SEMBLANZAS Y REFLEXIONES: EL TALENTO INEQUÍVOCO DE LAS MUJERES
En los últimos años, las editoriales, tanto literarias como de cómics, han empezado a entender el potencial de las autoras dentro de sus catálogos. Atrás quedan otras épocas en las que a duras penas resaltaban dos o tres perfiles femeninos en un maremágnum marcadamente masculino en términos populares. Sin embargo, todavía es reciente el eco de la polémica del 43º Festival de Angulema, que, en 2016, olvidó incluir en su lista de candidatos al gran premio nombres de autoras. Ese lapsus demostró la falta de formación del equipo nominador y la problemática mirada del festival, que, aunque tenga una agenda claramente francófona, en sus más de cuatro décadas solo ha reconocido con su máximo galardón a dos mujeres. A Claire Bretécher le dieron en 1983 un galardón especial de décimo aniversario, y a Florence Cestac, en 2000, le fue otorgado el gran premio. La polémica generó un profundo resentimiento, entre otras razones, debido a que el festival gestionó las críticas de forma condescendiente. En un vano intento por salir al paso, los organizadores trataron de ampliar su lista de nominados e introducir nombres de autoras; y, por unos minutos, Lynda Barry, Julie Doucet, Moto Hagio, Chantal Montellier, Marjane Satrapi y Posy Simmonds aparecieron como las nuevas nominadas de la ampliación. Pero ya en aquel momento muchos de los artistas hombres nominados habían solicitado salir de las listas en un gesto de apoyo a sus compañeras. La crispación fue creciendo, y la organización pensó que estas autoras, muy probablemente, no aceptarían la nominación. Al final, a la organización no le quedó otro remedio que pedir que cada profesional votase libremente por la persona a la que nominara directamente, y de este modo hicieron recaer la responsabilidad en los propios electores. Esta polémica demostró la falta de asesoramiento teórico del festival. Si hubiesen solicitado la elaboración de una larga lista de nominados a un grupo de estudiosos del cómic, esta muy probablemente hubiera sido más equilibrada y diversa. Los teóricos e historiadores del cómic tienen ya la suficiente formación como para saber de la importancia de las autoras, y elegir así con objetividad y perspectiva.
Viñeta de Florence Cestac en referencia a la polémica sobre los premios de la 43ª edición del Festival de Angulema. |
Pese a los constantes olvidos de los discursos generalistas, a lo largo del siglo XX han existido excelentes autoras que configuraron los estilos de las diferentes épocas y geografías en las que desarrollaron su trabajo. Su impacto en términos de diseminación y popularidad quedó restringido a los intereses editoriales y mercantiles de la época, marcadamente masculinos. Pareciera que los cómics realizados por mujeres se insertaban en el ámbito de la lectura femenina sin asentarse en la memoria cultural canónica del cómic como género de expresión artística. En los Estados Unidos, la profesora hispanista Gema Pérez Sánchez ha estudiado a autoras españolas como Ana Juan (1961), Ana Miralles (1959) o Asun Balzola (1942-2006), que fueron claves durante los ochenta y marcaron nuevas rutas experimentales en el contexto del cómic. Se las considera pioneras de la vertiente adulta del cómic, que buscaba otras vías expresivas. Aunque Asun Balzola, sobre todo conocida por su carrera como ilustradora, tuviera una producción muy efímera, con solo dos cómics en la revista Madriz (“Las desventuras de Oscar” en el número 3 y “Cuento de terror” en el número 9), es reivindicada por la estudiosa como una de las pioneras del feminismo en los cómics. La autora valenciana Ana Juan ha trascendido sus inicios underground y ha tenido una magnífica proyección a partir de 1995, gracias a sus portadas para revistas internacionales —como The New Yorker, Rolling Stone o Time—, que consolidan su reconocimiento. Por otra parte, la madrileña Ana Miralles ha establecido su carrera de historietista trabajando en numerosísimos proyectos y colaborando con Jean Dufaux, Emilio Ruiz o Antonio Segura. Y fue finalmente en el siglo XXI, en 2009, cuando el Salón Internacional del Cómic de Barcelona le otorgó el Gran Premio a toda su trayectoria.
