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JUGUETES DE LA INERCIA
HELIOS GÓMEZ, EL DIBUJANTE SOLDADO (1905-1956)


   Artículo por José Luis Castro Lombilla

   [ es parte 2. Leer parte 1 ]

 

[ Cubierta del libro de Úrsula Tjaden Hélios Gómez. Artista de corbata roja ]   


LA ANARQUÍA DEFENDIDA

En mayo de 2005 se cumplen cien años del nacimiento de quien fuera el mejor dibujante revolucionario del país antes de la guerra civil. Qué mejor motivo para hablar sobre su interesante vida y su magnífica obra.

            Aunque fue en su ciudad natal, la convulsa Sevilla del primer tercio de siglo, donde se formó como artista y se forjó como revolucionario en los primeros veintidós años de su vida, es en Barcelona, ciudad en la que murió en 1956, donde mejor se puede rastrear la memoria de este artista revolucionario. Aquí está la Associació Cultural Helios Gómez que preside Gabriel Gómez, hijo del artista, y cuya finalidad principal es la investigación para la recogida de datos sobre la vida y obra de Helios Gómez así como su divulgación. Pero el redescubrimiento del artista se debe, fundamentalmente, a la eficiente labor de la investigadora alemana Ursula Tjaden, autora de la imprescindible biografía publicada en Berlín en 1986 y reeditada en España en 1996 por la editorial vasca Txalaparta, Helios Gómez. Artista de corbata roja. El famoso dibujante republicano Carles Fontseré, miembro del Sindicato de Dibujantes Profesionales que presidió Helios Gómez en 1936 y autor de algunos de los carteles más conocidos de la guerra civil, colaboró con ella en la investigación.

También se encuentra una semblanza del artista en una pequeña pero sustanciosa publicación editada por el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo en 1999 Los comienzos del espectáculo en Sevilla, de Pedro G. Romero, escultor, crítico de arte y ensayista onubense afincado en Sevilla. Este autor incluye una selección de dibujos de Helios en otra obra publicada por la Universidad Internacional de Andalucía en 2004, Sacer. Fugas sobre lo sagrado y la vanguardia en Sevilla. Asimismo, el escritor Juan Manuel Bonet le dedica una entrada en su Diccionario de las vanguardias en España. 1907-1936, publicado en 1995 por Alianza Editorial; y el IVAM, en 1998, dedicó una exposición a su obra y editó un catálogo con textos de Ursula Tjaden, Juan Manuel Bonet y Pedro G. Romero.

            Helios Gómez murió a la edad de cincuenta y un años. Una biografía corta pero que podría llenar varias vidas. Sufrió su primer exilio en 1927, a la edad de veintidós años, cuando tuvo que abandonar su Sevilla natal para irse a Francia. Desde muy joven se involucró en las luchas obreras de una ciudad que se preparaba para el magno acontecimiento que la dejó sumida en una bancarrota de la que tardaría años en salir y que tanto benefició a la burguesía industrial: la Exposición Iberoamericana de 1929. Eran años de luchas constantes entre anarquistas y policías, obreros y somatenes (una especie de parapolicía represora), y también entre obreros de distintas filiaciones. Era una época donde, como dice Marx, las circunstancias formaban a los hombres. Y las circunstancias de aquella agitada Sevilla a la que los medios internacionales llamaban “La roja”, eran implacables: convirtieron a un joven ceramista de Triana, que simultaneaba su trabajo en la importante manufactura de cerámicas “La Cartuja” de Sevilla como ayudante de pintor con las clases en la Escuela Industrial de Artes y Oficios y en los cursos nocturnos de Bellas Artes, en un líder revolucionario y en un artista comprometido.

A los dieciocho años, en 1923, entra en la CNT y publica, entre otros medios, en la revista anarquista Páginas Libres que dirige el médico Pedro Vallina y que edita Avante, la imprenta de Blas Infante. A la vez que se relacionó políticamente con los anarquistas, artísticamente lo hizo con los movimientos vanguardistas que tanto contrastaban con la tendencia “regionalista” que imperaba en la conservadora Sevilla. Buena prueba de esta implicación con la vanguardia artística es que nunca se presentó a los concursos anuales para escoger el cartel anunciador de las fiestas de primavera y que respondían siempre (aun hoy en día sigue siendo así), a un patrón artístico cargado de rancio tópico y de dudoso valor artístico. Eso puede explicar el rechazo que obtuvo su primera exposición que se celebró en 1925, en el café Kursaal, y en la que colgó dibujos de influencia cubista y futurista sobre la danza gitana y el paisaje social de Andalucía. En el mismo año la llevó al Ateneo de Madrid y después a la galería “Dalmau” de Barcelona. Allí sí obtuvo buena acogida su propuesta vanguardista.

