UN VALE POR MEDIA DOCENA DE LÁMPARAS
JUAN AGUSTÍ

Title:
A voucher for half a dozen lamps
Resumen / Abstract:
Reseña de ‘El fantasma sin rostro y otras historias de terror’ (Quaterni, 2016), con dibujos de Michiru Morikawa y guion de Sean Michael Wilson adaptando relatos de Lafcadio Hearn. / Review of 'The faceless ghost and other horror stories' (Quaterni, 2016), with drawings by Michiru Morikawa and script by Sean Michael Wilson adapting stories by Lafcadio Hearn.
Palabras clave / Keywords:
Costumbres de Japón, Kaidan, Estudios sobre manga/ Customs in Japan, Kaidan, Texts about manga
  • Portada de la obra reseñada
  • Un fragmento de 'Diplomacia'
  • Primera página de 'La dama helada' en la versión en inglés de Shambala Publcations.
  • Fotograma del episodio 'Yukionna', perteneciente a la película 'El más allá', de Masaki Kobayashi (1964)
  • Viñeta de 'Un espejo y una campana', a cargo de Michiru Morikawa
  • Viñeta de 'Hōichi el desorejado'
  • Fotograma del episodio 'Hōichi, el desorejado' en la película 'El más allá', de Masaki Kobayashi (1964)
  • Fragmento del relato 'El fantasma sin rostro'
  • Viñeta del relato 'La gratitud del Samebito'
  • Vista actual de la residencia de Lafcadio Hearn en Kumamoto. Ahora alberga un pequeño museo acerca de la vida y las obras de Hearn.

 

UN VALE POR MEDIA DOCENA DE LÁMPARAS

 

Lafcadio Hearn terminó de escribir Kwaidan: Stories and Studies of Strange Things en 1903, casi un año antes de morir. En este libro recopiló diecisiete cuentos fantásticos de diferente procedencia y, como colofón, redactó tres ensayos acerca de las supersticiones de chinos y japoneses sobre los insectos. Aunque esta antología ha sido la que ha obtenido más fama y repercusión, antes había publicado una docena de ellas, entre las que se encuentran Some Chinese Ghosts (1887), In Ghostly Japan (1899), Shadowings (1900), A Japanese Miscellany (1901) o Kottō: Being Japanese Curios, with Sunday Cobwebs (1902). Borges quedó fascinado por estas historias, que leyó a los once o doce años, mientras que Lovecraft dijo de él que «con la suprema sensibilidad de un poeta teje fantasías que superan las posibilidades de escritores más prosaicos»[1].

Lafcadio Hearn pasó tres años como profesor de inglés en la universidad de Kumamoto, situada en la isla de Kyushu, al este de Nagasaki. Más de cien años después, Sean Michel Wilson, escritor escocés también afincado en esa localidad, ha adaptado varios de estos relatos al cómic con la ayuda de la dibujante Mirichu Morikawa.

El término kwaidan es una romanización[2] que ya no se utiliza de los kanji 怪談. Hoy en día, su latinización habitual es kaidan. Es una de esas palabras japonesas que no tienen una traducción sencilla, ya que tiene un significado muy matizado, difícil de explicar con pocas palabras. Obsérvese cómo en el título del cómic en español se ha optado por la utilización de la expresión “historias de terror”, en tanto que en el original en inglés, Sean Michel Wilson utiliza “macabre tales from Japan” para describir lo que Lafcadio Hearn denomina “stories of strange things”.

Un kaidan no es una historia de terror, horror, un relato de monstruos o de fantasmas. El primero de los kanji, 怪 (kai), significa raro o extraño. El segundo, 談 (dan), se traduce como relatar, contar o narrar. Sin embargo, “relatos de lo extraño”, no es una definición completa; hay que complementarla con varias connotaciones relativas a la religión, el idioma y las costumbres japonesas.

En la primera de las historias del manga, Diplomacia[3], ya observamos una de las características de los kaidan: son relatos bastante cortos. Lafcadio Hearn la redacta en menos de cuatro páginas; su traslación a viñetas ocupa trece. Además, es un ejemplo muy significativo del género: en ella no interviene ninguna criatura sobrenatural y su objetivo no es provocar miedo. Es muy revelador, por tanto, que Sean Michel Wilson haya escogido esta historia para abrir su antología.

