VIÑETAS REPUBLICANAS EN LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA
MANUEL BARRERO

Resumen / Abstract:
Notas: Texto publicado en 2005 en el libro Tebeosfera, editado por Astiberri, que fue puesto a la venta en 2006. Este texto se reproduce tal cual apareció impreso, donde constó así firmado: "Copyright 2003 Manuel Barrero, miembro de GELPI".
Palabras clave / Keywords:
Guerra civil española/ Spanish Civil War
VIÑETAS REPUBLICANAS EN LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA
 
«(...) es precisamente ahora cuando los hechos, la guerra actual, nos brinda a los artistas, a los artistas antifascistas, a los obreros del arte, ocasión para que empuñando hoy (...) los instrumentos de nuestro oficio, de nuestra propia vida, con todo el entusiasmo, con todo el ardor que los momentos requieren, [nos afanemos] en dibujar, esculpir o hacer estrofas (...) con el cultivo de nuestra indignación».
R. Puyol, en "El arte en la guerra", 
Altavoz del Frente, núm. 2, Madrid, 24-X-1936
 
El presente artículo viene a ser un escueto informe sobre las publicaciones ilustradas y para la infancia halladas en el Archivo General de la Guerra Civil Española sito en Salamanca, producto de varias sesiones de trabajo desarrolladas durante diciembre de 2002. En el archivo salmantino se ofrecen al público desde 1999 los documentos existentes en la Sección Guerra Civil del Archivo Histórico Nacional, que fue creada por Orden del Ministerio de Cultura de 7 de mayo de 1979, por la que se dispuso la adscripción a una División independiente del Archivo Histórico Nacional de los documentos de la Delegación del Estado para la Recuperación de Documentos que el ejército de Francisco Franco obtuvo selectivamente en las unidades administrativas de organismos e instituciones en los diversos frentes durante la guerra civil. En su día, los documentos fueron reunidos en las distintas Delegaciones Territoriales de Recuperación de Documentos y desde allí eran enviados a la Delegación Central de Salamanca, donde constituían una de las fuentes básicas de información para el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo que había sido creado en 1940.
 
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Fachada del Archivo salmantino. 
La Junta Superior de Archivos, reunida 1996, propuso la creación en Salamanca de un gran Archivo plenamente autónomo, que a su vez integrara un Centro de Estudios y Documentación y, en 1998, el Ministerio de Cultura firmó con autoridades rusas la recuperación de un conjunto de documentos relativos a la guerra civil, y también impulsó el acceso informático a los fondos referentes a España guardados en los archivos de la Internacional Comunista en Moscú, además de la reunión de toda la documentación disponible sobre el exilio republicano, de los llamados niños de la guerra, y de las Brigadas Internacionales. En el último lustro, el Archivo ha reunido la mayor colección de carteles de la guerra, más de 800 tarjetas postales, panfletos, una hemeroteca con más de 10.000 títulos y bibliotecas particulares, y expedientes concretos, como los de la Komitern, de importancia capital para el estudio de el POUM y del PCE. Hasta la actualidad, el Archivo se ha enriquecido con adquisiciones y donaciones de otros fondos documentales relacionados con la guerra civil y sus consecuencias, como el Archivo Bruno Alonso, algunos fotográficos, los de la Legión Cóndor, colecciones de prensa escrita y dibujada, y documentos orales.
 
En Salamanca se hallan algunas obras que, por las razones expresadas arriba, no pudieron consultar antes los estudiosos de nuestros tebeos y de nuestra prensa satírica. Son publicaciones que contienen viñetas dibujadas con fines propagandísticos, como: Fray Lazo (1931, un semanario anticlerical), El amigo (1933), ¡PUM! (1935), Aladino (1936), los periódicos de 1936: El Altavoz del Frente, Titán, Frente y Retaguardia, La Voz, Voz del Campo, La Voz del Combatiente, Verdad (de Valencia), La Verdad(de Teruel), Vanguardia (de Lérida) entre muchos otros que llevaron historietas y chistes gráficos. También fue revisada con el objeto de realizar el presente trabajo la prensa con viñetas fechada desde 1937: Frente Sur, Avanzada, El obrero de la Tierra, El Leninista, Unidad, Por qué luchamos, y las revistas para la infancia y tebeos propiamente dichos Hierro, Mirbal, No hay que ser tan bruto como el soldado Canuto, Pionerín, El Pionero, Porvenir, más los semanarios humorísticos No Veas y El Criticón. De las publicaciones nacidas en 1938 destacan los periódicos El Pionero, El Noticiero, La Correspondencia de Valencia y la “Revista para el pueblo en armas” Altavoz del Frente, pero no consta ya ninguna revista con historietas de espíritu republicano a partir de esta fecha. En 1939 resulta sintomático que Frente Sur ya ni siquiera incorpore imágenes en sus páginas.
 
De las citadas, algunas son publicaciones conocidas y comentadas por otros historiadores (Martín, 1978: 204). Otras han sido citadas, aunque no analizadas antes, como el singular tebeo bilbaíno El Pionero, recordado en el estudio sobre los maestros republicanos encuadrados en la Federación de Trabajadores de la Enseñanza durante y después de la guerra (Luis Martín, 2002: 290). La mayor parte, en todo caso, son poco conocidas o bien han recibido poca atención por parte de los investigadores interesados por la prensa republicana y constituyen, casi setenta años después, un feliz hallazgo.
 
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  Poderosa imagen de Bardasano.
Viñetas de antes de la guerra.
 
El impacto de la crisis económica mundial de 1929 no fue inmediatamente aplacado con la proclamación de la II República en España. Al contrario, a esa desestabilización hubo que sumar la brusca socialización y la agitación política que se instaló en el país desde el 12 de abril de 1931. A comienzo de la década de los años treinta, se vivió el ascenso sociocultural de las clases bajas, la mortalidad infantil había disminuido y fue incrementándose paulatinamente la base de la pirámide poblacional, a la par que la concentración de la ciudadanía en núcleos urbanos.
 
En lo relativo a la prensa, hasta el día 28 de enero de 1930, que aflojó su garra la dictadura de Primo de Rivera, la libertad de prensa brilló por su ausencia. La censura y la represión apenas si permitían atisbar mensajes críticos en las viñetas de periódicos y tebeos, con tímidas excepciones, como los “Dibujos de almohadón” que Bagaria publicaba en El Sol. La censura desapareció con la llegada de Azaña y su gobierno, y desde ese momento tuvo lugar un período dinámico para la sociedad española. Las modas observaron cambios vertiginosos en el lustro siguiente, palpándose en el ambiente un deseo urgente por modernizar el país, lo cual tensó más aún las relaciones entre conservadores y republicanos, las dos facciones sociales y políticas españolas. Afortunadamente, las modificaciones más importantes se produjeron en el ámbito cultural: el Ministerio de Instrucción pública creó en tres años 10.000 nuevas escuelas, alfabetizando a un millón de niños, e invirtió más esfuerzos en educación y en recuperación del Patrimonio Histórico que en la desatendida reforma agraria o los presupuestos de Gobernación, Ejército y Marina. Los tebeos, la prensa en general, beneficiados por esa nueva masa lectora, experimentaron por entonces un vigor inaudito, los periódicos se diversificaron y multiplicaron como nunca, los colaboradores de los rotativos se fueron profesionalizando, se crearon revistas culturales e ilustradas, se ampliaron las tiradas de libros, y la radio comenzó a alcanzar una amplia difusión.
 
En el ámbito concreto del mundo de los tebeos, la República arropó amorosamente a la edición en general, hasta el punto de que se dieron las condiciones para formar un núcleo o escuela de dibujantes y guionistas, tanto en Madrid como en Barcelona, en menor medida en Valencia y, en mucha menor medida, en la entonces conocida como región de las Vascongadas. Los cómics norteamericanos fueron poco a poco penetrando en España y asentándose en las revistas de historietas, y también entre el gusto del público. De ahí que se haya establecido con rotundidad que, en los años treinta, «se inicia lo que podría llamarse «edad dorada del tebeo», que se extenderá, con las lógicas perturbaciones debidas al período de Guerra Civil, hasta los años 50.» (Martín, 2000: 67)
 
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Tebeo aparecido en julio de 1936. 
En Barcelona se centraba la mayor actividad editorial, y allí se abrió esta época jubilosa con el nacimiento del tebeo Pocholo, concretamente en 1931,que se valió de firmas como las de Opisso, Salvador Mestres, Moreno, Escobar, C. Arnal, Freixas, Benejam, Jesús Blasco... algunos de los más grandes nombres de la historia de nuestra historieta. Coetáneo era Don Tito, donde laboraron Canellas Casals o Darnís, y también surgieron por entonces los primeros tebeos específicamente dirigidos a las niñas, como BB (un suplemento de la mítica TBO)o Mari-Luz,ya en 1934. Con todo, los tebeos que más aceptación obtuvieron fueron algunos de los que tradujeron cómics procedentes de los Estados Unidos, como Yumbo, Aventurero, Cine Aventuras, Mickey o La revista de Tim Tyler (que hizo su aparición ya declarada la guerra, el 23 de julio de 1936), todas ellas con material procedente de Walt Disney Productions y del King Features Syndicate.
 
El caos de la guerra en imágenes
 
La sublevación de Melilla el día 17 de julio de 1936 abrió un paréntesis histórico terrorífico, 32 meses de guerra civil que fragmentaron España en zonas ocupadas por republicanos o por los conservadores sublevados. A finales de julio de 1936 el fraccionado territorio era como sigue: los sublevados triunfaron en Marruecos, Canarias, Cáceres, Huelva, Cádiz, Sevilla, Granada, Baleares, toda Galicia, Álava, Navarra, todo Aragón, las provincias de León y de la por aquel tiempo llamada Castilla la Vieja, salvo Santander. Los republicanos se mantuvieron en las provincias de Guipúzcoa, Vizcaya, Santander, Asturias (si bien la ciudad de Oviedo estuvo en manos de los sublevados), Badajoz, Málaga, Jaén, Almería, Murcia, Valencia, en toda Cataluña y en toda la antigua región de Castilla la Nueva.
 