En 1927 se recrudeció la represión contra el movimiento anarquista. Había que limpiar la ciudad, que se preparaba para ser escaparate mundial, de indeseables elementos que podían entorpecer con sus miserables reivindicaciones y utópicas luchas, la buena marcha de esa faraónica obra, a mayor gloria de la dictadura y la Monarquía que la sustentaba, que era la Exposición Iberoamericana. Por su implicación en las luchas obreras, Helios es expulsado por los patronos y decide irse a París. Allí, tras exponer en algunas galerías y colaborar en las revistas españolas en el exilio Tiempos nuevos y Rebelión y en el periódico semanal Vendredi, es apresado, procesado y expulsado del país por participar en la manifestación contra el ajusticiamiento en Estados Unidos, el 22 de agosto, de los famosos anarquistas italianos Sacco y Vanzetti. Tres años después, Helios hizo un durísimo poema para conmemorar aquellas muertes en el que, con una enorme agresividad, critica a los Estados Unidos. Paradójicamente, hoy este poema podría servir para censurar la actuación de ese país en la guerra de Iraq:

«(...) ¡¡Matrona de la Libertad!! / Sarcasmo monumental. / Etiqueta vulgar de los productos averiados. / ¡¡Matrona de la Libertad!! / Abadesa del gran burdel. / Tu vientre de vieja prostituta, cara al Atlántico, / sirve de biombo “democrático” a todas / las porquerías. / ¡¡Matrona de la Libertad!! / Ramera de policía prohibicionista. / Con la llama de tu antorcha has achicharrado / todas las libertades. (...)»

De París, arrastrado por la inercia del inevitable destino, comienza un periplo viajero que lo lleva a recorrer diversas capitales de Europa: Bruselas, Ámsterdam, Viena, Moscú o Berlín, en las que dejaría su impronta artística mientras iba impregnándose más de las corrientes de vanguardia europeas. Se relacionó con artistas como el corrosivo dibujante alemán George Grosz; con el promotor de nuevas corrientes artísticas y de la galería alemana “Der Sturm”, Herwarth Walden, y con todos los grupos de “agit-prop” que, vinculados a dadá en Alemania y al constructivismo en Rusia, tanto influirían en su desarrollo artístico y político. Sobre Berlín, Helios declararía lo siguiente: «En esta ciudad comenzó mi educación artística. Alemania es la nación del mundo que posee más valores absolutos en las artes plásticas»

            En 1930, cuando cae la dictadura de Primo de Rivera, vuelve a España y se asienta en Barcelona, donde comenzará una fértil labor gráfica en importantes periódicos como La Rambla de Cataluña, L’Opinió, La Batalla, L’Hora y en publicaciones de izquierda como Mundo Obrero, Fornal, Combat y Tiempos Nuevos. Su trayectoria, a partir de aquí, será ya muy conocida. Ese mismo año, la Asociación Internacional de Trabajadores, con la que contactó durante su estancia en Alemania, publica en Berlín su primera carpeta de dibujos, Días de ira, acompañados de unos contundentes versos con los que hace una despiadada sátira de la dictadura de Primo de Rivera y la hipócrita monarquía de Alfonso XIII, así como de la iglesia cómplice. La edición española aparecerá en Barcelona en 1931.

Con efectividad de líneas, con síntesis cubista, Días de ira es una espectacular crónica en blanco y negro del “terror blanco” español. En la introducción, el escritor y premio Nobel francés, Romain Rolland, reconoce en Helios un «vigor de acento, un heroísmo de líneas y de ritmos que hacen alcanzar grandeza a algunas de sus planchas y les aseguran desde el presente un valor clásico». Antecede a esta magnífica obra una declaración de intenciones donde Helios deja claro su alejamiento de aquellos retratos sociales que colgara en la exposición de Sevilla para poner su arte al servicio de la propaganda obrera y revolucionaria:

«(…) libertar el arte de formas vivas y hacerlo vivir con su propio dinamismo; hacer sentir al espectador, sólo con una plástica abstracta toda la emoción de una idea: ésta es en síntesis mi aspiración artística, pero al motivo de este libro he sacrificado en parte ideas de arte, porque con él he querido llegar al pueblo.»

A pesar de esta declaración, en los dibujos de Días de ira aún está muy presente la influencia cubista. Hay un claro intento por parte de Helios de armonizar dos estilos diferentes. Será después, en sus siguientes trabajos, cuando definitivamente la balanza plástica se inclinará a favor de la estética realista y revolucionaria más ortodoxa.

En la dedicatoria de Días de ira «a todas las víctimas del fascismo mundial», se advierte una clara cercanía con la propaganda obrera internacionalista. La terrible represión que Helios vivió en Sevilla, o el sufrimiento del proletariado que retrata en esta carpeta rebasan las frágiles fronteras geográficas para convertirse en efectivos y efectistas estereotipos universales. El rey que dibuja Helios («ante el cretino coronado / bailan los cuerpos / colgados... / y ríe la borbónica quijada / con risa amarilla / y colorada»), con estúpida altivez prognata, cargado de medallas en su cuadrado pecho cubista y portador de un sable, abominable espada de Damocles del pueblo, protegido tras perrunas bayonetas y amparado por los rezos de frailes de torva mirada, mientras observa con desdén a unos ajusticiados cuyo macabro silencio es un grito acusador, no es sólo el rey felón Alfonso XIII, sino que traspasa su regia encarnadura para convertirse en un portentoso icono del despotismo y la tiranía universales. El dictador Miguel Primo de Rivera («como ridículo arlequín / cabrioleta en la cuerda, / hasta que manche de / rojo / su camisa / negra»), es una perfecta caricatura, mitad ridículo payaso a rombos blancos y negros, mitad asesino con marcial arrogancia, de todos los tiranos autócratas que han poblado y aún pueblan este convulso planeta. En el dibujo del arlequinado dictador, resume Helios Gómez el “ideario” de ese personaje del que Unamuno dijo que tenía a España estupidizada bajo la más cobarde, la más soez y la más incivil tiranía: tras él a su derecha, una plaza de toros y, mitad blanca mitad negra, la omnipresente iglesia; y tras él a su izquierda, una profusa y siniestra geometría de guardias civiles erizados de bayonetas que protegen, fieles, el orden establecido. Para Rolland, en “El capitalismo” («¡vieja arquitectura bamboleante! / el ensangrentado engranaje / de tu constitución / no triturará a la nueva / generación»), humillados bajo la enormidad metálica de una humeante y gigantesca fábrica, dos esforzados obreros con expresivo gesto de dolor que trabajan encadenados, evocan «dentro del cuadro monstruoso del maquinismo moderno, la esclavitud de Egipto y de Asiria, la esclavitud eterna». Apunta también el escritor francés en la introducción una acertadísima síntesis de Días de ira: «Hay en todas estas obras una dinámica irresistible: es un arte en movimiento y que respira acción; bajo sus duras aristas se siente correr un torrente». Y así, van sucediéndose comprometidos dibujos que son puñetazos en la conciencia como “La religión” (« huye de la vida / el pueblo idiotizado / por la cruz, / ahogando en sus entrañas / la santa rebeldía / de la luz»), “El fascismo” («el pájaro negro / visita los pueblos / en horas de claudicación, / y con su pico de bayoneta / les va comiendo / el corazón»), o “Los tormentos” («¡cuadras de los cuarteles! / ¡siniestras evocaciones / de negros capuchones / y horribles suplicios! / ¡guardia civil! / ¡inquisidor de oficio!»).

