ALFONSO FIGUERAS Y EL HUMOR DE TERROR
ANTONIO MARTÍN

Resumen / Abstract:
Notas: Texto publicado inicialmente en la revista Terror Fantastic, núm 13 (Pedro Yoldi editor, Barcelona, 1972, pp. 44-47). Revisado por su autor en febrero de 2010 para la presente edición en Tebeosfera. Se reproducen las imágenes usadas en origen, que se colocan a su altura correspondiente en el texto.
ALFONSO FIGUERAS Y EL HUMOR DE TERROR

 

Alfonso Figueras en su casa, sobre una decoración «clásica»

Proponerse escribir sobre Alfonso Figueras supone una difícil papeleta, sobre todo si se intenta —entre la amistad y el rigor crítico— aportar datos al mejor conocimiento de este autor, uno de los más importantes, y al tiempo de los menos conocidos, de la historieta española. Y es que a Figueras no se le puede pesar, me­dir o limitar en unos pocos datos o preguntas, dada su complejidad co­mo autor y como persona. La difi­cultad aumenta ante la convicción de que se trata de uno de los mejores conocedores del cine fantástico y de terror de los años treinta y cuarenta y experto en folletines, cómics y otros papeles de signo popular, a lo que se une su categoría profesio­nal, por ser uno de los escasos di­bujantes que son hoy capaces en Es­paña de realizar cómics para adul­tos... 

LA PERDIDA INFANCIA 

Figueras crece en el ambiente de los años treinta, cuando el cine fan­tástico conoce en España un auge extraordinario, con títulos como El fantasma de la ópera, Nosferatu, Frankenstein, El hombre invisible, King Kong, y junto a ellas mil películas de «jornadas» con temas de «caballistas», selva y gángsteres, siempre tocados de elementos fantásticos. Y con el cine la novela popular, que entonces alcanza su ma­yor brillantez en las editoriales de Madrid y Barcelona, mientras que el tebeo español iniciaba ya su etapa moderna —estimulado por la apor­tación del cómic norteamericano—.
 
Cine e historietas. Alimento mágico para unos niños que descubrían el mun­do a sus diez, doce, catorce años; un mundo colorido, libre, que pro­metía un futuro diferente y mejor..., futuro que nunca existió. Es el universo descrito por Figueras en sus artículos y reconstruido en sus his­torietas, siempre con la añoranza de la infancia perdida, con sus pe­lículas, los pulps, los cómics, la magia popular de las imágenes, que ha hecho escribir a Figueras: «... había algo en ellas que a unos cuan­tos nos encadenó. A unos cuantos que les hemos continuado fieles, pues han marcado nuestra vida y creado en nosotros una escuela...».
 
Sobre esta base comienza a dibu­jar Figueras. Lo primero de todo «la chimenea de la fábrica en que trabajaba mi padre, la Pirelli, luego trenes con una enorme afición; después copiaba las historietas del TBO en las libretas del colegio o rehacía laspelículas que había visto. Empecé a dibujar historietas cómi­cas de cuatro cuadros, con el título de El Cameraman, mi pasión era el cine y siempre mezclaba cine y dibujo...». Influido por el cine «di­bujé de memoria y mal, claro, ver­siones en forma de historieta de La vida futura, ésta sin ver la película, ya que sólo había leído el guión y el film estaba aún por realizar, 1935, de El hombre invisible y, en 1937, de Frankenstein». Este juvenil Frankenstein será el primer encuentro gráfico entre el monstruo famoso y uno de los autores que con más conocimiento y ternura —aunque és­ta sea burlona— lo han dibujado.
 

Un rápido boceto de Figueras para un chiste de humor-terror. Este dibujante estudia cada una de sus obras, imagen por imagen, con el mayor detenimiento, repitiendo con abundancia los bocetos para lograr una mejor expresión, planificación, etc. Es frecuente que para producir un solo chiste llegue a realizar hasta cuatro estudios previos.

