NORTON, LIBIDINOSIDAD SURREAL. ENTREVISTA
MANUEL BARRERO, NORTON

Resumen / Abstract:
Notas: Entrevista mantenida con Josep Maria Beà entre abril y mayo de 2012, centrada en su trayectoria como autor de cómic erótico bajo diferentes seudónimos y realizada para complementar los contenidos del número 9 de TEBEOSFERA, especial sobre la representación de la mujer en el cómic. A la derecha, detalle de la portada del recopilatorio de la obra de Norton.
NORTON, LIBIDINOSIDAD SURREAL

ENTREVISTA A NORTON, SÁNCHEZ ZAMORA, CALSINA, LAS PERCAS Y OTROS (O SEA, A JOSEP MARIA BEÀ)

El autor que firmaba Norton en Muchas Gracias era el mismo que construía historias de horror para Warren (el primer autor español que logró hacer sus propios guiones en la revista americana) y que preparaba aventuras de ciencia ficción disparatadas pero apasionantes para las revistas de cómic de Josep Toutain. Ese surrealista de la viñeta demostró múltiples personalidades artísticas cuando creó su propia empresa editorial, para la cual dibujó cómic erótico bajo diferentes firmas (Sánchez Zamora, Calsina, Las Percas), y que sirvió material de este tipo para otros editores. Conozcamos esta faceta de la personalidad del gran... Josep Maria Beà.  

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Historieta de Norton para Muchas Gracias, en la que muestra el modelo de mujer que utlizaría en su obra sicalíptica y también su peculiar ironía surrealista. 
TEBEOSFERA: ¿Cómo viste tú la lenta eclosión del erotismo en España en los años sesenta y setenta, qué significó para ti en el marco de la anhelada “liberación” del país?
 
NORTON: Llevábamos muchos años aislados del mundo en todos los sentidos: teníamos el caudillaje, el Tribunal de Orden Público, el nacionalcatolicismo, la Ley de Responsabilidades políticas, aplicable a todo intento de reorganización del movimiento obrero y de los partidos; la Ley de Prensa, que situaba a todos los medios informativos bajo control gubernamental mediante la censura previa, y si a todo eso le sumas, entre muchísimas más atrocidades, el piojo verde, la pertinaz sequía, el brazo incorrupto de Santa Teresa viajando por ahí cual amuleto de la suerte, creo que todos vivimos la liberación del país como el más esperado regalo cósmico.
Y por supuesto, dibujar aquel erotismo de culo y tetas era un acto subversivo, hizo que nos sintiéramos libres después de tantos años de sombra y pecado, fue una manifestación progresista, un intento de parecernos a otros países, luchando por la ansiada democratización que nos habían robado.
 
T: ¿Piensas que el cómic erótico permitió madurar al medio o sólo satisfacía la lujuria masculina?
 
N: Después de atravesar varias décadas de sequía sicalíptica, el cómic, como medio de expresión gráfica, se convirtió en pantalla ideal para mostrar el tan ansiado imaginario erótico. ¡Pero qué alegría daba plantarse ante un quiosco y ver desplegado ante uno todo aquel panorama de cuerpos desnudos sin riesgo de acabar en el talego tras aplicarte la Ley de Vagos y Maleantes! ¿De la lujuria hablas? La lujuria, dicen, no es más que un apetito sexual excesivo, por lo cual, quien la sufra, puede satisfacerla mediante la elección de la pornografía con tal de no perjudicar en lo más mínimo a nadie.
 
T: ¿Crees que con el uso de lo femenino en el humor gráfico y la historieta subidos de tono de entonces se contribuyó a elevar la importancia de la mujer en la cultura y su participación en sociedad o, por el contrario, solamente a fomentar el uso sexista de su imagen?
 
N: El problema proviene del machismo, ya que sin una carga de intenciones nefastas se podrían hacer chistes sin tener que pensar en lo que es políticamente correcto. Lo de la degradación de la mujer mediante el uso de la pornografía dependerá de la tara cerebral del observador, ya que uno es libre de ver o no ver cualquier cosa. En resumidas cuentas: inmoral es torturar, matar o robar como hacen los bancos. Pido perdón por esta digresión o giro que se aparta un poco de la pregunta pero, mira, me ha venido a la cabeza por asociación de ideas.
 