En el libro Sacer. Fugas sobre lo sagrado y la vanguardia en Sevilla, destaca Pedro G. Romero la presencia abundante en Días de ira del asfixiante imaginario religioso sevillano: «(…)Lo sagrado aparece aquí de forma contradictoria puesto que se identifica con el poder a la jerarquía eclesiástica pero los mártires y los “cristos” son luchadores obreros (…)». Resulta curioso contemplar en “El verdugo” a obreros encadenados, sufriendo crueles tormentos a manos de encapirotados nazarenos; en “La religión”, el pueblo «idiotizado por la cruz», se dirige, con ovina mansedumbre, unificado como rendidos clones aureolados, hacia un horizonte de altivas cruces; en “Los tormentos”, los obreros desnudos y maniatados son un claro trasunto de Cristo torturado por los romanos transmutados, por obra y gracia de Helios Gómez, en crueles guardias civiles; “El patíbulo” («oficia el verdugo / en el silencio de la prisión; / y el fraile y la campana / cantan la oración / de la diaria / ejecución»), es un auto de fe donde el condenado es un obrero y los vigilantes guardias de la inquisición son guardias civiles. Frente al relapso anarquista, un monje esgrime con furia la salvadora y blanca cruz.

Por ajeno que se esté al mundo de la religión, por anticlerical que se sea, es imposible, y más viniendo de una ciudad como Sevilla, sustraerse al enorme poder icónico, como metáfora de las víctimas, de las ensangrentadas imágenes de Cristo y de los cientos de mártires que pueblan las hornacinas de ese poder omnímodo que da en llamarse Iglesia Católica, y que tanto negro protagonismo ha tenido en la historia de España. Helios, en el poema “¡Los productores!” que acompaña al dibujo de unos resignados labradores, deja clara esta identificación: «los que sufren y sufrieron / la furia inquisitorial de la España negra, / los cristos de la miseria, / los videntes de arquitecturas inéditas, / los que desgarrarán la pleura carcelera / del corazón de la libertad».

            En julio de 1930, Helios da un giro importante en su vocación revolucionaria que tendrá lógicas consecuencias en su obra: se va del anarquismo para ingresar en la Federación Comunista Catalano Balear. Esta decisión la da a conocer a través de una valiente y reflexiva hoja volante titulada Por qué me marcho del anarquismo, donde demuestra su nivel de concienciación y su madurez política:

«(...) Esta separación no significa una deserción de la lucha; ello es simplemente una rectificación en la metodología revolucionaria, consecuencia experimental de ideas malogradas» (...). En esta hoja, Helios da motivos teóricos, «El anarquismo se halla fosilizado, sumergido en el pasado, huérfano de una visión crítica profundísima en sus principios que lo haga vivir con la época» (…); motivos tácticos, «Los anarquistas (…) dan soluciones metafísicas a todos los problemas, sustituyendo la vida real por abstracciones ideales, pretendiendo sugestionar a las masas con palabras y conceptos rígidos como “acción directa”, “propaganda por el hecho”, anti-autoritarismo” y otros muchos tópicos que constantemente tienen en la boca con lo cual demuestran su completa contradicción entre la teoría y los hechos»; y motivos éticos «Todas las ideas pueden mantenerse en el campo de las actividades públicas, si se desarrollan en un plano moral y de franca polémica teórica» (…). Termina con un apasionado llamamiento que resume fielmente la bipolarización en la que la sociedad española de la época estaba inmersa: «¡Trabajadores! ¡Revolucionarios! Pensadlo bien. Nos encontramos ante dos interrogantes definitivos: fascismo o comunismo. No existe otro dilema. No hay otro camino. Los que no vengan con el comunismo, no importa cuál sea su lenguaje ideológico, se encontrarán, tarde o temprano, en las filas del fascismo».

