TEBEOSFERA \ TEBEOTECA  \ DOCUMENTO  \  ARTÍCULO

EL SUEÑO DE ÍCARO. SOBREVOLANDO LA HISTORIETA DE AVIACIÓN

Artículo por Agustín Riera Torres

clic

 

[ Página de Barney Baxter uno de los cómics de aventuras aeronáuticas más famosas de la historia, obra de Frank Miller y Bob Taylor aparecida en 1936. © 2003 Rocky Mountain News ]


Se celebran los 100 años de la aviación, 1903-2003.1 La aviación, los héroes pilotos, las hazañas bélicas aeronáuticas, han sido una constante en la historieta que queremos evocar en este centenario.

Volar ha sido siempre una de las grandes aspiraciones del ser humano. Observando los pájaros, creando en su mente imaginativa seres y monstruos voladores, sobrecogido al principio por los fenómenos celestes que le aterrorizaban, el hombre estaba fascinado por surcar el espacio, por elevarse a la altura de los dioses y contemplar la Tierra desde arriba. El hombre se siente como el ángel caído y quiere elevarse de su triste situación. Cree que el volar le puede ser de ayuda. Ya la leyenda de Ícaro y Dédalo nos da la clave de la ambición humana: Encerrado Dédalo por Minos en su propio laberinto construye dos pares de alas, para él y para su hijo, que se pegaron con cera al cuerpo, y gracias a las cuales pudieron elevarse y escapar de su intrincada prisión. Pero el joven Ícaro, desoyendo los consejos de su padre, lleno de alegría, víctima de la ebriedad del vuelo, se elevó tanto que la energía del Sol derritió la cera, lo cual provocó su caída al mar, donde se ahogó.

Si damos un sentido parabólico a la leyenda, el Laberinto puede asemejarse a nuestro mundo, del que el individuo está prisionero sin poder escapar; las alas simbolizan el poder de la imaginación y el sueño que nos permite escapar de las realidades cotidianas y nos impide zambullirnos en las aguas envenenadas de la locura; la excesiva elevación de Ícaro representa el deseo del hombre de acercarse a los dioses y compartir con ellos su inalcanzable poder; la muerte del joven nos recuerda que es imposible escapar a la condición humana, salvo si permanecemos en un nivel que esté a nuestro alcance, como es el caso de Dédalo, quien, dicho sea de paso, puesto que es el inventor del Laberinto, muestra que es el hombre el autor de sus propios problemas y desgracias. Basta con reflexionar un poco sobre la triste situación en que se encuentra nuestro planeta y nuestra sociedad mundial para constatar la invulnerabilidad del laberinto y evocar la vía de escape que es el ensueño.

Así, para volar como los pájaros, como las águilas sería el símil más apropiado, el hombre necesita ponerse lo que naturalmente poseen las criaturas volátiles: alas. Pero alas sólo tienen los ángeles, y el hombre está más cerca de los demonios que de aquellos. Así es que la solución consistía en imitar esos maravillosos instrumentos de vuelo, creando aparatos, sencillos al principio y cada vez más complicados luego: desde unas alas de tela hasta potentes aeronaves que surcan el espacio en busca... ¿de los dioses...?

La aviación se lanzó a los aires, explorando continentes y surcando los “siete cielos”, despertando una gran expectación y admiración. Se cantaron odas y se escribieron gestas dedicadas a los héroes del aire, a los modernos Ícaros que estaban abriendo una nueva era en los transportes y la civilización... hasta que muy pronto, en la I Guerra Mundial, 1914, los aviones revelaron ser feroces instrumentos de muerte, lo que confirmaron con creces en la Segunda. Como siempre, el hombre, de un instrumento ingenioso, hace un arma para causar la muerte, como si deseara que se le fundiera la cera de las alas.

La novela popular, incluidos los pulps, reflejaron, por supuesto, ese sueño volador, y también esa pesadilla letal, creando héroes y personajes que se desplazaban por los aires, en arriesgadas exploraciones, en aventuras fantásticas, incluso de ciencia ficción, y algunas series estuvieron consagradas a la aviación, aunque la mayoría de ellas, claro está, a las proezas de la aviación bélica. Surgieron así gran cantidad de publicaciones con títulos como Ases del Aire, Aventuras del Aire, Historias del Aire, La guerra aérea, Historias de aviación, Ases Voladores, y centenares más, sin contar las miles de historias con protagonismo aéreo en otros centenares de series de géneros diversos, incluso el romántico. Como más popular en España, conocemos la famosa serie americana de “Aventuras de Bill Barnes” de George L. Eaton, en la colección Hombres Audaces, de la Editorial Molino, 1933, que más tarde tendría su sosias español en la serie Ciclón, de M. De Avilés Balaguer (María Avilés Aguilar), 1942, en la misma editorial.

Mención aparte merece el escritor que dio las letras de nobleza a la aviación, aviador él mismo y excelente prosista, con textos llenos de poesía: Antoine de Saint-Exupéry. No se puede hablar de aviación sin invocarle, sin pensar en todas esas hermosas páginas escritas con gran sensibilidad, sentimiento y nobleza, prosa elevada de un espíritu que aspiraba a las alturas, tanto físicas como espirituales. Un maestro al que rindió homenaje Hugo Pratt.2

El cine hizo desfilar ante los ojos de los espectadores las fabulosas imágenes en movimiento de los aviones surcando los espacios, contando las gestas de héroes sin miedo en filmes y seriales, casi siempre en relatos bélicos. Algunos seriales fueron notables, como Junior G-Men of the Air (Los agentes secretos del aire, 1942, 13 episodios) o Phantom of the Air (El Fantasma del Aire, 1933, 12 episodios), con Tom Tyler... Es cuantiosa la nómina de películas que versan sobre la aeronáutica.