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  Portada de ¡El Straperlo!
Como quiera que muchos pensaron que la guerra civil iba a ser contienda de poca duración, la actividad editorial prosiguió con normalidad en algunos puntos de España sin frente abierto, hasta que el desabastecimiento, el terror o el hambre detuvo las rotativas de los impresores. En Madrid, asentamiento republicano, apareció en 1936 la segunda época del semanario de humor El Mentidero,surgido de las cenizas de la revista satírica Gracia y Justicia y con adscripción a las derechas. Poco duró, como efímeras fueron las revistas de humor de tendencia izquierdista No Veas y la sicalíptica La Guindilla / El Straperlo, tras las cuales no apareció ninguna otra publicación de esta índole en la capital de España durante las hostilidades, y no habría más periódicos de humor en Madrid hasta que en 1941 llegara La Codorniz. Algo similar ocurrió en Valencia, donde solamente se ha descrito la antirrepublicana La Traca(López Ruiz, 1995: 250).
 
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Cartel datado en 1936 anunciador de la publicación para la infancia Tovaris, que posiblemente nunca llegase a editarse.  
No se da esta sequía de viñetas en Barcelona, zona republicana donde siguieron produciéndose revistas de humor y tebeos con su cadencia habitual en estos primeros días de guerra: TBO, Mickey, Pulgarcito, ¡Ja...Ja!, AEI, Pocholo y otras publicaciones de corte infantil y humorístico, sin experimentar ninguna de ellas una radical transformación que las convirtiese en panfleto ideológico. La excepción a lo anterior pudo ser Tovaris, semanario infantil bilingüe hasta hoy no comentado por ningún investigador y del que solamente se conoce un cartel anunciador (es posible que no llegara a ver la luz). En Valencia, zona ocupada, aparecieron también tebeos nuevos, como El Muchacho o KKO - Perragorda, pero disfrutaron de corta vida; ni el publicitado intento de la Federación Nacional de Pioneros de promover el tebeo El Pionero, ni el proyecto antifascista Sidrín, se hicieron efectivos en tierras valencianas (Porcel, 2002: 64). En otras zonas ocupadas por los sublevados se llevó a cabo un programa de terror que estranguló cualquier atisbo de insurgencia por parte de periodistas y dibujantes (en Sevilla, desde 1936, en Málaga, desde 1937, por ejemplo), y que persuadió a todo editor de prensa satírica o para la infancia de no imprimir papel alguno por miedo al sanguinario Queipo de Llano, militar que se apoderó del Sur y domeñó a todos los izquierdistas, no tanto porque «con su peculiar carácter supo atraerse a las bases populares de izquierda que no tuvieran la manos manchadas de sangre, animándoles a ingresar en la Falange» (Lorente Aragón, 2000: 18) como por su trapacería e iniquidad manifiestas.
 
En general, en la España unificada y sojuzgada que Franco y sus militares deseaban, y que se identificó como “nacional”, el Ejército quiso controlar la prensa y todas las publicaciones con viñetas, que por razones lógicas se convirtieron en panfletos propagandistas con más mensajes doctrinales y pedagógicos que dirigidos al entretenimiento. Y esto rezaba para ambos bandos. Según recientes investigaciones, la guerra civil supuso un hito desde el punto de vista de la propaganda: el número de carteles fue equiparable a los de la Revolución Bolchevique y posterior guerra civil rusa. En España, la "prensa de trinchera" del bando republicano fue muy numerosa (hasta 454 periódicos de guerra, la mayoría ilustrados), se contaron por miles los pasquines, octavillas y hojas volanderas, la radio alcanzó una difusión inusitada... O sea, es verdad que hubo escasos ejemplos de historietas políticas “realistas” publicadas en los tebeos de la España republicana en comparación con las revistas de la España nacional, pero “El Pueblo en Armas”, de Sacha, aparecido en Pocholo, o las historietas para las cubiertas de Pionero Rojo, no fueron ejemplos aislados.
 
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 Flechas, revista falangista sevillana.
Los niveles de politización, de ensalzamiento de los valores de la derecha y de los caudillos locales o de trinchera, de vanagloria por las derrotas del bando contrario, no solamente fueron propios de las publicaciones con viñetas del bando rebelde, como Flechas, tebeo tradicionalista que apareció en Zaragoza el 5 de noviembre de 1936, o como Pelayos, eficaz “arma política” para los niños carlistas distribuida por San Sebastián desde el 27 de diciembre de 1936. Hubo otras revistas alentadas por el encargado de Prensa y Propaganda Vicente Cárdenas con el fin de adoctrinar a los niños de más de 8 años de este bando: Firmes, en Baleares, Unidos, en Cádiz, otro Flechas, en Sevilla (que apenas si contuvieron historietas), y Flecha, de ideología falangista y también nacido en San Sebastián, el 23 de enero de 1937. Es preciso señalar que la publicación Flecha, que fue dirigida por el dibujante Avelino de Aróztegui, ha sido a menudo confundida con ambas Flechas, adjudicando a la nacida en Zaragoza la fusión con Pelayos.
 
Todas las revistas mencionadas cultivaron el género propagandístico e hicieron protagonistas a niños / héroes armados y uniformados (pantalón corto, boina roja, camisa azul) que se enfrentaban alegres y temerosos a los milicianos de la república. Estos tebeos nacionales disfrutaron de correcta impresión en San Sebastián, ciudad donde se hallaban los mejores talleres de imprenta de la zona sublevada (los restantes estaban en zona republicana: Madrid, Valencia y Barcelona y, escasamente, en Bilbao). No obstante, por más que los nacionales apoyasen toda producción encaminada a propalar los valores del futuro Movimiento, los tebeos que apoyaban a Franco no disfrutaron de buena salud; al contrario, sufrieron escasa financiación económica desde sus comienzos. Pelayos, por ejemplo, no hubiera pervivido hasta el centenar de números sin la contribución del empresario catalán Juan Baygual y Bas, según confesó en 1968 (Martín, 2000: 119). Flechas, de Zaragoza, alcanzó solamente 20 números.
 

Las penurias de la guerra afectaron a ambos bandos, pero por razones demográficas y de distribución agrícola, la España republicana fue la más afectada por la escasez, de alimentos y en general. En estas condiciones, desde 1937 la persistencia de la prensa fue toda una aventura, dado que no había máquinas ni papel suficientes en todas las localidades, o al menos en las poblaciones cercanas a los frentes. Sin embargo, el florecimiento de papeles impresos siguió manteniéndose a una escala sorprendente dadas las circunstancias, alentados sus comunicadores por los mecanismos de propaganda de ambos contendientes. Además, entrado el año 1937 ya se era consciente de que la guerra iba para largo, y eso acentuó los esfuerzos propagandísticos de ambas Españas, como recuerda Lara (1996: 59): «se puede afirmar que la virulencia de los ataques es aún mayor en los tebeos del bando rebelde. Sus publicaciones, impresas sobre todo en San Sebastián (...) son, si cabe, aún más despiadadas y rechazables».

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Tira “Tonto aventura del pato Malapata”, firmada por NIV para Pionero Rojo en 1937. Es de humor blanco, sí, pero se sitúa bajo un mensaje que reza: «Pequeño! Tu padre y tus hermanos luchan en la trinchera para asegurarte el pan»

En Cataluña la propaganda política difundida mediante viñetas se bifurcó debido a la división de los hombres de izquierdas de allí: los catalanistas emitieron consignas nacionalistas desde Estel, Font y Pervenir (editadas en catalán), mientras que otros sectores más radicales editaron un tebeo proselitista al que llamaron Pionero Rojo. Otras cabeceras incluyeron alusiones sin solidez ideológica, bien por ir dirigidas a grupos escolares, como por ejemplo Renacer y ¡Via Avant!, bien por intentar acompasarse a la ideología imperante haciendo gala de un izquierdismo elemental, que fue el caso de Camaradas ode Calderilla. A este último grupo habría que adscribir el suplemento de humor e historietas de La Vanguardia titulado La Vanguardia de los niños, nacido ya en enero de 1938.
 
Mientras entre republicanos se marcaba la diferencia entre los que eran socialistas y los que se declaraban anarquistas, la férrea censura impuesta por los nacionales no dejó que la antipatía entre las facciones tradicionalistas y falangistas aún existente entre los sublevados fuese expresada gráficamente, lo cual acabó enterrado con la proclama de la unidad que representó la publicación Flechas y Pelayos. El 19 de abril de 1937 se había constituido la Falange Española Tradicionalista y de las JONS, lo cual dio lugar al nacimiento de Flechas y Pelayos el 11 de diciembre de 1938, tebeo que fusionaba Pelayos con Flecha, o sea, los confeccionados en el mismo taller de San Sebastián (pero no con la maña Flechas), y que transmitió el mensaje de unificación de todas las fuerzas de la España bajo el mando de Franco.
 
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El número 1 de Chicos, revista abiertamente propagandista en su arranque. 
Esta publicación marcó el afianzamiento de la buena salud del frente Nacional junto con Chicos, nacida el 23 de febrero de 1938, sin ideología política definida, con capital, de nuevo, de Juan Baygual y con la ejemplar dirección de Consuelo Gil Roësset. Baygual fue quien propuso a Gil hacer desde San Sebastián una publicación «apartada del espíritu oficialista» según De Mateo (2002: 17), y para ello eligió a Consuelo, enfant terrible que escribía desde niña (su primera novela, a los 11 años), que había colaborado desde 1936 en el semanario humorístico destinado a los combatientes La Ametralladora, y luego en Pelayos.
 