Este cambio en la estrategia de lucha revolucionaria tiene una plasmación clara en sus dibujos. Helios combatió la burguesa teoría del arte por el arte. Para él, el artista debía recoger las inquietudes de su época y plasmarlas en su obra. Pensaba que la labor del artista “puro” es ineficaz para el arte y para la sociedad, por lo que su evolución gráfica desde las formas abstractas a las concretas resulta coherente con su ética personal y revolucionaria. Sin duda, Helios aplicó a sus dibujos la crítica que hizo al anarquismo para no sustituir en su obra la vida real por abstracciones cubistas.

            En octubre del mismo año es encerrado en la Modelo de Barcelona con otros republicanos entre los que se encuentra Lluis Companys, quien más tarde sería presidente de Cataluña. Al salir de la cárcel pasa un tiempo en Bruselas y cuando se proclama la Segunda República, el 14 de abril de 1931, participa en el asalto a la cárcel de mujeres de Barcelona. Más tarde, en la segunda mitad de julio, intervendrá en la huelga general de Sevilla. Esta experiencia en su tierra natal está recogida en el libro de Eduardo Guzmán Sevilla la trágica. Ocho días que estremecieron a España.

A pesar de haberse pasado al credo comunista, Helios Gómez mantendría siempre un carácter libertario que lo llevará, indefectiblemente, a tener diferencias con el partido: a principios de agosto es expulsado del BOC (Bloc Obrer i Camperol) y de la Federación Comunista Catalano Balear, acusado de seguir las orientaciones de Moscú, y entra en el partido Comunista de Madrid. También estarán presentes esas diferencias en el agitado congreso del Partido Comunista de Sevilla de 1932 donde participó y, tras criticar a sus dirigentes, fue tildado de trotskista. En mayo vuelven a encerrarlo en la cárcel, esta vez la de Madrid, después lo trasladan a la de Jaén, y en junio, cuando logra salir, se va a Moscú a participar como representante español en el Congreso Internacional de Artistas Proletarios, con motivo del 15 aniversario de la Revolución de Octubre. Permanecerá en la URSS hasta febrero de 1934 viviendo con Ira, una alemana nacida allí y a la que en los años cincuenta dedicó un extenso poema de 92 páginas llamado Erika. Será durante esta estancia en la Unión Soviética cuando verá la luz su segunda colección de dibujos La Revolución española.

Prologada por el escritor ruso I. Máza, aparece en Moscú y Leningrado en 1933. En esta segunda obra serán palpables ya los cambios estéticos que auguraba su nuevo posicionamiento político de 1930. Si en Días de ira conjugó elementos vanguardistas con otros más populares, ahora, presionado por los ideólogos comunistas, abandona estos rasgos formales en aras de una mayor comprensión poniendo sus habilidades artísticas al servicio de la propaganda revolucionaria. Toma partido definitivamente por el realismo socialista. Se siente tan afectado por el grafismo soviético, que a su vuelta declarará:

«El desarrollo del grafismo soviético es uno de los mayores frutos de la cultura bolchevique (…) es un ejemplo para el grafismo occidental. Los ejemplos orientadores, normativos de grafismo internacional, han pasado de París y Berlín a Moscú y Leningrado, las ilustraciones de libros, grabados de madera, dibujos, acuarelas, caricaturas y carteles políticos se distinguen por su avanzada técnica y reivindicación artística».

Para Máza, defensor de esta doctrina artística, Helios se va liberando, gracias a la madurez política, de los ismos formalistas y va poniendo sus habilidades técnico formales «al servicio de la agitación y propaganda revolucionarias». Así, sus dibujos, que mantienen y aun refuerzan la carga expresiva de los personajes, retratan con un efectivo dramatismo a los parados; a familias hambrientas que miran con rabia contenida a través de la luna de un restaurante mientras la policía corre hacia ellos; a caricaturescos ricos que pasan, indiferentes y cargados de lujo, ante niños hambrientos. No hay lugar en estos dibujos para la expansión artística.

Se limita Helios, consciente de su función, a describir la realidad; una descripción capaz de entusiasmar y educar en el espíritu de la lucha revolucionaria. Apenas queda ya rastro de ese otro estilo en el que, como apunta el prologuista,

«(…) la exagerada división de los objetos en cuadrados, triángulos y círculos dificultan no sólo la percepción del contenido que se expresa en los dibujos sino que, incluso, lo hace casi incomprensible. En ellos falta esa manifestación contagiosa y transmisible del odio de clases y la llamada a la lucha contra la explotación.»

Y ese llamamiento a la lucha lo consigue Helios a través de desgarradores dibujos como “La familia del parado”, donde una mujer sentada, con expresivo gesto de tensa resignación, da de mamar de sus yermos pechos a un pequeño de cabeza grande y enjuto; o en el dibujo de un labrador en el que I. Máza ve reflejado, con pocos trazos, a un labriego luchador convencido del movimiento revolucionario agrícola: «(…) no hay duda alguna de que esta persona está dispuesta a luchar con toda su alma contra la explotación y a favor de la revolución (…)»

Ciertamente, los dibujos de La Revolución española son impactantes, fieles a la vocación pedagógica del realismo socialista. Como en una acertada alegoría, el cambio en la realización plástica que tanto gustaba a los ideólogos de la revolución bolchevique, esos implacables jueces que no entendían el arte despojado de la servidumbre política, refleja la transformación sufrida por Helios en su táctica combativa. Sin embargo, el artista Pedro G. Romero, en su libro Los comienzos del espectáculo en Sevilla, hace un análisis de su primer libro, Días de ira, que contrasta con las críticas del escritor I. Máza y sirve de imparcial alegato artístico a favor de las primeras obras de Helios:

«Hay algo en estos dibujos que distancia nuestra mirada del problema social que retratan. Sin embargo, y muy al contrario de lo que pensaban anarquistas y comunistas en ese momento, ese distanciamiento al que la abstracción plástica nos somete, los convierten, con la distancia temporal al menos, en algo más verdadero, más convincente y pleno (…) ciertamente se detiene la mirada, y con ello el problema tratado, la cuestión pendiente, el conflicto planteado, se mantienen».

