LOS DIAS DE VON PILSENER
HÉCTOR MORALES, JORGE MONTEALEGRE

Resumen / Abstract:
Remembranza del país Chile en el comienzo del siglo XX a través de la obra de Lustig (seudónimo de Pedro Subercaseaux), dibujante que realizó historietas y caricaturas en `Zig-Zag´ y otras publicaciones del momento. / The country Chile through the eyes of Pedro Subercaseaux (aka Lustig) in the early twentieth century, reviewing the cartoons published by this author in `Zig -Zag´ and other publications of the time.
Notas:
Artículo previamente publicado en el libro "Von Pilsener. Primer personaje de la historieta chilena", de Jorge Montealegre y Héctor Morales, publicado en 1993 y donde se recopilaban las historietas realizadas por Lustig con este personaje. A la derecha, detalle de la portada del libro.

LOS DIAS DE VON PILSENER

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Portada de la revista Zig-Zag a la que se alude en el texto.
 
Los días de Von Pilsener fueron días movidos. El mundo no dejaba de espantarse ante el terremoto que destruyó San Francisco de California. Cuando el puerto de Valparaíso se estremeció desde el centro de la tierra hasta el cerro más alto. En la memoria de Chile es el famoso terremoto de 1906. Era el mes de los gatos, llovía torrencialmente. También en Santiago: "en medio de aquel diluvio —cuenta un pariente de Lustig—, los rayos serpenteaban por todos los ámbitos, aparte que desde los cables eléctricos de los tranvías saltaban llamas, entre el estrépito de los truenos, los vidrios que se rompían y los trozos de estuco que caían de los edificios."[1]

El capricho de la naturaleza quedó registrado con imágenes sobrenaturales y tragicómicas, que no son para extrañarse en un país donde siempre quedan anécdotas bajo los escombros. En Zig-Zag, Pedro Subercaseaux y Lustig (dos firmas y una sola persona no más) ilustraron el terremoto con dos perspectivas contrapuestas: en la portada, el pintor entregaba una escena dantesca, donde el demonio sacudía al mundo desde el centro de la tierra; en las páginas interiores de la misma revista, el caricaturista nos mostraba a Von Pilsener admirado de esta nueva rareza del país que recién estaba conociendo: Chile se movía. Por su parte, Julio Subercaseaux —primo de don Pedro— cuenta en sus Reminiscencias que estaba frente al Teatro Municipal y vio salir por las ventanas "una despavorida legión de demonios con estridentes gritos y tratando de ponerse a salvo. Eran —agrega— las comparsas infernales de la ópera Mefístoles, programada aquella noche."[2]

Dos días después de la tragedia, asumió la presidencia de la República don Pedro Montt, de facha fúnebre, llevando del brazo a doña Sara del Campo, una "mujer imponente, con ojazos increíbles de sultana de califato"[3]. Chile era una mezcla de tragedias y salones, acercándose al Centenario de la Independencia. Acicalándose para la gran fiesta. Para algunos las heridas de la guerra civil del 91 eran cosa del pasado, el liberalismo renovado de Balmaceda volvía a la "legalidad". En el nuevo siglo serían otras las disputas; y no tardarían en hacerse presente.

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 Una página humorística de Lustig en la que compara la educación y el progreso de Chile con el de otros países. 

La nación avanzaba hacia una estabilidad basada en el progreso económico, el crecimiento —como se dice hoy por hoy— y nuevas hegemonías políticas promovían nuevos consensos. La belle epoque tenía sus faldones de gala desplegados. Al interior de cada "casa grande" la porcelana relucía mientras la canela perfumaba las cocinas. La gente de sociedad —y la que postulaba a ese status—­ seguía el ritmo del dinero. Los nuevos ricos, los del salitre, llegaron a las páginas de vida social; en otras, fueron motivo de caricaturas y versos satíricos. A regañadientes, la aristocracia les permitía entrar a sus clubes y rincones exclusivos. Esa era la parte visible —y vistosa— del progreso: rutilante como una lámpara de lágrimas.

Afuera quedaba otro Chile también gestor de ese crecimiento, aunque menos beneficiado. Este Chile era de "mediopelo" o de otra especie mucho más nueva: el obrero pagado con fichas en las salitreras. La tragedia de la Escuela Santa María de Iquique, en 1907, quedó en la historia para recordar ese Chile sin necesidad de mayores explicaciones. Así, la cotidianeidad santiaguina se desarrollaba entre los salones y la pampa. Entre el Club de la Unión y las Mancomunales Obreras.

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 Von Pilsener dibujado por Moustache. 

Lejos de los hitos, trágicos o esplendorosos, en Santiago se vivía lo que Orrego Luco describe como una "apatía colonial", la rutina de una capital de provincia. Los dibujantes Lustig, Moustache, Pug, Bonsoir y otros­ rescataron esa cotidianeidad en sus dibujos humorísticos y fueron construyendo en la prensa una iconografía informal de aquella época. En esas viñetas denotaban la estratificación social que se estaba consolidando, a través de un repertorio de personajes y costumbres que se estaba renovando.

Un protagonista era "el alemán en Chile"; otros: el ricachón bebiendo champagne en el hipódromo; el oficinista que toma "pilsener" mientras piropea a una dama de gigantesco sombrero; el campesino emigrado a la ciudad, curado con chicha y pendenciero. Así, la moda, la hípica, los méndigos, los tranvías, las carretelas, el Presidente, las mujeres de sombrero y las de artesa... ocuparon a los caricaturistas y llenaron páginas de Zig-Zag, Corre Vuela y otras revistas.

