QUÉ ES LA MEDICINA GRÁFICA
M.ª BLANCA MAYOR SERRANO

Title:
What is graphic medicine
Resumen / Abstract:
En España, el término 'medicina gráfica' circula por blogs, cibersitios y redes sociales desde hace un par de años. Sin embargo, la información que se ofrece es, cuando menos, insuficiente. El objetivo de este trabajo es arrojar luz sobre este campo de suma utilidad para profesionales de la salud, pacientes, cuidadores y población general; un campo que, en parte, no es tan reciente como se piensa. / In Spain, the term 'graphic medicine' has been swarming through blogs, websites and social networks throughout the last two years. However, the information offered is inadequate at best. The aim of this work is to shed light on this extremely useful field for health professionals, patients, caregivers and the general population; a field that may not be as new as it is believed.
Palabras clave / Keywords:
Medicina, Medicina gráfica, Patografía gráfica, Educación médica, Ciencias de la Salud, Divulgación médica, Diabetes/ Medicine, Graphic medicine, Graphic pathography, Medical education, Health Sciences, Popularisation of medicine, Diabetes mellitus

QUÉ ES LA MEDICINA GRÁFICA [1]  

 

1. Origen y evolución de la denominada “medicina gráfica”

En poco más de una década, lo que se ha venido en llamar “medicina gráfica” ha pasado de ser un término acuñado para un cibersitio (Williams, 2007) a un campo, que, basándome en las aportaciones de estudiosos de la materia (Anderson et al., 2016; Williams, 2017; Callender, 2018; Myers y Goldenberg, 2018) defino como un campo de estudio interdisciplinar que explora la intersección entre el medio del cómic —en sus diversos formatos y soportes de publicación— y la representación de la vivencia de carencia de salud [2], la práctica asistencial y la divulgación e información médicas, así como su uso y eficacia en la educación de profesionales de la salud y en la divulgación y educación en salud.

Conviene señalar que el término medicina gráfica se suele utilizar para hacer referencia tanto a los cómics de estas temáticas como a los estudios teóricos y prácticos, y publicaciones en general, propios de este campo. Y subrayo “se suele” porque en España, por influjo de la información que figura en el cibersitio Medicina gráfica [3], creado en 2017, y de la que sus artífices difunden especialmente en las redes sociales, bajo este término se alude a otro tipo de materiales —videos de animación, cuentos, infografías— que, atendiendo a los postulados primigenios y actuales de la medicina gráfica, no guardan relación alguna con el medio del que se ocupa este campo: el cómic.

Fig. 1. Ian Williams. (Foto: Steve Lamprell). Fig. 2. Foto de portada del cibersitio GraphicMedicine.

Para entender cómo ha llegado a ser lo que es la medicina gráfica, hemos de remontarnos al año 2007, cuando el médico británico y autor de cómics Ian Williams acuñó el término graphic medicine con el que bautizó su cibersitio (figs. 1 y 2) y del que se ocupó en solitario hasta que en 2012 se uniera la enfermera estadounidense y también autora de cómics M. K. Czerwiec y, cinco años después, Matthew Noe, bibliotecario de la Facultad de Medicina de Harvard. Con el cibersitio Williams perseguía dos objetivos:

1. Recopilar y reseñar tanto graphic pathographies (patografías gráficas) —término acuñado por Green y Myers (2010: 574), que defino como cómics de autor, de corte autobiográfico o semiautobiográfico, la gran mayoría de no ficción, en los que la carencia de salud del propio autor o de algún miembro de su familia o entorno y todo lo que ello conlleva constituye el núcleo temático [4]— como aquellos cómics elaborados por entidades públicas y privadas, así como por particulares, para la divulgación y comunicación médico-sanitarias, y la educación para la salud.

2. Explorar la relevancia de estas publicaciones para la formación de médicos y el cuidado de la salud.

Es más, ya por aquel entonces, en una de sus secciones, “Why “Graphic Medicine”?”, Williams (2007) instaba a los profesionales sanitarios a leer en concreto patografías gráficas por considerarlas un recurso utilísimo por cuanto reflejan las percepciones culturales de la medicina, relatan la experiencia subjetiva de pacientes, cuidadores y facultativos, facilitan la discusión de temas complejos y ayudan a otros enfermos y cuidadores a lidiar con la enfermedad.

         
Fig. 3. Michael J. Green (Fotografía reproducida con su permiso).          

Otra figura muy relevante en el mundo de la medicina gráfica es Michael J. Green, profesor del departamento de Humanidades y Medicina Interna de la Facultad de Medicina de Pensilvania (fig. 3). Él fue uno de los primeros en reparar en la utilidad de las patografías gráficas para la formación de futuros médicos. En 2009 organizó el seminario Historias gráficas y narrativas médicas destinado a alumnos de cuarto curso, seminario que, desde entonces, tiene lugar cada año (Green, 2013). Tras unas clases introductorias al lenguaje del cómic, los asistentes no solo leen y comentan patografías gráficas, sino que también crean sus propios cómics, lo que les sirve de válvula de escape frente al estrés que sufren durante sus estudios, especialmente en las prácticas clínicas. Además, es una manera de reflexionar sobre cómo esas experiencias han contribuido a forjar su identidad profesional. Seminario cuya utilidad para la enseñanza o el aprendizaje de competencias importantes para la profesión médica —el fomento de la empatía, la mejora de las habilidades de observación y diagnóstico, el razonamiento clínico, la comunicación con el paciente, la atención a aspectos de la comunicación no verbal y la conciencia de los sesgos médicos— ha quedado demostrada (Green, 2013, 2015).