Aunque hay una diferencia de casi setenta años entre estas dos visiones de la obra de Helios, y aun haciendo un esfuerzo de comprensión hacia las difíciles circunstancias de aquellos tiempos, esa imposición revolucionaria de entrega absoluta del individuo y su obra a la causa, despreciando cualquier alejamiento plástico del objetivo político, se antoja tan represora como la imposición de arte sacro para mover al rezo, a la contrición de los pecadores, de esa iglesia a la que ellos combatían: distintas caras de una misma moneda de coacción a las libertades. No hay que olvidar que Stalin llevaba ya algunos años en el poder. Y no hay que olvidar que Picasso, sólo cuatro años más tarde, hará una de las obras maestras de la pintura universal con un mensaje antibelicista imperecedero, utilizando precisamente ese arte vanguardista, esa modernidad estética que tanto rechazaban los dogmáticos comunistas por incomprensible, por no ajustarse a los parámetros artísticos de estabulación que su criterio, aplomado por el fanatismo doctrinario, creía los únicos válidos y verdaderos.

A pesar de la fidelidad a la revolución, del sustancial cambio artístico en aras de un mayor didactismo, Helios, quien nunca se despojó totalmente de su espíritu anarquista, no estaba demasiado cómodo con la disciplina comunista. En 1981, el escritor Ramón J. Sender, recordó su encuentro con Helios en Moscú en 1933: «El problema de Helios, durante su estancia en Moscú, era la falta de libertad». Veinte años más tarde, en su largo poema Erika, Helios Gómez hará una demanda retrospectiva como artista, más cercana al individualismo radical del ideólogo anarquista Max Stirner, que al colectivismo intelectual de los comunistas: «¡Volar! / ¡Crear! / aunque la creación / no puede ser colectiva, Erika: / es siempre individual. / El conjunto / puede sólo ampliar / cooperar en la tarea. / Ése es el destino de la colectividad, / secundar / el pensamiento libre, / inquisitivo / del individuo. / ¡El tesoro más valioso / de la humanidad!». También hace unas descripciones poéticas de su estancia en la Unión Soviética, en el mismo poema, muy ilustrativas: «Entonces vivíamos en Moscú, / sugestionados / por la anúteba / y el rutilante ópalo / de sus banderas; (…) La línea del Partido / era nuestra única meta, (…) Vagábamos como selenitas / por aquel Moscú sublunar, / soñando con la Libertad, / y sólo conseguíamos / atrapar su sombra / cuando huía».

            A su vuelta de Rusia, en la primavera de 1934, la situación política ha cambiado sensiblemente en España y las derechas gobiernan la República. En Barcelona vuelve a publicar en L’Opinió y en La Rambla, así como en la revista más importante del momento para la propagación de la ideología internacionalista en España, Octubre. Debido a la situación política, el trabajo artístico está bastante restringido. Así que Helios, junto a cinco importantes dibujantes de la península: Elías, Shum, Benigania, Porta y Josep Bartolí, forma el grupo “Els Sis” (Los seis), para promocionar sus trabajos en conjunto, que no tendrá demasiado éxito.

Estalla la revolución de octubre y los mineros asturianos son masacrados. Helios es detenido por estar implicado en las luchas de esos días y lo encarcelan en un barco, el Uruguay, en el puerto de Barcelona, en el que permanecerá hasta diciembre realizando los dibujos de su siguiente libro, Viva Octubre. Cuando recobra nuevamente la libertad se marcha a Bruselas y allí verá la luz, en 1935, la publicación de estos últimos dibujos dedicados a los combativos acontecimientos del octubre sangriento. Estarán prologados por el escritor francés Jean Cassou, quien afirma que Helios «Es revolucionario porque es artista y es artista porque es revolucionario». Lo compara con los personajes de Baroja, y tilda los dibujos de Viva Octubre de «epopeyas que fluyen como las estrofas de una canción que emana del corazón del pueblo, una melodía que suena áspera y clama venganza».

Con idéntica ejecución formal que su anterior obra, retrata Helios a los trabajadores esclavizados en el campo mientras los terratenientes, protegidos por la guardia civil, pasean orgullosos sobre sus caballos; jornaleros con la desesperación en sus miradas que empuñan, concienciados, armas cargadas de esperanza; batallones de la guardia represora disparando contra la desesperada turba campesina; atrincherados monjes gordos que disparan desde el campanario sus fusiles bendecidos; conventos que arden bajo el furor rebelde e iconoclasta; presos desarmados que caen bajo el cobarde fuego de “La ley de fugas”; mineros asturianos luchando por la libertad; torturas; pan, tierra, libertad...

Dibujos con tinta negra como el aciago “Bienio”, antesala de lo que está por venir.