De gran calidad formal, incluso desde sus comienzos, dado que la composición e impresión se realizaba en los talleres Offset Nerecán (donde también se confeccionaron, desde 1925, Pinocho, Pelayos, Flecha), la revista Chicos, con ocho páginas, impresa con fondos cremosos, marrones y virajes a azules –y color, a partir del núm. 43, de diciembre de 1938-, alcanzó una categoría sin igual entre los tebeos españoles. Chicos marcaría el comienzo de otra edad dorada de la historieta (sobre todo desde que en 1942 la Gil comprase la revista y atenuase todo carácter doctrinario), donde sobresalieron las viñetas de Blasco, Freixas, Canellas Casals... a los que luego se incorporaron Aróztegi, Ojeda, Serra Massana o Valentín Castanys.
 
No todo fueron, sin embargo, parabienes. Según se vislumbraba el final de la guerra, algunos editores e impresores tuvieron que adaptarse a las penosas circunstancias del momento. Se puede afirmar rotundamente que desde 1937 disminuyó la diversidad de publicaciones de ideología nacional, y que los periódicos de la retaguardia republicana sufrieron muy graves restricciones de papel, hasta el punto de ser impresos sus mensajes e imágenes en papel de estraza, o de diversos colores y tamaños... En Barcelona, los tebeos republicanos sufrieron de impresión tosca y reducción de tamaño (Camaradas y La revista de Tim Tyler constituyen ejemplos de estas restricciones; también Porvenir y el tebeo bilbaíno El Pionero disminuyeron sus dimensiones). En la España franquista, la edición siguió centralizada en San Sebastián, con la única excepción de una edición sevillana, Colección de Aventuras Hércules (Ramón Vives editor, 1938), de la cual nadie ha consultado jamás un ejemplar, siendo la referencia existente una extraída de un registro de publicaciones.
 
En suma, la industria de las viñetas se ralentizó, la cadencia de las publicaciones menguó o se detuvo –TBO suspendió la salida a quioscos con el Almanaque 1937; Pocholo,con su Almanaque 1938-, y el papel, como toda España, se volvió gris...
 
El humor del bando republicano
 
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 Portada de La Ametralladora.
Entre los humoristas denominados “del 27” que se mantuvieron fieles a la república descollaron Antoniorrobles y Bon; otros se alinearon bajo el régimen de Franco: Tono, K-Hito, Jardiel Poncela, Mihura, Neville... Recuérdese que casi todas las publicaciones de humor de la II República desaparecieron antes del estallido de la guerra: Buen Humor había muerto en 1928, Macaco publicó su último número en 1930, en 1931 expiró El perro, el ratón y el gato, que dirigía Antoniorrobles, y Gutiérrez cesó su trayectoria en 1934. Desatado el conflicto, pasaron a colaborar con la prensa republicana Robledano (en Claridad), Aníbal Tejada (en ABC de Madrid), Sawa (en Heraldo de Madrid), Bardasano y Del Arco (eminentemente autores de ilustración editorial, en Ahora), Guasp, Alarcón, Martínez de León y Fernando “Menda” Perdiguero, en varios medios. En Ahora, dondetambién ilustraron Martínez de León y K-Hito entre 1931 y 1936, se mantuvo una sección de humor gráfico a toda página, “Cock-tail”, nutrida por media docena de humoristas..., pero a partir de agosto de 1936 dejó de publicarse allí humor gráfico.
 
Hacia el otro bando fueron Tono, militante de las filas del falangismo, y Mihura, que pasó de la zona roja a la nacional (Pelta, 2002: 48), autores ambos que fundaron en San Sebastián La Ametralladora en enero de 1937, junto a Castanys, que firmaba como “As”, Massana, Pellicer y Herreros. Este semanario vinculado a los nacionales prosiguió la numeración de la publicación salmantina La Trinchera desde el núm. 4, que era un semanario humorístico creado por la Delegación Nacional de Prensa y Propaganda bajo la dirección de Rogelio Pérez Olivares. La Ametralladora llegó a superar los 100.000 ejemplares de difusión y allí su director, Mihura, se ocultó bajo el seudónimo “Lilo” por temor a represalias republicanas contra su familia en Madrid, medida ingenua por cuanto el alias no podía enmascarar su inconfundible estilo. Con La Ametralladorase intentó hacer un Gutiérrez con elevada carga antirrepublicana, casi en la línea de militancia de Gracia y Justicia, pero sin llegar a igualar los niveles de sátira sangrienta que contra los líderes de la República, Azaña, Macià y Prieto, habían hecho los escritores y dibujantes Orbegozo, Soravilla, Galindo, Demetrio o Morán en la revista madrileña. Tono, por ejemplo, se condujo por lo común de modo claro y amable, en concordancia con su estilo minimalista, sin asperezas por lo común.
 
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Goñi concentra en esta imagen aparecida en el ejemplar del 5 de marzo de 1937 de L’Esquella de la Torratxa los objetivos del humor propagandístico: líderes nacionales obtusos; tropas integradas por sublevados feos, italianos, alemanes y moros; y la clase eclesiástica animalizada. 
A dos aguas destacó el renacer con cierto brío de la publicación barcelonesa L’Esquella de la Torratxa, de marcado talante satírico contra los nacionales pero que no sólo miró hacia el adversario pues llegó a ironizar sobre los CNT-FAI. Allí colaboraron Alloza, Apeles Mestres, Martí Bas “Kalders”, Subirats “Subi”, Goñi, Tísner, o Clusells “Nyerra”. Según varios expertos, de todos los humoristas republicanos del período de la guerra civil quizá el más destacado fuera Bagaria en La Vanguardia, luego Robledano, Martínez de León, Guasp, Puyol, Saw, Gallo, Del Arco, López Ruiz... Antoniorrobles destacó además como poeta y crítico, y como articulista que llegó a acusar a los dibujantes coetáneos de inmovilismo, sobre todo desde las páginas de Crónica. Viajó a tierras rusas en 1933 (al igual que hizo Martínez de León, en 1935), y por eso, y por su militancia en general, tuvo que exiliarse en México.
 
Según Díaz-Plaja (1980: 5) «en número y en posibilidades, los caricaturistas republicanos son muchos más que los nacionales», una evidencia matemática que no salió a la luz hasta tiempo después de muerto Franco, como demuestra el escaso número de rotativos citados en el pasado por historiadores como Abella o Bozal: Nuevo Ejército, con las historietas de Castillo Canedo “Aventuras de Restituto, soldado más tonto que bruto”, o La Voz de la Trinchera, con las historietas de Babiano “Un mañico de pistón en el frente de Aragón” e “Historietas de Babiano” (Martín, 1978: 207). Aun teniendo presente que la producción de autores como Ton y Castanys fue ingente, refrenda la seguridad de Díaz-Plaja el elevado número de títulos de la prensa republicana depositados en el Archivo salmantino que contienen viñetas. Y el presente repaso supone tan sólo una cala de la presencia de viñetas en la prensa republicana de la guerra civil (he aquí un fascinante trabajo de investigación); empero, sí fueron consultadas todas las publicaciones dirigidas a la infancia, las revistas humorísticas y los tebeos catalogados en Salamanca.
 
De la prensa republicana uno de los títulos más destacables fue Altavoz del Frente, un logotipo que encabezó varios formatos: el de programa de radio, el periódico y la revista. El primer Altavoz del Frente nació el 14 de octubre de 1936 y anunciaba sin remilgos su mensaje antifascista con contundentes portadas de Puyol. Las imágenes del periódico eran ante todo fotografías, pero también se preocupó de las viñetas en el artículo anónimo aparecido en su número 1, que daba noticia de una exposición de dibujos de la guerra desde donde su autor arengaba a «equipos de dibujantes a recoger plásticamente los actos bélicos de nuestra milicias (...) Los artistas, los escritores, los profesores, todos los trabajadores del pensamiento, deben hacer una labor de guerra.» El llamamiento a la lucha de todos los sectores de la cultura estaba hecho, y téngase en cuenta que, para los republicanos, pertenecían también a esa esfera los ilustradores, humoristas e historietistas.
 
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  La Correspondencia de Valencia.
Se sumaron a aquella proclama muchos autores, de lo cual da fe la relación de cabeceras periodísticas que sigue, una parte de la abundante prensa republicana ilustrada del Archivo: El Leninista, “butlletí del PSUC”, editado en catalán, alcanzó el número 4 al menos (de 14-I-1937) y contuvo humor gráfico de carácter «anti-feixista». Desde Valencia, y hasta septiembre de 1937, estuvo presente Vanguardia, diario del Comisariado General de Guerra al servicio del Ejército del Pueblo, segundo más importante de todos los publicados por el bando republicano (en junio de 1937 tiraba 100.000 ejemplares y más de un millón en dos números extras); en él dibujaron asiduamente Bardasano y Huguet. El Obrero de la Tierra (Madrid, 1937), estuvo muy ilustrado por Bardasano y Arribas.En Avanzada, “Semanario Comunista del Comité Provincial de Albacete”, hubo viñetas desde 1937. Unidad, “órgano de la 48 brigada”, de al menos una decena de números en 1937, también publicó humor gráfico. ¡Al Frente!, “Diario de las Juventudes Socialistas”, llevó viñetas desde 1937, de Peinador. En La Correspondencia de Valencia fue habitual Carlos Gómez “Bluff” desde enero de 1938, apareciendo en todos los números. El Noticiero Universal, “Diario de la noche”, publicaba en 1938 viñetas de Blas, habitualmente en la primera plana. El madrileño “Boletín interior de la 38 brigada” Por qué luchamos alcanzó más de 25 números hasta 1938. En sus páginas hallamos historietas de Argilés y Torres, de factura muy pobre pero efectivas en su mensaje sobre la triste servidumbre de los moros integrantes de algunas compañía de los ejércitos regulares de Franco: a ellos se les ridiculiza y a Franco se le caricaturiza con cierta gracia y aspecto de esnob. Su tira llevaba por título “Historia de un desleal que lo pasará muy mal” y estuvo presente en la segunda mitad de la trayectoria de la publicación.
 
