NIÑAS SIN SEXO. LO FEMENINO EN LOS MANGA CLÁSICOS
ALFONS MOLINÉ

Resumen / Abstract:
Notas: Texto del autor redactado para TEBEOSFERA nº 9, especial sobre la presencia de lo femenino en la historieta, y que pretende hacer hincapié en su dimensión erótica. A la derecha, portada de un manga dibujado por Yoshiko Nishitani, una de las primeras autoras que introdujeron el amor en la adolescencia en los manga y que anticiparon el 'shôjo manga'.
Palabras clave / Keywords:
Representación femenina, Tebeos para chicas/ Female representation, Girls' comics
NIÑAS SIN SEXO. LO FEMENINO EN LOS MANGA CLÁSICOS
 
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Portada de Shôjo Club.  

Aunque ya en 1903 apareció en Japón la primera revista destinada a chicas, Shôjo Kai (“El mundo de las niñas”), hallando su exponente de mayor éxito en Shôjo Club, editado de 1923 a 1962 por la importante editorial Kodansha, no se puede hablar de una verdadera industria de manga femenino hasta muchas décadas después, pasada la II Guerra Mundial. Estas y otras revistas juveniles femeninas –igual que sus equivalentes masculinos– estaban compuestas mayoritariamente por relatos escritos y textos sobre moda y otros temas, dedicando solo una parte de su contenido a historietas [i]. El artista Junichi Nakahara (1913-1988) se hizo notar por sus ilustraciones para este tipo de revistas, a menudo protagonizadas por estilizadas féminas de enormes ojos, lo cual lo convierte en un firme antecesor de los shôjo manga (manga para chicas). Sin embargo, sus innovaciones gráficas no llegaron a aplicarse a los manga aparecidos en estas publicaciones femeninas: durante los años anteriores a la II Guerra Mundial, la mayoría de los manga para chicas –prácticamente todos elaborados por hombres– solían estar compuestos por gags breves e inocuos. Hubo algún intento pionero de crear alguna obra de temática aventurera con protagonista femenino como Nazo no Clover (“El trébol misterioso”), realizado en 1934 por Katsuji Matsumoto (1904-1986) para la revista Shôjo no Tomo (“El amigo de las chicas”) y protagonizado por una jovencita haciendo un papel de espadachín enmascarado, si bien duró una entrega única de dieciséis páginas, permaneciendo como una experiencia aislada.

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Chicas de enormes ojos, de Junichi Nakajara. En el centro, página de Katsuji Matsumoto. A la derecha, Machiko Hasegawa y su obra en ambiente doméstico.  

En el período posbélico, una de las primeras mujeres autoras de manga en alcanzar el éxito fue Machiko Hasegawa (1920-1992), gracias a su yon-koma manga (manga desarrollado en forma de tira vertical de cuatro viñetas) Sazae-san, protagonizado por una típica ama de casa japonesa, aunque técnicamente se trata de un producto –dado que se publicaba en la prensa diaria– destinado al lector adulto en general y no a jovencitas. Volviendo a este último sector de público, sobre la misma época obtuvo mucha popularidad Anmitsu Hime (“La princesa Anmitsu”), creación de Shôsuke Kurakane (1914-1973) en 1949 para el citado Shôjo Club, protagonizada por una traviesa princesita. Ambientada durante el período Edo (1603-1868), Anmitsu Hime tenía la particularidad de que todos sus protagonistas tenían el nombre de algún alimento (así, anmitsu es el nombre de una especie de bollo relleno de anko o mermelada de judías rojas), lo cual resultaba un aliciente para los lectores de un Japón recientemente devastado por el conflicto bélico y en el que los alimentos escaseaban, por lo que obras como esta contribuían a “elevar la moral” del lector o lectora. Pero Anmitsu, al igual que los demás manga para chicas de la época, se desarrollaba en historias de cortas páginas que ofrecían poco más que una sucesión de gags.