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 Norton dibujó historietas de una página para Muchas Gracias, y también de dos, en todas ellas exhibiendo un tipo concreto de belleza femenina. 

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T:
¿Dónde estriba la diferencia entre lo picante, lo erótico y lo porno para ti?
 
N: Para mí no existen compartimientos estancos, no existen divisiones para lo picante, lo erótico y lo pornográfico: eso lo decide siempre el lápiz del censor, que es una persona mentalmente enferma.
 
T: ¿Por qué las tetas (o los culos femeninos) tuvieron tanto éxito en las viñetas y el pene tan poco predicamento, a tu juicio?
 
N: Estamos en lo mismo. En la posguerra, en el escalón más bajo de la censura se eliminaban las zonas pudendas (vaya palabro) de la anatomía femenina, es decir, no veíamos nada de su cuerpo porque todo él se consideraba susceptible de causar lascivia incontrolable. Poco a poco se fue recortando ropa hasta —llegando a los días de la transición— mostrar con mucha renuencia aquellas tetas proclives a despertar comportamientos sexuales de factura letal. Pero ¿y el rabo?, ¿qué pasa con el rabo que, incluso a día de hoy, siempre queda enmascarado?: ¡envidia!, es puta envidia del censor y de su distinguida camarilla de especialistas en la prevención del pecado, envidia que siente aquella falange de adláteres de los valores religiosos de España que velan por nuestra moral (toda esa pandilla, aunque no lo parezca, sigue existiendo).
Aquí me olvido de Freud y voy a hablar claro: cuando yo —a quien Dios, en su infinita bondad, obsequió con un pene de talla media, ni corto ni largo—, al ver una “peli” porno, descubro rígidos “pollones” de inconmensurable tamaño que son recibidos felizmente por bellas hembras… pues sí, lo reconozco, en aquel momento siento envidia de pene, pero, claro está, al rato me olvido y la vida sigue igual y aquí no ha pasado nada. Pero al censor sí que le pasa algo, él puede luchar contra su envidia de pene sin pasar por el psiquiatra: coge las tijeras y, sin pensarlo un segundo, corta por lo sano, porque NADIE debe tenerla más grande que él y, sobre todo, ninguna mujer (primero la suya, la pobrecita) debe conocer la existencia en nuestro planeta de RABOS EXTRAORDINARIOS de turgencia indesmayable. Pues eso, envidia cochina.
 
T: Ajá. ¿Y qué cánones de representación de belleza tomaste como referencia para trabajar en tu caso? 
 
N: Está claro que para una revista erótica lo que yo quería y debía era, ni más ni menos, dibujar chicas guapas y hacerlo como el mejor (aspecto difícil para mí ya que me había especializado en el dibujo de entidades repulsivas). Para ello me informé de quiénes eran los grandes autores mundiales del género. Como quise cambiar radicalmente de estilo, ya que había estado colaborando durante cinco años en las revistas del editor James Warren, elegí como referentes gráficos a dos extraordinarios artistas que, desde hacía muchos años me tenían fascinado: el inglés Ronald Searle y el holandés Jan Sanders. Dediqué varios días analizando las peculiaridades técnicas de aquellos maestros hasta que, tras llenar un montón de hojas realizando todo tipo de pruebas, consideré que, más o menos, podía comenzar a dibujar con un nuevo estilo. Como modelo femenino recurrí a los patrones morfológicos empleados por los dibujantes cuyos chistes (obras de arte) aparecían en las revistas Playboy y Penthouse americanas y que eran Dean Yeagle, John Dempsey, Roland Wilson, Buch Brouwn, Siegel, Sokol y otras fieras irrepetibles del género, sin olvidar a mi recordado amigo Gin, al que sin pensarlo un momento añado a la anterior lista.
 
T: ¿Qué te pedía concretamente el editor cuando te solicitaba obras de carácter erótico?
 
