizá la única posible ante un litigio creativo en el que las principales pruebas son los testimonios contrapuestos de las dos partes en conflicto.

El tercer capítulo lleva por título “Turbulencias”. Y no podía ser más idóneo, ya que evoca a la crisis existencial que se produjo en Marvel cuando las tensiones entre Lee y Kirby acabaron por propiciar la ruptura del matrimonio artístico y la marcha del segundo hacia DC. Quizás entonces se vio con claridad el enorme peso que tenía “El Rey” no solo a la hora de plasmar gráficamente las aventuras de supergrupo, sino también en el diseño mismo de su espíritu y filosofía. Reemplazar a un gigante como Kirby no resultó tarea fácil, como se narra con maestría en este capítulo, en el que se menciona el ataque de pánico de John Romita al saberse sustituto del primer dibujante de la superfamilia. Por si fuera poco, también Stan Lee abandonó poco después la serie para centrarse en sus tareas directivas, debiendo asumir un joven Roy Thomas los guiones. A pesar de tener que reemplazar a dos genios artísticos, Thomas y Romita cumplieron con creces y supieron mantener la filosofía de la colección y, lo que no es menos importante, su alto nivel de ventas.

El título del siguiente capítulo, “Tocando las estrellas”, resulta igualmente metafórico, porque atiende a una de las fases más memorables del supergrupo: cuando John Byrne asumió la responsabilidad plena de la colección, haciéndose cargo de guion y dibujo (incluso del entintado, sustituyendo al más que apto Terry Austin). Byrne era en ese momento la rutilante estrella de Marvel, que convertía en oro cuanto tocaba como buen Midas, pero también con él el supergrupo evolucionó a nuevas cotas en las que el equilibrio entre las relaciones personales de sus integrantes y la escala cósmica de sus aventuras alcanzó niveles de excelencia jamás vistos. De ahí que esta etapa —en la que Byrne además se atrevería con experimentos arriesgados, como el número 262 (marzo de 1983), impreso todo él en horizontal— sea recordada por los lectores como una de las más memorables.

Con los siguientes capítulos —“Horizonte final” y “Rat tac tac tac tac tac” (que, obviamente, emula el sonido de los rayos cósmicos)— se aborda una nueva crisis, derivada en esta ocasión de una doble circunstancia: por una parte, la salida de John Byrne de Marvel Comics (entre otros factores, por su relación con Jim Shooter, que poco después sería destituido), pero también por el cambio de mentalidad en los cómics de superhéroes que se hizo patente a mediados de los ochenta. Los protagonistas a la antigua usanza —heroicos en su acepción más literal— empezaron a ser desplazados por “antihéroes” fuertemente armados y cuyo epítome fue, sin duda, The Punisher. El lector parecía preferir sujetos violentos hasta lo patológico, dotados de armamento ridículamente desproporcionado, a “obsoletos héroes” flamígeros, elásticos, invisibles o rocosos. Los dibujos anatómicamente imperfectos, exagerados, hipersexualizados y rebosantes de esteroides de los Todd McFarlane, Marc Silvestri o el sobrevalorado Rob Liefeld se convirtieron en el canon que todo comic, incluso el más añejo, tenía que seguir.

En lo artístico, reemplazar a Byrne no sería tarea fácil, pero por la colección desfilarían talentos consolidados como Walter Simonson (que llegaría al estrellato con su renovación de Thor) y, sobre todo, Chris Claremont. Este último, poco afín a Byrne (por decir poco), aprovechó la ocasión para echar por tierra parte del legado del canadiense. Por otra parte, si Byrne había centrado buena parte de su interés en Ben Grimm y Sue Storm, Claremont lo haría con Reed Richards, con un tratamiento muy notable que, sin embargo, no sirvió para recuperar las ventas que primero había conseguido con el supergrupo.