Otros rotativos no llevaron apenas viñetas: ni La Verdad, periódico del Órgano de la Federación Provincial Socialista de Badajoz, de 1938, ni Guerrillero, ni Extremadura Roja, ni Solidaridad... Pero sí La Voz, “Diario independiente de la noche”, que fue un periódico fundado por Nicolás Urgoiti en 1920, siempre muy ilustrado con fotografías, viñetas y tiras humorísticas. Llegado el año 1936, el diario fue cambiando paulatinamente su costumbre de reproducir viñetas de la prensa extranjera (procedentes de Humoristicke Listy, de Praga, o de las publicaciones londinenses The Humorist o Everybody’s, entre otras), para incentivar los mensajes contra los conservadores. Lo hizo con ayuda de los dibujos de Ferrer, Echea (habitual con su columna “La gracia de los demás”) y también tiras de la serie “Oselito, Miliciano” firmadas por el sevillano Martínez de León.
 
Abundaban también los dibujos y caricaturas en las páginas de Frente Sur,Periódico de altavoz del frente Sur”, editado por el Comité Provincial de Jaén del Partido Comunista de España entre 1937 y 1939, donde destacaron las colaboraciones de Alberto y, de nuevo, de Martínez de León. Andrés Martínez de León se llevó consigo a la prensa madrileña de ideología comunista (La Voz), y luego a la prensa republicana de trinchera, a su personaje nacido en 1920 Oselito. Ni el personaje, ni su autor son necesariamente afectos a la causa republicana, o anarquistas o marxistas. Aunque se sabe que el pintor sevillano se sumó a la celebración popular cuando fue promulgada la II República, él prefería definirse como “reportero gráfico” sin ideología concreta, y de hecho paseó su firma por diarios de diferente adscripción ideológica, como El Noticiero Sevillano, El Sol, Blanco y Negro, El Heraldo, El Correo de Andalucía, El Liberal, La Unión, los enfrentados ABC (de Sevilla y de Madrid), Ahora... En 1926 mantuvo amistad con políticos sevillanos de reconocidas convicciones republicanas, y desde 1930 fomentó cierta amistad con el andalucista Blas Infante, pero hasta el estallido de la guerra no estuvo afiliado a partido político alguno. Incluso cuando viajó a la URSS en 1935, como enviado especial de La Voz, lo hizo más como embajador de la Fiesta Nacional frente a Stalin que como observador de consignas comunistas. Su libro en pro de Socorro Rojo Internacional surgido de aquel periplo “promocional del toreo”, Oselito en Rusia (1936, Pueyo SL), es antes un libro de viajes que una publicación de humor gráfico; es más, Martínez de León canta alabanzas de los soviéticos en sus páginas, pero también denuncia la hambruna, la sordidez y la represión bajo Stalin.
 
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Superior: Caricatura de Francisco Franco dibujada por Martínez de León en 1936 para el portafolio 12 dibujos.
Inferior: Tira de Martínez de León para Frente Rojo a la que se alude en el texto, con Franco sacando partido económico de la atrocidad (el rotulado es de la edición de Díaz-Plaja).
 
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Durante la guerra fraticida española, De León se implicó más. Colaboró con la prensa republicana del frente, desde Madrid primero, con chistes en La Voz, luego en Jaén, con textos y viñetas en Frente Sur, posiblemente en Extremadura más tarde... La carga ideológica de sus tiras es mínima, sin emitir consignas y basando el humor en la simpleza de su personaje Oselito, aquí identificado como miliciano pero sin uniforme. Por ejemplo, en una de sus tiras Oselito cambiala firma de “Las derechas” por la firma “El Pueblo” en una pintada hecha por los sublevados en un muro, la cual reza: «CONTRA LA REVOLUCIÓN Y SUS CÓMPLICES». En otra tira para La Voz, Oselito anima a un amigo de raza calé a ir «¡Ar frente!» jugando antes con la neutralidad del gitano que con el deseo de desdeñar a los militares fascistas: el gitano opta por ir a luchar exclusivamente cuando sabe en qué bando milita la Guardia Civil... En otra tira ironiza con un médico amigo si le convendría desear “Salud”, como saludo, a los camaradas en la lucha, porque la salud ocasionaría la ruina a un médico...
 
Todo ello lo dibuja Martínez de León antes del recrudecimiento de los combates, y antes también de que los mecanismos de propaganda se afilasen, a partir de 1937. La iracundia propagandística republicana fue creciendo a medida que avanzaba una guerra que no acababa y las consignas y los mensajes inflaron sus contenidos ofensivos. El dibujante sevillano colaboró a partir de entonces con una de las versiones impresas de Altavoz del Frente, destinó dibujos para hojas volanderas, ilustró el portafolio impreso con motivo del II Congreso Internacional de Intelectuales Antifascistas 12 Dibujos (Ediciones Solidadaridad, Madrid) e ilustró libros como Héroes del Sur, de Pedro Garfias (Nuestro Pueblo, Madrid / Barcelona, 1938). En los dos últimos casos caricaturizaba el autor grotescamente a Franco en sendas ilustraciones: en la primera, con zancos, habiendo puesto España en venta y saludando a una montaña de calaveras con el ademán nazi; en Héroes del Sur Franco aparece representado como títere de un guiñol accionado por Mussolini y Hitler. Del mismo modo se condujo el creador de Oselito en las historietas publicadas en Frente Rojo, en una de las cuales (3-IX-1938) dibujó un paisaje funesto a consecuencia de los bombardeos por el que deambula un Franco atildado que, oficiando como una suerte de cicerone de una pareja de europeos, fomenta el turismo por una España asolada. Concluye la historieta con Franco contando alegremente las divisas obtenidas y diciendo: «Con esto compro más aviones, mato más niños, vienen más turistas... ¡Ah! ¿Y dicen que soy pequeñito?...»
 
Historietas y tebeos republicanos.
 
Similares mensajes de denuncia aparecen en las publicaciones republicanas compilatorias de tiras y de historietas, en los semanarios humorísticos que también contuvieron historietas y en los tebeos propiamente dichos.
 
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 Portada de uno de los cuadernos recopilatorios de las divertidas y persuasivas aventuras del Soldado Canuto, obra de T. Porto recopilada en 1937.
El Semanario de guerra Hierro publicó entre septiembre de 1936 y mayo de 1937 un conjunto de historietas y caricaturas elaboradas por Ramón Peinador. Hierro no era un tebeo, pero en 1937, el sello madrileño “Diana (U.G.T.)” editó el Álbum de Peinador Hierro para recoger una colección de historietas y caricaturas del autor que ocuparon 44 páginas, al precio de peseta y media, con el formato de un cuaderno apaisado de 15 por 20 cm. De sus contenidos son dignas de destacar las aucas agrupadas bajo el nombre “La vida, puerca y traidora, del fascio, en sencilla historia”, donde se ridiculizaba a los seguidores de Franco. Primeramente se procede allí al escarnio mediante pocas viñetas, pero luego Peinador utiliza historietas de mayor extensión, de hasta 6 viñetas, numeradas y con texto al pie, y resueltas con línea más segura. Ese mismo esquema, pero con espíritu más festivo, fue el que utiliza Peinador para narrarnos las aventuras en viñetas de “Heliodoro”, motorista soldado que frecuenta el Bar Rojo, donde se emborracha para jolgorio de la tropa lectora. Hierro recopiló una decena de historietas de Heliodoro. La publicación, abierta y libre, incluyó en la última página un quién es quién de Hierro, donde mencionaba a Álvaro Menéndez, J. Vela Zanetti y a Peinador, quien se caricaturizaba a sí mismo.
 
También compilatorios fueron los dos tebeos de 48 páginas titulados Hay que evitar ser tan bruto como el soldado Canuto “(peripecias y desdichas de un mal soldado)”. Estas publicaciones contenían historietas que fueron primeramente destinadas al periódico La Voz del Combatiente, el rotativo fundamental de los republicanos, que sobrevivió hasta el 26 de marzo de 1939. La tiras cómicas publicadas allí fueron recopiladas en 1937 bajo el amparo del Comisariado General de Guerra / Comisión de Propaganda y también con el sello Diana (U.G.T.). Su dibujante, el recientemente fallecido Tomás Porto, usó las peripecias del personaje Canuto para repartir consejos entre los republicanos destacados en el frente mediante historietas generalmente de una página, con textos al pie redactados en verso. Soldado Canuto es un tebeo dirigido a los adultos (concretamente, a los combatientes) por elaborar una ironía simple pero aguda sobre las conductas poco aconsejables entre la milicia. El carácter “adulto” del tebeo no residía en su profundidad, en contenidos truculentos o en el lenguaje usado, consistía, precisamente en que el mal soldado Canuto daba “ejemplo”, con su compendio de defectos, al resto de los milicianos sobre las relaciones sexuales. Así ocurre con la serie de historietas “Mucho cuidado con Venus”, que en tres entregas –en las que Canuto desfilaba entre picores– instruía jocosamente a los soldados sobre las enfermedades venéreas y lo pernicioso que resultaba no vigilar la higiene (si bien en ningún momento aconsejaba Porto no visitar a las “mujeres de la vida”).
 