N: El editor es un comerciante, vive de transacciones mercantiles y su meta es conseguir el máximo de dinero en sus operaciones, por consiguiente, sus criterios son exclusivamente económicos.
Yo, como profesional atendía sus requerimientos, siempre que lo considerara interesante y no atentara contra mis principios (jamás he dibujado ni dibujaré nada a favor del fascismo, eso ni en broma; es que de hacerlo no podría mirarme al espejo sin pegarme un tiro a continuación. Bueno, sólo lo haría si por ello, en una circunstancia trágica, pudiera salvar la vida de mi compañera Marián que es lo que más quiero en esta vida) Así pues, si al editor el mercado le solicitaba esquimales, él me pedía que dibujara esquimales y yo se los dibujaba, si el mercado le solicitaba pingüinos, él me pedía que dibujara pingüinos y yo se los dibujaba y, cuando llegó el tren del destape, el mercado le solicitó tetas y culos, me pidió que dibujara tetas y culos, y se los dibujé.
En aquel maravilloso desmadre que fue la editorial Garbo tuve a dos editores. Uno era José María Arman, jefe editorial, un viejo y buen amigo que sólo me pedía que tomáramos un whisky cada vez que nos cruzábamos por la redacción. El segundo fue García Lorente, el director de la revista Mata Ratos. Era un dibujante mítico al que yo, de niño, había admirado mucho a través de las publicaciones de Clíper con personajes como Nicolás, Don Duro, Basurón o El Negrito Travieso. Ahora estaba allí, sumergido entre miles de fotos impuras (cuyo proveedor era Rafa “Norma” Martínez) y dibujando unas caricaturas magníficas de la caspa nacional. No nos conocíamos, yo tenía 34 y el 57. Cuando entré por primera vez en su cubículo/despacho, miró unas publicaciones con dibujos míos y dijo: «Vale, cuenta con dos páginas semanales de la revista, haz lo que quieras, pero que tenga gracia. Ya me entiendes». ¡Joder!, eso sí que es un buen director. Cada semana le entregaba el trabajo y, qué cosa, le encantaba todo lo mío. Decía: «Mira que es raro todo eso que haces, pero me gusta». Nunca tuve el más ligero problema con él, era un profesional muy responsable y mejor persona.
 
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Norton, libro recopilatorio editado por Intermagen.  
T: Tu obra de esta índole sorprendía en 1976, ya que conjugabas el absurdo con lo surrealista. Sin embargo, cuando recoges aquello en un álbum de Intermagen, para la portada eliges a una señorita con grandes pechos.
 
N: Es que unas buenas tetas de mujer son muy atractivas para los hombres, como unos buenos pectorales masculinos lo son para las mujeres. Siempre ha sido así, es un asunto de bioquímica o algo parecido. Contradecirlo es puré de moralina.
 
T: Cierto. En los cómics eróticos que hiciste para Muchas Gracias hay dos retratos fijos: ellas son jóvenes, perfectas, algo ingenuas pero seguras, y ellos suelen ser inseguros, pusilánimes, poco agraciados, narizones. A ellas las dibujas como ideales de fertilidad y a ellos como caricaturas del apocamiento. ¿Por qué?

N. Por mi propia deformación conceptual de la existencia, deformación que atribuyo a la perniciosa tarea educativa recibida durante los largos años de la posguerra, mediante las doctrinas políticas de la Iglesia católica. Sin lugar a dudas, como hombre, en aquellos días me sentía identificado con sujetos inseguros, desconfiados y reprimidos ante una nueva mujer que comenzaba a emerger de la sumisión a la que había estado sometida desde antaño por el puto macho dominante. En mis historias como Norton existe la noción de una catarsis ingobernable, de una liberación de mis emociones retenidas en el inconsciente que pugnan entre sí por encontrar un equilibrio emocional. Vamos, que si rascamos en aquellos guiones podemos encontrar el material suficiente para poner al desnudo mi personalidad de antaño.

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Norton dibujó esta historieta para Muchas Gracias, nº 54, por la cual fue acusado de escándalo público y condenado a arresto mayor, inhabilitación y multa por incitar a la homosexualidad. 


T: También tu pasado criminal, porque fuiste condenado por escándalo público debido a un cómic que publicaste en Muchas Gracias. ¿De qué aberración sexual te acusaba el ministerio fiscal?