Portada de Ana Juan para el último números especiale de eldiario.es. |
El caso de la autora argentina Maitena (1962) también merece ser mencionado porque es una de las voces pioneras que abren y normalizan el espacio editorial. Su fama internacional fue acompañada de un gran éxito comercial y abrió su universo de viñetas a un público hispánico que no era necesariamente lector de cómic. Esta autora, de formación autodidacta, creó a comienzos de los noventa del siglo pasado una página de humor semanal que tituló “Mujeres alteradas” para una revista femenina argentina dirigida a las mujeres. En estas páginas de historietas autoconclusivas las mujeres constituían el eje temático. Maitena, hizo que su sarcasmo personal narrando la feminidad se convirtiera en la fórmula de humor que definía un nuevo abanico de estereotipos femeninos. Para Maitena, la celebrada autora francesa Claire Bretécher fue su gran influencia porque le ayudó a visualizar el proceso expresivo de la feminidad corrosiva y a desarrollar la parodia feminista. En España adquiere notoriedad a finales de los noventa gracias a una página fija de humor sobre mujeres que aparece semanalmente en la revista dominical del periódico El País. A partir de ese momento, el mercado editorial entiende el potencial de Maitena, y su trabajo comienza a aparecer en volúmenes recopilatorios de gran tirada que tienen enorme éxito.
El peso de ser mujer, por Maitena. |
Esta apuesta por el humor corrosivo impulsado por la temática paródica de lo femenino, ha evolucionado y se ha asentado en nuevas voces que denotan una clara renovación generacional donde la novela gráfica y la proyección a través de los medios digitales son la nueva propuesta de divulgación expresiva. En América Latina destaca la oleada de autoras que comprende a Powerpaola, Maliki, Sol Díaz, Julieta Arroquy, Sole Otero o Agustina Guerrero; autoras que establecen un diálogo feminista en el proceso gráfico y las narrativas intimistas. La autora Powerpaola, nacida en Ecuador en 1977, pero criada en Colombia, hereda la tradición del underground estadounidense de Aline Kominsky, la voz traumática post-underground de Debbie Drechsler y la visión contracultural autobiográfica de la canadiense Julie Doucet. La chilena Marcela Trujillo (1969) también dialoga con la esencia post-underground del cómic norteamericano firmado por mujeres más provocador, recreando sentimientos intensos con humor espontáneo a la vez que profundiza en la autobiografía confesional desgarrada. La también chilena Sol Díaz es otra voz regeneradora importante que sabe dibujar con humor la construcción del sujeto mujer y profundizar en sus contradicciones. Asimismo, la argentina Julieta Arroquy (1974) enlazará con los planteamientos de humor protagonizado por personajes femeninos.
Historieta "Igualdad", de Powerpaola. |
En España, el Premio Internacional de Novela Gráfica financiado por la Fnac, que inicialmente fue publicado por la editorial Sinsentido, y ahora es editado por Salamandra, ha dado a conocer voces de autoras muy sugerentes y prometedoras. El concurso, que arrancó su andadura en 2007, en su cuarta edición, de 2010, celebró el extraordinario talento de la valenciana Mireia Pérez (1984). Su proyecto premiado fue la novela gráfica La muchacha salvaje, que editó Sinsentido en 2011 y que tenía como protagonista a una joven que se sentía diferente al resto de su tribu. Mireia Pérez hacía de ese sentimiento de diferencia, que angustiaba a su personaje, una necesidad de articularse frente a los demás a través de un viaje iniciático por otros lugares. De este modo llevaba a la protagonista a profundizar en sí misma usando el impulso de la curiosidad. La evocación de su identidad construía el hilo del relato que alimentaba el intenso periplo de la protagonista. Su trazo gráfico está impregnado de la admiración que siente por los autores franceses Joann Sfar y Lewis Trondheim.