            En 1936 vuelve a Barcelona y en primavera se crea, a iniciativa suya y en contacto con otros artistas, el Sindicato de Dibujantes Profesionales (SDP). Él será su primer presidente y Apa, veterano dibujante humorístico, ostentará la presidencia honorífica. La fundación tiene lugar en el Ateneo Enciclopédico Popular de la calle del Carmen y el secretariado se ubicará en el entrepiso de Helios Gómez en las Ramblas. Piso de una única habitación. Cuando estalla la guerra, Helios toma parte en los combates callejeros de Barcelona. Actúa como presidente del recién fundado Comité de la Revolución del SDP, encargado de la propaganda para la República. Después, como comisario político luchará en muchos frentes: Aragón, Guadarrama, Madrid, Andalucía.

LA IDEOLOGÍA RESENTIDA

            El acercamiento a la memoria de personajes como Helios Gómez, de biografías novelescas, de vidas atrapadas en el paroxismo político y social de la época que les tocó vivir, no ha de ser necesariamente un acercamiento hagiográfico. Enfrentarse a “mitos”, ya sea por su fama incontestable como Alberti o, por pertenecer al genérico grupo de los “perdedores”, mitificados románticamente en la distancia, como el propio Helios, conlleva siempre el riesgo de encontrar zonas oscuras en sus biografías idealizadas, aspectos negativos, contradicciones que, si no enturbian los matices positivos de sus obras por lo que significaron y significan para la memoria colectiva, sí, al menos, ayudan a tomar un cierto distanciamiento emocional con el personaje para evitar caer en estúpidas concesiones y justificaciones de actos o posturas ideológicas repudiables, como habitualmente suelen hacer los “revisionistas” de la guerra que, no sólo niegan la represión fascista, sino que casi santifican soezmente al perturbado dictador o, en el otro extremo, lo que hacen algunos fundamentalistas de la izquierda elevando a los altares laicos a “los suyos” sin permitirse el mínimo atisbo de imparcialidad.

La vida de Helios Gómez no está exenta de incómodas aristas. Su salida del Partido Comunista se produce, según cuenta Tjaden en Helios Gómez. Artista de corbata roja, el 22 diciembre de 1936 tras matar a un capitán de su ejército, el capitán Arjona, «en una arbitraria y desafortunada medida disciplinaria» en El Carpio, en el frente de Córdoba. La fuente documental que cita la doctora Tjaden es el libro de Francisco Moreno Gómez aparecido en 1985 La guerra civil en Córdoba 1936-1939. El dibujante de Triana tuvo que huir a Madrid para evitar el linchamiento de su propio batallón. También en el frente de Madrid, en 1937, mata Helios en una riña a otro capitán de su ejército. Tristes hechos que también son recogidos por Romero en Los comienzos del espectáculo en Sevilla. La autora de Helios Gómez. Artista de corbata roja destaca una declaración de Josep Bartolí, dibujante amigo de Helios, sobre su estancia en Madrid:

«En el frente de Madrid Helios se comportó como un dictador, ordenaba operaciones bajo su propia responsabilidad sin que nadie le autorizara, mandó a gente a la cárcel de Carabanchel por no obedecerle. Desconocía la autoridad de un comisario».

La persecución por parte de los comunistas, y el hecho de las muertes en sí mismo, así como su refugio en los antiguos compañeros anarquistas, como hicieron las gentes del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista enfrentado abiertamente con los comunistas), son una clara muestra de una de las causas, si no la más importante, de la derrota de las deshilachadas izquierdas frente al compacto bloque faccioso.

Otro de los aspectos que alejan a Helios Gómez de la “santidad” para acercarlo al humano mundo de los ciegos sectarismos, es su postura prosoviética aun después de haber vivido allí. Como Miguel Hernández, como Rafael Alberti, Helios fue incapaz de hacer ni una sola crítica a Rusia. La mirada a aquel país donde muchos españoles situaban el reino de Utopía, estaba lastrada por las anteojeras ideológicas.

            En 1938, elegido miliciano de cultura de la 26 División, la antigua división de Durruti, se encarga del cartel y la exposición que se hace en recuerdo del líder anarcosindicalista y de la configuración del periódico El Frente hasta que se suprime en 1939. Reanuda de esta manera una actividad artística que tenía abandonada, aun cuando seguía siendo presidente y líder indiscutido del SDP, por su participación en la lucha.

Con respecto al periódico El Frente, hay un dato curioso que podría revelar, aunque sin rebasar los límites de lo meramente especulativo, un intento de Helios Gómez de caricaturización de sus dibujos, al modo como lo hizo su paisano el humorista gráfico Andrés Martínez de León con “Oselito en Rusia. Las aventuras de un flamenco periodista en la Rusia revolucionaria”. En el número de 15 de agosto de 1938, en la pág. 2 sección “Alegría”, se anuncia que Helios iniciará, a partir del número siguiente una historia de dibujos animados de alegría, titulada “Gabrielillo Vargas, gitano rojo. Sucesión de aventuras de un evadido de Triana”. Gabriel Gómez, presidente de ACHG, explica sobre este particular:

«Desgraciadamente, no hemos podido encontrar el número siguiente, del 22-VIII-38, pero en los siguientes (29-VIII en adelante) no aparece la sección “Alegría” ni hay mención alguna a la anunciada historia de Gabriel vargas, seudónimo usado por Helios en alguna ocasión».

Este personaje podría ser un trasunto del mismo Helios pues, a pesar de no estar demostrado que fuera gitano, sí se sabe, sin embargo, que él gustaba de definirse de esta manera. Su infancia la pasó en uno de los barrios gitanos de Sevilla, La Cava de Triana.

