TEBEOSFERA \ SECCIÓN  

COSAS DE TEBEOS / 3

 

por ANTONIO MARTÍN  


Sobre los cómics de superhéroes y otras cuestiones / 1 [ parte dos ]


JUNIO DE 1938: SUPERMAN Y SUS AMIGOS LOS SUPERHÉROES INVADEN LA REALIDAD AMERICANA / DEL ORIGEN A LOS AÑOS NOVENTA  


[ viene de la primera parte del artículo ]

El éxito de los superhéroes, Superman mito de la Edad de Oro...

  El éxito de Superman generó un espectacular negocio para Detective Comics, Inc. (más tarde National Periodical Publications y ya definitivamente, décadas después, DC Comics). En definitiva se trataba no solo de profundizar en el nuevo mercado que Superman había abierto sino de afianzarse comercialmente en el mismo, multiplicando los personajes y las colecciones de nuevos comic books basados en los superhéroes. Más aún, en 1939 Gaines formó una editorial autónoma, AllAmerican Comics, cuyos comic books eran distribuidos por Detective Comics, con lo que se reforzaba la posición de dominio de esta compañía en el mercado.

En esta carrera los editores de Superman llevaban ventaja de salida. Y decidieron aprovechar el impacto del éxito de Superman para crear inmediatamente nuevos superhéroes, muchos de ellos imitaciones y derivaciones del primero, otros originales el más importante entonces Batman, para hacerse la competencia a sí mismos y alejar del naciente negocio a otras empresas.

Es así como publican en cascada los nuevos comic books y superhéroes: AllAmerican Comics, de Gaines (abril 1939); Batman en Detective Comics, # 27 (mayo 1939); Superman en su propia Portada de Hit Comics # 14colección (verano 1939), además de continuar en Action Comics; The Sandman en Adventure Comics, # 40 (julio 1939); Gary Concord UltraMan en AllAmerican Comics, # 8 (noviembre  1939); Flash en Flash Comics, # 1, de Gaines (enero 1940); Hawkman en Flash Comics, # 1 (enero 1940); Spectre en More Fun Comics, # 52 (febrero 1940); Robin The Boy Wonder en Detective Comics, # 38 (abril 1940); Batman en su propia colección (primavera 1940); Wonder Woman en AllAmerican Comics (verano 1940); Green Lantern en AllAmerican Comics, # 16 (julio 1940); Uncle Sam en National Comics, # 1 (julio 1940); The Justice Society of America en All Star Comics, # 3, de Gaines (invierno de 1940); Star Man en Adventure Cómic, # 61 (abril 1941), etc., etc., etc.

Cuantificado en cifras, el éxito de Detective Comics es sorprendente. Los cronistas de la época señalan cómo de los 102 comic books que editó en el año 1941, 100 estaban protagonizados por superhéroes. Con el dato de que las ventas de Action Comics alcanzaron pronto los 500.000 ejemplares por mes, que ya en 1941 eran 900.000 ejemplares por número. Mientras que el comic book Superman logró en 1939 una circulación de 1.250.000 ejemplares [datos estadísticos de Ron Goulart]

Superman es el primer superhéroe de la historia del cómic, el primero que apareció, el primero es ser publicado, el primero en triunfar, el primero a partir del cual se configuró un modelo después largamente imitado. Desde la propuesta inicial, el superhéroe se convierte en guardian del bien y del orden, constituye una reserva moral, es un vengador de los oprimidos y se erige en la némesis de los malvados...

En realidad todos los superhéroes son el superhéroe... Cambia el uniforme, cambian los superpoderes, cambian los enemigos y otros detalles, pero en definitiva todos los superhéroes de la primera hora nacieron sobre un esquema básico común que se remodela y modifica una y otra vez para dar lugar a diversos personajes. Iniciándose desde el primer momento las imitaciones, copias e incluso los plagios conceptuales y hasta formales.