Ambas iniciativas —tanto el cibersitio de Williams como el seminario de Green—, a las que conviene sumar el artículo de Green y Myers “Graphic medicine: use of comics in medical education and patient care”, que trata sobre la utilidad de las patografías gráficas para médicos y pacientes, publicado en marzo de 2010 en la prestigiosa British Medical Journal (Green y Myers, 2010), no pasaron desapercibidas particularmente entre aquellos autores de cómic, educadores y profesionales sanitarios que por motivos personales o profesionales habían recurrido a estos tipos de cómics. Impulsado por Williams, el 17 de junio de 2010 tuvo lugar en Londres el primer congreso de cómics y medicina —que, desde aquella primera edición, viene celebrándose anualmente ya sea en Reino Unido ya en Estados Unidos—, lo que supuso el espaldarazo a la denominada “medicina gráfica”. Dicho reconocimiento se vio pronto respaldado por el hecho de que diversas revistas de peso publicaran numerosos artículos sobre la cuestión (Annals of Internal Medicine —que desde 2013 cuenta con la sección Annals Graphic Medicine—, Academic Medicine, Journal of Medical HumanitiesJournal on Interdisciplinary Studies in Humanities, Literature and Medicine, American Medical Association Journal of Ethics, dedicando esta última, bajo el título Graphic Medicine and Health Care Ethics, un número completo a la medicina gráfica en febrero de 2018) [5], y por la creación en 2015 de la serie Graphic Medicine por parte de la editorial Penn State University Press, que se estrenó ese mismo año con el volumen Graphic Medicine Manisfesto, en el que Czerwiec, Williams, Squier, Green, Myers y Smith esbozaban los principios del campo (Czerwiec et al., 2015), cuya repercusión, especialmente en España, abordaré en el apartado 3.

Ahora bien, aun cuando el término “medicina gráfica” y uno de los pilares sobre los que se asienta —las patografías gráficas— sí son un fenómeno de nuestros días [6], no se puede afirmar lo mismo respecto a parte del concepto que encierra (Mayor Serrano, 2011, 2013; Schneider, 2014; King, 2017; Williams, 2017; McNicol, 2018), es decir, los cómics creados expresamente para la divulgación, información y educación en el ámbito de la medicina y la salud, y su estudio.

 

2. El cómic como herramienta para divulgar, informar y educar en el ámbito de la medicina y la salud

La novedosa combinación en la mayoría de las patografías gráficas de experiencia personal y divulgación científico-médica posibilita a los lectores lo siguiente. Por una parte, empaparse de las vivencias personales, de las experiencias, de los sentimientos más íntimos de sus protagonistas y de su percepción del entorno que les rodea. Son obras que, además de ayudar a romper tabúes y a neutralizar el estigma social que rodea a determinadas enfermedades, como apunta González Cabeza en referencia explícita a Epiléptico. La ascensión del gran mal (2017: 22),

[…] construyen un relato que trasciende lo estrictamente biográfico y patográfico, ofreciéndonos una amplia perspectiva acerca del modo en que una enfermedad […] define, de un modo u otro, la identidad tanto del sujeto enfermo como de su círculo social más cercano.

Y más importante aún es que se transforman en reflejo de las historias de no pocos que están atravesando o han atravesado la misma situación. Relatan anécdotas reales que hablan de lucha, esfuerzo y superación contra alguna dolencia; consiguen reflejar, gracias al lenguaje del medio, desde la incertidumbre, la pesadumbre y los temores ante una enfermedad hasta el «susurro de la confidencia [y] la expresión enfática del dolor que ha sufrido» (Martos, 2014); la identificación y la comprensión del lector son inmediatas, y le brinda, además, la no despreciable y necesaria sensación de formar parte de una comunidad, amén de mejorar su percepción de la enfermedad (Green y Myers, 2010; William, 2012; Myers y Goldenberg, 2018: 162).

Por otra parte, estas obras transmiten al lector información rigurosa sobre una enfermedad determinada de manera comprensible pese a la complejidad de los temas abordados. El lector, en definitiva, se instruye sobre temas propios de las ciencias de la salud que algunos dibujantes de cómic explican con meticuloso detalle en el plano gráfico y textual como, por ejemplo, en De tripas y corazón, de Pozla, Cara o cruz, de Lou Lubie o Que no, que no me muero, de María Hernández Martí (guion) y Javi de Castro (dibujo).

Qué duda cabe que esta modalidad de cómic, propia del siglo XXI y uno de los pesos pesados de la medicina gráfica, es de suma utilidad no solo para pacientes, cuidadores y allegados, así como para profesionales sanitarios en ciernes y en ejercicio como comprobarán los lectores en el próximo apartado, sino también para el público en general. No obstante, existe otra modalidad de cómic, los creados expresamente para la divulgación, información y educación en el ámbito de la medicina y la salud, cuya elaboración y cuyo estudio se remontan al siglo pasado. Y no me refiero solo a los cómics o revistas de cómics publicados en otros países como Estados Unidos, en los que, por el interés que suscitan (McAllister, 1992; Hansen, 2004, 2009; Mayor Serrano, 2011, 2016; Schneider, 2014; Yu, 2015; Krakow, 201 7), me detendré en primer lugar, sino muy especialmente a cómics editados en español como mostraré más adelante.