N: Me acusaron de mostrar la existencia de la homosexualidad. Esto ocurrió en una sencilla historieta titulada “La trampa” (Muchas Gracias, nº 54), de dos páginas, en las que no aparecía ninguna escena de práctica sexual. Así estaban las cosas en 1978. Hoy parece increíble que por algo semejante movilizaran todo el aparato judicial de aquella época: abrir puertas de la gran sala de audiencias del puto Palacio de Justicia, con sus abogados, su taquígrafa, sus bedeles, su guardia judicial y su audiencia pública.
Y a fecha de mayo de 1979, tras el juicio, la sentencia dictada por tres magistrados, cita entre otras cosas:
 
(…) Que lo erótico hace referencia al amor carnal y el erotismo significa pasión fuerte de amor, exageración del instinto carnal; y la pornografía es la exposición obscena de este instinto por medio de publicaciones de todas clases y como dice la Sentencia de dicho Alto Tribunal de 24/4/1914, reproduce y propaga los vicios y aberraciones más monstruosas y su difusión y esparcimiento tiende a excitar las pasiones eróticas y contribuye eficazmente a la más lamentable depravación.
 
(…) Que los dibujos e historietas de José María Beá Font ofenden igualmente a la moral dando a conocer la existencia de personas con instintos desviados de su natural función que tratan de satisfacer en forma contraria a la naturaleza, lo que provoca grave escándalo público.
 
Fui condenado (junto a Miquel Villagrasa, periodista de la publicación) a las penas de arresto mayor, multa de veinte mil pesetas y seis años y un día de inhabilitación especial para el ejercicio de dibujante o cualquier otro que guardara relación con los medios de comunicación y al pago de las costas procesales.
En 1983, tras cuatro años “sin dibujar”, el ministro de Justicia, con el beneplácito del Rey, me indultó de las dos terceras partes de la pena privativa.
 
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Sánchez Zamora fue la firma elegida por Beà para producir historietas con contenido erótico para la revista Rambla. Arriba, primera página de la obra larga El estado de Joey. Abajo, historieta para Rambla número 10.

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T: Y volviste a hacer cómics, todavía con el sexo como eje. En El estado de Joey el sexo empuja a cada personaje de la historia salvo a dos de los villanos. ¿Usar el sexo así fue motivado por los gustos del público de entonces o por tu propio interés?
 
N: Es que la sexualidad es una función primordial del ser humano, un instinto básico, una pulsión de primer orden cuyas formas de actividad son fuente inacabable de narraciones de toda índole, como ha quedado demostrado a lo largo de la historia de la humanidad. La sexualidad, al no poder limitarse a un dato comportamental, se entiende como calificación de deseo, y sobre éste, las posibilidades de fabulación acostumbran a ser apasionantes.
 
T: Tu obra firmada como Sánchez Zamora parece orbitar en torno a la idea de la confusión en el amor. En Mediterráneo planteas argumentos en los que las relaciones no están consolidadas (inseguridad sobre a quién se quiere, adicción mezclada con sexo, confusión de la madre con la hija). Ibas a la contra, usando el sexo como el fin satisfactorio, no como el inicio del drama.
 
N: Es que el sexo puede ser una bomba de relojería a la que no se le ha asignado hora de explosión, pero que, por sí misma tiene muchas posibilidades de acabar actuando, ya como un estallido, ya como interrupción por desinterés. Permíteme que copie unas líneas de una novela de Philip Roth que ilustran certeramente lo anterior. Al personaje se le insta a la fidelidad y expresa:
 
Figúrese doctor: suponga que voy y me caso con A, con sus dulces tetas, etcétera, ¿qué ocurrirá cuando aparezca B, que las tiene todavía más dulces o en todo caso más nuevas? O cuando aparezca C, que menea el culo de un modo especial, nunca experimentado antes por mí; o D, o E, o F. Es que tratándose de sexo la imaginación humana se pone a Z, y aún más allá.
 
Un auténtico conflicto sufre el hombre. Pero en los conflictos se hallan las buenas historias. Es muy parecido a la letra de los boleros; su éxito radica en que siempre expresan inmensos dramas de desamor, ya que ¿a quién le importa la vida de alguien al que todo le va la mar de bien y es ejemplo de felicidad sin par?
 
T: Empero, las obras que firmas como Las Percas son francamente desasosegantes, porque mezclas situaciones trágicas (más que dramáticas, trágicas) con relaciones sexuales que has utilizado como gancho para atraer al lector. ¿Qué pretendías?

