El dibujante humorístico Pablo San José García, conocido profesionalmente como “pablo”, nació en la colonia española de Larache (Marruecos) el 17 de mayo de 1926.
Publicó sus primeros dibujos en el diario Pueblo en 1945, alternando la actividad de humorista gráfico con la de oficinista hasta que en 1953 fue contratado como redactor en la revista La Codorniz, que fundase Miguel Mihura en 1941, y donde Pablo permaneció hasta 1975.
Sin duda, la experiencia en las tolvaneras burocráticas de la época le inspiró la creación de algunos de sus más célebres y populares personajes, los pertenecientes a lo que él llamo La oficina siniestra, quienes siendo “jefes” “jefazos” “jefecillos”, “pelotas” y “pelotillas”, hacían la vida imposible a los “sufridos compañeros honestos” (y por ello inadaptados).
Seguramente, parte del éxito de la Oficina sieniestra se deba a la estrecha identificación de dicho ambiente con el experimentado por el propio público de aquél entonces. Pablo colaboró a lo largo de su larga trayectoria profesional en los más importantes diarios y revistas nacionales (Diario Madrid, El Imparcial, ABC y El País, entre otros).
Paseó por medio mundo su genial conferencia sobre la Historia del humorismo español. Alternó su labor de humorista gráfico con el diseño de carteles publicitarios y con la pintura, dejándonos en todos sus trabajos la huella irrepetible de su extraordinaria personalidad, a la vez tierna y mordaz, y de su gran oficio como creador.
Sus personajes fueron muchos y muy célebres. Desde los ya comentados de La oficina siniestra, que publicara en La Codorniz junto a la beata Doña Úrsula, al tierno Gitano con su oso artista, a las pizpiretas y sabiondas Niñas de colegio, a los ingenuos Soldados en la mili, a Los parias filósofos, a Los altivos mariscales por citar algunos publicados en la llamada “Revista más audaz para el lector más inteligente” (La Codorniz); hasta las viñetas que publicaría en El Dominical de El País: el borrachín filósofo Delirium Tremens, y los siempre luchadores por la supervivencia, Los Adánez.
A través de todos estos personajes, Pablo consiguió retratar con amarga veracidad, al mismo tiempo que con la ternura de lo tragicómico y siempre en clave de lo que él mismo denominaría “humor blanco”, tanto a la España de postguerra, como a la de la transición y finalmente a la democrática. Obtuvo entre otros muchos premios, la Paleta Agromán y el premio Tono, del Ayuntamiento de Madrid.