Tampoco mejoró la situación con los siguientes equipos creativos, que, si bien lograron mantener el nivel de interés en las aventuras con constantes cambios, no hicieron otro tanto con el éxito comercial de la saga. Tras la salida de Chris Claremont (que no logró relanzar Fantastic Four como sí lo había logrado con X-Men), se acentuó algo que ya se había apreciado en la etapa en la que Steve Englehart estuvo al frente de la colección: a saber, el constante relevo en los integrantes de Los Cuatro Fantásticos. En realidad, las ausencias y sustituciones venían de atrás, motivadas frecuentemente por cuestiones vitales de los personajes: la “baja por maternidad” de Sue durante el parto de Franklin Richards, su distanciamiento del grupo tras la separación matrimonial con Mr. Fantástico, o la desvinculación del grupo por parte de Benjamin Grimm tras permanecer en “Mundo Batalla” para reencontrarse una vez concluidas las Secret Wars. Pero desde la etapa de Englehart, la rotación de los miembros resultó más frecuente, asemejándose el grupo a Los Vengadores, es decir, a una “marca” que podía acoger a cualquier héroe del Universo Marvel. Con lo que el componente familiar de los Cuatro Fantásticos habría de resentirse necesariamente.

Como muestra del declive que poco a poco se percibió en la colección nada mejor que la fracasada película de serie B dedicada al supergrupo en 1994 con un presupuesto insuficiente y con el principal (si no único) objetivo de que los derechos filmográficos sobre el supergrupo permaneciesen en manos de Warner. A los cómics no les fue mucho mejor, con un Tom DeFalco que, como bien señalan los autores del libro, parece una suerte de Forrest Gump del mundo del cómic: no hay polémica en la que no se halle envuelto (desde el traje simbionte de Spiderman hasta la Saga Clon del arácnido). En una dinámica de cambios muy cuestionados por los lectores (desde un vestuario erotizado para la Mujer Invisible poco coherente con el personaje hasta la aparición de un Franklin Richards adolescente del futuro que no era sino un remedo de Cable), la serie sufrió un vaivén argumental que la condujo a la deriva. Hasta llegar al previsible colapso, que tuvo lugar cuando se dejó en manos del nuevo niño prodigio de Marvel, Jim Lee, el reinterpretar al supergrupo desde sus orígenes. El dibujante que se había hecho popular con X-Men no pudo evitar un fracaso total en su objetivo, demostrando que estaba muy lejos de ser el legítimo sustituto de John Byrne en la editorial.

Con el acertado título de “Enderezando el rumbo”, el libro aborda a continuación los intentos que tuvieron lugar desde 1996 —momento en que Marvel se declara en bancarrota— para que Los Cuatro Fantásticos recuperasen un puesto de honor en la editorial. Con Heroes Return (por fortuna, un borrón y cuenta nueva a la locura que supuso Heroes Reborn) se intentó retomar el espíritu familiar que había caracterizado al grupo, lo que obviamente obligaba a recuperar su formación originaria. Aunque en esta etapa, por la que pasarían Lobdell y luego un retornado Chris Claremont, quizá lo más interesante sería la presencia de un nuevo miembro de la familia (Valeria). En términos artísticos, para el público español también destaca la breve incorporación de Rafa Marín y Carlos Pacheco, quienes, sin embargo, no lograron desplegar todas las líneas argumentales que tenían en mente debido a las cortapisas impuestas por la editorial.