Es el caso de Victor Fox, que, como contable de Detective Comics Inc. conocía los beneficios que obtenían las ventas de Superman y decidió crear su propia compañía editorial de comic books (Fox Features Syndicate), para lo que en 1939 se dirigió al estudio de producción de los dibujantes Iger / Eisner con la frase famosa: «Quiero otro Superman», encargándoles un personaje con unas características muy definidas, prácticamente similares en todo a las de Superman. El nuevo superhéroe y comic book fue Wonder Man. Nacía así la primera imitación del modelo, que daría lugar al primer enfrentamiento legal por los derechos de copyright de la industria del comic book (Eisner ha recordado esta historia auténtica en su novela gráfica The Dreamer, cambiando tan solo los nombres de los protagonistas.)

Se trataba de una carrera en la que cada editor quería situarse en los primeros puestos. En 1936 solamente existían en los Estados Unidos seis compañías editoriales dedicadas a la producción de comic books. Cuatro se dedicaban únicamente a reimprimir material de tiras de prensa (comic strips) ya editado anteriormente en los periódicos diarios y solamente dos, Wheeler-Nicholson (después Detective Comics Inc) y Comics Magazine Company (después Centaur Publishing), publicaban material inédito, más o menos pensado para los comic books. Pues bien, a finales de 1941, tres años después de que el éxito de Superman desatara la ambición de todos los editores, agentes, syndicates y autores de la época, ya eran más de 25 las Compañías norteamericanas que se dedicaban a la producción y publicación de comic books a partir de los superhéroes que tanto los estudios de producción como los colaboradores freelance creaban constantemente.

Está claro que ello no habría sido posible sin el éxito de ventas que los superhéroes alcanzaron entre los niños y adolescentes americanos. Éxito que ha hecho que los estudiosos del cómic consideren el período 19381954 como la Edad de Oro de los Superhéroes. Lo cual no es extraño si tenemos en cuenta que en ese período de tiempo se publicaron en los Estados Unidos cerca de 7.000 colecciones de comic books.

El éxito de estas editoriales y el éxito comercial de los comic books, con una demanda creciente, acabaron por llevar al trabajo en cadena en el que se aplican los principios de la “taylorización”, tal y como Ford había hecho años antes para producir más coches. En el conglomerado industrial y editorial que entonces está naciendo en torno a los comic books bajo la presión del mercado, se aplicará de forma intensiva y permanente el sistema de trabajo ya ensayado anteriormente por los autores y los syndicates en algunas tiras de cómics destinadas a los diarios.

La avaricia de los nuevos editores de cómics y las lógicas limitaciones de los autores en capacidad y tiempo para mantener el ritmo de la industria llevarán pronto a la división del trabajo: En el caso extremo uno o varios autores escribirán el guión y los diálogos, un ilustrador dibujará a lápiz el cómic, otro pasará estos dibujos de lápiz a tinta, finalmente uno o varios técnicos indicarán los colores que el dibujo ya pasado a tinta ha de tener para su impresión. Quedan como principales autores del cómic el escritor del guión y el dibujante que crea los dibujos a lápiz, pero, de hecho, la autoría de un comic book se diluye en un proceso casi fabril de montaje...

Los superhéroes en la Segunda Guerra Mundial

    En el desarrollo de la edición de comic books cabe distinguir varias etapas a partir del momento en que aparece Superman. Es especialmente importante la primera, llamada la Edad de Oro, que llega hasta los primeros años cincuenta, cuando esta industria alcanza un enorme peso editorial en el seno de la sociedad americana.

En esta sociedad Superman ejerce como “Vigilante”... Pone sus superpoderes al servicio del orden constituido, persigue criminales, rescata submarinos, detiene trenes, salva aviones y se enfrenta con todo tipo de amenazas naturales, mientras patrulla los cielos de su universo particular para garantizar el sueño de las buenas gentes de América... Y si a veces desborda sus funciones de policía y bombero, de chico bueno al servicio de la comunidad, es para luchar con amenazas extraterrestres, supervillanos, y a veces incluso con otros superhéroes. También, cuando así conviene, Superman reafirma la profunda conexión de los superhéroes con la sociedad americana saltando a la palestra política para “hacer patria”, específicamente, en esta primera etapa, durante los años de la segunda Guerra Mundial.