MANGA SÓLO PARA ELLAS... HECHO POR ELLOS

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   Portada de Tezuka y su Ribon no Kisi.
Por fin, en 1953 Osamu Tezuka (1926-1989), el llamado “dios de los manga” crea, nuevamente para Shôjo Club, la obra que revolucionó definitivamente el género de los shôjo manga: La princesa caballero (Ribon no Kishi), y en la que aplicó las innovaciones tanto gráficas como narrativas que pocos años atrás había aportado a los manga destinados al público juvenil masculino. La heroína titular, Sapphire, es la heredera al trono del reino de Silverland; nació hembra debido a una travesura de un angelito, Tink, que cambió su corazón masculino como uno femenino. Dado que la ley del país exige que solo los varones pueden gobernarlo, el rey educa a Sapphire como si fuera un muchacho, ocultando a su pueblo su verdadero sexo. Aunque en Ribon no Kishi Sapphire hace gala de una personalidad netamente viril, particularmente en las escenas de acción, ello no impide que a veces guste de exhibir sus características femeninas –generalmente en la intimidad– acabando por aceptar su feminidad y eventualmente casándose con el príncipe de un reino vecino. A la bisexualidad de la protagonista de Ribon no Kishi acaso no sea ajena la influencia que la compañía teatral Takarazuka, originaria de la ciudad del mismo nombre, compuesta íntegramente por mujeres (incluso al representar papeles masculinos) ejerció en los años formativos del propio Tezuka (el cual residió la mayor parte de su infancia y adolescencia en dicha ciudad). Aunque suele achacarse a la influencia de los cartoons de Disney y otros realizadores norteamericanos el que Tezuka acostumbrase a dotar sus personajes, especialmente los femeninos, de grandes ojos -tendencia emulada por la mayoría de los mangaka (autores de manga) que le sucedieron- el experto en cómics británico Paul Gravett añade a ello el hecho de que Tezuka,
«de niño, contemplaba a las actrices [de la compañía Takarazuka], fuertemente maquilladas con rímel y resplandeciendo con el brillo de los potentes focos. Descubrió que esta técnica teatral para proyectar emociones a través de los ojos también funcionaría en los manga» [ii].
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De izquiera a derecha: Mama no Violin, de Tetsuya Chiba; Ça c'est Paris, de Masako Watanabe, y Shiro Troika, de Hideko Mizuno.  

En los años inmediatamente posteriores, coincidiendo con la aparición de las primeras revistas compuestas íntegramente de shôjo manga, como Nakayoshi en 1954 (editada por Kodansha) o Ribon en 1955 (editada por Shueisha) –y algo más tarde, en 1963, Margaret (también de Shueisha)– hubo otros shôjo manga de éxito, casi siempre a cargo de mangaka masculinos, tales como Mama no Violin (“El violín de mamá”), lanzado en 1958 por Tetsuya Chiba (1939) –conocido sobre todo por su manga ambientado en el mundo del boxeo Ashita no Joe– para la citada Nakayoshi, cuya protagonista va en busca de su madre, la cual sufre de amnesia; madre e hija finalmente se reúnen cuando la segunda oye casualmente el violín de la primera, lo cual hace que finalmente recupere la memoria. Pese a que esta y otras obras, siguiendo la estela de Tezuka, introdujeran elementos notablemente dramáticos y maduros en los manga para chicas, sus protagonistas eran todavía jovencitas asexuadas lejos de mostrar plenamente su potencial femenino.
 
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Arriba: Honey Honey, de Hideko Mizuno.
Abajo: Fujiko Akatsuka y Mitsuteru Yokoyama dieron los primeros pasos en el subgénero de las "magical girls" (portada de Mahotsukai Sally, de Yokoyama).
 
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La década de los cincuenta presenció igualmente la tímida eclosión de las primeras mujeres dibujantes que cultivarían el género shôjo, como Masako Watanabe (1929), con debut profesional en los manga en 1952, habiendo actuado previamente como ilustradora; entre otros trabajos, se especializaría en adaptaciones literarias en viñetas, de autores tales como Andersen y Charlotte Brontë, además de ser pionera en combinar el shôjo con los géneros de terror y misterio. También Hideko Mizuno (1939), quien fue asistente de Osamu Tezuka, tras publicar sus primeros trabajos en 1956, cultivaría de manera notable el manga con protagonistas femeninas ambientado en épocas históricas como Shiroi Troika (“La troika blanca”, 1965), que sitúa su acción en la Rusia de finales del siglo XIX, y volviéndose célebre especialmente por Honey Honey no Suteki no Bôken (“Las maravillosas aventuras de Honey Honey”, 1966), sobre una joven huérfana que trabaja como camarera en la Viena de principios del siglo XX, que fue adaptada en 1981 como serie de animación [iii].
 