       
Fig. 4. “Yellow Jack” (True Comics, vol.1, núm.1, p. 37) © 1941 True Comics, Inc.         Fig. 5. “The story of the Red Cross” (True Comics, vol. 1, núm. 2, p. 46) © 1941 True Comics, Inc.

Entre las revistas de cómics merece especial atención True Comics [7]. El primer número apareció en abril de 1941 y se estrenó, junto con otras historietas, con la dedicada a la fiebre amarilla y al doctor Walter Reed y sus colegas (fig. 4). El éxito alcanzado fue tal que en tan solo diez días se agotaron los 300.000 ejemplares de la revista y pasó a editarse con una periodicidad mensual en vez de bimestral como estaba previsto. A este primer número le sucedieron setenta y siete más, en algunos de los cuales se divulgaban diversos, a la par que fascinantes, episodios de la historia de la medicina (figs. 5, 6 y 7).

     
Fig. 6. “Death fighter. Dr. Robert Koch” (True Comics, vol. 1, núm. 3, p. 12) © 1941 True Comics, Inc.       Fig. 7. “Penicilin” (True Comics, vol. 4, núm. 41, p. 18) © 1944 True Comics, Inc.

Los esfuerzos por educar e informar a la población sobre temas de salud a través del cómic se remontan a la segunda mitad del siglo pasado. Buena muestra de ello son Keith and Ellen win a new look on life (fig. 8), Where there is smoke, there is dangerLadies…wouldn’t it be better to know? (fig. 9) El primero, que data de 1954 y cuya edición corrió a cargo de la farmacéutica Elli Lilly and Company, estaba concebido para niños con diabetes y eran los propios médicos los que los entregaban a los padres de los jóvenes pacientes. El segundo, de 1965 y editado por la Sociedad Americana contra el Cáncer, informaba sobre los peligros del tabaco. Se estuvo distribuyendo en colegios y centros sanitarios desde su publicación hasta 1978. El tercero lo editó en 1969 también la Sociedad Americana contra el Cáncer con el fin de informar a la población femenina sobre la importancia de hacerse la prueba de Papanicolaou o citologías vaginales para prevenir el cáncer de cuello de útero [8]. Cómics cuyo número ha ido creciendo de manera exponencial a lo largo de más de sesenta años con el propósito de divulgar, informar y educar en el ámbito de la medicina y la salud, y que han sido objeto de estudio por un buen número de investigadores (Putnam y Yanagisako, 1982; Zielinski, 1986; Gillies et al., 1990; McAllister, 1992; Bellingham y Gillies, 1993; Barnes, 2006; Tatalovic, 2009; McNicol, 2014, 2017; Ashwal y Thomas, 2018; Yu, 2015; Muzumdar, 2016; Squier, 2018).

       
Fig. 8. Keith and Ellen win a new look on life, © 1954 Lilly and Company.         Fig. 9. Ladies…wouldn’t it be better to know? © 1969 American Cancer Society.

Pero como adelantaba al principio de este apartado no me refería solo a cómics publicados en otras lenguas, sino muy especialmente a los editados en español. Ya desde principios de la segunda mitad del siglo XX disponemos de cómics de corte divulgativo que relataban diversos y apasionantes episodios de la historia de la medicina de la mano de sus protagonistas, entre los que destaco, a título informativo, los de Louis Pasteur. Benefactor de la humanidad (1956) (fig. 10) y Ramón y Cajal, el sabio (1960) (fig. 11), ambos de la serie Vidas Ilustres de la editorial mexicana Novaro.

Fig. 10. Louis Pasteur. Benefactor de la humanidad © 1956 Editorial Novaro. Fig. 11. Ramón y Cajal, el sabio © 1956 Editorial Novaro.

Y de otros tantos divulgativos, como Dos glóbulos en apuros (1978), de la colección Grandes aventuras, de la editora ESCO (Centro Internacional de Estudios para la Escuela y la Comunicación), dirigido a un público escolar, que narraba de manera divertida y pedagógica el funcionamiento del cuerpo humano (fig. 12) [9].

Fig. 12. Dos glóbulos en apuros © 1978 ESCO (Centro Internacional de Estudios para la Escuela y la Comunicación).

Como hoy día, asimismo se editaban cómics para la promoción y educación en salud. Y no solo en español como, por ejemplo, Las aventuras de Salustín en el país de la salud, de 1987, que formó parte de una campaña de salud destinada a niños cursando la EGB (Educación General Básica) y se distribuía en colegios y centros sanitarios «con el fin de informar al niño sobre la salud, su cuidado, mantenimiento y la prevención de las enfermedades» (Jiménez Pérez, 1987: 7), sino también en otros idiomas como el catalán El tabac i els joves. El cas Fumarola, de 1983 y realizado por el Departament de Sanitat i Seguretat Social de Catalunya, que se abría con cuatro páginas con información detallada sobre el tabaco y sus consecuencias para la salud.