Aunque Norteamérica no entró en guerra hasta después del ataque de Pearl Harbour (diciembre 1941), gran parte de la industria editorial de signo popular se posicionó desde meses antes frente a la guerra que tenía lugar en Europa. Y la declaración de guerra de Estados Unidos a Japón y Alemania e Italia solo reafirmó lo que ya era una tendencia evidente, tanto por un fácil “patrioterismo” propiciado por el clímax del momento como por el convencimiento de muchos editores de que la politización de los cómics era comercial y serviría para aumentar las ventas.

Los ejemplos son abundantes y la aparición de nuevos superhéroes (muchos de ellos llevando en sus uniformes los colores de la bandera norteamericana) es progresiva y creciente desde inicios de 1940. Como referentes más llamativos de la guerra privada declarada por muchos editores, cuando la tendencia general de los Estados Unidos aún era la neutralidad y el aislacionismo, hay una serie de ejemplos en los que no se sabe que es más significativo, si el nombre de los nuevos personajes o el título de los comic books que los albergaban.

Como simples ejemplos, entresacados de entre otros muchos personajes y títulos, tenemos: The Shield en Pep Comics, enero 1940; The Eagle en Science Comics, febrero 1940; Uncle Sam en National Comics, julio 1940; Minute Man en Master Comics, febrero 1941; Captain America Comics, marzo 1941; Star and Stripes Comics, mayo 1941; Captain Victory, The Unknown Soldier y The Flag en Our Flag Comics, agosto 1941; Miss Victory en Captain Fearless, agosto 1941; The Defender en Estados Unidos Comics, agosto 1941; Yankee Doodle Jones en Yankee Comics, septiembre 1941; SuperAmerican en Fight Comics, octubre 1941; Major Victory en Dynamic Comics, octubre 1941; The Fighting Yank en Startling Comics, noviembre 1941; The Liberator en Exciting Comics, diciembre 1941…

A partir del momento en que los Estados Unidos entra oficialmente en guerra, el número y variedad de los comic books de superhéroes crece progresivamente hasta llegar a unas tiradas totales que en 1943 se contaban en los 23 millones de ejemplares al mes. Y ello en un momento en que el papel de prensa estaba racionado y controlado por el gobierno norteamericano, que lo distribuía por cupos a las empresas editoriales según las necesidades y preferencias de tiempos de guerra.

Toda esta profusión de “comic books patrióticos” se puede cifrar en el ejemplo del que quizá sea su personaje más emblemático: El Capitán América, editado por Timely Comics. Según Stan Lee –que fue el gran gurú de los cómics Marvel– Martín Goodman, propietario de Timely, se planteó en fecha tan temprana como 1938 el denunciar la amenaza nazi ante el mundo, desde el siguiente argumento: «(...) los jóvenes lectores americanos deben ser advertidos de los peligros del nazismo y el fascismo para ponerles en guardia. Para ello utilizaré mis revistas de cómics tomando historias de la vida real en las que los nazis sean los villanos...» Hay que recordar que Goodman, además de ser uno de los mayores y mejores editores comerciales de la época era judío, por lo que cabe suponerle una especial sensibilización ante el nazismo.

Dejando de lado la exagerada loa de Lee, puesto que el primer título de los Timely Comics no se publicó hasta octubre de 1939, es cierto que mucho antes de Pearl Harbour los superhéroes de Goodman tomaron partido contra Hitler. La primera ocasión fue en el # 4 de Marvel Mystery Comics, febrero 1940, en el que Namor luchaba con la tripulación de un submarino alemán.  Si bien la obra magna de los comic books “patrióticos” de la segunda guerra es Captain America, creado por Joe Simon y Jack Kirby y puesto a la venta por Timely en 1941.