A principios de la década de los sesenta surgió un subgénero dentro del shôjo manga que alcanzaría un notable impacto, las magical girls o jovencitas con poderes mágicos o sobrenaturales. Fue iniciado con Himitsu no Akko-chan (“El secreto de Akko-chan”, 1962), de Fujio Akatsuka (1935-2008), y Mahotsukai Sally (“Sally, la brujita”, 1966), de Mitsuteru Yokoyama (1934-2004), las cuales dieron paso a un tipo de heroína femenina más dinámica que, décadas después, continuaría inspirando creaciones de gran culto como Sailor Moon o Card Captor Sakura.
 
Y, tal como el especialista Matt Thorn asegura,
«a mediados de los sesenta (…) ya era habitual que los niños y niñas siguiesen leyendo manga hasta bien entrada la adolescencia. Las chicas crecidas ya no estaban interesadas en historias de damiselas pasivas en apuros. Querían historias que fuesen relevantes con respecto a sus vidas reales” [iv].
Es precisamente a partir de entonces cuando comienza a notarse la presencia de mujeres en las revistas shôjo como Machiko Satonaka (1948), que debutó en 1964 gracias a un concurso para noveles organizado por la revista Ribon con Pia no Shôzô (“Retrato de Pia”), una historia de vampiros; y especialmente Yoshiko Nishitani (1943), cuya primera obra importante, Mary Lou, aparecida en 1965 en Margaret, inauguró el tema del amor en la adolescencia. De aquí a la emancipación del shôjo manga no había más que un paso, el cual tendría lugar al cabo de pocos años.
 
LAS MAGNÍFICAS DEL AÑO 24
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  El yaoi comenzó con el "grupo del año 24". Portada de Thomas no Shinzo, de Moto Hagio.

A finales de los sesenta tiene lugar, por fin, la eclosión del llamado “grupo del año 24” (Hana no Nijûyo-nen Gumi), cuyo nombre deriva del hecho de que la mayoría de las autoras que lo componen nació alrededor de 1949 (año 24 de la era Shôwa). Además de propiciar la penetración masiva de mujeres historietistas en el mercado de los shôjo manga, el “grupo del año 24” introdujo temas más maduros en estos últimos. Así, Moto Hagio (1949) introduce en 11-gatsu no Gymnasium (“El instituto en noviembre”, 1971), ambientado en un internado masculino alemán, el tema del yaoi o amor entre chicos –que tendría una secuela en Thomas no Shinzo (“El corazón de Thomas”)– y en Poe no Ichizoku (“La familia Poe”, 1972) presenta una elaborada saga en la Inglaterra del siglo XVIII, protagonizada por un clan de vampiros; y la que acaso sea su obra más célebre, Jûichinin Iru! (“¡Eran once!”), en la que el space opera y el shôjo se dan la mano, siendo adaptada como película de animación [v]. Keiko Taikemiya (1950) también cultivó el yaoi con obras hoy consideradas clásicas como Kaze no Ki to Uta (“Canción del viento y los árboles”, 1976), ambientada en la Francia de finales del siglo XIX, y asimismo cultivó la ciencia ficción –aunque destinada al mercado de los shônen manga– con Terra e... (“Hacia Terra”, 1977) y Andromeda Stories (1980). Riyoko Ikeda (1947), sin duda la componente de este grupo cuyo nombre le resultará más familiar al lector de habla castellana, adquirió fama internacional con su La rosa de Versalles (Versailles no Bara, 1972, publicada en España por Azake Ediciones), en el que vuelve a aplicar el concepto de mujer que se hace pasar por varón, como hizo Tezuka dos décadas atrás con La princesa caballero. Ambientada en la Francia de María Antonieta, paralelamente a los cambios sociales que desembocarían en la Revolución Francesa, la heroína titular, Oscar-François de Jarjayes, al igual que aquella, es criada como un varón para suceder cuando sea mayor a su padre como capitán de la Guardia Imperial, debatiéndose a nivel personal entre su ego femenino y su masculinidad forzada [vi]. Ikeda seguiría contribuyendo a que el shôjo manga alcanzase nuevas cotas de madurez con otras obras como La ventana de Orfeo (“Orpheus no Mado”, 1975, publicada en España por Glénat), ambientada en vísperas de la revolución soviética, u Onnisame e... (“A mi hermano mayor...”, también de 1975), sobre una adolescente interna en un exclusivo pensionado y sus problemas con sus sofisticadas compañeras de clase; en esta última, aun siendo publicada en una publicación de mercado shôjo (Margaret), la autora no vacila en exhibir temas como el lesbianismo o el incesto. Incluso mujeres dibujantes ya consagradas en el campo de los shôjo, como la mencionada Hideko Mizuno, se sumarían al boom con series como Fire! (1969), el primer shôjo manga con protagonista masculino: ambientado en la Norteamérica contemporánea, su personaje principal es Aaron, una emergente estrella del rock con un pasado oscuro que descubre las drogas, el amor libre y las corrientes místicas.