Fig. 13. Portadas de cómics para divulgar, informar y educar en el ámbito de la medicina y la salud. De arriba abajo y de izquierda a derecha: Ramón y Cajal, una vida al microscopio (Jordi Bayardi, 2015) © 2015 Colección Científicos; Tengo diabetes. ¿Te lo cuento? (BalanceLabs, Raquel Gu, 2014), © 2014 BalanceLabs, Raquel Gu; Atenta (Juan Antonio Hormaechea, Roberto Bergado, 2011, 2.ª edición) © 2011 Roberto Bergado; Un día como hoy (el cáncer de mama entró en casa) (Eduard Farran y Álvaro Pastor, 2009) © 2009 Sociedad Española de Senología y Patología Mamaria, y Pfizer; Tú, yo y el Alzheimer (Arturo Blasco, Iván Sánchez y Mario del Barrio, 2016) © 2016 SANED; Miguel, cuando el corazón crece (Fundación Menudos Corazones, David Belmonte, Kidekom, 2008) © 2008 Kidekom, © 2008 Fundación Menudos Corazones; La aventura de la depranocitosis (Anna Cabot i Dalmau, Joaquín González Dorao, ALHETA) © 2009 ALHETA; Trabajo y salud (Hetaira, s. f.) © Hetaira; Neurocómic (Matteo Farinella y Hana Roš, 2014) ) © 2014 Norma Editorial

Conscientes del potencial comunicativo del medio para divulgar, informar y educar en el ámbito de la medicina y la salud, y gracias a los avances tecnológicos, el número de entidades públicas y privadas, y de particulares que apuestan por este tipo de cómic ha ido aumentando de manera espectacular y son amplísimos el tipo de destinatarios a los que se dirige —población general, población infantil y juvenil, determinados colectivos y hasta profesionales sanitarios—, los soportes —papel, digital, webcómic— y el abanico de temas que abarca (fig. 13) [10] . Volumen de publicaciones que, lamentablemente, no se corresponde con la atención prestada a este tipo de cómic en España y otros países hispanohablantes por parte de estudiosos del cómic, lingüistas, educadores, divulgadores, profesionales sanitarios, sociólogos, antropólogos y hasta traductores [11], que, salvo por contadas excepciones (Reverté y Sáez, 2004; Torrecilla García et al., 2004; Barrero, 2009; Mayor Serrano, 2012a,b,c, 2013, 2016; Galindo Lancheros y Román Álvarez, 2016), podría calificarse de irrisoria.

No obstante la escasez de estudios sobre el cómic concebido para divulgar, informar y educar en el ámbito de la medicina y la salud en la lengua de Cervantes, parte del concepto que encierra el término “medicina gráfica”, como ha quedado patente a lo largo de este apartado, viene de bien lejos.

 

3. El cómic como recurso educativo para estudiantes de ciencias de la salud

3.1. Uso de patografías gráficas

No son pocas las facultades de medicina, de ciencias de la salud y unidades docentes de hospitales universitarios en España y otros países que han empleado y emplean la literatura o el cine como instrumento pedagógico para la formación humanística del estudiante, algo básico y fundamental para ser un buen profesional (Squier, 2000; Loscos et al., 2006; González de Dios, 2010; González de Dios, et al. 2012a,b; Baños y Guardiola, 2016, 2018).

Desde que Green introdujera en el departamento de Humanidades y Medicina Interna de la Facultad de Medicina de Pensilvania el seminario Historias gráficas y narrativas médicas, las patografías gráficas han empezado a formar parte de los elementos que las humanidades médicas han incorporado como herramienta didáctica, y otros profesores, animados por sus prebendas docentes, también se han lanzado a emplearlas bien a través de seminarios como en la Facultad de Medicina Feinberg de Chicago, en la de la Universidad de Toronto o en la de la Universidad de Massachussetts, bien en forma de actividad enmarcada en el contexto de una asignatura determinada (Muzumdar, 2016b [en Nueva York]; Rocamora-Pérez, et al., 2017 [12] [en Almería]). Empleo que, además, se ha visto favorecido por la proliferación de este tipo de cómic y la variedad de temas que abraza. A modo de ejemplo, destaco algunos de los cómics —sean originales o versiones en castellano de otros idiomas— que podemos encontrar en el mercado español: Lucille (anorexia), María y yo; María cumple 20 años (autismo), Yo, gorda; Gorda (bulimia), Don Barroso (cáncer de colon), Los silencios de David (cáncer de laringe),Cancer Vixen. Mi lucha contra el cáncer; Alicia en un mundo real; La historia de mis tetas; Que no, que no me muero (cáncer de mama), Rosa y Javier (drogadicción);17 Vivir, revivir, sobrevivir (cáncer testicular), Epiléptico La ascensión del gran mal; Ausencias (epilepsia), Piltrafilla; De tripas y corazón (enfermedad de Crohn), Un adiós especial; La ternura de las piedras (envejecimiento, final de la vida, cuidados paliativos), Fantasmas (fibrosis quística), Francine se desarregla (menopausia), Una posibilidad (parálisis cerebral), Super sorda (pérdida de audición), Shino no es capaz de decir su propio nombre (tartamudez), El día de la victoria;Majareta. Manía, depresión, Miguel Ángel y yoCara o cruz (trastorno bipolar), Trágame entera;Las voces y el laberinto;Desmesura. (Una historia cotidiana de locura en la ciudad) (trastorno obsesivo compulsivo, esquizofrenia), El paréntesis (tumor cerebral) o Píldoras azules; Pedro y yo; Trapicheos en la Segunda Avenida (sida). Y no olvidemos los cómics escritos en otras lenguas vernáculas como el catalán ( Sostres [accidente de tráfico, estancia hospitalaria]) [13] o el gallego (O corpo de Cristo [enfermedad mental desde la perspectiva de una niña]).