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Superior: Portada del semanario satírico ¡PUM!, de 1935, una de las publicaciones de la República que fue secuestrada por Franco hasta hace recientes fechas.
Inferior: Historieta anónima publicada en la cuarta página de cubiertas del semanario satírico No Veas (1937).

 
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De entre los semanarios de humor republicanos propiamente dichos que secuestró el Movimiento hallamos ¡PUM!, “Portavoz del humorismo republicano”. Fue impreso en Madrid, en la Tipografía López, en 1935 y al menos alcanzó cuatro números, de 12 páginas cada uno, impresos en bitono, a 20 céntimos el ejemplar. Desde la dirección Mayor, 6, de Madrid, se sacaba adelante esta publicación que combinaba textos (de Zas, Rigu, El Rabino Manuel, Logurre) e imágenes y chistes gráficos de Guri, Franck, Amaró, Paz, Eduardo, casi todos pobres de estilo y línea, destacando sobre todos ellos Bluff.
 
De 1937 datan los semanarios humorísticos Criticón y No veas, el primero editado en Barcelona y el segundo en Madrid. No veas fue fundado por Bardasano, quien reunió a su alrededor al grupo de caricaturistas y dibujantes integrado por: Kate, Karota, Peinador, Echea, Alfaraz, Cañabate, Ufano, Leo, Barbiano y Kim. Desde sus páginas se arremetió contra Franco, Queipo de Llano y otros dirigentes “facciosos” durante al menos 19 números. El número 1 de la publicación data de 22 de mayo de 1937, cuenta con 16 páginas editadas en bitono, por 20 céntimos, y muestra imágenes de Peinador, Karota, Kate, Aníbal Tejada, algunos chistes tomados de prestado de los periódicos Mundo Obrero y El Mercantil Valenciano,y en cuarta de cubiertas alojaba la serie de las “Aventuras de Jabato, para pasar un buen rato”. En el número 2 ya parecía estar consolidada la línea a seguir: de sarcasmo simpático y con leve cuidado en el grafismo, como lo demostraban aquí con el texto firmado por Recuero: “El generalife Franko ha profesado en un convento de Clarisas”, o en las viñetas de Cantos, Fojo, Herranz, Babiano y las aventuras de Jabato.
 
Entre las revistas dirigidas a la infancia clasificadas por el Tribunal de la Masonería y otros censores delegados de Franco hallamos en el Archivo: El amigo, Aladino (anteriores a la guerra) y Mirbal.
 
El amigo fue una hoja infantil que data de 1933 (el número 4 es de junio de ese año). No sobrepasaba las 4 páginas y cumplía objetivos moralizantes, y acaso didácticos, trufando sus contenidos con chistes gráficos escritos por Gramado – Cabranes (así consta) y dibujados por B. Rodríguez.

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 El semanario infantil ilustrado Aladino (circa 1936-1937), publicó pocas historietas y de calidad mediocre.
Aladino, “Semanario infantil socialista” fue una publicación de 8 páginas de extensión, por 10 céntimos, con historietas de resolución simple y sin firmar, como las que aparecen en el número 1: “El cura de pan y miel” o “La moto... sola”. También encontramos entre sus páginas una historieta protagonizada por Sancho IV el Bravo, en bitono, con viñetas sin bocadillos y el texto al pié. No lleva fecha esta publicación, y los encargados de catalogación del Archivo presumen que vio la luz entre 1936 y 1937.

Mirbal, “Noticiero infantil”, de abril de 1937, fue una publicación más ambiciosa por cuanto era editada en color y en dos idiomas, el castellano y el catalán, y porque parecía codiciar un público selecto y de economía desahogada: Ibèria lo distribuyó previa suscripción de 3 pesetas por semestre –6 anuales; 8 si era solicitado desde el extranjero-. Subtitulado “el nen de cara a la lluita antifeixista”, este producto de cuidado y equilibrado diseñoreproducía dibujos remitidos por los niños y también publicaba historietas, “Historietas mudes”, sin firma, mezcladas las carentes de contenido ideológico con los relatos ilustrados que animaban a la lucha armada. Los textos venían ilustrados por el jienense Goñi, cuyo delicioso estilo contrastaba con la crudeza de lo descrito. Por ejemplo, en “Un relato del Frente” (Mirbal número 1) se describe un fusilamiento que presencia un niño, el cual demuestra alegría tras ser testigo de las bajas de los facciosos: «Enrique quedó satisfecho».

El proselitismo también late en sus contenidos relativos a la cultura china (en alusión a su esencia comunista) y en la referencia que se hace al Club Mirbal, donde los niños y niñas de entre 6 y 16 años podrían agruparse y mantener «trato social, hasta hoy inexistente» (aunque ya hubo antes colectividades mixtas de escolares). El dibujo no estaba previsto entre las actividades de aquel Club, pero sí la ayudantía a los que luchaban: «Como finalidad circunstancial, los niños y niñas del Club Mirbal ayudarán a las tareas de organización de Ayuda Infantil de Retaguardia, de apoyo a los niños víctimas del fascismo.»

 

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Portada de la revista Mirbal (1937), de exquisita edición bilingüe y páginas, desplegadas, de la revista Mirbal (1937), en las que se observa el cuidado por el diseño.

Mas, no fue Mirbal la publicación más tendenciosa de las producidas por los republicanos, los tebeos más interesantes y los editados con verdadero afán propagandista fueron Pionero Rojo, Porvenir y el tebeo bilbaíno El Pionero.

 
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 Portada de Pionero Rojo.
De Pionero Rojo, “Semanario de los niños obreros y campesinos”ya ha sido comentado que tuvo corta vida de 7 números durante 1937 y que fue el título republicano catalán con mayor carga ideológica por llevar a cabo una intensa campaña de propagación de los valores heroicos de los trabajadores entre los niños catalanes. Así es: revista literaria, con mucho texto, ilustrada y de historietas, ofrecía 8 páginas por número, en las cuales glosaba los ideales políticos y avivaba la lucha contra los sublevados. Todo ello se ilustraba mediante imágenes de Vicens (historietas con textos al pié), Niv (tiras en varios números), y Batllé (una tira en el número 6). Los mensajes más claros, acaso, eran los contenidos en las historietas de portada, de autor anónimo, y las tiras de Niv, protagonizadas por patos y ánades con interés por adoctrinar a sus lectores sobre los beneficios del trabajo y el desprecio que todo buen muchacho debe hacer de la riqueza.
 
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Porvernir, portadas de los números 1 (1937) y 10 (1938) y contracubierta del cuarto número. 
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Porvenir
fue editado por F.R.E.R., desde Barcelona, con mimo y bastantes medios, existiendo dos ediciones, con el título Pervenir la catalana. La publicación en lengua castellana, que es la que se halla depositada en el Archivo, disponía de ocho páginas, todas ellas en color e impresas sobre papel de gran gramaje y en un formato apaisado de dimensiones respetables: 22 x 32 cm. Al menos aparecieron 11 números, con historietas que seguían el modelo de viñeta con texto en su base, de géneros variados, destacando el humor blanco y los planteamientos gráficos elegantes (aunque sosos) que alcanzan la exquisitez en la obra de Molné, dibujante interesado en los habitantes de los estanques. Pujol (que no Puyol) aparece en los primeros números, en el tercero se incorpora Mari Batlle, en el quinto número firman P. Carreter y J. Dalmau. E. Vicente y el delicioso Enrich D’Oc dibujan en el sexto número, Mecachis se suma al séptimo, y al número 8 de Porvernir se incorporan Alfredo, Busquet y Paco Carretero. Llegado 1938, Porvenir dejó traslucir la depauperada idiosincrasia republicana en Cataluña porque el número 9 se editó en un papel más tosco y disminuyeron sus dimensiones en aproximadamente un centímetro de alto y otro de ancho. Con todo, y antes de su último estertor, ganó enteros con la incorporación de dos grandes de la historieta española entre los números 10 y 13: A. Moreno y Jesús Blasco, quien dibuja las hermosas historietas “Pupita” e “Ingenio”.
 
El Pionero es posiblemente el más importante de los tebeos con mensaje político hallados entre los editados por los republicanos durante la guerra civil. Al menos existieron diez números, distribuidos desde 1937 por el Órgano de la Federación de Pioneros de Euzkadi bajo la denominación de “periódico para los niños”. Consistían sus ejemplares en cuadernos de 8 páginas, con un tamaño de 33 x 24,5 cm., con las cubiertas en color, de excelente presencia y con logotipos diseñados por Ugarte, que fue también el dibujante principal del tebeo. Ugarte, de línea colorida, aunque no extraordinaria, salía airoso del empeño de dibujar una aventura cómica, pero difícilmente hubiera obtenido resultados similares de haberse atrevido a representar aventuras “realistas”. Lo más llamativo de su producción para El Pionero resulta ser el usufructo que hace del personaje de Elzie Chrisler Segar mundialmente famoso: Popeye.
 