 
EL DIBUJANTE DE LOS AÑOS CUARENTA
 
Tras la guerra española Alfonso Figueras comienza a trabajar, no sin antes hacer, como tantos españoles, un se­gundo servicio militar. Trabaja en la imprenta de una editorial barcelonesa que entonces renace de las ruinas: Bruguera; corrige originales, monta historietas y dibuja. Ofrece su versión de Frankenstein a Edito­rial Marco y a Hispano Americana de Ediciones inútilmente; por fin comienza a publicar en Marco los cuadernos de historietas de Jai­me Bazán, She, Los titanes del aire.... Dibuja también para Hispa­no Americana, Bruguera, Clíper, al tiempo que tantea en busca de un estilo propio a partir de la influen­cia de los grandes maestros de la aventura.
Será en 1947-48 cuando comience a dibujar historietas humorísticas, género en el que rápidamente se especializa, obteniendo se­guridad en el trazo, al tiempo que una mayor capacidad expresiva para su mundo propio. Del conjunto de la producción de Figueras hasta 1955, fecha en que marcha a Venezuela, cabe destacar aquí los personajes que de alguna manera tocaban lo fantás­tico: Mysto, en las páginas de Chicos y de Publicaciones Cuqui; Mefisto, el fantasma tonto y Diavolo Tallerini (un mago) en la re­vista Chispa, de Toray; Mr. Hyde (el monstruo famoso de Stevenson) en Búfalo, repitiendo este mismo personaje con el nombre de Mr. Mosifón en las páginas de Pocholo, en la tardía edición de Hispano Americana. Se trata de simples tanteos, en los que, sin apartarse demasiado de su especial humor, Figueras ha­cía incursiones a los temas de su mundillo particular de aficiones. En todo caso fueron personajes sin continuidad y su importancia deriva de su valor como experimentos temá­ticos.
 

Una de las típicas historietas de Figueras protagonizadas por su personaje tipo. Corresponde a la revista fascículo Drácula de Buru Lan de Ediciones.

 
   
FRANKENSTEIN, PIEZA MAESTRA DEL CINE DE TERROR
 
Hablo con Alfonso Figueras para conocer sus opiniones, cómo se orientó su interés hacia lo terrorífico —hasta llegar a dibujar humor-terror de ma­nera continuada—, y la entrevista se sale de sus cauces formales, pues Figueras escapa hacia temas amplios, generales, donde las preguntas con­cretas se pierden. El resultado es una charla de amigos en torno a un tema de interés común, charla múltiple por la presencia y partici­pación de Esteban Maroto, quien me ha pedido poder asistir a esta conversación, movido por su admiración por el magisterio de Figueras. Cedo a Maroto romper el fuego de las preguntas. En la conversación los temas se entre­mezclan y engranan dando claves pa­ra comprender la sensibilidad e ideas de Figueras.
 
ESTEBAN MAROTO. — ¿Qué es lo que más te ha impresionado, lo que te ha marcado para decidir tu afi­ción por lo fantástico?
 
ALFONSO FIGUERAS. — Desde luego el cine. Yo soy un aficionado al cine en general, aunque mis aficio­nes se van por el cine cómico, fan­tástico y me subyugan las tramas folletinescas de las viejas películas de episodios. No puedo olvidar el impacto que me produjo, de niño, ver El guante de la muerte, Nosferatu, Metrópolis, El fantasma del Louvre, pero estos films me producían el mismo placer que las películas de caballistas y las cómi­cas, y creo que estas últimas son la base del especial tipo de humor que yo he cultivado siempre pues no olvidéis que ante todo yo soy un dibujante de historietas de humor, y es precisamente desde el humor como me acerco a otros temas...
 
E. M. — ¿Cuál es la película de terror que más te ha impresionado?
 
ALFONSO FIGUERAS. — Frankenstein. La considero la pieza maestra del cine de terror.
 
ANTONIO MARTIN. — ¿Por qué?
 
ALFONSO FIGUERAS— Por su humanidad. Frankenstein respiraba humanidad, incluso en sus manos, con unos ojos y una mi­rada impresionantes, como nunca se han dado en la historia del cine. To­do el clima de la película era impresionante y además había una diferencia básica en la caracterización respecto a otras películas que, como las de Lon Chaney, por ejemplo, eran mucho más tremendistas. El acier­to del conjunto se debió a la com­binación de la sensibilidad de Whale y la de Karloff.
 
A.M. — ¿Y Drácula y King Kong?
 