Algunas de las razones que se esgrimen para hacer uso de la literatura o el cine como recurso didáctico son las siguientes (Squier, 2000; González de Dios, 2010; Baños y Guardiola, 2016, 2018):

• Ayudan a ver la profesión médica y la enfermedad (con su componente emocional) desde el punto de vista de los propios pacientes.

• Encaran a los estudiantes con sus propios prejuicios, sesgos e ideas preestablecidas.

• Ayudan a aprender a empatizar y combinar la formación técnico-científica con la humanística.

• Contribuyen a la consideración de aspectos éticos.

Al fin y al cabo, prácticamente los mismos motivos que se aducen respecto a las patografías gráficas (Green y Myers, 2010; Fong, 2012; Mayor Serrano, 2012b,c, 2016; Muzumdar, 2016b; Rocamora-Pérez, et al., 2017; Williams, 2012a). Cabe preguntarse, entonces, qué aporta esta modalidad de cómic que quizás no aportan la literatura y el cine que lleva a cada vez más docentes en otros países a hacer uso de las patografías gráficas en estos contextos educativos y que no dejan impasibles a quienes las leen, sean estudiantes de ciencias de la salud o no.

A diferencia de la literatura y el cine, el cómic es un todo narrativo de doble articulación verboicónica, lo que resulta de gran relevancia para el aprendizaje cognitivo y afectivo [14]. La lectura de textos narrativos estimula la emoción, y este es uno de los factores más importantes en la comprensión de la información y en el recuerdo que se tiene de ella posteriormente (Baños y Guardiola, 2018), pero si además se trata de la lectura de narraciones gráficas, como en el caso del cómic, la comprensión y el recuerdo son aún más potentes. Por otro lado, según la teoría de la codificación dual, de acuerdo con Paivio (1986), nuestro sistema cognitivo consta de dos partes: el sistema verbal y el no verbal, y ambos se procesan por canales diferentes; de modo que cuando recibimos información de manera simultánea por ambos, esta permanece en la memoria de un modo más sólido y duradero14. Por ello, el hecho de que el cómic sea un todo narrativo de articulación verboicónica es lo que lo convierte en un valioso instrumento como recurso didáctico, pues contribuye a la eficacia del proceso de aprendizaje cognitivo y afectivo.

Asimismo, demanda una lectura activa y participativa por parte del lector. El cómic es una publicación, es algo tangible, pero es también un lenguaje y como todo lenguaje cuenta con su propia gramática, como códigos, signos iconográficos de gran carga simbólica que el lector ha de descifrar para construir sentido. Las patografías gráficas, como cómics que son, también presentan este tipo de códigos de los que sus autores se valen para, entre otras cosas, transmitirnos, hacernos percibir el estado físico, psíquico, anímico de los personajes. Los globos o bocadillos, las líneas cinéticas, las onomatopeyas, las metáforas visuales, el espacio en blanco que hay entre los paneles, conocido como calle, y otros tantos más obligan al lector a ejercitar habilidades interpretativas tanto verbales como visuales para comprender lo narrado y le exigen un ejercicio activo para construir sentido (Mayor Serrano, 2016) [15], de ahí que, como ha demostrado Green (2013, 2015), las patografías gráficas constituyan un medio idóneo para la mejora de las habilidades de observación y diagnóstico, entre otras competencias importantes para la profesión médica.

Pero el cómic no solo favorece la comprensión y el recuerdo de lo narrado, sino también la identificación del lector con lo narrado. Como explica Williams (2012b), el dibujo minimalista nos permite proyectarnos en el personaje, identificándonos más con él. No es de extrañar, por tanto, que uno de los alumnos de la asignatura Fundamentos de Fisioterapia del primer curso de Grado en Fisioterapia de la Facultad de Ciencias de la Salud (Universidad de Almería), afirmara tras la lectura de Una posibilidad entre mil (Durán y Giner Bou, 2009, Ediciones Sinsentido) lo siguiente (Rocamora-Pérez et al., 2017: 1.122):

He llegado a sentirme un personaje más del cómic, cómo me influían las actuaciones de los profesionales, las alegrías y tristezas de la familia… Ha sido una experiencia diferente y preciosa, me ha encantado.

             
           
             
             
            Fig. 14. El cómic como recurso didáctico en los estudios de Medicina. Manual con ejercicios (M.ª Blanca Mayor Serrano, 2016) © 2016 Fundación Dr. Antonio Esteve y © 2016 M.ª Blanca Mayor Serrano.

Además, las patografías gráficas constituyen un canal de observación e interpretación de situaciones difíciles de intuir durante la formación académica —y, en ocasiones, también al principio del ejercicio profesional— y una excelente vía de aproximación a las vivencias, sentimientos y experiencias de los pacientes, así como a la realidad de la práctica médica desde innumerables puntos de vista, lo que, sin duda, contribuye a dotar al estudiante de medicina o ciencias de la salud de un bagaje de conocimientos y actitudes que le ayudarán a ejercer mejor su profesión y a desarrollar una mirada crítica sobre la práctica cotidiana de los profesionales de la salud (Mayor Serrano, 2016: 25-27). Por no mencionar que se prestan a su explotación didáctica por episodios, permitiendo acceder de manera rápida e impactante a las experiencias de los pacientes, de la familia y del propio profesional sanitario a través de unas cuantas viñetas (Mayor Serrano, 2016).