El Capitán América es un “supersoldado” enmascarado, que viste un uniforme con los colores de la bandera norteamericana y que nace como un luchador de la libertad gracias a una milagrera fórmula química. El planteamiento fue simple, según Simon: «En principio buscábamos un villano, y Hitler fue ese villano (y sigue...) El Capitán América fue ex cepcional, un auténtico éxito. Después del primer número, las ventas rozaron el millón de ejemplares al mes».

Auge y caída del negocio de los superhéroes

Aunque las cifras puedan parecer excesivas, está documentado que en el período 1942-45 se dispararon las ventas de comic books al crecer las posibilidades económicas de los jóvenes lectores.

Es un hecho poco conocido y del cual no se suele hablar que a partir del verano de 1943 tres millones de niños y jóvenes norteamericanos, entre los 12 y los 17 años, trabajaban en la industria, el comercio y los servicios sustituyendo a los adultos que habían sido reclutados por las fuerzas armadas. En este período, según los datos disponibles, un 95% de los niños de 8 a 11 años y un 84% de los teenagers americanos leían habitualmente comic books. El 35% de los adultos de dieciocho a treinta años también los leían. Y un 44% de los soldados norteamericanos que participaron en la segunda guerra mundial leía diversos cómics regularmente.

Estas cifras no son desdeñables, pues los escritores y dibujantes de comic books que quedaron en la retaguardia hicieron gala de su patriotismo mediante las aventuras de los superhéroes, y llevaron a cabo su propia guerra privada contra las fuerzas del Eje en las páginas de los comic books. Cabe recordar aquí que muy pronto, tras la entrada en guerra, el Gobierno norteamericano comprendió y potenció el poder de la propaganda para apoyar el esfuerzo bélico. Para ello el Gobierno federal creó la Oficina de Información sobre la Guerra (OWI), inicialmente destinada a explicar la guerra y a familiarizar a los ciudadanos americanos con lo que esta suponía para el país. Los medios utilizados para lograrlo fueron la prensa, la radio y el cine, aparte del cartel y la habitual edición de folletos panfletarios.

El reconocimiento de la importancia propagandística que los comic books podían tener en aquellos momentos fue señalado en abril de 1943 por un artículo de la revista Bussiness Week: «(...) un poderoso aliado, ignorado por almirantes y generales, está al lado de los niños de América para frustrar al enemigo (...) Este aliado es Superman, quien como cualquier chiquillo sabe puede detener los proyectiles de 16 pulgadas con las manos desnudas, levantar automóviles con un solo dedo, volar murallas de cemento sin la ayuda de la dinamita... Superman puede perforar los cascos de los barcos de la flota de guerra japonesa con un simple puntapié o derribar los bombarderos nazis de un puñetazo porque él siempre pelea del lado de la virtud». La cita confirma cómo la industria del cómic tomó partido por el “sueño americano” y cómo la sociedad supo reconocerlo.

De las actividades pro-guerra de Superman queda un momento singular, cuando solicita permiso para hablar al Congreso de los Estados Unidos y pronuncia un discurso que muy resumido dice: «Durante los últimos años una oleada diabólica ha recorrido el mundo. Se llama fascismo (...) Esta moderna plaga ha aplastado naciones amantes de la paz (...) nosotros combatiremos la amenaza de estas hordas hasta que sean definitivamente aniquiladas y de nuevo la decencia y la humanidad sean restauradas en el mundo (...) Igual que cualquier otro patriota americano yo quiero contribuir a la caída de estos buitres fascistas (...)» (Tiras de prensa de Superman, McClure Newspaper Syndicate, 1942).