Durante bastantes años, el kaidan ha sido un género que se transmitía de forma fundamentalmente oral. El mismo idioma japonés[4] tuvo un carácter exclusivamente oral hasta el período Nara (710-794), ya que no fue hasta entonces cuando se fueron introduciendo los ideogramas chinos para ir conformando los primeros textos escritos en japonés antiguo[5]. Sin embargo, solo a partir del período Edo[6] (1603-1868) estas historias comenzaron a ser recopiladas, recogidas por escrito, y publicadas en forma de libros denominados como kaidanshu (colecciones de kaidan). 

El segundo relato (La dama helada en la antología de Wilson, Yuki-On’na en la original de Hearn), es, sin duda alguna, el más conocido de todos. Existen multitud de versiones acerca de esta leyenda que trata de una mujer de piel extremadamente pálida y kimono blanco que se aparece en ventiscas o tormentas de nieve, pero esta es la que la mayoría de la gente conoce. Dos leñadores que regresan a casa se ven obligados a refugiarse en la cabaña de un barquero y tienen un encuentro con esta dama, con diferente resultado, que resultará crucial en la vida de ambos.

El resto de las historias que componen Kwaidan figuran en algún kaidanshu, pero según afirma el propio Hearn, ésta concretamente le fue transmitida directamente por un labrador de Chōfu (hoy en día, uno de los municipios que conforman Tokio).

La adaptación al manga respeta la obra de Hearn prácticamente al pie de la letra en todos los relatos[7]. En este en particular, se riza el rizo: un británico que vive en Japón adapta al manga una historia adaptada por otro británico que vivía en la misma localidad que, a su vez, transcribió por primera vez la historia que venía directamente de la tradición oral.

Lafcadio utiliza la trama de Un espejo y una campana para explicarnos el concepto de nazoraeru: sustituir imaginariamente un objeto o acción por otro con el fin de obtener un resultado mágico o milagroso —un ejemplo burdo sería un muñeco de vudú—, rematando el relato con un final abierto.

A medida que avanzamos en la lectura, el dibujo de Michiru Morikawa se va tornando cada vez más adecuado al tono de los relatos seleccionados: se van entendiendo como delicados y sutiles, a pesar de su aparente sencillez: el dibujo recuerda en algunos momentos al Monster de Urasawa y en otros al Bringing Up, Father de George McManus (esto último, de forma más acentuada en Un espejo y una campana), por arriesgada que resulte la comparación.

La historia de Miminashi-Hōichi es otro de los relatos más conocidos de Kwaidan. Adaptado a la historieta como ichi el desorejado, narra la historia de un biwa[8]shi, un trovador, que interpreta de una manera tan excepcional el Heike monogatari, un poema épico clásico de la literatura japonesa[9] del periodo Kamakura[10], del que el propio fantasma del emperador Antoku desea escuchar de primera mano, junto con toda su corte, los versos interpretados de una forma tan habilidosa.

Kwaidan tiene también su adaptación cinematográfica, titulada en castellano El más allá (1964), obra del director Masaki Kobayashi. El filme consiguió el premio especial del jurado del Festival de Cannes de 1965[11]. Su estética es mucho más agresiva que la de la adaptación de Wilson y Morikawa: el uso del color y el sonido la dotan de una atmósfera bastante más inquietante. Rodada casi íntegramente en estudio, sus fondos, pintados de forma surrealista en ocasiones, nos indican que la película tiene una intención evidente de amedrentar al espectador. La selección de historias que contiene también la hacen más oscura. De los cuatro episodios de los que consta, sólo los dos centrales pertenecen realmente a Kwaidan: Yukionna (con una excelente ambientación invernal) y esta historia de ichi[12], si bien estos doblan en duración a los otros dos[13].

El siguiente relato de nuestro cómic es el que presta nombre a la recopilación: El fantasma sin rostro[14]. Es el más corto de todos y, seguramente, también el que pretende ser más terrorífico. Si hasta ahora los seres sobrenaturales que poblaban estas páginas tenían todos apariencia humana (con la excepción de los onibi[15] que se muestran tímidamente en ichi), este es el primer caso en el que se presenta algún personaje que no podría pasar por un humano normal y corriente.