La muchacha salvaje, de Mireia Pérez. |
Cinco años después, en 2015, la ganadora de la VII edición del Premio Internacional de Novela Gráfica Fnac, esta vez publicado por la editorial Salamandra, fue la mallorquina Ana Sainz Quesada (1990), que firma bajo el seudónimo de Anapurna. El premio reconoció un proyecto conmovedor titulado Chucrut, su primera novela gráfica. Una obra dedicada a su padre que profundiza de forma simbólica en el dolor de su pérdida. Su padre fue Leonardo Sainz, reconocido como uno de los grandes promotores del cómic en España, fundador de las librerías Tótem y Globo Llibres en Palma. Con esta novela gráfica ella sabe que no podrá recuperar a su padre, pero sí enfrentarse a la pena de su ausencia y celebrar su vida. En Chucrut se mezcla una trama ficticia con una construcción emotiva real. La protagonista de su historia es una joven que, tras la muerte de su padre, decide viajar a Alemania a estudiar arte y hacer un taller de grabado. La novela gráfica combina páginas de seis o cinco viñetas con planos generales, medios o con primeros planos. Hay páginas donde la ilustración sin viñeta y sin globo se apropia de la escena. Además, juega con los tonos grises y usa el rayado en negro para dar expresividad. El ocre rojo es el único color que dialoga con el blanco y negro de las ilustraciones. La autora está jugando con las posibilidades narrativas del cómic utilizando algunas veces bocadillos para hacer hablar a sus personajes, pero también reivindica la expresividad de las historias compuestas de viñetas mudas. La pieza se resuelve con una ternura dolorosa, y nos hace adentrarnos en la historia de la Segunda Guerra Mundial y el drama del holocausto judío. Las dos grandes influencias de esta autora son las obras testimoniales de Marjane Satrapi y Art Spiegelman.
Página de Cucrut, de Ana Sainz Quesada. |
El más reciente Premio Internacional de Novela Gráfica Fnac-Salamandra, en su X edición, celebrada en 2017, ha recaído en Ana Penyas y su proyecto de novela gráfica Estamos todas bien. Esta autora valenciana nacida en 1987 incorpora el intimismo familiar en una obra en la que celebra la existencia de sus abuelas y el significado de sus vidas. Ese ejercicio de introspección familiar que profundiza y homenajea la figura de la abuela, en cierto modo nos recuerda al que ya hizo la iraní Marjane Satrapi en Bordados (2003) o la israelí Rutu Modan en La propiedad (2013). Las abuelas son la esencia que da significado vital a las autoras, y sus trabajos formulan la necesidad de explicar y reivindicar la genealogía de esos matriarcados. En el caso de Ana Penyas, son las dos abuelas las que construyen la trama que dialoga con la autora. Ellas respiran resignación y soledad, pero también son profundamente generosas y nos dan una lección sobre la vida y el presente que les toca digerir y aceptar.
Página de Estamos todas bien, de Ana Penyas. |
En la mesa de novedades de 2017, la editorial Lumen apuesta por el libro Lola Vendetta, de la catalana Raquel Riba Rossy (1990), con un discurso agresivamente feminista. El libro es una recopilación de viñetas y páginas de historias autoconclusivas del personaje de Lola, una mujer que prefiere estar sola antes que mal acompañada, y que se representa con la expresividad violenta de una espada samurái ensangrentada que sujeta con una mano como símbolo de fuerza. Esta obra me recordó a los cómics de la estadounidense feminista Diane Di Massa (1959), la cual creó en la década de los noventa del siglo pasado el inquietante personaje de Hothead Paisan, una terrorista lesbiana homicida que combatía y detestaba el abuso y la represión masculina.