N: Veamos, veamos, situémonos en aquellos días. Supongo que mi interés por abordar temas muy escabrosos obedece claramente a un mecanismo de defensa al estar sometido a pulsiones (ambientales) paranoide/destructivas. ¿Puede tratarse (visto desde la lejanía y usando terminología freudiana) de un síntoma de pulsión de muerte (acto de agresión empleando, en este caso, el cómic como medio de expresión emocional), entendido como una autodestrucción por acorralamiento u hostigamiento externo? No lo sé, pero es evidente que aquel modelo de horror tan lacerante nunca ha sido habitual en mi trabajo. La historia del niño que, por celos, introduce una hoja de afeitar en la boca de una mujer dormida que acaba tragándosela y muriendo al despertar sin saber qué está pasando, no he querido volver a verla nunca más. No comprendo cómo se me ocurrió un argumento tan escalofriante.

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 A la izquierda, página de una historieta firmada por Calsina para Rambla nº 21. A la derecha, la página más turbadora de la obra de Las Percas que se comenta en la entrevista, publicada en Rampa Rambla nº 1.


T: También las historietas que firmas como Pere Calsina son sorprendentes, porque haces un montaje en paralelo con imágenes de relaciones sexuales explícitas sobre un argumento que poco tiene que ver. ¿Qué efecto pretendías conseguir en el lector?
 
N. Estas historias no fueron más que un experimento gráfico que me permitiera incrementar el volumen de producción en la revista Rambla. Por ello dibujé sobre papel vegetal adherido a una cartulina de color azul muy pálido, con la intención de que este tono se convirtiera en una trama gris al someterlo al proceso de fotograbación. El resultado fue satisfactorio, pero los guiones eran deleznables, ya que, una vez dibujadas las viñetas escribía sobre éstas los textos que me sugerían las imágenes, siempre sin interés alguno. La cosa, como es natural, terminaba siendo un argumento bochornoso, una facilona y grosera historia pornográfica del tres al cuarto. Recuerdo que mi buen amigo Enric Sió, muy sofisticado él, al ver la primera historia firmada por mí como Pere Calsina se sintió muy ofendido, me dijo: «Esto es una basura, ¿de dónde ha salido el desgraciado que ha dibujado esa ordinariez?» Nunca me atreví a decirle que aquel desgraciado era yo. Tenía mucha razón Sió, aquellas historias eran una auténtica basura.
 
T. En los primeros ochenta compartiste estudio un par de años con Manel Ferrer. Por favor, háblanos de uno de los dibujantes eróticos más prolíficos y con mayor inventiva de aquella época.
 
N. Mi relación con Manel Ferrer se remonta a los años de mi adolescencia, cuando él, con una guitarra en bandolera, abandonó Suria, su población natal, y llegó a Barcelona con la intención de triunfar en el mundo de la canción. Tras un sinfín de audiciones radiofónicas que no fructificaron como él esperaba, acabó recalando en Selecciones Ilustradas, ya que tenía talento para el dibujo y en la agencia estaban necesitados de mano de obra para abastecer la gran demanda tebeística extranjera, francesa básicamente. Y allí, como todos nosotros, se hizo profesional de cómic en muy poco tiempo. Quince años después, Manel y yo estuvimos trabajando juntos en un estudio que alquilamos cerca de nuestros respectivos domicilios. Podría escribir una novela de humor desternillante sobre aquellos dos o tres años, pero esto ya es otra historia, y muy larga.
Manel Ferrer era un magnífico caricaturista, trabajador incansable, autodidacta, versátil, firme en sus convicciones hasta la tozudez, que empleaba los medios técnicos menos convencionales con los que obtenía unos resultados sorprendentes. Pero si algo hay que destacar de él es su insólita capacidad de producción: llegó a dibujar el solito una revista mensual, Manolo e Irene, de 44 páginas, y sin procedimientos digitales, que aún no se empleaban en aquellos años. Él se ventilaba con pluma y pincel en ristre y sin el uso de calcadora ni proyector alguno: portada, historietas, guiones, chistes, coloración, rotulación, producción, edición y control de la distribución. Vamos, de guía Guinness, sin exageración.
 
T: Manel había trabajado mucho con Amaika, sobre todo en El Cuervo. ¿Por qué cerró el sello Amaika y cómo se creó Iru, sello que continuó sacando aquella revista y otras en las que colaboraste tú?
 