No quiero extenderme aquí con aburridas clasificaciones acerca de los seres sobrenaturales que conforman el folklore nipón. Baste decir que la religión nativa del Japón, el sintoísmo, está basada en la veneración a los kami[16]. De hecho, al sintoísmo también se le denomina kami no michi (el camino de los kami, el camino de lo supremo). Para los sintoístas, el mundo está habitado por innumerables kami, que pueden hacer tanto el bien como el mal. Con ellos no se construye ningún código moral: todos los miembros de su infinito panteón muestran características toscas y gentiles simultáneamente[17].

Como consecuencia directa de esta concepción animista de la realidad ha proliferado una innumerable cantidad de criaturas que no encajan en la categoría de kami[18], ya que carecen de ese carácter honorífico que poseen éstos, pero por el contrario mantienen ese carácter dual, ya que su sistema de valores es diferente al nuestro, y, en general, las intenciones con las que se nos acercan son poco claras. Hasta el siniestro kappa presenta esta ambivalencia ya que posee ciertas habilidades especiales para realizar algunas prácticas médicas beneficiosas para los seres humanos.

No es de extrañar, por tanto, que esto se traslade al contenido de los kaidan. Esta es una de las razones por las que muchos de esos relatos carecen de ese carácter aterrador que, a priori, podría atribuírseles o de que en bastantes ocasiones la interacción con alguna de estas criaturas sea beneficiosa para sus protagonistas. Uno puede llegar a hastiarse leyendo acerca de las diferentes definiciones de estas criaturas, que además difieren según los autores: yōkai, mononoke, bakemono, yūrei y tantos otros términos[19]. Para acabar de complicar las cosas, a ciertos animales se les atribuyen habilidades especiales y pueden entrar a formar parte de una de estas categorías. Es el caso del zorro, el tejón o el mapache, que pueden cambiar de forma, engañando a los humanos. Así, la mujina es el yōkai del tejón[20], el bonachón tanuki es el yōkai del mapache. Al yōkai del zorro se le conoce como kitsune.

En repetidas ocasiones se ha cuestionado el uso del término mujina que hace Lafcadio Hearn para referirse a los seres descritos en su relato. Sucede que existen otros seres, los nopperabō[21], que son fundamentalmente conocidos por asustar a los humanos, aunque la mayor parte de las veces son inofensivos. Al principio, se muestran como seres humanos ordinarios, pero terminan haciendo desaparecer sus rasgos, dejando un liso espacio en blanco en el lugar en el que debería estar su cara. De nuevo, vanas disquisiciones: no hay detalle alguno que permita discernir la categoría a la que pertenecen las criaturas con las que se encuentra el comerciante protagonista de El fantasma sin rostro en el camino de Akasaka a Edo. En cualquier caso, es un detalle que carece de relevancia en lo que a la narración se refiere.

Es cierto que Lafcadio Hearn no conocía el idioma japonés cuando llegó por primera vez a su territorio y que no llegaría a obtener el suficiente conocimiento del idioma como para leer las fuentes originales de los relatos que luego adaptaría. También es cierto que su mujer, Setsuko, no hablaba inglés, pero resulta muy poco creíble que después de pasar catorce años en Japón y escribir una docena de libros que tratan de diferentes aspectos de la cultura, la religión y las costumbres japonesas, Lafcadio Hearn no fuese capaz de mantener conversaciones fluidas en ese idioma. Él mismo decía: «Yo no invento mis historias. Las he obtenido a través de la vida japonesa: hechos contados en los periódicos; hechos que me han contado peregrinos, viajeros, criados; hechos que he observado durante mis viajes»[22].