Muestra del libro Lola Vendetta, de Raquel Riba Rossy. |
La expresividad gráfica de mano de autoras tiene, a su vez, una vertiente aparentemente inocente que también ha tenido una importante respuesta del público. Uno de los casos más representativos es la obra de la alicantina Ana Oncina (1989). En sus trabajos combina los guiños autobiográficos con la estética japonesa heredera de Hello Kitty, aquella gatita blanca antropomorfa creada en 1974 por Yuko Shimizu. Lo “adorable”, lo “mono”, lo “inocente” impregnan sus dibujos y transforman a sus protagonistas, representados por una croqueta y una empanadilla antropomorfas, en los héroes de su trama. Sus guiones se debaten entre lo autobiográfico naif y el humor de lo culinario folclórico. Ana Oncina confesaba en la solapa de su primer libro, Croqueta y Empanadilla (2014), que todavía bebía ColaCao y disfrutaba diseñando cojines. Es una amante de las croquetas consciente de que su primer cómic fue fruto de la casualidad. No es la primera vez que en la tradición gráfica española los alimentos se vuelven protagonistas. El personaje de Naranjito, la mascota del Mundial de España de 1982, fue creado por los publicitarios María Dolores Salto y José María Martín Pacheco para celebrar la identidad española y alejarse de los estereotipos del toro y la pandereta. Esta estrategia creativa daba protagonismo a los cítricos del Levante español, y en la serie de dibujos animados aparecía su novia, Clementina, una mandarina, y su amigo Citronio, un limón. Los jóvenes espectadores de los ochenta se acostumbraron a ver aquellas frutas cítricas antropomorfas de voces aniñadas hablar de fútbol con un robot llamado Imarchi que les mostraba en su pantalla escenas clásicas de la historia de este deporte. En la publicidad española también destaca como ejemplo el personaje de Rodolfo, el langostino de Pescanova, que en la década de los noventa nos pedía, con fuerte acento argentino y voz sensual, que le llevásemos a casa. Aunque tal vez el primer personaje alimenticio antropomorfo que penetró en los hogares españoles fue Doña Ruperta, la calabaza del programa televisivo Un, dos, tres… responda otra vez, y que se consolidó como gran protagonista a partir de 1976. Lo políticamente incorrecto también salpicó a aquellos dulces de cacahuetes bañados en chocolate llamados “conguitos” que aparecieron a comienzos de los sesenta y se impregnaron de la representación más ofensiva y estereotípica de la negritud.
Las tramas de Croqueta y Empanadilla, de Ana Oncina, celebran la vida cotidiana de una joven pareja de aspecto delicioso que le hacen un guiño a los sabores patrios. El humor es ligero y amigable, y busca un tipo de lector seguidor de la estética japonesa que entienda los golpes de humor netamente españoles. La realidad de este cómic se divide entre los personajes de carne y hueso, que son la mayoría, y los adorables y tentadores protagonistas, aderezados por las apariciones esporádicas de algún otro ser comestible y antropomorfo como un yogur griego o un ajo. Las anécdotas de la pareja pasan por la experiencia de irse a vivir juntos y acostumbrarse a las peculiaridades de cada uno.