N: Bueno, ya sabes, el 20 de diciembre de 1977 se produjo el atentado terrorista en la redacción de El Papus por parte del grupo armado de ideología fascista Triple A (Alianza Apostólica Anticomunista) en el que murió Juan Peñalver, el conserje. Ante un episodio tan aterrador, la mayoría perdió el estímulo, la revista se siguió editando hasta los años ochenta, pero con una evidente decadencia. No es fácil seguir haciendo humor desde la sangre y el comprensible miedo.

Xavier de Etcharri y Carlos Navarro, propietarios de Amaika, constituyeron el nuevo sello Editorial Iru, iniciando la publicación de una nutrida colección de revistas semanales de factura erótico pornográfica, ajenas a cualquier compromiso sociopolítico: El Cuervo, Hara Kiri, Judía Verde, El Puro “G”, Kaña, etcétera.

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Los seis primeros números de La judía verde llevaron portada de Valls, ciertamente elegantes aunque redundaran en el humor grueso en el que la mujer salía siempre agraciada y dispuesta.


T: Durante un tiempo actuaste como “agente” de un grupo de dibujantes para surtir de contenidos eróticos a Iru. ¿Puedes recordarnos ese periodo?
 
N: Carlos Navarro, director de Iru, no daba abasto para cubrir el contenido que le exigían tantas revistas semanales y un sinfín de extras que aparecían cada dos por tres. Por ello, sabiendo que yo disponía de una modesta estructura editorial, recurrió a mí para que me ocupara de suministrarle material que necesitaba para cubrir sus necesidades, que eran muchas. Así pues, en el seno de Intermagen, SA, mi editorial, me ocupé de gestionar parte de la producción artística de Ediciones Iru. Carlos Navarro controlaba a sus autores y yo a los míos. Al final, los trabajos de todos ellos aparecían semanalmente en las publicaciones del primero.
 
T: Actúas como “mecenas” con algunos de los autores jóvenes que llegan en este momento a dibujar erotismo y porno en Iru. Destacaron: Salva, Xavi, Mikaelo, Soler, Vila, Bellido, Siscu, Epi… y varios más. Seguro que puedes hablarnos de algunos de ellos y de cómo se asomaban al tema del sexo.
 
N: Se dice que un mecenas es alguien que patrocina las letras y las artes. Formar un equipo para llenar las páginas de revistas porno de ínfima calidad es otra cosa muy distinta.
Ante la oferta de Carlos Navarro, me encontré en la necesidad de buscar dibujantes muy jóvenes que desearan —en unos momentos en que la industria del cómic ya había cruzado el contorno del abismo— ver sus primeros trabajos publicados y poder contar con una remuneración mensual, exigua pero fija. Algunos de los que citas ya habían colaborado anteriormente para mí en las revistas Bichos, Gatopato, Caníbal y Chucho Larguirucho, de mi editorial Intermagen, SA, realizando portadas e historietas. Cada semana aparecían en la redacción con sus carpetas, de las que extraían sus trabajos esperando mi beneplácito. Fue muy agradable tratar con todos ellos, yo intentaba orientarles, les sugería argumentos, contábamos chistes que pudieran ser convertidos en historietas, les corregía aquello que consideraba erróneo, siempre en un clima muy distendido y amigable. Guardo muy buen recuerdo de aquel grupo de dibujantes tan jóvenes y talentosos, donde siempre prevaleció un gran respeto entre todos nosotros.
Y ya que se me brinda la oportunidad quiero confesar lo siguiente: cuando cesé en mi función de intermediario entre mis jóvenes dibujantes y Editorial Iru me quedé sin trabajo. Me quedé sin trabajo en un momento que la industria del medio estaba cayendo en picado (año 1989) sin posibilidad de recuperación, como se vio luego. Y me puse de lleno a dibujar cientos, cientos de páginas de historias pornográficas para cada una de las revistas de la citada editorial. El resultado era tan abominable que me oculté (aunque era reconocible) tras varios seudónimos: Valls, Monsita, Dean, Sito, JM y otros que afortunadamente he olvidado. Reniego de toda aquella monumental masa de cómic rastrero que, curiosamente, el total de originales —un paquetazo de varios quilos— me lo compró personalmente el mecenas Rafael Tous, de la Fundación Rafael Tous de Arte Moderno. Y espera, espera, que años después el tal Tous ofreció toda su colección por seis millones de euros al MACBA (Museu d’Art Contemporani de Barcelona), y no sé como acabó el tema ni falta que me hace. Pero, qué paradoja, igual toda aquella inmundicia comiquera un día sale a subasta en Christie’s. Cosas más raras se han visto, ¿o no? Y es que, como siempre digo, la vida es un cómic.
 