El último de los relatos adaptados al cómic se titula La gratitud del Samebito[23] y pertenece a la antología Shadowings[24]. Un samebito es, literalmente, un hombre tiburón. Hearn lo describe como un humanoide parecido a un tiburón con piel negra, ojos de color verde esmeralda, cara de demonio y barba de dragón. Aunque Morikawa sale bien parada del trago de tener que representar a una criatura como esta en blanco y negro, la reiterada presencia del personaje en las páginas hace que se manifieste un problema oculto hasta entonces: las abundantes tramas y sombras generadas por ordenador, que contribuyen a dar una sensación de pulcritud en algunos casos, pueden llegar a saturar al lector en algunos momentos. En cualquier caso, la elegancia del trazo contrarresta en algo este efecto, contribuyendo al tono amable de este último cuento.

No es de extrañar, por tanto, que El fantasma sin rostro fuese candidata en 2016 al Eisner en la categoría de mejor adaptación de otro medio. El trabajo que realizan autor y artista es merecedor de ello. Ambos autores habían colaborado previamente en otro manga, Mushashi[25],  donde relatan la vida de este legendario rōnin. El tema no está escogido al azar: a unos catorce kilómetros de Kumamoto se encuentra el Monte Kinbō y la cueva Reigando, lugar donde el famoso kensei[26] escribió sus clásicos Go Rin No Sho y Dokkōdō[27].

Ya he comentado antes que el kaidan se transmitía de un modo fundamentalmente oral. Una parte importante de su éxito se debe al popular juego del Hyaku monogatari kaidan kai, la reunión de los cien kaidan. Sus reglas son las siguientes[28]:

  1. Se juega con Luna Nueva.
  2. Prepárense tres habitaciones bastante grandes y adyacentes que formen una “L”. Ninguna de ellas debe contener armas ni objetos peligrosos.
  3. En uno de los extremos de la L, colóquense cien andon[29] azules y una mesa. Añádase un espejo sobre ella[30]. Hay que asegurarse de que la única iluminación de las tres habitaciones procede de los andon.
  4. Los cien participantes se reúnen en el otro extremo de la L. Deben estar vestidos de azul y desarmados.
  5. Cada participante debe relatar un kaidan.
  6. Cuando el participante haya terminado de relatar su historia, debe ir, a oscuras, hasta la tercera habitación.
  7. Una vez haya llegado a la tercera habitación, debe apagar un andon y mirarse en el espejo para ver si hay espíritus.
  8. Entre tanto, en la primera habitación, el siguiente participante comienza su kaidan.
  9. Cuando el último andon se apague y los participantes estén en una total oscuridad, recibirán la visita del Aoandō: un espíritu femenino con pelo largo y negro vestido con un kimono blanco, con dos cuernos que salen de su cabeza. Posee dientes negros y afilados.

Obviamente, esta no es la forma en que el juego se extendió de forma generalizada. Existen muchas versiones, más sencillas y con menos participantes. Este juego era muy popular en verano, sobre todo con la llegada del Obon[31].

Kumamoto se encuentra en la línea tectónica que parte Japón en dos. Sus últimos terremotos se han producido en 1889 (con epicentro precisamente al pie del Monte Kinbō), un poco antes de la llegada de Lafcadio Hearn; y en 2016, año en que se produjo otro más fuerte, poco tiempo después de que Sean Michel Wilson y Michiru Morikawa terminasen su adaptación. No es de extrañar que en un país así se buscasen explicaciones a todo tipo de fenómenos mediante los kamis o el kaidan: su función es la de apaciguar a la naturaleza. Para la gente corriente, estos relatos ofrecían, además, explicaciones a una serie de hechos que, si bien para nosotros no sean convincentes en absoluto, para ellos eran parte de un sistema de conocimiento tradicional que estaba plenamente asentado.

La función de este cómic es fundamentalmente divulgativa. Como ya hemos visto, a diferencia de la película de Kobayashi, sus formas son mucho más sobrias y contenidas. Por tanto, si el lector viene buscando encontrar aquí relatos de terror al estilo de los mangas de Junji Ito o Hideshi Hino, puede que resulte decepcionado tras su lectura. Entendiendo esta salvedad, al finalizar el último de los capítulos, uno tiene ganas de más: se hace corto y es de lectura rápida y sencilla. Obviamente, lo tiene fácil: podría continuar leyendo los relatos originales de Hearn, intención clara de sus autores. Sería deseable que, en el futuro, se continuase con la adaptación del resto de los relatos.