Croqueta y Empanadilla, de Ana Oncina. |
La apuesta de la catalana Meritxell Bosch (1982) es representar su experiencia vital en clave realista. En su reciente novela gráfica Yo, gorda (2017) construye un testimonio sincero sobre el impacto psicológico del sobrepeso en la cotidianeidad emocional de quien lo sufre, y su lucha contra la ansiedad y la bulimia. Su autorretrato personal combina el uso del color con un trazo de personajes redondeados que nos podrían recordar levemente a la línea dúctil de Peter Bagge. Esta talentosa autora tiene presencia internacional al publicar con Dark Horse y Lerner Books, y ha sido nominada a los Premios Eisner por sus impecables ilustraciones en colaboración con el escritor guionista Lee Nordling. Aquí Meritxell Bosch se desnuda para ofrecernos la mirada más íntima de su yo. Su sinceridad nos recuerda a la que formulan las autoras del underground estadounidense de los setenta del pasado siglo; a una Aline Kominsky relatando escenas de su primera juventud, donde todo se trazaba con un hilo de sufrimiento e incomprensión. En este caso, Meritxell Bosch está tratando de elaborar la genealogía de su niñez, adolescencia y juventud recreando la autenticidad de las miradas emocionales que proyecta su memoria. La gordura sirve para definir también a otros personajes a través de las limitaciones que tienen para empatizar con la protagonista. La madre es incapaz de entender el infierno de su hija y proyecta en ella sus propias frustraciones, agudizando la ansiedad de la muchacha frente a su sobrepeso. Sin embargo, la autora trata de identificarse con el doloroso comportamiento de su madre desde una madurez narradora que, al final, evoca una historia donde se apela a la búsqueda del amor, la comprensión y la felicidad. Eso la diferencia de Aline Kominsky, que, con sus tramas de las piezas que hacía en los setenta, exponía el abismo generacional y la total incomprensión frente a sus padres. La reconciliación familiar en el caso de la norteamericana vendría cuando ella misma ejerce de madre y recoge en los noventa esa experiencia en el cómic colectivo Dirty Laundry, en el que su marido, Robert Crumb, y su hija, Sophie Crumb, también participan.
Página de Yo, gorda, de Meritxell Bosch. |
Recientemente ha llegado a las librerías una novela gráfica con matices autobiográficos que muestran la interesante propuesta de la argentina María Luque con su Casa transparente. En este caso, la pieza ha sido galardonada con el Primer Premio Literario de Novela Gráfica Ciudades Iberoamericanas, organizado por la Unión de Ciudades Capitales Iberoamericanas y la editorial Sexto Piso, en colaboración con otros organismos de apoyo a la cultura. Su propuesta gráfica recupera la estética del underground estadounidense hecho por mujeres, que en muchos casos no anhelaba la perfección del dibujo, dándole aquí un matiz personal al colorear las viñetas. En el jurado de este primer premio estaban los autores Powerpaola y Paco Roca, que supieron entender el potencial de esta propuesta, ya que ellos también han hecho de su vida novelas gráficas de enorme calidad. Powerpaola, en su Virus Tropical, indagaba en sus orígenes y la construcción de su género y su identidad, mientras que Paco Roca ha llevado su alegoría de la existencia familiar a la novela gráfica La casa apelando a las raíces de una vivienda que dio significado a la vida de su padre y la forma en la que entendió su propia infancia.
En el caso de María Luque, su vida se transforma en esencia narrativa donde el hogar desaparece para transformarse en una evocación nómada. La nueva juventud debe buscar estrategias de supervivencia porque el concepto de la casa donde uno se refugia ya no se construye como espacio de permanencia en un solo lugar. El personaje viaja por las viviendas vacías de conocidos y amigos, cuidando la ausencia de los demás, y haciendo de esa responsabilidad su propio cobijo. Vive en los espacios ajenos evocando una especie de emocionalidad parecida a la niñez, que le ayuda a sobrellevar la soledad mientras establece curiosas relaciones con las mascotas que cuida.
Casa transparente, de María Luque |
Últimamente hay otros proyectos que tienen un diseño claramente comercial, y aspiran a consolidar un mercado de libros de cómic para lectoras que buscan el entretenimiento y sentirse identificadas con las tramas. La editorial Grijalbo, en su vertiente narrativa, sería un buen ejemplo de apuesta comercial con su Maestra de pueblo. En este caso, vemos como un personaje nacido en las redes sociales, que comparte sus experiencias vitales y pedagógicas con gran éxito, se transforma en un cómic popular. Para ello, la ilustradora catalana Cristina Picazo se lanza a la aventura de adaptarlo. El proyecto reivindica la mirada de una joven maestra entregada a su profesión, que nos recordaría a una moderna Ana de las Tejas Verdes. Esta novela gráfica, si tiene el suficiente éxito, promete ser una serie de varias entregas. Otro fenómeno editorial, que nos recordaría al éxito de Maitena, es el de la también catalana Raquel Córcoles (1986), que en 2010 construye su personaje de Moderna de Pueblo y, a partir de allí, consolida una mirada paródica de la existencia femenina, así como de la realidad machista a la que se ve sometida. Su fórmula tiene todos los ingredientes para dialogar con un espacio necesitado de humor autorreferencial. Así, recoge la antorcha de su predecesora argentina, que en los noventa abrió a la posibilidad de desarrollar una mirada popular de nosotras mismas que fuera, a su vez, corrosiva y paródica.