En todo caso, fuera de la técnica científica y de las realidades de este invento, el hombre sencillo buscaba evadirse, y el volar fue una forma de hacerlo, imaginando y leyendo acerca de ello. No bastaba la prensa, la radio, el cine, y más tarde la televisión. La historieta, haciéndose eco de otras formas de narrativa popular contribuye con no pocas obras al sueño de Ícaro.

La primera serie de aviación de la que tenemos noticia es The Airship Man. Sandy Highflier, donde se mezclan las aventuras con el humor. Además, tiene la particularidad de aparecer con el nacimiento de la aviación. En 1928 se publicaron, también en Estados Unidos, unas tiras de prensa con el título Tailspin Tommy, con interesantes aventuras de aviadores acróbatas. Esta serie hizo soñar a aquella sociedad americana de la Depresión, que conseguía su dosis de evasión con las viñetas. En 1929, otra serie, Skyroads, realizada por el famoso autor de Buck Rogers y llena de poesía, alcanzó notable éxito a la par que comportó algunos recuadros didácticos sobre los pioneros de la aviación. Ya en 1930, en plena crisis, nació Scorchy Smith, donde se distinguiría el excelente dibujante Noel Sickles, amigo de Milton Caniff y con el que compartía estudio, y cuyo grafismo es similar. En esta serie incluso llegó a dibujar el gran Frank Robbins, antes de empezar su Johnny Hazard. Luego ya vinieron las dos obras maestras americanas de los héroes aviadores, Johnny Hazard y Steve Canyon y en Europa las famosas series Buck Danny, Tanguy y Laverdure y Dan Cooper.

La II Guerra Mundial aportó, junto con sus millones de muertos, sus destrucciones masivas y su “sentimiento trágico de la existencia”, infinitas series bélicas, superhéroes vestidos como payasos carnavalescos y su dosis de sueño evasivo para los angustiados y aterrorizados lectores. En paralelo con los superhéroes, algunos justicieros llevaron aparatos que les daban una presencia inquietante y la posibilidad de elevarse por los aires para combatir mejor a sus enemigos, gángsteres en general. En Estados Unidos descuella ese personaje extraño, con dos orígenes diferentes, el antiguo Egipto y un planeta desconocido llamado Thanagar: Hawkman, seguramente una de las grandes series de cómics de todos los tiempos, aunque algunos la consideren como de segunda importancia debido a que no alcanzó la fama y renombre de otros aventureros como Batman o Spiderman.

El aporte de España siempre nos interesa por el olvido en el que se le suele tener, y porque ciertas series y seriales tienen un agradable gusto nostálgico. Sin embargo, en comparación con el extranjero son pocas las series de aviación realizadas en nuestro país, pese a que prosperó un movimiento de afición en la década de los cincuenta, movimiento que se circunscribe a cromos y aventuras de guerra. Sólo recordamos una efímera revista, dedicada a la aviación, que fue Alcotán, que publicaba interesantes textos sobre aviación e incluía en portada una historieta de Jesús Blasco, Dan Jensen. En cromos tuvimos series de éxito como: Aviación, de ediciones Cisne, 1942; Aviación de 1900 hasta nuestros días, de ediciones Clíper, 1952; y varias series de aviones de todo tipo, publicadas por Cisne o Fher.3

En historieta, aparte de la corta serie Aventuras de dos pilotos españoles y Dan Jensen, no tenemos nada más en España salvo algunas historias autoconclusivas, pero nada trascendental. Hubo que esperar a una edición francesa de 1983 para ver una serie de aventuras de pilotos realizadas por españoles, bien que para el mercado exterior, Los Ángeles de Acero. En cambio, sí tenemos algunos héroes voladores, en la gran tradición aventurera del tebeo español, como son El Murciélago Humano, de Emilio Freixas, o El Misterioso X, de Manuel Gago.

La aviación es sin duda un tema que no permite que falte la documentación de la que adolecían la mayoría de los dibujantes españoles obligados a trabajar mucho y deprisa para ganarse la vida. Revisando el panorama de este género de aventuras, son los americanos y los franco belgas los que se llevan la palma, debido a esa preocupación por el detalle y la verosimilitud que les caracteriza.

A continuación ofrecemos la lista de las series de aviación más interesantes.

[ leer siguiente parte del artículo ]

NOTAS:

1 El 17 de enero de 1903 Orville Wright voló 37 metros en un prototipo de aeronave llamada Flying I en las colinas de Kill Devil, Carolina del Norte (EEUU). El ingenio volador fue construido por él y por su hermano Wilbur, dueños de una fábrica de bicicletas en Dayton (Ohio).

2 En Saint-Exupéry. El Último Vuelo. Septiembre de 1997. Norma Editorial. Prólogos de Umberto Eco y Fréderic d`Agay.

3 Antes de que Lindbergh atravesara el Atlántico con “Spirit of St Louis” (bien es cierto que sin escalas) la aeronave “Plus Ultra” lo había hecho en dirección contraria (y con escalas). Uno de los pilotos era el hermano del ínclito dictador Francisco Franco, de nombre Ramón. Por otra parte el inventor del autogiro (especie de helicóptero con hélices y alas) fue el español De La Cierva. Aunque cueste admitirlo, España es un país que ha colaborado enormemente con la consecución del sueño de Ícaro, y probablemente eso se vería refrendado en una afición más o menos popular.


[ Artículo dividido en tres partes. Leer parte:   1   |    2   |    3  ]


 [ [© 2003 Agustín Riera, para Tebeosfera, 031223. Anotado por Eduardo Martínez-Pinna ]