 

 

NOTAS

[1] H.P. Lovecraf: El horror sobrenatural en la literatura (NoBooks Editorial, 2016), p. 95.

[2] Una romanización o latinización es la representación de un idioma mediante el uso del alfabeto latino.

[3] El quinto de los relatos de Lafcadio Hearn, Diplomacy.

[4] Hasta hace pocos años, el idioma japonés, al igual que sucede con el euskera o el coreano, se venía considerando aislado lingüísticamente, es decir, que carecía de evidencias que lo relacionasen históricamente con otras lenguas. Hoy en día, sin embargo, se considera el idioma japonés como cabeza de las lenguas japónicas, conjunto que también abarca las lenguas ryukyuenses.

[5] Existen inscripciones en espadas y objetos funerarios de hasta dos siglos anteriores, todas escritas en chino clásico, pero con varios nombres japoneses transcritos fonéticamente. En cualquier caso, apréciese una importante implicación: la prehistoria japonesa terminó tan sólo hace unos 1.500 años.

[6] El periodo Edo corresponde al intervalo de la historia de Japón durante el cual se estableció el shogunato Tokugawa. Caracterizado por su orden económico y social, con una política aislacionista y pacífica, en su transcurso prosperaron las artes y la cultura. En esa época floreció la filosofía del kokugaku y con ella, la música y la poesía, el kabuki y el teatro de marionetas (bunraku). De esa época son los apreciados ukiyo-e de los Hokusai, Hiroshige o Utamaro, que decoraban las casas de los comerciantes, clase que se había beneficiado de la prosperidad económica.

[7] Así lo he contrastado con dos traducciones diferentes al castellano del libro de Hearn: la de Carlos Gardini, en la edición de Siruela de 1989 y la de Pablo Inestal, en la edición digital de Alianza de 2019. Esta última está todavía más próxima a la adaptación al manga.

[8] La biwa es un instrumento tradicional japonés, de aspecto similar al laúd, generalmente de cuatro cuerdas, que se toca con una bachi (una púa con forma de raspador de hielo).

[9] Existen varias versiones en castellano. La más reciente de Satori Ediciones, es de 2019.

[10] Corresponde a los años comprendidos entre 1185 y 1392, durante los cuales en Japón fue establecido el primer shogunato de su historia.

[11] Su difusión en España ha sido más bien escasa. Aunque recibió el premio Sant Jordi a la mejor película extranjera en 1968, motivo por el que tuvo una exhibición ese año limitada a la ciudad de Barcelona, hubo que esperar hasta la primera edición de la colección Maestros del cine japonés, (Filmax, 2001, en formato VHS y DVD) para que pudiese ser vista en castellano.

[12] Las otras dos partes, que abren y cierran la película, son Kurokami (El pelo negro), que adapta el relato The Reconciliation, perteneciente a la recopilación Shadowings, de 1900; y Chawan no Naka (En una taza de té), de otra recopilación diferente, Kottō: Being Japanese Curios, with Sundry Cobwebs (1902).

[13] De hecho, varias versiones internacionales de la película eliminaron directamente el relato de Yukionna para disminuir la duración total del film y poder estrenarse así en los cines.

[14] Mujina es el octavo de los relatos que componen la recopilación de Lafcadio Heran. Escasamente ocupa dos páginas.

[15] Fuegos fatuos o luces fantasmales. En la película de Kobayashi también resultan mucho más amenazadores que los dibujados por Morikawa.

[16] Mientras que todavía hay estudiosos que consideran que el sintoísmo es la religión nativa de Japón, anterior al periodo Asuka (538-710) —durante el cual se introdujo el budismo en las islas—, hay muchos otros que opinan que realmente se trata de una invención creada por los nacionalistas de la era Meiji (1868-1912), con el objeto de justificar las creencias locales en términos budistas, cuyo fin último era reforzar un sentimiento patriótico en la población ante la creciente apertura del país al exterior. De cualquier forma, la religión dominante hoy en día entre los nipones es una amalgama de diferentes grados de sincretismo entre budismo y sintoísmo.