            Tras la guerra, aparecen cuatro dibujos en tinta llamados Horrores de la guerra que se conservan en una colección privada y de los que se desconoce la fecha de realización. Para Ursula Tjaden, esta obra

«(…) es el epílogo a un tiempo, a una lucha, a esperanzas perdidas y a su propia obra. Una vez más muestra su capacidad de perfeccionamiento estilístico en estas figuras épicas. Por última vez presenta al pueblo no como masa sin rostro sino como colectivo de individuos sufriendo en grupo el ocaso y, al mismo tiempo, son sus últimos dibujos a tinta china en blanco y negro, convertidos en obras maestras y por las que Helios se ha hecho famoso».

Cuatro difíciles obras de una perfección increíble en las que Helios hace un plano general, cargado de detalles, con decenas de rostros y cuerpos perfectamente definidos de un dantesco edificio destruido y lleno de cadáveres destrozados; un metro ocupado por ancianos ateridos, mutilados que tragan cabizbajos la hiel de la derrota y madres que amamantan, amorosas, a sus pequeños de incierto futuro; el éxodo de cientos de familias que abandonan su hogar a lomos de pequeños burros, en carros o andando hacia un infierno de destierro, pobreza, muerte y desolación, y una playa que bombardean inmisericordes aviones, orgullosos de su certera puntería, sobre fáciles blancos con el horror estampado en el rostro. Asombrosas obras que retratan el espanto y la infamia con la misma intensidad dramática que hiciera Goya con aquellos otros “horrores de la guerra”. Distintas épocas, la misma guerra: la guerra eterna.

            Terminada la contienda, comienza la derrota y la historia de Helios es la historia de cientos de españoles vencidos. Un humillante peregrinaje por campos de concentración de Francia y Argelia. En 1942, sale del campamento de Bou Saâda y se dirige a Francia donde conoce a la que será la madre de su hijo, Mercedes Plana. En esta época comienza a pintar óleos.

En 1944, empecinado en la lucha, no se resigna al desastre y funda la organización de resistencia Liberación Nacional Republicana (LNR). Al año siguiente lo detienen y pasa dos meses en la Prefactura Policial y tres más en la cárcel Modelo de Barcelona. En 1947 debe bautizarse para poder contraer matrimonio eclesial: qué lejos estaba ya aquella quimera del amor libre en la que tantos creyeron. Ahora, la moral la dictan los vencedores, como Dios manda. Junto a un general nacionalista, funda la Casa de Andalucía en Barcelona. En 1948 es de nuevo encarcelado de una manera extraña, sin juicio, por un delito de asociación y propaganda ilegal. Mientras está en prisión, el comerciante en objetos de arte de Barcelona, Roselló, organizó una exposición con pinturas y dibujos de Helios a la que acudieron, paradójicamente, fascistas, que eran los que tenían dinero. Tuvo esta exposición cierta repercusión en la prensa. En el Noticiero Universal de 24 de noviembre de 1948, se lee:

«(…) Sus pinturas expuestas, que llaman surrealistas, nos muestran a un cerebro cuyas encumbraciones expande la tela de manera, si no clara, lo suficiente expresivas para meditar en ellas. Tal vez lo pictórico queda absorbido por la ideología. Toda su obra respira como una expresión de amargura, de lamento, acusado en sus líneas de sentido decorativo y en sus composiciones simbólicas (…) Hay en sus decorativos y tan sugestivos cuadros, más deseos de expresar penas de “cante jondo”, que preocupación por la pintura y su sentido. Pero es pintura de fondo y profundidad que deja lastre y preocupa porque la pintó un cerebro y también un corazón»

Su detención se produjo de manera arbitraria y duró hasta 1954 a pesar de existir desde 1950 una orden de liberación. Queda libre en septiembre de 1954 gracias a la intervención del abogado de Joan Camorera, miembro dirigente de la dirección del PC encarcelado junto a él. Los dos años de vida que le quedan, los pasa viviendo gratuitamente en la residencia universitaria de San Jaime, una pensión para estudiantes en el barrio de Sarriá, y pintando para vender a los turistas.

El 19 de septiembre de 1956 muere en el hospital Clínico de Barcelona a consecuencia de un agravamiento de su estado de salud provocado por la reclusión. Probablemente de cáncer de hígado o cirrosis.

            En su último período carcelario pintó, por la insistencia del director espiritual de la cárcel Modelo, unos frescos dedicados a la Virgen de la Merced, patrona de los presos y de la ciudad de Barcelona, en la capilla de la cuarta galería, llamada desde entonces “La Capilla Gitana”. Los personajes tienen todos, desde la Virgen a los ángeles, rasgos gitanos. Estos frescos que en su día se tacharon de irreverentes, fueros tapados en 1998 con una capa de pintura. Desde entonces, la ACHG lucha para que la capilla sea restaurada. Detrás de todo, como burdo fondo, se adivinan sospechosas maniobras especulativas sobre los terrenos de la cárcel Modelo por parte de la Generalitat. En la página web de la Asociación Cultural Helios Gómez, www.heliosgomez.org, encontramos una noble declaración de intenciones:

«La historia de la cárcel Modelo está muy ligada a los sentimientos de tres generaciones que sufrieron represión: El encarcelamiento de aquellos que se oponían a un sistema totalitario truncó o arruinó sus vidas y la de sus familiares, dando a este singular edificio una dimensión trascendente. La existencia en una galería de la Capilla Gitana legitima nuestra pretensión de restauración y la dedicación de este espacio a lugar de memoria histórica donde se pueda exponer permanentemente el fondo gráfico y documental de Helios Gómez junto a exposiciones temporales de otros artistas represaliados»

Quizás, que vivamos en una democracia adulta (?) y que en Cataluña gobierne una coalición de izquierdas, deberían ser factores definitivos para que las legítimas reivindicaciones de la ACHG tuvieran una aceptación inmediata. Tal vez que el 27 de mayo de 2005 se celebre el aniversario de Helios Gómez debería de ser una buena razón para quitar a estos frescos la capa de olvido con que los agraviaron por «razones de higiene», según el cínico argumento que dio el director de relaciones externas de la Conselleria de Justicia responsable de aquello. Triste destino el de algunas personas cuya memoria ha de estar inexorablemente anclada al condicional.