ALFONSO FIGUERAS— Drácula nunca me ha gusta­do; lo que hay de maravilloso en este personaje se pierde al disfrazar­se de señor corriente, además ten en cuenta que la versión que yo vi de pequeño era la española, con Carlos Villarias en el papel del conde, y estaba todo muy desangelado. King Kong es una simple cinta de aventuras, nada terrorífica, yo veía en ella lo formidable pero también la maquinaria que había detrás.
 
A.M. — ¿Cuándo comenzaste a in­troducir a Frankenstein en tus his­torietas?
 
ALFONSO FIGUERAS-- Bueno, habría que decir que mi pretendida adoración por Frankenstein, del que tanto uso en mis his­torietas, no es más que un homena­je, aunque sea en vertiente humorís­tica, excepto aquella primera versión qué hice en 1937 o 38 y que era de dibujo realista, Siempre que he po­dido he metido al monstruo en mis historietas, por ejemplo en Chicos y también, en Venezuela, en una de las películas de dibujos animados que hice con Puigmiquel.
 
E.M. — ¿Te gustaría hacer algo con todo lo que sabes sobre este perso­naje?
 
ALFONSO FIGUERAS— Sí, de hecho ya lo hago, manteniendo el interés por Frankenstein creo que he contribuido a su difu­sión. También desearía formar un archivo completísimo con todo lo que en el cine se sale de lo corrien­te, e incluso escribir un libro sobre el personaje interpretado por Karloff.
 
E.M. — ¿Has conocido a Boris Karloff?
 
ALFONSO FIGUERAS— Sí, hablé con él, unos quince minutos, en el sesenta y algo, pero estaba ya muy enfermo y hablábamos a través de una intérprete...
 
E.M. — ¿A qué crees se pudo deber el que en tu época salieran tantos mitos?
 
ALFONSO FIGUERAS— Hay quien dice que se debió a la gran depresión. Yo no estoy de acuerdo. El cine ya estaba aprove­chando los temas fantásticos desde mucho antes y al llegar el sonoro, con las nuevas técnicas, esto aumen­tó. Se trata de una evolución del cine hacia una mayor perfección, que se une con un mayor desarrollo de lo fantástico. Es igual que en la his­torieta el desarrollo de los temas de ciencia ficción. Todo es cuestión de facilidad técnica y de que el público está ávido de emociones y si son fuera de lo normal, mejor, Le gusta estremecerse como le gusta reír, y no creo que generalmente tenga con­ciencia del terror real que pende so­bre su cabeza en forma de bombas nucleares o lo que sea.
 
AM, — Sí, pero el problema con­siste en saber por qué lo fantástico se desarrolla más en unas épocas que en otras e igual el morbo por lo terrorífico... Pero dejémoslo y dinos por qué tú eres aficionado a lo fan­tástico.
 
ALFONSO FIGUERAS-- Indudablemente se debe a las influencias que sobre mi formación tuvieron la novela y el cine, pero también es una cosa que se lleva dentro. Lo corriente, lo diario ya exis­te, lo tenemos en nuestras propias vidas, entonces en la obra de arte busco lo no corriente, lo que sale de las normas, lo que es más emo­cionante.
 

En esta página de «Doctor Mortis», que corresponde a la revista Vampus, de Ibero Mundial de Ediciones, Figueras juega con los elementos del terror barajándolos en mil combinaciones. Frecuentemente, cuanto más se aparta de los mitos clásicos, más cruel resulta su humor.

 
 
UN AUTOR EN BUSCA DE EMOCIONES
 
Alfonso Figueras vuelve en 1963 de América del Sur, Venezuela, adonde marchó en 1954 llamado por su amigo Ángel Puigmiquel para juntos poner en marcha un estudio de animación. Mil motivos le empujan a la vuelta, aparte del cierre del estudio. Uno principal: la añoranza de los amigos, de las costumbres y también de los viejos papeles... Casi desde el primer momento comienza a recons­truir su infancia según él la recuer­da, un mundo mágico, folklórico, ri­co en motivaciones populares. Re­construcción que comienza por la de las perdidas colecciones de tebeos, folletines, novelas, y se continúa con las historias que a partir de aquellos años dibuja, tocadas todas ellas, has­ta las más infantiles, por la añoran­za de los viejos héroes, de las an­tiguas emociones. Es así como di­bujará marcianos, sabios distraídos, pandillas infantiles que viven sus aventuras en un submarino, sheriffs miopes, hasta comenzar su produc­ción más moderna, cuando entra ya, decididamente, en la temática de terror y fantasía, dirigiéndose a un público no infantil.
 