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 Historieta para la cubierta del número 1 del tebeo vasco El Pionero (1937), con los personajes Pionero y Popeye luchando juntos por la libertad. Bajo estas líneas: Ilustración para la cubierta del número 3.
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Nos sorprende hallar a Popeye encaramado a las letras del logotipo de la publicación, compartiendo protagonismo con el niño “mascota” del tebeo (de nombre Pionero). Pero más sorprende comprobar que este marino americano resulta ser aquí de otra nacionalidad y con otros intereses, más afines al marxismo, tal y como reza en la primera viñeta del número 1: «Pionero y Popeye, mejicanos, antifascistas de los de verdad, deciden ayudar al Gobierno de la república.» Tras preguntarse Popeye qué es un “gudari” y comentarle el gallardo Pionero que lo mejor es comprobarlo sobre el terreno, ambos se hacen a la mar con el Tiburón, barco del devorador de espinacas, y ponen rumbo a Euskadi para «luchar por la libertad». Sus aventuras no fallan en la primera página de ninguno de los ejemplares de El Pionero, todas en color, correctamente impresas, hasta llegar al número 10, donde la misma Rosario se suma a participar en la lucha por las libertades del pueblo oprimido.
 
Según se creía hasta la fecha, y como recoge Martín: «Importa destacar que en [Flechas y Pelayos] se publicaron los pocos cómics norteamericanos que en los años de la guerra se dieron en los tebeos de la España franquista, como: «Popeye» y «Wong-Lo» (2000: 91). Si bien las historietas de Ugarte son por completo inventadas para El Pionero y no traducción de las de Segar, Popeye apareció en España en este tebeo vasco, dos años antes que en el número 7 de Flechas y Pelayos, el 22 de enero de 1939. Cabría presumir que Pérez de Urbel decidió incluir las aventuras del héroe marinero en la revista del Movimiento como respuesta a su edición anterior. Es hipótesis por demostrar y que se eleva sobre la base de que en su día sorprendió a los analistas de la publicación franquista el rechazo de su ideólogo a las viñetas foráneas, por querer una revista «libre de feos exotismos» (Martín, 1978: 219).
 
No es el único caso de personajes “tomados prestados” para el tebeo bilbaíno: también cupo allí un remedo de la creación de Hergé, Tintin, nacido apenas una década antes y que se había manifestado en 1929 abiertamente en contra de la cultura bolchevique. Un dibujante anónimo relata en El Pionero las aventuras de otro joven republicano en lucha cotra los nazis, en historietas que ocupan la cuarta de cubiertas, también en color. El joven y rubio protagonista, llamado Pedrochu, muestra un tupé muy similar al del dueño de Milú y va vestido a la misma usanza que en su aventura en Chicago (Tintín en América, 1931). Prosigue sus aventuras el personaje en siguientes números adoptando otros atavíos, como boina vasca o camisas y pantalones más apropiados para la lucha.
 
Al hilo de las fuentes de “inspiración” de los autores de El Pionero, cabe comentar que en el número 7 se publica la historieta “Don Pancho Polilla”, que no es otra cosa que la obra de George McManus Bringing up Father, “redibujada” por completo para la ocasión por manos anónimas. Y similar método se observa en el número 8, donde la historieta “Kiki el electricista” recuerda poderosamente a la creación de 1930 Quick et Flupke, también de Hergé. La copia de otros estilos y personajes parece una tónica en el tebeo vasco (también apareció una historieta imitando el estilo de Benejam).
 
Es presumible que los editores irrespetuosos de El Pionero actuaron así so pretexto de la urgencia, de la necesidad de editar un producto rápidamente, con la facilidad que permite la copia, y para emitir sus lemas propagandísticos, que los hubo. Hallamos, en efecto, y además de las comentadas, historietas de corte histórico que enaltecían ciertas gestas adaptadas de narraciones de B. Pérez Galdós: “Episodios nacionales. Juan Martín el Empecinado” fue llevado a viñetas en el número 6, por ejemplo; otro para el siete. Todas esas adaptaciones fueron dibujadas por J. del Río con un estilo realista (cercano al que luego desarrollaría Ambrós), y con cierto interés por elaborar un discurso en viñetas más ágil, porque no obstante llevaban generosos textos al pié también incluyó el autor algunos bocadillos.
 
El contenido ideológico de El Pionero quedaba reforzado con la sección de cartas de los lectores, a donde remitían los niños dibujos, caricaturas y retratos, algunos de los cuales venían subtitulados por los propios niños (o por el redactor) con leyendas como: “Trotsky traidor”. Esto confirma que los hijos de los republicanos no hacían sino repetir las consignas que les eran transmitidas por sus mayores e ideólogos, o bien que estos lemas eran depositadas ahí por los editores de la publicación para que causasen su efecto propagandístico.
 
Para terminar, resulta interesante detenerse en la historieta protagonizada por Pedrochu que aparece publicada en la cuarta de cubiertas del número 9 de El Pionero. El jovenzuelo vasco parte en una de sus misiones contra los fascistas; es capturado y llevado ante el general «Que tipo de Asno» (divertida alusión a Queipo de Llano), quien ordena que le administren cincuenta palos, que le obliguen a ingerir aceite de ricino, que se le torturen con una gumia (una daga mora levemente encorvada), y que se le cuelgue bocabajo para abrirle como a un cerdo. Pese a la salvajada que se describe, las viñetas retratan el episodio con cierta solemnidad y limpieza: los torturadores no parecen ensañarse y los militares del bando franquista son en todo momentos pulcros y marciales. Acaso la razón para tan poca impiedad gráfica hacia el enemigo sublevado resida en la resolución de la historieta: Pedrochu se despierta en la última viñeta de una pesadilla, en una estampa claramente alusiva a las últimas viñetas que Windsor McCay dibujaba en su obra onírica Little Nemo in Slumberland. De nuevo, El Pionero, usaba viñetas ajenas.
 
Sería por poco tiempo: el Servicio de Propaganda creado en Bilbao y que respaldaba la publicación adolecía de menos fuerza que los existentes en otros puntos de España y, tras la caída de Bilbao el 14 de junio de 1937, este servicio hubo de trasladarse a Barcelona y suspender sus publicaciones.
 
No hemos hallado más tebeos de esta índole, y ninguno de los consultados plantea avances destacables en el ámbito de la historieta española, con la salvedad de El Pionero, que plantea la lógica duda de si lo allí publicado fue creación original de sus dibujantes.
 
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Historieta publicada en la revista Altavoz del Frente: “El cuartel en la montaña”, a la cual se alude en el texto (1937). 
Durante el resto del año 1937, los editores republicanos no hicieron sino sufrir flaquezas y restricciones, a lo cual se sumó una desorientación y descoordinación de esfuerzos producto de las divisiones internas que existían entre ellos. Finalmente, desde abril de 1938, el territorio republicano se dividió en dos y todo fue a peor para los militares y también para los editores de libros, prensa, humor e historietas. Desde Moscú se intentó avivar el espíritu de los más jóvenes ciudadanos de izquierdas ofreciéndoles publicaciones del Comité Central que llegaban sin traducir, como es el caso de las revistas mensuales infantiles El Pionero (otra más con este título, en ruso, pero diferente a las mencionadas, y apenas sin ilustraciones)y Hoguera (o Koctëp); tristes divertimentos para un niño adoctrinado en el marxismo pero sin conocimientos del cirílico.
 
Con fecha de 29 de septiembre de 1938 apareció la “Revista para el pueblo en armas” Altavoz del Frente, al elevado precio de 1,50 pesetas, con textos como “A través de la URSS. El País donde los cuentos se convierten en realidad” y con la historieta de deliciosa factura “El cuartel en la montaña”, desde donde se tratan de revivificar los logros del pasado y el heroísmo de los luchadores del pueblo, para lo que se remonta su autor a los tiempos de Fernando VII y destaca la resistencia de Madrid al adversario. Esta segunda etapa impresa de Altavoz del Frente supuso el canto de cisne de las publicaciones propagandísticas republicanas, aunque todavía hubo tímidos intentos en otros rotativos, ya con escaso poder de convocatoria.
 
Entre ambas publicaciones homónimas, Altavoz del Frente periódico y Altavoz del Frente revista, medió una guerra. Una guerra de sangre, de lágrimas y de imágenes distorsionadas.
 
Fascistas deformados
 
Sobre las historietas aparecidas durante la guerra civil se ha insistido en que «el periodo no representa en sí ningún avance desde el punto de vista de la expresividad del lenguaje visual, y el interés de los estudiosos por el periodo se centra sobre todo en el análisis de lo bélico y lo propagandístico en las revistas infantiles y en la prensa adulta» (Alary, 2002: 38). Es innegable.
 
Precisamente es ese aspecto, el del alejamiento (el de la evasión) efectuado para lograr un “acercamiento” a la cruda realidad, lo que hace de las viñetas de este período un singular objeto de estudio y de aprecio, sobre todo de las dirigidas a los niños. Tanto un bando como el otro manipularon sus mensajes dibujados, en principio con similar énfasis por expresar una inminente derrota del enemigo. En efecto, también los poco conocidos tebeos republicanos generaron «historietas en las que se presentan unos héroes bufos vestidos de milicianos, portando profusión de siglas partidistas y donde los antihéroes son «fascistas» que siempre pierden.» (Martín, 2000: 82).
 
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 Ilustración aparecida en un ejemplar de 1937 del periódico ilerdense Vanguardia. El lema bajo la imagen es: «¡El fascismo no triunfará!»
Lo más digno de destacar del conjunto de publicaciones sería, pues, determinar las diferencias que caracterizan las viñetas de un bando con respecto a las del otro. Las republicanas, por más que en un principio estuvieron en manos de comités obreros (en Cataluña) no centraron sus esfuerzos en una manipulación directa y con fines propagandísticos del espíritu de los niños a quienes iban dirigidas. Hay que aclarar en este punto que hubo una división de actitudes entre organismos oficiales / políticos, asociaciones de intelectuales y colectivos de artistas y talleres republicanos. Por ejemplo, entre los talleres de propaganda adscritos a organizaciones intelectuales afines a grupos políticos como el Partido Comunista destacó Altavoz del Frente, pero los colectivos de dibujantes como el Sindicat de Dibuxants Professionals, al que se hallaban adscritos algunos dibujantes de carteles, historietas y humoristas (Alloza, Bofarull, Alumà, Bartolí, Martí Bas, Goñi, Fontserè...), al parecer deseaban únicamente desarrollar sus habilidades y conocimientos en el ámbito de la propaganda artística. Así, desde Altavoz del Frente, Puyol y Mateos fusionaron recursos surrealistas y expresionistas para lanzar feroces sátiras, mientras que José Bardasano, que fue el cartelista más prolífico de la guerra civil, adoptó una estética más amable, que algunos han calificado «cercana al cómic de aventuras de los años treinta» (Gamonal, 2002: 83).
 