Ahora bien, al igual que en el caso de la literatura y el cine, el uso didáctico de las patografías gráficas debe estar respaldado por una definición de objetivos rigurosa y un diseño docente lógico, coherente y estructurado. Hasta la fecha, la única iniciativa en ese sentido, y en español, ha sido la de la autora de este artículo. En El cómic como recurso didáctico en los estudios de medicina. Manual con ejercicios (Mayor Serrano, 2016) (fig. 14) presenta tres unidades didácticas destinadas a la enseñanza-aprendizaje de habilidades tan importantes como la comunicación médico-paciente, la capacidad empática, la comunicación de malas noticias y la atención a aspectos de la comunicación no verbal, entre otras. Teniendo en cuenta que las bibliotecas de facultades de medicina en España están desarrollando paulatinamente colecciones de patografías gráficas, sería deseable disponer de más iniciativas sobre la utilización didáctica del cómic en el aula basada, obviamente, en una metodología de enseñanza-aprendizaje fundamentada.

 

3.2. Creación de cómics

La denominada “medicina gráfica” no solo busca explorar el uso y la eficacia de las patografías gráficas en la educación de profesionales sanitarios, sino también promover la creación de cómics por parte de los estudiantes, actividad que va ganando adeptos en el mundo anglosajón (McNicol, 2018) desde la implantación en 2009 del seminario Historias gráficas y narrativas médicas. Y es que la elaboración de cómics, además de servir de válvula de escape a los discentes frente al estrés que sufren durante sus estudios, especialmente en las prácticas clínicas, y de ser una manera de reflexionar sobre cómo esas experiencias han contribuido a forjar su identidad profesional (Green, 2013), ha devenido una herramienta eficaz para destapar el llamado “currículo oculto” (Green, 2015; George y Green, 2015; Green et al., 2017).

A lo largo de la formación médica los estudiantes aprenden muchas lecciones que no forman parte del currículo formal: qué hay que hacer para sobrevivir, dónde encaja uno en la cultura y jerarquía médicas, cómo interactuar con pacientes, profesores y compañeros, qué ideas y comportamientos se consideran aceptables. Estas lecciones y rituales no escritos, no hablados y no oficiales, y transmitidos voluntaria o involuntariamente han llegado a ser denominados por los educadores médicos como el “currículo oculto” (Casado Vicente, 2001; Rodríguez de Castro, 2012).

Green advirtió que cuando a los estudiantes se les da la oportunidad de expresarse, especialmente a través del cómic, tienden a ilustrar la disonancia cognitiva que hay entre lo que aprenden durante la formación clínica práctica y lo que aprenden en la facultad. De modo que, junto a una profesora de literatura y un antropólogo de la Universidad de Pensilvania, examinó todos los cómics que habían creado los asistentes al seminario Historias gráficas y narrativas médicas de la Facultad de Medicina de esta institución a lo largo de ocho años. De ese análisis llegaron a la conclusión de que aprenden cinco lecciones, que, según ellos, no es algo exclusivo de esta facultad estadounidense, sino típico de las experiencias de los estudiantes de medicina de todo el mundo.

1. La medicina tiene una jerarquía estricta y a los estudiantes se les recuerda constantemente que son los últimos de la fila

2. Los estudiantes de medicina no son individuos, sino unidades genéricas intercambiables.

3. Sobrevivir a la escuela de medicina requiere leer la mente del tutor.

4. Para salir adelante, los estudiantes deben sacrificar su bienestar.

5. Se supone que la medicina se centra en el paciente. En la práctica, no es así.

En las facultades de medicina o ciencias de la salud españolas no se conoce hasta la fecha una práctica similar a la que se lleva a cabo en esa y otras facultades de medicina estadounidenses como la de Massachussetts (McNicol, 2018). No obstante, en España no son pocos quienes a través del lenguaje del cómic plasman en viñetas sus vivencias, sus andanzas en el mundo de la medicina, algunas de las cuales recuerdan a esas lecciones no escritas, no habladas y no oficiales que constituyen el currículo oculto (figs. 15 y 16). Es el caso de Javier Sánchez, médico residente, que ha convertido su página de Facebook Reglas Médicas en todo un fenómeno viral, con más de veinte mil seguidores, «que comparten con él fervientemente sus reflexiones e inquietudes. Una legión de fans […] que interaccionan con el autor reflejando sus vivencias en el día a día de sus respectivos centros hospitalarios» (Redacción, 2018).

 

   
Fig. 15. Regla 2 de Reglas médicas (Javier Sánchez, 2016) © 2016 Javier Sánchez.     Fig. 16. Regla 12 de Reglas médicas (Javier Sánchez, 2016) © 2016 Javier Sánchez.