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Poe no Ichizoku, de Moto Hagio, y Terra e..., de Kieko Takemiya.   

El legado de las autoras del “grupo del año 24” hizo que, definitivamente, el género del shôjo manga adquiriese carta de nobleza al mismo nivel que los manga destinados a lectores varones –contrariamente a la mayoría de los países occidentales, donde los “tebeos para niñas” permanecieron como un sector menor del mercado– y que las protagonistas del mismo dejasen de ser “niñas sin sexo” para convertirse en heroínas maduras y emancipadas, además de acoger elementos icónicos –viñetas sin contornos, abundancia de primeros planos creando una sensación de intimidad, layouts (planificación de las viñetas) dinámicos y a veces abarcando dos páginas, etc.– que, lejos de resultar puramente decorativos, realzaban la intensidad narrativa del relato y devendrían la “marca de fábrica” de los shôjo manga, dando lugar todo ello a la consolidación de clásicos absolutos como Candy Candy (1975, para Nakayoshi), de Kyoko Mizuki (1949) y Yumiko Igarashi (1950). A la vez, todo ello allanó el camino para los manga para mujeres adultas o josei manga, y especialmente, favoreció una mayor presencia de mujeres historietistas en el mercado de los shônen manga, siendo Rumiko Takahashi el caso más evidente. Pero todo ello ya es otra historia...

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Arriba: La rosa de Versalles y La ventana de Orfeo, de Riyoko Ikeda.
Abajo: Fire, de Hideko Mizuno.

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NOTAS

[i]     La misma editorial ya había lanzado previamente en 1914 Shônen Club, destinado a un público juvenil masculino e igualmente a base de contenido misceláneo, enfocado a dicho sector de público.
 
[ii]    Gravett, Paul: Manga, 60 years of Japanese Comics, Phaidon Books, Londres, 2004, p. 67 (edición española: Manga, la era del nuevo cómic, Kliczowski, Madrid 2005; la presente cita ha sido traducida directamente de la edición original en inglés)
 
[iii]   Dicha serie fue emitida en España por Tele 5 con el título de Las aventuras de Silvia.
 
[iv]   Thorn, Matt: The Multi-Faceted Universe of Shôjo Manga, texto presentado en la conferencia Le manga, 60 ans après en la Maison de la culture du Japon, París, el 15 de marzo de 2008. Consultable en línea en este enlace.
 
[v]    Editada en España en DVD como ¿Quién es el 11º pasajero?
 
[vi]   Además de obtener su pertinente serie de animación, La rosa de Versalles, inspiraría la película de imagen real Lady Oscar (1979), dirigida por el francés Jacques Demy.
TEBEOAFINES
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Creación de la ficha (2012): Alfons Moliné. Con revisión de Javier Alcázar y edición de M. Barrero. Corrección final por Antonio Moreno y Alejandro Capelo. · Imagenes provistas por el autor del artículo.
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
Alfons Moliné (2012): "Niñas sin sexo. Lo femenino en los manga clásicos", en Tebeosfera, segunda época , 9 (26-II-2012). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 30/IV/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/ninas_sin_sexo._lo_femenino_en_los_manga_clasicos.html