 
ANTONIO MARTIN. — Alfonso, ¿por qué dibujas terror?
 
ALFONSO FIGUERAS. — Porque se sale de lo corriente, como antes te decía, además puede que así dé rienda suelta a la amargura que tantas cosas de nuestro mundo me producen. En cualquier caso no olvides que es una de mis facetas como humorista, esto es importante, pues yo no hago sino dar mi versión humorística de los géneros que me gustan, pensando en que hay un público al que tam­bién gustan estas cosas y con el que yo intento compartir la afición.
 
A.M. — ¿Cómo han reaccionado los editores ante esta especialidad tuya?
 
ALFONSO FIGUERAS— Ante las primeras historietas ni se daban cuenta, porque yo daba el terror muy dosificado, mez­clado. Después me han pedido más historietas realizadas ex profeso.
 
A.M. — Antes hemos hablado de los mitos de los años treinta, de los actuales, ¿qué me dices?
 
ALFONSO FIGUERAS— El terror actual no me inte­resa. Lo de antes era arte, sugería, pero lo de ahora, aunque también exista el arte, se encuentra mezcla­do con el horror, y esto a mí no me interesa. El horror muestra —san­gre, tripas, cráneos machacados...—-, no, no me va eso; aunque también yo, últimamente, me he ido quizás un poco de la mano en algunos mo­mentos.
 
 
En los últimos años —aproxima­damente a partir de 1968, cuando crea su antihéroe Topolino y realiza en Mata Ratos su paródico Frankenstein— el conjunto de la obra de Figueras com­pone una unidad con las series To­polino, Franciskosteín y Super Manolo, Aspiríno y Colodión, ¡Qué Guerra!, Don Plácido, Skecth to Shock, Drácula, Dr. Mortis... Un mosaico que nos habla del hombre que perdió su infancia y marcha por la vida reconquistán­dola trocito a trocito.
 
Porque Alfonso Figueras, al revés que otros adultos, aún cree que podrá recuperar su yo in­fantil y trasladarlo hasta la reali­dad presente —¿o acaso ya lo ha lo­grado y ello es la clave de su obra?—. Y esto explica cómo sus personajes están hechos con reta­zos sentimentales del propio Figue­ras y en todas sus obras de terror es protagonista ese hombrecito al que ocurre siempre lo más increí­ble y azorante, que él acepta con la misma tranquilidad que si se tratara simplemente de haber perdido el autobús 18.
 
 
 
EL HUMOR-TERROR DE FIGUERAS
 
Ahora bien, Figueras, como tan­tos otros autores españoles, y pese a la unidad sentimental de toda su obra, debe desarrollar ésta en una doble vertiente por lógicas necesidades de supervivencia física. Por un lado   están   las muchas   historietas   creadas expresamente para las revistas ju­veniles de Editorial Bruguera y que por lo tanto padecen las limitaciones típi­cas de censura, público o convenien­cia comercial de la temática; son Aspirino y Colodión, ¡Qué Gue­rra!, Topolino, etc. Y por otra parte tenemos las tiras, chistes e historie­tas cortas que realiza para las pu­blicaciones de adultos o bien pen­sando fundamentalmente en el mer­cado extranjero, siendo precisamente en esta segunda vertiente de su obra donde trabaja con mayor libertad los temas de horror y fantasía; por más que sea precisamente en una de las historietas creadas para las re­vistas de Bruguera, Topolino, donde Fi­gueras mejor ha trazado una panorá­mica de la mitología popular, enfren­tando su personaje a un mundo po­blado por "malignos" robots asesi­nos, marcianos, vampiros del aire, etcétera, en un conjunto épico, ver­dadero canto a los viejos tiempos y los viejos héroes.
  