Esa misma contención en las proclamas republicanas se observa en los tebeos del comienzo de la guerra. No se atisba rimbombancia en el suplemento Floreal de TBO. En Pocholo no se le oculta al niño la situación bélica, pero la única prédica militar que se hace es la de indicar a los lectores que algunos dibujantes de la publicación se han animado a luchar en el frente. Otras revistas dirigidas a la infancia, como Yo, tampoco tratan el tema en profundidad durante el primer año de guerra. Las fantasías de Piti Bartolozzi en la madrileña Crónica incluso se evaden de la angustiosa realidad que viven los niños. Todo ello siempre según Martín (1978).
 
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Viñeta típica de Companys, donde los milicianos republicanos aparecen con aspecto patibulario y manchados de sangre. Publicada en Domingo, el 1 de abril de 1938. 
Una posible explicación para lo anterior la encontramos en que la prensa republicana durante la guerra no fue destinada exclusivamente al sostén de la moral de los combatientes. Si en algo coinciden los modernos historiadores es que también sirvió para alfabetizar al pueblo. El bando republicano llevó a cabo una gran obra de extensión cultural (de innegable papel propagandístico, bien es cierto), que se realizó desde los comités de Cultura Popular, los “Clubs de Educación”, los Rincones de Cultura o las Brigadas Volantes contra el analfabetismo, las cuales llegaron a impartir clases a más de 300.000 personas (Pizarroso Quintero, 2002: 21). Los republicanos consideraron eje fundamental en sus mecanismos propagandísticos la defensa y la difusión de la cultura, con el fin de identificar Cultura con República, lo cual lograron. Por el contrario, los nacionales no siguieron esa estrategia, anteponiendo en la escala de importancia lo militar y lo religioso frente a lo popular y lo cultural, y resaltando entre sus salvaguardias de la fe las acusaciones dirigidas a los “rojos” por la salvaje destrucción artística iconoclasta que hicieron. Desprovistas de interés por la difusión de aspectos culturales y únicamente abocadas a un fin propagandístico, los creadores de imágenes del bando nacional se obstinaron por hacer representaciones del adversario siguiendo parámetros de distorsión y deformación. En buena lógica: El retrato deformado del contrario ha sido una constante en la caricatura política, sobre todo desde las guerras napoleónicas del siglo XVIII. El artista satírico se condujo siempre exagerando los rasgos físicos diferenciadores del político en particular o del militar en general. Y es verdad que tanto sublevados como republicanos, en cumplimiento de esa tradición, identificaron gráficamente a sus contrarios como humanos grotescos, como seres bestiales, y finalmente con animales, eminentemente con reptiles, ungulados o simios monstruosos. Pero la tilde era distinta en virtud de la ideología. Para los republicanos, la imagen animalizada del faccioso era reflejo de su moral: el asno era el torpe, el cerdo era el orgulloso y acaparador, el reptil era el taimado. Pero para los fascismos los enemigos no sólo eran deformados por razones morales, también lo eran físicamente en seguimiento de la estela filosófica segregacionista que impregna las ideologías totalitaristas.
 

A la vista de las viñetas que conocemos, los nacionales comenzaron representando a los republicanos en caótica formación, faltos de marcialidad, desaseados, desarrapados, malencarados y desprovistos de refinamiento. Según evolucionaba la guerra, pero prontamente, en los dibujos los rojos se ven como salvajes salpicados de sangre, armados hasta los dientes –sobre todo con puñales, arma asociada a la baja ralea en la gramática icónica de las viñetas-, y con aspecto de piratas. Quizá el mejor ejemplo de esta representación lo supongan las viñetas de Companys en Domingo y otros periódicos, y la historieta del excepcional Serra Massana para Diario Vasco, donde fueron seriadas las aventuras de “Monchito” desde febrero de 1937. Allí, los pulcros y sanos nacionales son amenazados por hordas de rojos de simiesco aspecto y bestiales propósitos, que a la postre acaban ridiculizados.

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 Primera entrega de las aventuras de Monchito en Diario Vasco. El rotulado es de la edición de Díaz-Plaja.
Como muy bien ha señalado Díaz-Plaja (1980: 5) «si el dibujo es nacional, el «rojo» es el enano esforzándose, convulsa e inútilmente, en derribar el cuerpo gigante de un falangista, requeté o soldado que mantiene la serena expresión de quien se sabe en posesión de la verdad única.» Mientras el republicano era un humano aberrante en las representaciones nacionales, el semblante del sublevado era respetado en su marcialidad en los dibujos republicanos por lo general. Díaz-Plaja lo demuestra comparando imágenes aparecidas en las publicaciones nacionales: La Ametralladora, Domingo, Vértice, Diario de Burgos, Fotos y Diario Vasco (de San Sebastián), El Norte de Castilla (de Valladolid) y ABC (de Sevilla), con las republicanas de: ABC, Ahora, Claridad, Heraldo de Madrid, C.N.T. (todas de Madrid) y La Vanguardia, Frente Rojo, Hora de España, Solidaridad Obrera, L’Esquella de la Torratxa (todas de Barcelona). Sorprende que este libro de Díaz-Plaja haya sido obviado por los estudiosos de nuestras viñetas, quienes han acudido hasta hoy a estudios menos completos, aparecidos bajo el franquismo, en cuyos registros figuraban entonces: de 1936, Pelayos, Flechas; de 1937, Camaradas, Estel, Font, Pervenir, Pionero Rojo, ¡Vía Avant!, la madrileña Muchachas;y los de 1938 Chicos, Colección de Aventuras Hércules y Flechas y Pelayos (Fuentes, 1971: 75). Los títulos republicanos reconocidos por el Ministerio de Información y Turismo entonces eran precisamente los menos difusores de consignas izquierdistas.

Desde la perspectiva republicana, las representaciones furibundas de sus antagonistas fueron en principio escasas. Era habitual encontrar asociados a los republicanos con el alcohol en las viñetas firmadas por humoristas nacionales, pero esta misma asociación establecía el republicano cuando dibujaba al nacional, si bien incrementaba el número de botellas en torno al ridiculizado. No obstante, el militar sublevado suele aparecer aseado en estos dibujos, disciplinado, a veces atildado, a lo sumo afeminado o travestido, idea ésta surgida –eso se cree- de la peculiar voz atiplada y mirada ensoñadora del general Franco, y también por los rumores que corrían sobre su escaso interés por el sexo femenino.
 
Franco fue ridiculizado por los republicanos desde todos sus frentes. Naturalmente, en las publicaciones nacionales se exigió la nula presencia de imágenes del general sublevado en otra representación que no fuera de magnificación de su efigie de “caudillo” (acaso por la dificultad de resaltar sus escasos rasgos varoniles y heroicos). Mas, los republicanos no dudaron en dibujarlo bajito, panzudo, con la mirada estólida y, sobre todo, afeminado: Tejada llegó a representarlo como mujer pretendida por dos celosos aliados (uno marroquí, otro italiano) en las páginas de la edición madrileña de ABC; Bagaria lo dibujó como una vedette emplumada en La Vanguardia. Su imagen como títere de otros gobiernos, de Hitler, de Mussolini, fue también moneda de cambio común entre caricaturistas e historietistas; Alloza usó de esta imagen en La Vanguardiay en L’Esquella de la Torratxa con cierta frecuencia, y recuérdense las láminas de Martínez de León.
 
Por más que se les dibuje como títeres, o como rastreros militares al servicio de las clases adineradas y nobles de Europa, los republicanos no identifican gráficamente por lo común a los altos cargos del ejército de Franco o a él mismo con animales. Quizá haya que hacer una excepción con Queipo de Llano, siempre dibujado con aspecto sanguinario, entregado a una botella o al baile flamenco, y a veces representado como un pollino o como una monstruosidad. A cambio, los nacionales no se quedaron cortos en la representación animalizada de Azaña y sus verrugas (como un plantígrado lo dibujó Pito en 1937 para Domingo), de la obesidad de Indalecio Prieto, o en las aproximaciones a la pretendida usura de Negrín. 

El humor republicano se declaró más inteligente y cargó sus tintas sobre aspectos antes circunscritos a entidades grupales, o a la idiosincrasia y a la actualidad, que contra las personas. Es el caso, por ejemplo, de la imagen que pretendieron transmitir a sus lectores de los integrantes de otras razas en las filas “regulares”. Los moros aliados con los nacionales constituyeron para las izquierdas una situación anormal y paradójica que rápidamente utilizaron como arma dialéctica, por cuanto no representaban precisamente la pureza de raza que pregonaban los fascistas, ni tampoco su naturaleza atañía a una soñada unidad nacional. Los dibujantes republicanos hicieron mofa de ello sin llegar a la ridiculización xenófoba, cargando las tintas sobre todo en la mezcla étnica a la que tendrían que avenirse las mujeres de los nacionales ante la posibilidad matrimonial con tanto “moro suelto en España”. El sevillano Martínez de León también se hizo eco de esta “extranjerización” del país cuando su personaje Oselito sufrió una pesadilla en Frente Rojo (23-IX-1938) en la que era tenido por forastero en una tierra poblada por «Salchicha» (alemanes), «Macarroni» (italianos) y marroquíes. Los nacionales procuraron explicar la presencia de los marroquíes como la de creyentes en lucha contra los ateos republicanos. Lo cual al parecer quiso poner de manifiesto Serra Massana con la tira aparecida en 1937 en Diario Vasco “Las aventuras de Ben Alí”, un morito con deseos de ayudar a su padre en la lucha contra los judíos en España, que contrasta con el talante aventurero de “El hijo del caid”, historieta de corte similar que el mismo autor publicó en TBO en 1926.