"No, we can't", por Moderna de Pueblo. |
Otro espacio destacable de trabajo es el que implica la colaboración entre dos autores de cómic que apelan a proyectos estéticos y literarios. Dentro de esa vertiente estaría el trabajo de la catalana Sonia Pulido (1973) y su Duelo de caracoles, escrito por el también autor de cómic Pere Joan, o sus colaboraciones como ilustradora con el escritor Enrique Vila-Matas. También otra autora catalana más veterana que dialoga con la literatura es Laura Pérez Vernetti (1958), que firma como Laura y que ha adaptado al cómic a escritores clásicos como Pessoa o Kafka, o ha establecido diálogos con poetas recientes. Curiosamente, otra autora catalana más joven también llamada Laura Pérez (Granel) ha indagado en la posibilidad literaria de la novela gráfica en su proyecto Náufragos (2016), con Pablo Monforte.
Quizás uno de los fenómenos divulgadores más interesantes, que dialoga con esta eclosión de nuevas voces de autoras, pero no pierde nunca la perspectiva histórica, sea la labor del Colectivo de Autoras de Cómic (AC), que surge en España en 2013. Este colectivo lucha por la igualdad real y efectiva en el espacio profesional de la historieta, y cuenta entre sus hitos la producción de la exposición “Presentes: Autoras de tebeo de ayer y hoy”, comisariada por la estudiosa Elisa McCausland y la creadora Carla Berrocal, en la que buscan revisitar, estudiar y divulgar el pasado de las autoras pioneras del siglo XX a la vez que impulsan nuevas voces del siglo XXI. Entre los objetivos del colectivo está recuperar y visibilizar a las creadoras del siglo pasado que quedaron fuera del discurso masculino hegemónico de su época. Desean concienciar a los lectores y abrir el canon del pasado consolidando a su vez el del presente. Saben que hay que educar a todos los lectores en una genealogía más rica y completa. Para esto crearon el Premio Honorífico del Colectivo Autoras de Cómic como una forma de reivindicar y divulgar el perfil creativo de las grandes autoras de la historia. Su premio también comienza en 2013, y hasta la fecha Nuria Pompeia (1931-2016), Rosa Galcerán (1917-2015), Isabel Bas Amat (1931) y Purita Campos (1937) han sido las autoras homenajeadas.
Cubiertas del catálogo de la exposición "Presentes: Autoras de tebeo de ayer y hoy", por Carla Berrocal. |
El cómic hecho por mujeres representa una parte fundamental de la tradición hispánica, y todos los esfuerzos que se hagan para impulsarlo y preservarlo ayudarán a potenciar y consolidar la cultura de toda una sociedad. Los nuevos parámetros analíticos deben ser inclusivos y hacer un esfuerzo por recuperar todo el abanico de voces que vertebran la realidad expresiva del cómic. Las miradas de las autoras insertan nuevas geografías humanas y establecen pautas con matices existenciales novedosos y necesarios. Redescubrir y reivindicar su pasado ayuda a consolidar un presente pleno. El Colectivo de Autoras de Cómic, con las citadas acciones, continúa la importante senda que ya anticiparon algunos estudiosos del siglo pasado como Juan Antonio Ramírez, con su libro El “comic” femenino en España, aparecido en 1975. Esto significa que el espacio analítico y teórico del cómic ya puede fijar esos capítulos plenamente feministas donde las trayectorias de las autoras demuestran un talento inequívoco. Esos capítulos deben formar parte del canon y ser incluidos en todos los espacios de divulgación académica y generalista.