Ejemplo típico del humor-terror de Figueras en dos vertientes: la sarcástica, a partir de la parodia de los monstruos y mitos clásicos, ¿cabe algo más destructor  para el mito que ridiculizarlo...? ¡Pobre Mr. Hyde! Y la vertiente cruel, sin concesiones, en la que lo más terrible  queda pequeño ante la imaginación del autor que nos enfrenta con unos monstruos absolutamente nuevos.

 
Las obras de Figueras que se dirigen más expresamente a un público adulto lector de historietas —público, por otra parte, excesivamente escaso en España hasta el momento, si por adulto nos referimos no sólo a la edad, sino tam­bién a niveles lectores y racionales— son el vehículo que mejor sirve al autor para expresar su gusto por lo maravilloso y son:
·      Franciskostein. Serie de historietas crea­da, aproximadamente, en 1968 para la revista Mata Ratos, de Ibero Mundial de Ediciones. Parodia del monstruo famoso, estilo muy libre. No tuvo continuidad.
·      Super Manolo. Iguales características que la anterior, salvo que aquí el parodiado es Superman. Se publicó además en BANG! y esperamos puedan aparecer algún día recogidas en un libro.
·      Skech to Shock. Serie de historietas cortas, de cuatro viñetas, y de chistes de gran tamaño, creadas a partir de 1970 para Selecciones Ilustradas. Estilo muy libre en las historietas y muy trabajado en los chistes/ilustraciones. Una verdadera antología humorística del terror, muy superior a cuantos trabajos habían hecho otros autores antes que Fi­gueras.
·      Drácula. Serie de doce historietas, creada en 1971 para la revista del mismo título de Buru Lan de Edi­ciones. El personaje principal no es el conde vampiro sino el típico hombrecito de Figueras enfrentado con todo el panteón ilustre de monstruos famosos.
·      Dr. Mortis. Serie de historietas comenzada en septiembre de 1971 en el núm. 1 de la revista Vampus, de Ibero Mundial de Ediciones. Personajes: el clásico doctor creador de monstruos y el no menos clásico ayudante joro­bado. Lo más importante es el es­tilo, ya que por haber trabajado Figueras sobre cartulina de mucho gra­no ha podido conseguir interesantísimos efectos con los grises.
 
 
Finalmente, como broche dorado a esta producción, tenemos el libro al que aludíamos al inicio de estas notas de aproximación a Alfonso Figueras y su obra de cómic de terror Shock. Se trata de un volumen de 128 páginas, más cubiertas en cartu­lina a dos colores, formato apaisado y tamaño 16 x 23,5 cm. Se presenta con una superbreve introducción en diez idiomas dedicada a Figueras y el contenido se basa en la serie do­ble de terror que realiza para Selecciones Ilustradas, siendo esta misma agencia quien produce el libro para su difusión internacional.
 
Shock se presenta en imágenes absolutamente mudas, y maldita la fal­ta que hacen aquí los textos, pues envueltos en un humor delirante y cruel nos asaltan y desbordan los chistes e historietas rezumantes de sangre, morbo y sadismo, dedicados a la parodia de Frankenstein, Drácu­la, la Momia, el hombre lobo, los fantasmas y diablos, escenas de car­nicerías médicas, sepulturas y ma­lignos sepultureros, asesinos y mons­truos... en una zarabanda mil veces más elocuente que cualquier texto.
 

Alfonso Figueras nos da con este libro un conjunto magnífico y absolutamente recomendable, para la revulsión, el humor y la reflexión, pues al tiem­po que nos divierte con las aventuras y desventuras de su cuadrilla de monstruos, a veces nos muestra, por un instante, el artificio con que los mueve, por la contraposición entre los mitos del pasado y las realida­des del presente. Es entonces cuando — ¿inconscientemente?— el autor nos lleva a reflexionar, con una crueldad definitiva, haciéndonos preguntarnos si al fin y al cabo valía la pena re­cuperar la infancia.

 

Portada de Shock, el libro de humo-terror de Figueras, producido por Selecciones Ilustradas.

TEBEOAFINES
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Creación de la ficha (2010): Antonio Martín. Edición de J. Alcázar
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
Antonio Martín (2010): "Alfonso Figueras y el humor de terror", en Tebeosfera, segunda época , 5 (7-II-2010). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 27/IV/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/alfonso_figueras_y_el_humor_de_terror.html