 

El currículo oculto no es una realidad reciente. Numerosos ejemplos de la bibliografía médica ilustran los puntos negros de la educación sanitaria y la ansiedad y hasta el pánico de no pocos estudiantes durante su formación clínica práctica. Pero una cosa es leer un artículo en prosa sobre el tema y otra es verlo a golpe de viñeta, lo que tiene un mayor impacto. Invito al lector a ver la viñeta que reproducen Green et al. (2017) —obra de un estudiante de medicina de la Facultad de Pensilvania y publicada en la revista JAMA en 2015 (George y Green, 2015)— donde se puede observar a un estudiante orinándose de miedo al tener que informar a su tutor sobre un paciente, imagen que, como con acierto señala Baños (2016: XI), «[…] puede ayudar a comprender mucho más la situación de pánico que crea la presión de algunos profesores sobre los estudiantes que la lectura de múltiples informes o revisiones que expliquen las consecuencias de un exceso de celo en la formación médica».

Pues bien, este uso que se le está dando a la medicina gráfica no solo es útil para conocer los puntos negros de la formación clínica práctica, sino que también sirve de catarsis, de terapia tanto para los estudiantes que dibujan estos cómics como para los que los leen. ¿Seremos capaces de hacer algo similar en nuestras universidades?

 

4. Líneas de investigación abiertas en España

Pese a la miríada de cómics creados para divulgar, informar y educar en el ámbito de la medicina y la salud, y los estudios que paulatinamente empiezan a rellenar algunas de las lagunas que hasta ahora han existido en torno a él (véase apartado 2), se impone llevar a cabo investigaciones universitarias y extrauniversitarias rigurosas de carácter histórico, semiótico, sociosanitario, pedagógico y, por qué no, bibliográfico, y presididas por una mínima metodología científica que analicen numerosos aspectos concretos de estos cómics debido a su importancia desde el siglo pasado para los fines mencionados, al igual que se ha hecho con otras clases de publicaciones que persiguen los mismos propósitos como, por ejemplo, los folletos y las guías de salud. Resulta indispensable, pues, que la universidad española empiece a prestar atención a este tipo de cómic en la organización de eventos científicos, que promueva líneas de investigación en torno a él y que propicie posibilidades de publicación académica sobre esta modalidad de cómic.

En los últimos años han visto la luz trabajos interesantes y concienzudos en torno a las patografías gráficas. Cabe citar, por ejemplo, los artículos “Cómics y patologías. Autobiografía enferma”, de Martos (2014), sobre la enfermedad como asunto principal en cómics autobiográficos y algunos modos de presentación, y el de Rocamora-Pérez et al., (2017) “The Graphic Novel as an Innovative Teaching Methodology in Higher Education: Experience in the Physiotherapy Degree Program at the University of Almeria” —cuya versión en español actualizada aparece en este monográfico—, que da a conocer el uso de las patografías gráficas como metodología de innovación docente en la titulación de Fisioterapia de la Universidad de Almería; el libro El cómic como recurso didáctico en los estudios de medicina. Manual con ejercicios (Mayor Serrano, 2016), orientado a la utilización didáctica de este tipo de cómic para la formación de los estudiantes de medicina en la competencia transversal de “Habilidades de comunicación”; la tesis doctoral Los discursos del cómic autobiográfico, de Costa Mendia (2017), que, entre otros muchos aspectos, analiza de manera pormenorizada la obra de Justin Green Binky Brown conoce a la Virgen María; o el libro de González Cabeza (2017) Imágenes de la enfermedad en el cómic actual, que incide en cómo se representa la enfermedad mental y neurológica a través de recursos como la metáfora visual, la perspectiva en primera persona o las viñetas sin texto. Se han celebrado eventos para, entre otros objetivos, dar a conocer el potencial didáctico de las patografías gráficas, como el que tuvo lugar en 2014 en el Colegio Oficial de Médicos de Zaragoza [16], el curso de verano El cómic como herramienta de divulgación y comunicación científica, celebrado en la Facultad de Medicina de Albacete en septiembre de 2018, o el I Congreso de Medicina Gráfica que tuvo lugar en noviembre de 2018. Algunas bibliotecas de facultades de medicina y de ciencias de la salud están desarrollando colecciones de patografías gráficas. Y se ha creado el cibersitio Medicina gráfica (2017), similar en cierto grado al original anglosajón Graphic medicine (2007), y el grupo Medicina y Ciencia Gráfica en Facebook (Mayor Serrano, 2018). Pese a los diversos estudios, eventos e iniciativas enfocados a difundir el interés de las patografías gráficas para médicos, pacientes y cuidadores, nos hallamos ante un erial sediento de investigación teórica y práctica, ante un medio de comunicación con la suficiente entidad como para convertirse de una vez por todas en objeto de atención académica.

En España el uso de patografías gráficas como instrumento pedagógico para la formación integral de estudiantes de ciencias de la salud y como medio de lectura recomendada a pacientes por parte de profesionales de la salud es aún una novedad no desprovista de retos, tales como los apriorismos de no pocos médicos y pacientes sobre los cómics al considerarlos aún infantiles, frívolos o simplistas, idea compartida en otros países (Green y Myers, 2010: 577), y la falta de personal docente y médico-sanitario capacitado para estos fines, así como de materiales que muestren cómo explotar desde el punto de vista didáctico las patografías gráficas en el aula. Desafíos a los que hay que añadir la manifiesta escasez de investigación, de estudios empíricos que respalden su utilidad y eficacia como herramienta educativa en el contexto educativo y asistencial español a corto y largo plazo.