LA MEMORIA NECESITADA

            Helios Gómez fue un personaje apasionante, protagonista de los acontecimientos más importantes de nuestra historia reciente. Hijo de su época, no pudo decidir bando. A los obreros, a los trabajadores pobres, el futuro les viene marcado desde la cuna. Cuando el hambre es un invitado diario en la mesa de los miserables; cuando la injusticia social es la santa patrona de un país entero, convenientemente cumplimentada por los terratenientes agradecidos; cuando Dios aprieta y la iglesia ahoga, no es extraño que la masa desheredada estalle en un grito desesperado de rebeldía. Helios gritó con su compromiso, con su imbricación en la lucha, y el eco de aquel grito, de aquel aullido de rabia, nos llega en forma de desgarradores dibujos.

Quien esté a salvo de contradicciones que tire la primera piedra, podría ser el descarado imperativo con que justificar a un héroe. No es el caso. Ciertamente son pocos los personajes ajenos a ese lastre que evita la subida al cielo de la mitificación, para dejarlos en la justa medida terrenal de las discordancias biográficas, pero necio consuelo sería ampararse en la generalización del mal por santificar, sin mácula en la semblanza, a “los nuestros”. Sobre todo porque tal vez no existan héroes sino sólo víctimas. Helios Gómez luchó por la necesaria revolución, invirtió toda su vida y su obra en un sueño revolucionario para salir de una realidad de pesadilla. Nada, por meritorio que sea, puede justificar sus contradicciones, los hechos ciertamente vidriosos que su agitada historia presenta. Ni siquiera su arte, que puso al servicio de la propaganda, debe estar libre de racionalización. Pero, para eso, para poder analizar con libertad los hechos, las circunstancias de un hombre, de un personaje fundamental en la historia, más quizás por ser paradigma de una época, de tantos hombres, que por su actuación individual, es necesario saber. Recuperar la memoria histórica sin falseamientos que ahormen los hechos a la ciega idealización, sacarla de ese oscuro pozo negro en el que la dictadura la metió, debe ser algo más que una “moda” pasajera o excluyente. Debería hacerse con más rigor que el que puedan aportar torticeros intentos partidistas; y hay que proteger a esta memoria colectiva del Alzheimer social provocado por el acomodo en la tranquila ignorancia o en el confortable dogmatismo. Conocer, saber, analizar sin rencor, con un distanciamiento de entomólogo, sin intención vindicativa, unos hechos que nos pertenecen porque son nuestra historia común.

            Helios Gómez nació en Sevilla, murió en Barcelona y vivió en una trinchera constante. ¿Dónde está el hogar de un hombre? En Barcelona se encuentra la Asociación Cultural Helios Gómez reivindicando su memoria y anunciando, a través deL sitio web, una exposición para conmemorar su centenario. El Institut de Cultura de Barcelona, como si no fuese suficiente con la afrenta intelectual de “La Capilla Gitana”, rehusó realizar la exposición alegando tener completo el calendario en varios años. Parece que Helios debe seguir luchando incluso después de muerto.

            En Sevilla, aparte de los libros de Pedro G. Romero, no se conocen más iniciativas sobre él. Criticar la desidia de las instituciones en la tierra natal de Helios meses antes de que llegue el centenario del dibujante sería aventurado pues, tal vez el ayuntamiento de la ciudad quiera mantener en secreto las actividades programadas para sorprender a los ciudadanos: actitud que contrastaría con el anuncio a bombo y platillo, más de un año antes, de la colaboración con un equipo de fútbol de la ciudad para celebrar su centenario en octubre de 2005. A lo mejor Helios Gómez no merece que le pongan su nombre a una calle como se piensa hacer con el Sevilla FC, pero sí debe ser conocida su vida y su obra, sus luces y sus sombras. Se entiende el rédito de populismo con que puede beneficiarse un alcalde al fotografiarse con los ídolos deportivos de su ciudad pero, aunque rescatar la memoria de un artista comprometido como Helios no favorezca de igual manera los demagógicos baños de multitud, los ciudadanos tienen derecho a conocer y el gobierno de la ciudad, una coalición de izquierdas actualmente, tiene la obligación, al menos moral, de recordar a este hijo, si no ilustre por ser un término poco adecuado al carácter de un anarquista, sí importante por cuanto significó su obra en uno de los momentos más dramáticos de la historia de España. Y porque, como dijo el político irlandés del siglo XVIII Edmund Burke, las gentes que nunca se preocupan por sus antepasados jamás mirarán hacia la posteridad.

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ENLACES:

Sitio web de la Fundación Helios Gómez


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[ © 2004 J.L. Castro Lombilla, para Tebeosfera 041015 ]