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 Foto del autor en su taller, ya en edad avanzada.
Lustig —como su personaje— tornaba apuntes de esa vida santiaguina. Viajando desde su privilegiado hogar (en lo que hoy es el barrio El Llano Subercaseaux, de San Miguel) basta la revista donde entregaba sus "monos", cruzaba la ciudad; saltaba los charcos y pasaba por las calles, que son como las líneas de la mano de una sociedad. En sus Memorias retrata al Santiago de 1906 y nos transmite esa mirada distante —de "extranjero" o de caballero que salía a pasear por los extramuros— que le permitía esa ironía tan celebrada que también supo llevar a la escritura:

«Supongamos ahora —escribe— que vengo saliendo de Zig-Zag, donde iba con frecuencia, o tal vez del almacén de pintura La campana de oro, el único de su clase que había en Santiago. De paso rápido me encamino hacia la Alameda de las Delicias. Salto las dos históricas acequias de turbias aguas y me meto en un tranvía de la calle de San Diego. La conductora (sombrero de paja sobre la frente y mugriento chalón), da la partida.

El watman hace rechinar su manivela y el vehículo comienza su ruidosa marcha. Como de costumbre, voy observando lo que encuentro a mi paso. A las pocas cuadras ya no se ven casas de dos pisos. Pasada la Avenida Matta las construcciones son tan miserables que ya ni merecen el nombre de casas, aunque a muchas no les falte su alto antepecho y ostenten en sus pintarrajeadas fachadas composiciones que representen temas como El rey que rabió o El canario navegante u otras fantasías. En la esquina de calle Franklin nos deja el tranvía eléctrico y es preciso esperar a otro de sangre. Este tarda en llegar y da harta oportunidad al ojo de un artista para contemplar los charcos de fango que inundan esta calle y la del Placer, cuyo nombre no pudo ser más apropiado. En efecto, varios puercos se revuelcan con delicia en aquellas aguas malolientes. Pensé un momento en pintar ese cuadro y dedicarlo al señor Alcalde de Santiago.

Pero hubimos de seguir viaje —agrega—, tirado el carrito por dos escuálidos jamelgos. De pronto se desriela el carrito y el cochero volviéndose hacia los pocos viajeros nos dice: Caballeros...Ya comprendemos. Nos bajamos todos y volvemos a colocar al carro en sus rieles. Un pasajero observa con filosofía: En esta línea es más lo que se trabaja que lo que se paga. ¡Habíamos pagado sólo cinco centavos!»[4]


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Historieta de Lustig en la que reflexiona sobre la crisis creativa del humorista.Portada de la revista Sucesos en la que otro autor hace uso del personaje.

A pesar de los pintorescos viajes en carrito y el dinamismo que promovía la nueva prensa, Santiago era una ciudad monótona y prácticamente escondida del resto del mundo. Finis Terrae. La capital tenía sabor a mistela. Valparaíso, gracias al movimiento marítimo, era más bullicioso, más despierto; si se quiere, más cosmopolita. Rodeado de cerros, y sin vista al mar, Santiago —se dice—­ tenía un cielo azul increíble y la cordillera con toda su majestad, nos llenaba de gozo. Claro, los carritos aquellos no contaminaban. Tampoco traían los nuevos aires que se agitaban en la metrópolis.

En el campo de la historieta mundial, cuando Lustig convertía a Von Pilsener en el pionero de la historieta chilena, en Estados Unidos, Wínsor McCay publicaba —en un colorido suplemento dominical— las aventuras de El pequeño Nemo en la Tierra de los Sueños, considerada "la primera obra maestra de los comics''[5]. En pintura, mientras Subercaseaux seguía las orientaciones académicas, Pablo Picasso iniciaba el cubismo.

El mundo se estaba relajando. Era, también, un momento propicio para que Chile se riera de Chile con su propia historieta. Y ya era hora. Los días de Von Pilsener fueron ¡toda una época!

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 Dos primeras páginas de las aventuras de Von Pilsener, publicadas en Zig-Zag en junio de 1906.

 

NOTAS

[1] Julio Subercaseaux Browne, Reminiscencias, Editorial Nascimiento, Santiago de Chile, 1976, p. 304.

[2] Ibid.

[3] Joaquín Edwards Bello, Crónicas del Centenario, Selección y ordenación de Alfonso Calderón. Editorial Zig-Zag, Santiago de Chile, 1968, p. 152.

[4] Pedro Subercaseaux. Memorias. Editorial del Pacífico, Santiago de Chile, 1962, primera parte, cap. XXIV, pp. 131 - 132.

[5] Javier Coma, Del gato Félix al gato Fritz. Historia de los comics, Editorial Gustavo Gili, Barcelona, España. 1979, p.20.

 

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Creación de la ficha (2014): Jorge Montealegre y Héctor Morales. Edición de Manuel Barrero. · El presente texto se recupera tal cual fue publicado originalmente, sin aplicar corrección de localismos ni revisión de estilo. Tebeosfera no comparte necesariamente la metodología ni las conclusiones de los autores de los textos publicados.
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
HÉCTOR MORALES, JORGE MONTEALEGRE (2014): "Los dias de Von Pilsener", en VON PILSENER (30-XII-2014). Asociación Cultural Tebeosfera. Disponible en línea el 12/XII/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/los_dias_de_von_pilsener.html