[17] Estos espíritus están continuamente aumentando de número, algo que se manifiesta con la expresión "los ocho millones de kami” (en japonés: yaoyorozu no kami, 八百万の神) que puede ser traducida también como “los innumerables kami”.

[18] No existe una definición precisa de lo que es un kami: pueden ser tanto dioses como elementos del paisaje, manifestaciones o fuerzas de la naturaleza, seres vivos o cualidades que estos seres representen; también pueden ser espíritus de personas muertas respetables. Prácticamente todos los seres del universo tienen la capacidad teórica de llegar a ser un kami y todas las cosas pueden, potencialmente, contener uno de ellos. En cualquier caso, no son seres ni trascendentes ni todopoderosos, pero sí honorables y extraordinarios; o al menos, poseen una cualidad digna de veneración. El kami más importante de todos es la Diosa del Sol, Amaterasu. En el interior del monte Fuji, la montaña más sagrada de la nación, vive un poderoso kami. El propio emperador es considerado un kami viviente (lo cual, dicho sea de paso, es un asunto espinoso para los japoneses de hoy en día).

[19] Si el lector tiene interés en este tema, mi recomendación es que profundice en http://hyakumonogatari.com, el blog de Zack Davisson, autor del libro Yūrei, Los fantasmas de Japón (Satori Ediciones, 2019), traductor al inglés de varias obras de Shigeru Mizuki y Satoshi Kon. Este blog, además, contiene una gran cantidad de información acerca de los kaidan y contiene numerosas historias traducidas —en inglés—.

[20] Un ejemplo de tanuki serían los protagonistas de la película de animación Pompoko (Heisei Tanuki Gassen Ponpoko, Isao Takahata, 1994). En Pompoko también aparece un grupo de kitsune.

[21] Repetimos referencia al Estudio Ghibli: un nopperabō bien conocido es el “sin cara” que aparece en la película de animación El viaje de Chihiro (Sen to Chihiro no kamikakushi, Hayao Miyazaki, 2001)

[22] A critical Study of the Sources of Lafcadio Hearn’s Japanese Folk-Tales (Kazuko Suzuki, University of Southern California, 1940). La traducción del inglés es mía.

[23] Es el sexto relato de esta antología y su título original es The Gratitude of the Samébito. El propio Lafcadio Hearn indica que el original japonés pertenece al kaidanshu Kibun-Anbaiyoshi.

[24] Existe una versión en castellano: Sombras (Satori Ediciones, 2011), con traducción de Marián Bango.

[25] Edición original a cargo de Shambala Publications Inc., EEUU, 2014. No existe versión en castellano.

[26] Título honorífico japonés otorgado a un guerrero de legendaria habilidad en el manejo de la espada.

[27] El Go Rin No Sho o Libro de los cinco anillos versa sobre el kenjutsu y las artes marciales en general, aunque su repercusión ha ido creciendo de forma similar al Arte de la Guerra del maestro chino Sun Tzu: su discusión sobre el conflicto y el aprovechamiento de la ventaja es relevante en un contexto empresarial. El Dokkōdō (Libro de la soledad) consiste en una relación de preceptos para llevar una vida ascética. Ambos textos están traducidos al castellano por diversas editoriales... y adaptados al manga por varios autores, incluyendo el propio Wilson.

[28] Recogidas del kaidanshu Otogi Monogatari (Ansei Ogita, 1660).

[29] Un andón es una lámpara de aceite (habitualmente de colza) que consiste en un papel estirado sobre un marco de bambú, madera o metal. El papel protege la llama del viento y el aceite arde en un soporte de piedra o cerámica con una mecha de algodón.

[30] También es válido utilizar un recipiente con agua en vez de un espejo, de forma que pueda verse la imagen reflejada en la superficie.

[31] Fiesta budista para honrar a los antepasados. Su duración es de tres días. La fecha de inicio es variable y depende de la región. Sus celebraciones incluyen un gran desfile de carnaval, juegos y festivales gastronómicos.

Creación de la ficha (2020): Félix López
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
JUAN AGUSTÍ (2020): "Un vale por media docena de lámparas", en Tebeosfera, tercera época, 13 (10-V-2020). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 20/IV/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/un_vale_por_media_docena_de_lamparas.html