Los tres capítulos siguientes (“Perdiendo altura”, “Remontando el vuelo” y “Aterriza como puedas”) reflejan perfectamente la montaña rusa que vivió la colección con la llegada del nuevo siglo. Ni siquiera las dos adaptaciones cinematográficas —por lo demás, muy flojas— le valieron para recuperar un puesto de honor en el mundo del cómic, tiempo atrás perdido. Prueba de ello fue su tardía incorporación al Universo Ultimate, de modo que la Primera Familia acabó siendo prácticamente la última en hacerlo. De los 300.000 ejemplares que se habían llegado a vender en los años sesenta ya no quedaba rastro, pasando a apenas 40.000 en la etapa de Mark Millar y Bryan Hitch. Y ello a pesar de contar con momentos de gran creatividad, como cuando se hicieron con la colección Dale Eaglesham y Steve Epting, cuya mayor aportación residió en la caracterización de los protagonistas, logrando un repunte de ventas. Pero fue solo un exitus letalis al que seguiría un nuevo declive de una colección sin rumbo fijo, en la que el hito más relevante sería el heroico fallecimiento de Johnny Storm y la incorporación de Spiderman formando “Fundación Futuro”. Una etapa sin mucho recorrido que, como era de esperar, solo suponía un tránsito hasta la previsible vuelta de la Antorcha Humana al grupo. En este vaivén, Matt Fraction intentó convertir al grupo en un cómic apto para todas las edades, solo para que su sustituto, James Robinson, volviera a poner al equipo patas arriba, procesando judicialmente a The Thing, privando a Johnny de sus poderes y desahuciando a la familia del Edificio Baxter. Todo ello marinado con la más infumable película que se ha hecho de Los Cuatro Fantásticos (Fantastic Four, Josh Trank, 2015)… peor incluso que la versión de 1994, que al menos tenía su gracia y era más respetuosa con los personajes originales. Tras tantos vuelcos, giros argumentales y, sobre todo, cambios de filosofía sobre lo que debía significar el supergrupo, las escasas ventas (apenas 25.000, quedando fuera de los cien cómics más vendidos en Estados Unidos) acabaron con el único final posible: el cierre de la colección.

El último capítulo no podía ser más revelador en su título: “Una nueva esperanza”. En él se apuntan las expectativas abiertas desde la adquisición de Marvel Comics por parte de Disney, y el relanzamiento de una serie con sesenta años a sus espaldas cuyo rumbo futuro representa todavía una incógnita. Parece claro que, si alguien puede sacar del atolladero a Los Cuatro Fantásticos, ese es Disney, que parece haber dado con la tecla para renovar el interés por los personajes Marvel gracias a sus películas y a su plataforma televisiva, que han llegado a un público joven, antaño desinteresado por los superhéroes. Falta por ver si lo que conseguirá es simplemente que ese interés se limite al universo cinematográfico o que también se acabe trasladando al mundo del papel y las grapas.

El libro publicado por Dolmen proporciona una espléndida visión de conjunto sobre Los Cuatro Fantásticos, con una abrumadora cantidad de información en todos los niveles y con una exhaustividad que prácticamente agota el tema. En cada capítulo se narran las líneas argumentales principales de cada etapa, se analizan los autores que estuvieron al frente de ella, se explican los cambios operados tanto en los personajes principales como en aquellos especialmente ligados al supergrupo (en particular Silver Surfer y Doctor Doom, coprotagonistas del libro) y se refieren además todas las adaptaciones de Los Cuatro Fantásticos a otros medios (cine y series de animación), analizando con mucho detalle los pormenores de cada una de esas producciones. A lo anterior se añaden constantes referencias a cuestiones empresariales realmente interesantes, así como a los entresijos de Marvel e incluso a los conflictos legales en los que tanto la editorial como sus autores se vieron envueltos. Es una de las visiones más completas (y complejas) que pueden verse en cualquier libro que haya tratado sobre personajes Marvel. Y si hubiera que ponerle una pega —solo por sacarle punta y ser quisquilloso— quizá habría estado bien recoger siquiera en un capítulo la presencia de Los Cuatro Fantásticos en España, y su tratamiento por Vértice, Bruguera, Forum, Planeta y Panini. Pero es una cuestión menor que ni de lejos empaña una obra ejemplar.

Los Cuatro Fantásticos se han convertido en un icono, el de la familia superheroica, de la que beben desde Los Increíbles de Pixar hasta, obviamente, la Primera Familia creada por Busiek para Astro City. Por ello, el extraordinario libro de Dolmen no debería faltar en los anaqueles de todo aficionado no solo a Los Cuatro Fantásticos o a los superhéroes en general, sino a la historia del cómic.

Creación de la ficha (2022): Manuel Barrero
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
Ignacio Fernández Sarasola (2022): "Lo primero es la familia. Un recorrido integral por la vida de Los Cuatro Fantásticos", en Tebeosfera, tercera época, 18 (6-I-2022). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 29/III/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/lo_primero_es_la_familia._un_recorrido_integral_por_la_vida_de_los_cuatro_fantasticos.html