En sus vagabundeos por Europa Solomon terminó por encontrarse con otro vagabundo, inglés como él, llamado John Silent, y entre el sombrío y el silencioso aplicaron severo castigo sobre el Barón Von Staler que tenía tiranizada a una población ("El castillo del diablo"). Luego Kane dirigió sus pasos hacia tierras más del interior, y pasó por una propiedad a la que no debiera haberse acercado (“El dragón en el castillo de Frankenstein”); finalmente, se encaminó hacia la neblinosa Transilvania, región de vampiros por antonomasia, y no tardó en hallarlos, precisamente al amo de todos ellos (“El castillo del no-muerto”). Tras esta aventura escalofriante, Kane marchó en compañía de Silent hacia occidente, y en Génova tomaron un barco para combatir a los piratas turcos al tiempo en el Mar mediterráneo. Kane conoció la vida de los piratas, y más tarde a los turcos. Fue hecho preso por estos últimos, y en sus estancias resolvió un problema de amor con la solemnidad en el rostro (“El profeta”) antes de regresar a Inglaterra.
En su patria de nuevo, tras haberse batido con Sir John Tafarel, el puritano supo de la suerte de Marylin, inglesita que había sido vendida al filibustero berberisco El Gar. La chica era familiar de un amigo de Kane y se dispuso a buscarla con fría determinación. Vadeó el mar y llegó a territorio berberisco donde fue esclavizado. Se liberó y marchó al África de nuevo por saber que un traficante portugués tenía a Marylin bajo su custodia. Finalmente alcanzó a la muchacha en una ciudad perdida, Negari, donde también halló restos de una colonia descendiente de la mítica Atlántida y a una mujer diabólica llamada Nakari ("Luna de Cráneos" I, II y III)