Y aún resta por sopesar la oportunidad de la práctica de elaborar cómics por parte de discentes en el contexto universitario español, ya que su implantación requeriría por parte de los docentes conocer, al menos, los rudimentos del medio o la contratación de profesionales del arte secuencial.

Con estas líneas concluyo este artículo pensado para arrojar luz sobre qué es la medicina gráfica, con el que espero haber despertado el interés entre el mundo universitario, los estudiosos de las humanidades médicas y los aficionados al cómic por un campo tan fascinante y polivalente como desconocido.

 

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NOTAS

[1] Parte del contenido de este artículo corresponde a mi ponencia “La importancia de la medicina gráfica para la formación integral de estudiantes de Ciencias de la Salud” y a mi charla “El cómic como herramienta para divulgar, informar y educar en el ámbito de la medicina y la salud” dictadas en el curso de verano El cómic como herramienta de divulgación y comunicación científica, celebrado en la Facultad de Medicina de Albacete el 6 y el 7 de septiembre de 2018.

[2] Entiéndase por salud “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades” (OMS, 2014).

[3] Véase la sección que denominan “Cómics sobre enfermedades (on-line)”, que, además de algunos cómics, bajo la misma etiqueta recopila materiales como videos de animación, guías de salud y cuentos para niños.

[4] Para la definición del término me he basado en parte en las aportaciones de Green y Myers (2010), Williams (2011, 2012a), Vaccarella (2013), Goldenberg (2016), Ashwal y Thomas (2018), Myers y Goldenberg (2018) y Yu (2018). A diferencia de la mayoría de ellos y para no seguir arrastrando la falta de precisión en la definición por el uso del vocablo enfermedad, he optado por prescindir de él y hablar de carencia de salud, en el sentido que le otorga la OMS, ya que muchos de los cómics que se recogen bajo la etiqueta de patografía gráfica abordan, además de enfermedades propiamente dichas, síndromes, trastornos y hasta procesos naturales como el embarazo, la menopausia, la vejez o la muerte, si bien estos últimos desde el padecimiento, la angustia, la congoja, el daño, el duelo, la desdicha o el sufrimiento. Conceptos que, por otra parte, se ajustan más a la etimología del término en cuestión: patografía [path(o)- πάθος gr. 'padecimiento', 'sentimiento' + graphíā -γραφία gr. 'estudio', 'escrito'], como consta en el Diccionario médico-biológico, histórico y etimológico de la Universidad de Salamanca, y en la versión en línea del Diccionario de Términos Médicos de la Real Academia Nacional de Medicina.

[5] Se puede acceder al monográfico completo desde este enlace: https://journalofethics.ama-assn.org/issue/graphic-medicine-and-health-care-ethics

[6] En España las patografías gráficas no han visto la luz hasta el siglo XXI. No así, por ejemplo, en Estados Unidos, donde Binky Brown Meets the Holy Virgin Mary, de Justin Green, publicado originalmente en 1972 y editado en español en 2011 por La Cúpula bajo el título Binky Brown conoce a la Virgen María, constituye el primer ejemplo de esta modalidad de cómic.

[7] Los setenta y ocho números de la revista True Comics se encuentran en formato PDF en Michigan State University Libraries: https://lib.msu.edu/branches/dmc/collectionbrowse/?coll=39

[8] He obtenido la información relativa a estos cómics del cibersitio de Ethan Persoff Welcome to Comics with Problems .

[9] Recomiendo la lectura del trabajo de Barrero (2009) en el que analiza de manera sobresaliente las páginas de historieta que contenía el libro Los invasores del cuerpo humano, destinado a enseñar la fisiología y anatomía.

[10] Para tener una visión global, remito al interesado a la etiqueta “Cómics” del blog Comunicación y educación en salud (Mayor Serrano, 2011-2016).

[11] No olvidemos que muchos de estos cómics —patografías gráficas incluidas— nos llegan traducidos.

[12] Remito al interesado al artículo “El cómic como herramienta didáctica en ciencias de la salud”, publicado por los mismos autores en este número monográfico de Tebeosfera.

[13] Con el título alude al de la ambulancia, del quirófano, del hospital que veía tras el accidente de moto.

[14] Comunicación personal de Gerardo Vilches —profesor de la Universidad Europea de Madrid, autor de Breve historia del cómic (2014), de El guión de cómic (2016), y editor de la revista en línea Cuadernos de cómic (CuCo) —, fruto de un trabajo de investigación pendiente de publicación . Deseo expresar públicamente mi agradecimiento a Gerardo Vilches por haberme permitido reproducir estos párrafos antes de su publicación.

[15] Por motivos de espacio no me detendré en estos aspectos, que abordaré con detalle en próximos trabajos.

[16] La autora de este artículo tomó parte con un taller titulado ¿Qué puede aportar el lenguaje del cómic a los estudios de Medicina?.

[17] Todos los enlaces de Internet recogidos en este apartado estaban activos el 17 de agosto de 2018.

TEBEOAFINES
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Creación de la ficha (2018): Félix López
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
M.ª Blanca Mayor Serrano (2018): "Qué es la medicina gráfica", en Tebeosfera, tercera época, 9 (18-XII-2018). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 12/XII/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/que_es_la_medicina_grafica.html