«María tiene doce años, una sonrisa contagiosa, un sentido del humor especial y tiene autismo». Así empieza María y yo, uno de los mejores tebeos de 2007. En sus páginas, el dibujante Miguel Gallardo (Lérida, 1955) recrea unas vacaciones con su hija en la isla de Gran Canaria. Según su propio testimonio, dibujó la primera versión de esta obra en el transcurso de esas mismas vacaciones, sin un plan preconcebido y registrando los acontecimientos a medida que se iban sucediendo. El libro no se resiente de ello, ya que la espontaneidad se equilibra con la mínima estructura necesaria para que el relato resulte coherente. Conseguir esa armonía exigía grandes dosis de destreza y habilidad narrativas, pero Gallardo era, desde hacía décadas, un historietista consumado.
Admirador de Elsie C. Segar y de la corriente estadounidense del comix underground, Gallardo publicó sus primeras historietas a principios de los años setenta del siglo XX. Hasta mediados de los noventa se consagró al tebeo de humor y, solo o en compañía de los guionistas Juan Mediavilla e Ignacio Vidal-Folch, creó alguno de los mejores títulos del género, como Pepito Magefesa, Perico Carambola o Perro Nick. En ellos destacaba por su habilidad para subvertir y ridiculizar diversas manifestaciones de la cultura popular (de las que poseía un conocimiento enciclopédico). También se distinguía por una estética osada cuyos rasgos más sobresalientes eran un color explosivo y una riquísima variedad de registros gráficos que lo delataban como un artista inquieto y sincero. En 1995 imprimió un giro a su trayectoria al publicar en la revista Nosotros somos los muertos el primero de los relatos que luego conformarían el álbum Un largo silencio (De Ponent, 1998). En ese libro recreó, con un notable ascetismo formal, las memorias de su padre durante
Sin embargo, Gallardo comenzó a dibujar para su hija mucho antes de imaginar siquiera la realización de esta obra. Hace años, se acostumbró a retratar a quienes se ganaban el afecto de María, que disfrutaba revisando esas imágenes y recitando el nombre de sus protagonistas. El dibujo era entonces un medio de hacerla feliz. Pero cuando esos retratos ya conformaban una vasta galería de amigos y conocidos, Gallardo decidió hacer balance de la relación con su hija y asignarle el papel principal en una historieta que reflexionase sobre el vínculo que compartían. Durante años persiguió la forma adecuada de contar esa historia hasta que un hallazgo afortunado puso fin a esa búsqueda.
El descubrimiento era una sencilla libreta que Gallardo empezó a llevar en sus viajes. En ella abocetaba cuanto atraía su atención, ya fueran personas, objetos o edificios. También esbozaba pequeñas secuencias con los sucesos que ocurrían a su alrededor. En 2006 reunió parte de esos materiales en un bonito y atractivo álbum a caballo entre la historieta y el libro de viajes titulado Tres viajes (De Ponent). Tanto su diseño como la audaz disposición de sus materiales inspiraron la estructura de María y yo, bien que ésta posee un encanto propio, una magia que perdura hasta mucho después de haber vuelto la última página.
No obstante, resulta difícil explicar la fascinación que ejerce una obra donde, aparentemente, no ocurre nada. En realidad, la anécdota no puede ser más simple. Como Gallardo y María viven separados la mayor parte del año, aprovechan las vacaciones de verano o navidad para reunirse y pasar unos días juntos en un hotel de Gran Canaria donde disfrutan del sol, la piscina y la playa. El libro evoca las rutinas de la pareja con una suave ironía que diluye cualquier exceso de sensiblería o patetismo que hubiera desacreditado el carácter testimonial de la obra. También le confiere al relato esa atmósfera de apacible normalidad en que transcurre la historia, bien que hablar de “relato” o “historia” no sea del todo exacto en este caso.
María y yo se compone de episodios deshilvanados y sin una cronología precisa a los que sólo unifica la presencia del narrador, testigo y partícipe de los hechos que describe. En verdad, la elección del punto de vista es todo un acierto en esta obra. Gallardo cuenta la historia en primera persona y la tiñe de una subjetividad desbordante, aunque amable y cordial. Poco importa que los sucesos descritos hayan ocurrido realmente, ahora aparecen transfigurados y embellecidos por la personalidad del autor, y ataviados con la capacidad de sugestión que poseen las buenas ficciones. Esta metamorfosis es especialmente visible en el personaje de María, que se manifiesta como una criatura delicada que habita un mundo privado, poético y maravilloso que sólo comparte con otros seres de excepcional sensibilidad. Ese halo de fascinación presta un encanto añadido a la obra, una sensación de gracia o ligereza que el trazo del rotulador y el exquisito bitono rojo destacan sin caer en el sentimentalismo.
María y yo es, por tanto, un tebeo sencillo y conmovedor que encoge el alma por la ternura y delicadeza con que está contado. Su lectura transmite emociones encontradas al lector: alegría y tristeza, bienestar y desazón. No es poco mérito. Cuando un autor consigue que su obra nos rompa el corazón y lo remiende acto seguido, ha triunfado en toda línea y sólo queda felicitarlo. Por eso, con toda humildad, pido un aplauso para Miguel Gallardo.
JORGE GARCÍA
Miguel GALLARDO: María y yo, Astiberri: Sillón orejero, s/n, Bilbao, 2007
Libro de historietas en cartoné, 64 páginas a dos tintas, 12 euros
ISBN: 978-84-96815-40-7
Escogido como candidato a los premios “Mejor obra” y “Mejor guión” del Saló Internacional del Còmic de Barcelona de 2008