Curiosamente, conscientes los autores de que al fin y al cabo Superman solo es un “soldado de papel” imposibilitado de participar en la realidad, le hacen rematar su discurso con un jugoso malabarismo verbal: «yo quiero colaborar a la caída de esos poderosos buitres fascistas. Pero Portada de Military Comics # 1 las fuerzas armadas americanas pueden lograrlo sin la ayuda de Superman (...) yo puedo servir mejor a la nación en el frente interior luchando con los enemigos más insidiosos (...) los traidores, los quintacolumnistas, los Quislings potenciales y todos quienes quieren hacer fracasar nuestra producción de materiales bélicos (...)»

Con Superman, y pasando el tiempo hasta hoy, otros superhéroes han demostrado su acendrado patriotismo. Como Batman, Captain America, Uncle Sam, Captain Marvel, Wonder Woman, Namor, Hawkman, Thor, Iron Man, Nick Fury... Punisher y muchos más.

El final de la segunda guerra mundial supuso un giro radical en los intereses de la sociedad americana, y ello repercutió en una caída de las ventas de los comic books de superhéroes y obligó a reconvertir los títulos de muchas editoriales. Unas veces las revistas y sus personajes desaparecieron sin mayores explicaciones, en otras ocasiones los héroes quedaron “archivados” (con casos especialmente ejemplares como el de El Capitán América, quien queda congelado en un bloque de hielo que se pierde en la niebla...), otras veces los títulos permanecieron pese a las escasas ventas, dando testimonio, a veces tan solo para mantener el copyright a favor de la empresa editorial según la legislación norteamericana.

Con el cambio de tendencias otros comic books conquistaron el mercado postbélico, al saber evolucionar los editores tanto en los temas como en los personajes, publicando nuevos títulos y reorientando la industria de los comic books hacia géneros como el humor, lo policiaco, el terror, lo femenino, el oeste, las aventuras de animalitos antropomórficos, etc. Caso especial fue el de Max C. Gaines, quien en 1945 cedió sus intereses en la editorial All American Comics a Harry Donenfeld y Jack Liebowitz, para crear poco después la empresa Educational Comics, Inc. (EC), dedicada a la publicación de cómics de tema histórico y científico.

Los años 50, la sociedad americana cambia el paso

La transformación de la sociedad durante los primeros años de la guerra fría, así como el giro de la política oficial norteamericana, marcaron un cambio radical en la vida cotidiana, que en el terreno de los comic books se concretó en un fuerte rechazo de contenidos, líneas expresivas y en ocasiones también de los personajes y las revistas, que frecuentemente fueron acusados durante estos años por educadores y psicólogos de incitar a la violencia y potenciar la delincuencia juvenil; con el habitual olvido de que los medios, y en este caso los comic books, solo y simplemente son reflejo de la sociedad en la que nacen.

Este rechazo se manifestó pronto tras el fin de la guerra, y se corresponde con el conservadurismo que dominó por entonces a la sociedad norteamericana, vuelta a encerrar sobre sí misma. El tema es complejo y sus componentes sociológicos exceden los márgenes de un artículo sobre los superhéroes de los comic books, pero es un hecho que al final de la segunda Guerra Mundial los Estados Unidos cambiaron de expectativas, objetivos, filosofía e ideología de forma importante. Y que lo hicieron aún más bajo las presidencias de Truman y de Eisenhower. A ello contribuyeron tanto el auge sociológico y político de lo que se conoce como “América profunda” como, sin duda, el papel de líder político y militar que la decadencia europea otorgó a los Estados Unidos. Culminaron este proceso de involución la doctrina Truman, la ruptura de la alianza de guerra con la URSS y la consecución por parte de ésta de la bomba atómica. Su ejemplo mejor: la “caza de brujas” del McCarthismo.

En lo que nos concierne es un hecho estudiado el que la juventud americana de los primeros años cincuenta se mostraba aletargada, falta de imaginación, indiferente y silenciosa. En síntesis: carente de ilusiones. Según el periodista e investigador William Manchester «la persecución de los “celadores”, el miedo a las nuevas armas termonucleares y las evocaciones de los padres de familia rememorando los angustiosos días de la depresión fueron factores que influyeron en la configuración de la generación del silencio» (en su obra Gloria y Ensueño, II, 1945-1954).