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Primera página de una historieta de Valls publicada en La judía verde, nº 88. Un trabajo alimenticio.  
T: Al hilo de lo anterior, ¿qué límites te impusiste tú en la representación de la genitalidad, de las parafilias, de temas tabú, etc.?
 
N: El límite que impone el sentido común; nunca pensé escandalizar ni tocar asuntos malsanos. Sólo intenté entretener.
 
T: ¿Qué tema o relato erótico hubieras querido escribir/dibujar o cuál consideras que hubiera sido excelente como base para un cómic erótico?
 
N: Pues la verdad es que jamás he sentido la necesidad de tratar con interés el género erótico. De entrada, me cuesta mucho dibujar la anatomía femenina, para un proyecto semejante uno debe saber dibujar como Manara o mi amigo Altuna. De poder hacerlo, no dudaría en elegir la celebrada obra de un anónimo victoriano titulado El Libro del Chuzo, Estudios Modernos sobre la ciencia del Retozo (Guía para jovencitas sobre el conocimiento del Bien y del Mal).
 
T: ¿Qué ha quedado del sexo como sujeto narrativo en la historieta de hoy, ya que el porno impreso ha dejado de vender y sólo queda el recurso del porno filmado, carente casi por completo de andamiaje ficcional (todo forma, apenas contenido)?
 
N: El progreso tecnológico lo cambia todo. Es normal que las características que ofrece el nuevo soporte audiovisual (movimiento, sonido, de fácil acceso y además gratuito), arrincone la imagen erótica impresa sobre papel, ¡y no olvidemos los prodigios que están a la vuelta de la esquina, a punto de saltar sobre nosotros! Ojalá de chaval hubiera tenido una tablet y haber podido ver montañas de pornografía interpretadas por bellas chicas de carne y hueso y no tener que masturbarme mirando un pringoso cuadernillo mal dibujado que me pasaban de tapadillo.

Me preguntas: ¿qué ha quedado del sexo como sujeto narrativo en la historieta de hoy? Bueno, siempre tenemos a Chester Brown, Daniel Clowes, Peter Bagge y otros que deben pulular por ahí y que desconozco por completo.

T: ¿Consideras que el uso que se hace hoy del cuerpo de la mujer (y de su sexualidad) en los medios de comunicación difiere mucho del que se hacía hace treinta y cinco años? 

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 Ilustración del autor en la que reflexiona sobre la ciencia ficción con una modelo que combina belleza con sordidez. 
N: ¿Y por qué sólo hemos de retroceder treinta y cinco años? El cuerpo de la mujer, desde la antigüedad, desde el antiguo Egipto, por poner una referencia tópica, ha sido admirado por su belleza. El cuerpo de la mujer puede ser de una belleza incomparable y, por consiguiente, hechiza al hombre y también a aquella mujer que siente atracción por personas de su mismo sexo. De la misma manera, el cuerpo del hombre también ha sido admirado por su belleza, por lo que también su cuerpo puede ser de una belleza incomparable y, por consiguiente, hechizar a la mujer y también a aquel hombre que siente atracción por personas de su mismo sexo. Pero, claro, años ha, muchos años ha, aparecieron en la faz del planeta dos religiones abrahámicas: el judaísmo y el cristianismo, y de su estrecha relación surgió el judeocristianismo y entonces parió la abuela y se jodió la cosa. Nació el pecado y el sentimiento de culpa por siempre jamás, y hala, todo el mundo bien tapadico, no vaya a ser que veamos las vergüenzas ajenas y caigamos en una vorágine de desquicio criminal.

Yo qué sé, oye, yo sólo apelo al concepto de libertad y al respeto mutuo.

Creación de la ficha (2012): Josep Maria Beà y Manuel Barrero. Revision de Antonio Morreno y Alejandro Capelo. · Datos e imágenes tomados de tebeos originales con obras de Norton.
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
Manuel Barrero, NORTON (2012): "Norton, libidinosidad surreal. Entrevista", en Tebeosfera, segunda época , 9 (7-VI-2012). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 30/IV/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/norton_libidinosidad_surreal._entrevista.html