LOS MUERTOS QUE CAMINAN
KOLDO AZPITARTE

Notas:
Reseña de la serie que, en los últimos años, se ha convertido en el epítome de las historias de zombies.
LOS MUERTOS QUE CAMINAN
 
The Walking Dead. Los Muertos que caminan. Cuando uno lee el título en inglés percibe mucho mejor el doble sentido del título de la serie que la versión española: Los Muertos Vivientes.
Y es que en esta serie escrita por Robert Kirkman, nunca queda muy claro si los muertos que caminan son los zombis o los propios supervivientes cuyas esperanzas de eludir su inevitable destino son tan escasas que en el fondo son ya muertos que caminan.
No soy aficionado al género del terror. No disfruto viendo o leyendo historias angustiosas, desasosegantes o abiertamente aterradoras y me cuesta entender el éxito del fenómeno zombie.
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 Sin querer extenderme en un sesudo análisis (otros lo hacen mejor que yo y éste no es el lugar), creo que su éxito radica en pulsar con precisión quirúrgica un miedo que nuestra atea y hedonista sociedad ha relegado al subconsciente y es la inevitabilidad de la descomposición y la muerte como destino común para todos los vivos.
El zombi, como resto aún reconocible de un ser humano que fue, aterra no tanto por su potencialidad para dañar como por erigirse en un espejo en el que vemos nuestro futuro.
Ver a un enfermo de Alzheimer vagar su consciencia de qué es o quién es tiene un aterrador paralelismo con el reconocer a un ser querido en el zombi que te ataca.
Supongo que cada cual proyecta en ese caparazón terrorífico sus miedos más profundos y mi teoría tan sólo habla de mis propios miedos pero si Los Muertos Vivientes se ha erigido sin esfuerzo en uno de mis títulos favoritos es porque Kirkman maneja con extraordinaria habilidad los mecanismos dramáticos que la situación límite plantea.
Ideada desde un inicio como la epopeya de Rick Grimes, un policía herido en acto de servicio que despierta del coma al ser abandonado el hospital en el que estaba ingresado, la serie va incorporando personajes conforme Rick interactúa con ellos.
Los nuevos personajes ofrecen una caleidoscópica visión de la naturaleza humana, de sus miserias y sus virtudes y es aquí donde la maestría de Kirkman se revela. No hay ningún personaje plano, arquetípico sino que todos ellos rezuman una dolorosa humanidad.
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Como personajes humanos y tridimensionales que son, la amenaza de que mueran es real, palpable. Ni tan si quiera Rick parece tener garantizada su supervivencia por momentos, aunque evidentemente su función vehicular otorgue cierta tranquilidad al lector.
Resulta difícil profundizar en las relaciones entre los personajes o poner algún ejemplo de los sorprendentes giros dramáticos de la serie sin desvelar al hipotético lector partes fundamentales del argumento pero trataremos de exponer algunos de los aciertos de Kirkman.
Rick busca a su mujer y a su hijo una vez sale del hospital. Sorprendentemente están ambos vivos gracias a la ayuda de Shane, un antiguo compañero de la policía.
Kirkman opta por reunir a Rick con su mujer y su hijo y con ello aporta una dimensión adulta a la historia. Ya no es una fantasía adolescente en la que el protagonista sobrevive a todo sino la odisea de un padre defendiendo a su familia.
La relación entre Rick y su hijo Carl adquiere un progresivo protagonismo en la serie y Kirkman sabe que con ella está tocando un pilar fundamental, un vínculo primario e instintivo de una fuerza superior y que sorprendentemente ha permanecido fuera del imaginario mítico narrativo demasiado tiempo.
Es verdad que el sidekick (el niño aprendiz de héroe que acompaña al adulto) es un elemento habitual en la historieta americana pero siempre está enfocado de abajo a arriba, es decir, desde el niño hacia el adulto. La narración habla de niños que quieren acercarse al mito de ser adulto y de cómo vemos a la figura paterna como un superhéroe que soluciona todos los problemas que aun somos incapaces de comprender.
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 Aquí Kirkman nos ofrece la historia opuesta, la del adulto que comprende que su hijo es más importante que él mismo y que por él debe seguir adelante aun cuando ha perdido la ilusión por vivir, aun cuando ha caído la fantasía de poder ganar la guerra contra la muerte personificada en los zombis.
El amor paterno filial es uno de los amores más puros e incuestionables que existen. Una luz en un mundo de grises y sombras (¡qué adecuado el blanco y negro con grises de la serie!). Sólo cuando eres padre puedes entenderlo completamente pero la actitud de Rick respecto a Carl es tan real que emociona.