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 Primera tira de “Las aventuras de Ben Alí”, que arranca desde el 29 de mayo de 1937 de las páginas del Diario Vasco.

Los humoristas republicanos arremetieron agresivamente contra la Iglesia, eso sí, en cumplimiento de las teorías marxistas según las cuales se les acusaba de apoderarse de los tesoros del país (una actitud que ha seguido siendo argumento para muchos chistes gráficos hasta el día de hoy, por otra parte). Durante la guerra civil ejemplificó este odio Robledano en una viñeta en la que obispos obesos con impía expresión portan sacos con “millones” mientras entonan el número “Los ratas” de la zarzuela La Gran Vía.Otras veces los religiosos aparecen en las viñetas republicanas alegrándose del asesinado de los marxistas, o aconsejándolo, como una vía para ganarse rápidamente el cielo. Por añadidura, esos obispos llevan la nariz colorada, síntoma inequívoco de su afición al morapio, al igual que hacían los humoristas gráficos republicanos con los dirigentes militares, habitualmente apostados cerca del vino.

 
No debe sorprender que en la lectura del tebeo bilbaíno El Pionero no hallemos alusiones negativas hacia la Iglesia, porque como bien recuerda Pizarroso Quintero, tanto Cataluña como el País Vasco fueron regiones que durante la guerra civil actuaron con autonomía en el terreno de la propaganda, y en el caso del gobierno vasco destacó la libertad de que gozaba allí la iglesia católica frente al anticlericalismo imperante en el resto de la España republicana.
 
En otro orden de cosas, y con interés por abordar otro tipo de análisis, cabe resaltar cómo la caricatura republicana aludió a menudo a la pretensión de los nacionales de dividir al enemigo. Desde muchas viñetas se denunció la intención de los fieles a Franco de terminar con las libertades catalanas, de querer “españolizar” una comunidad histórica, precisamente con ayuda de moros, alemanes e italianos. Goñi representó esta idea con mucha gracia en una viñeta aparecida en L’Esquella de la Torratxa en marzo de 1937, en la que moros, teutones, italianos y sublevados aparecen representados con rasgos caricaturescos, realmente feos en el último caso (los dibujantes de la zona nacional dirigieron su sátira contra Rusia, Francia e Inglaterra, por ese orden).
 
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Chiste de Mullor aparecido en Domingo, con fecha 17 de junio de 1937, en el que el dibujante nacional muestra a los milicianos republicanos sucios, mal uniformados y desatentos. 
Finalmente, y como ya se ha apuntado, son los humoristas republicanos los únicos que ejercitan una autocrítica sobre sus disensiones internas. Así procedió Alloza en L’Esquella de la Torratxa en mayo 1937, en una viñeta donde deja claro que la facción moderada republicana catalana se opone a los intereses de la extrema izquierda, representada por trotsquistas y anarquistas (con deseos de colectivizar la industria pero no con ánimo de hacer un reparto justo de beneficios). La catadura de los revolucionarios aquí podría ser tenida fácilmente por un dibujo elaborado desde el bando nacional. Asimismo, Gallo representaba a la URSS como cínica cómplice de Mussolini y Hitler al repartir con ellos zonas de influencia en su viñeta para un ejemplar del periódico CNT de octubre de 1936... Si bien las dudas de la prensa anarquista sobre Rusia cesaron cuando el gobierno de Valencia prohibió aludir malévolamente a la URSS.
 
Las menciones de la URSS que hicieron los nacionales fueron de condición más maniquea: En La Ametralladora, As (firma de Castanys), en marzo de 1938 representaba como secuestradores de aspecto patibulario a los marxistas que habían “acogido” a uno de los muchos niños exportados a la URSS... Nada peor que usar a los niños como coartada propagandística.
 
Conclusiones
 
El 26 de enero de 1939 fueron vencidos los republicanos en Barcelona. En abril, cayó Madrid. En San Sebastián, al poco, comenzó tímidamente a reflotar la maquinaria productora de tebeos con la publicación de los Cuadernos Editorial Española, soportes para aventuras de carácter autoconclusivo realizadas por Canellas Casals, al guión, y por el dibujante italiano Cozzi, al dibujo.
 

Franco había conquistado España y muchos autores que dibujaron viñetas tuvieron que plegarse a las directrices generales del nuevo Régimen a partir de ese momento: a la falta de libertad, a la purga, a la represalia y, si no eligieron el camino del exilio, en algunos casos a la prisión o al paredón. Los dibujantes que simpatizaron con el Movimiento, como Sáenz de Tejada, Teodoro Delgado, Serra Massana, Castanys, Llimona, Aróztegui, Parra o Alcalde, prosiguieron con su trabajo con mayores o menos penurias. Algunos poco afectos a Franco lograron sobrevivir cobijados: Hernández Palacios ocultó las pruebas de su militancia republicana; Penagos, que pintó mujeres desnudas, guardó cautela y pasó desapercibido; Blasco, Opisso y Emilio Freixas se refugiaron bajo las alas de Consuelo Gil. Otros fueron “depurados” en el sentido que se les impidió en lo posible ejercer su profesión (caso de Ambrós), algunos acabaron en la cárcel (Escobar, Martínez de León, Puyol, Porto), o en campos de concentración para refugiados (Blasco, Grau). Algunos emigraron: Bartolozzi, Cabrero Arnal, Federico Ribas, Renau, Bardasano, Bosch. Otros fueron fusilados, como Bluff, según dicen por causa de sus caricaturas publicadas en La Libertad; y de otros, como Alloza o Ugarte, nada volvimos a saber...

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La propaganda republicana fue más eficaz en sus comienzos, sobre todo desde la radio y la diversificada prensa de trincheras; menos con los tebeos, de impresión y difusión desmejorada con respecto a los del bando sublevado. A la larga, y frente a la abundancia y el respaldo intelectual entre los hombres de izquierdas, sería más eficaz la propaganda franquista por haber conseguido crear una contundente simbología propia, y otra atribuida al enemigo, a través de la prensa y de las publicaciones dirigidas a la infancia. Según establece Gamonal, «la guerra propagandística fue ganada de una manera abrumadora por la República (...) el bando franquista no disponía ni de los medios, ni de la infraestructura, ni, sobre todo, del soporte intelectual suficiente para hacer frente, con un mínimo de garantías, a la propaganda del Gobierno republicano y de las organizaciones políticas que eran su sostén (...) la organización de la propaganda del Nuevo estado fue tan tardía y débil que hasta bien entrado el año 1937, ya establecido el Gobierno nacionalista en Burgos, no se articuló una auténtica oficina propagandística» (Gamonal, 2002: 78). Incluso la emisión de mensajes mediante carteles la iniciaron los nacionales de forma decidida sólo después de la conquista de Cataluña y posterior ocupación de los talleres de artes gráficas barceloneses.
 
Por consiguiente, no es hasta entrado el año 1937 que las viñetas republicanas se vuelven más agresivas, pero para entonces va más aventajada la posición de las tropas nacionales y las publicaciones comienzan a escasear, no dando lugar a que surjan nuevos semanarios satíricos, o de historietas o tebeos de ideología izquierdista.
 
Se concluye de las viñetas observadas que durante la guerra civil, aquellos tres eternos años de retroceso, se jugó a la retórica demagógica en toda la prensa dirigida a los más jóvenes. Tanto las publicaciones nacionales como las republicanas fueron honestas con respecto a su propia ideología, a riesgo de pecar de panfletarias en sus intentos de hacer humor y entretenimiento, aunque se observa mayor respeto hacia la inteligencia y la representación del enemigo como un ser humano por parte de los republicanos. A la vista de estas viñetas, se refuerza la idea del casi nulo esfuerzo por parte de los dibujantes e historietistas republicanos por avanzar en el lenguaje de la narrativa gráfica (incluso llegando al plagio). Y se constata el hecho de que, a diferencia del dibujante fiel a Franco, el humorista republicano supo ironizar sobre su propia condición (he ahí a Heliodoro o al Soldado Canuto), lo cual es, en esencia, la definición del humor: saber reírse de uno mismo.
 
A la postre, de poco sirvió tanto aleccionamiento y arenga dibujados. Como consecuencia de la guerra resultó una España baldía, rota y ahogada en lágrimas y desesperanza. La industria de los tebeos, malherida por las restricciones, tardaría en levantar cabeza para ofrecer a unos niños maltrechos en el alma unas mínimas dosis de entretenimiento, entreverado de consignas pero al menos alimento para sus espíritus empobrecidos por una guerra que prosiguió disimulada en el silencio durante casi cuarenta años.
 
 
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Creación de la ficha (2011): , 2003 y 2006 Manuel Barrero. · Imágenes de archivo propio, de www.arte.sbhac.net y de prensasatirica.blogspot.com
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
Manuel Barrero (2005): "Viñetas republicanas en la Guerra Civil española", en TEBEOSFERA, 1 (XII-2005). Asociación Cultural Tebeosfera, Bilbao. Disponible en línea el 19/IV/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/vinetas_republicanas_en_la_guerra_civil_espanola.html