Resulta algo más que curioso constatar el hecho de que estadísticamente buena parte de esta juventud había de estar formada por quienes durante los años cuarenta habían sido niños y lectores de comic books, sin que ahora y aquí quepa sacar mayores conclusiones. En este marco social, apenas configurado en esquema –lejanos ya los  dictadores nazis y fascistas y los japoneses a los que tantos personajes del cómic habían combatido violentamente y con virulencia– la violencia doméstica y cotidiana que ahora reflejaban los comic books (y con ellos los otros mass media, como el cine, la novela popular, y sobre todo la recién llegada televisión) fue duramente atacada por iglesias, educadores, psicólogos y autoridades. Con la contribución apasionada y ciega de numerosos ciudadanos que, agrupados en diversas ligas morales y de decencia, perseguían los libros, revistas, películas, que consideraban objetables desde la moral establecida, ya fueran protestantes o católicos. Si bien fueron los miembros de la Iglesia Católica, fieles y sacerdotes, los que más se destacaron en este tipo de acciones.

Respecto a la prensa, en 1938 se creó la National Organization for Decent Literature (NODL), de estirpe católica, que inicialmente solo se dedicaba al examen y valoración de las revistas, publicando una lista (Publications Disapproved for Youth) de las que consideraba objetables para los jóvenes por sus contenidos. Pero la aparición y éxito de los comic books hizo que la NODL extendiese desde 1947 sus actividades a la evaluación de estas publicaciones, a partir de una normativa o “código” de nueve puntos casuísticos que señalaban los temas condenables en los contenidos. A partir del estudio de los comic books existentes en los quioscos, realizado por grupos de madres de familia, la NODL elaboraba un listado con los comic books aceptables (White List) y otro con los titulos “condenables”. Las actividades de esta organización católica en los últimos años cuarenta, se concretaban en la acción de equipos de voluntarios de la “cruzada de la decencia” que visitaban a los vendedores de prensa para escudriñar las publicaciones que tenían en sus quioscos y explicarles las que no debían vender a los niños y jóvenes. Se elaboraban también listas de los vendedores que colaboraban con la cruzada de la decencia y se exponían en la iglesia local y se imprimían en diversas publicaciones. Como refuerzo de lo anterior se realizaban boicots contra los quiosqueros que no colaboraban y se recurría a otras acciones intimidatorias.

Todo ello no hacía sino reflejar el clima “moralizador” que inspiraba a numerosos grupos de la sociedad norteamericana. Grupos que no solo eran católicos. Queda constancia de la organización, en junio de 1948, del Committee on the Evaluation of Comic Books, en Cinncinati, que alcanzó un estatus nacional bajo la dirección de Jesse L. Murrell, pastor metodista. También está localizada, más tarde, la existencia de un Citizen’s Committee for Better Juvenile Literature, formado en Chicago.

Son ejemplos aislados de otras muchas organizaciones que se proponían controlar los contenidos de los comic books, respaldadas por su decisión de llegar a las acciones punitivas. De unos a otros grupos se extendió por gran parte de los Estados Unidos un estado de opinión negativo sobre los comic books que llegó, incluso, a acciones drásticas como la quema de pilas de comic books organizadas en distintas comunidades (hecho documentado por el editorial de la revista Senior Scholastic del 2 de febrero de 1949). Todo ello hizo que entre los últimos años cuarenta y los primeros cincuenta la industria editorial de los comic books se plantease fórmulas de “autorregulación” de los contenidos de sus revistas para intentar evitar que se formulasen legislaciones oficiales restrictivas.

 [ continua en la parte tercera del artículo ]


[ © 2002 Antonio Martín, miembro del GELPI / Grupo de Estudio de las Literaturas Populares y de la Imagen ] [ Página web publicada en Tebeosfera 020430 ]