No menos importante (aunque no entraré en detalles por motivos evidentes para quienes hemos leído ya la serie) es la relación de Rick con su mujer Lori. A pesar de la posible infidelidad, incluso de las dudas acerca de la paternidad, la relación de Rick y Lori persiste más allá de lo esperable y hasta de la cordura. Es un amor adulto, no idealizado pero quizá por ello aun más valioso.
Y luego están los secundarios. Personajes más o menos prescindibles pero no por ello menos importantes. Retratos de una sociedad descompuesta, que saca lo peor de nosotros mismos (¿la sociedad actual?) pero en la que aun hay espacio para la solidaridad, la generosidad y hasta el sacrificio.
Una serie que apuesta por una construcción realista de los personajes en oposición a un entorno evidentemente fantástico quizá hubiera requerido de una cierta voluntad de encuadrar el fenómeno zombi dentro de algún tipo de patología médica plausible pero visto que eso es imposible, Kirkman opta por eludir todo tipo de explicación.
Cuando comencé a leer Los Muertos Vivientes hace ya algunos años, no tenía muy claro cuanto podía dar de si la historia pero 75 números después, queda claro que en manos de Kirkman la serie durará todo lo que él quiera pues ha superado el punto de inflexión que supuso el octavo volumen (perdonen que no sea más explícito de nuevo pero quien no haya leído la serie me lo agradecerá) y la nueva línea argumental, que empezó algo más floja, comienza a coger vuelo tras el décimo volumen.
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Digamos que hasta el octavo volumen bien podría ser el final de la primera temporada de una serie de la HBO y que el comienzo de la segunda ha sido algo más flojo pero va cogiendo la fuerza inicial.
Hago la comparación con una serie de la HBO no sólo porque recientemente se haya confirmado que Frank Darabont vaya a adaptarla a la televisión sino porque verdaderamente es un título que tiene el potencial como para funcionar en clave de serial televisivo de calidad. La diversidad de personajes y los acertados perfiles psicológicos de cada uno sirven tanto para la historieta como para la televisión adulta sin que haya que hacer un gran trabajo de adaptación.
No me gustaría finalizar sin hablar un poco del dibujo. Es habitual que se empiece hablando de él, pero creo que nadie lee Los Muertos Vivientes por la calidad de sus dibujantes sino por lo absorbente de sus guiones.
Aun así, la serie fue inicialmente creada por Robert Kirkman y Tony Moore. Tony Moore es un dibujante demasiado luminoso, de rayita más que de mancha y aunque no era un obstáculo para disfrutar de la serie (su narrativa era correcta y los diseños de los personajes, claros y reconocibles) su cambio por Charlie Adlard a la altura del número siete de la serie se reveló como un enorme acierto.
Adlard, cuyo estilo se halla más emparentado con Sean Phillips que con el dibujante habitual de superhéroes, ha tenido una dilatada carrera en Marvel y DC/Wildstorm pero nunca ha sido un fan favourite pese a que en su momento gozó de cierta popularidad con el cómic de la serie Expediente X. Sin embargo, su dibujo sombrío y algo feísta contribuye de manera decisiva a potenciar la atmosfera opresiva y desasosegante que acompaña a los personajes en su periplo.
La noche resulta tenebrosa y amenazadora y el día gris y sucio. Dolorosamente real.

Los grises de Cliff Ratburn podrían haber sido obviados pero contribuyen decisivamente a la iluminación y por lo tanto son un elemento narrativo de primer orden. El hecho de que ambos autores sean británicos y colaboren estrechamente ha sido decisivo en el aspecto gráfico de la serie, que ahora no podría ser imaginada con otros autores. En definitiva y pese a que Moore es un dibujante apreciable y debe ser considerado también como creador de la serie, es el tándem Adlard- Ratburn el que ostenta la autoria moral de la serie en su apartado gráfico.

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Los Muertos Vivientes es una excelente serie de terror y más allá de lo que a uno le guste el género (en mi caso, nada), es un título apreciable por cualquier buen aficionado, con un ritmo narrativo soberbio y un sentido de la serialización magistral.
Sin duda una de las mejores series regulares que se publican en estos momentos en los EEUU, si no la mejor.
Creación de la ficha (2010): Koldo Azpitarte. Revisado por Rafael Ruiz
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
KOLDO AZPITARTE (2010): "Los muertos que caminan", en Tebeosfera, segunda época , 5 (2010). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 15/XII/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/los_muertos_que_caminan.html