BREVE HISTORIA DE LA CARICATURA EN CUBA (1). ANTES DE 1959
ARES

Resumen / Abstract:
El autor realiza un recorrido por un parte de la historia del humorismo gráfico en Cuba apoyándose en los principales hechos y autores que conforman la misma. Desde inicios del siglo XIX hasta el año 1959, organiza cronológicamente los hechos y las situaciones que los condicionaron brindando un trabajo que según sus palabras «dista aún de ser completo», pero tiene «la intención de aportar una armazón estructural a la que han de sumarse más elementos puntuales y de juicio estético y coyuntural». / The author realizes a trip on a report of the history of the graphic humor in Cuba resting on the principal facts and authors who shape it. From the beginning of the 19th century until the year 1959, he organizes chronologically the facts and the situations that determined them offering a work that according to his words «is still far of have being finished», but has «the intention of contributing with one structural framework that have to join more punctual elements, aesthetics and relating to the moment judgment».
Palabras clave / Keywords:
Massaguer, Jaime Valls, Rafael Blanco, Víctor Patricio de Landaluze, Ricardo de la Torriente/ Massaguer, Jaime Valls, Rafael Blanco, Víctor Patricio de Landaluze, Ricardo de la Torriente
Notas:
Artículo publicado en 2006 en el número 22 de REVISTA LATINOAMERICANA DE ESTUDIOS SOBRE LA HISTORIETA. A la derecha, ilustración para la portada de ese número.

BREVE HISTORIA DE LA CARICATURA EN CUBA (1). ANTES DE 1959


La historia del humorismo gráfico cubano aún está por escribirse de una manera que escudriñe cada una de las aristas que la conforman como una parte inseparable de nuestra historia patria. Muchos han sido los intentos de realizar una descripción y un análisis riguroso de ella pero a cada momento descubrimos nuevos detalles que la enriquecen y completan.

Varias de las tentativas de entregarnos un estudio historiográfico sobre esta vertiente se han centrado en personalidades o períodos específicos, y en ese sentido este acercamiento, aunque dista aún de ser completo, pretende ser una recopilación de los más importantes hechos y personajes que la conforman de una manera cronológica con la intención de aportar una armazón estructural a la que han de sumarse más elementos puntuales y de juicio estético y coyuntural.

El arte de la caricatura, no solo en nuestro país, está íntimamente ligado a las condiciones histórico-sociales que lo rodean, y solo con esta visión y el redescubrimiento de cada uno de sus cultivadores y etapas podremos entenderle en toda su plenitud.

 
En el siglo XIX

Cuba en el siglo XIX se hallaba bajo la dominación del régimen colonial español, pero en el seno de su sociedad se estructuraba ya, a inicios de esta centuria, el sentimiento de la identidad nacional, que entraba en franca contradicción con los intereses de la metrópoli. En los primeros años de este siglo aparecieron en la isla, un número cada vez mayor de nuevos periódicos, la mayoría de ellos con un formato pequeño y pocas páginas y entre los años 1820 y 1823 ya proliferan publicaciones satíricas y jocosas, aunque no todas puedan ser consideradas como periódicos, pues muchas eran editadas ocasionalmente. En realidad, un buen número de estos impresos pueden calificarse como verdaderas hojas volantes que aprovechaban la ocasión de algún suceso para expresar opiniones y críticas. Para la segunda mitad de la década del treinta de este siglo en La Habana se editarían varias revistas ilustradas con litografías y grabados.

Es importante recalcar el hecho de la estricta censura que controlaba la aparición de cada nuevo medio impreso. Se necesitaba un permiso de publicación cuya solicitud debía ser entregada por escrito a las autoridades coloniales y este podía ser denegado si se consideraba que afectaba los intereses de la colonia. Este hecho, sin duda, es una de las razones que ha dificultado un estudio más preciso de las primeras muestras del humorismo gráfico realizado en nuestro país, pues a nuestro juicio es bastante probable que el tipo de caricatura en hojas sueltas con una factura y distribución clandestina haya tenido más presencia en este período de lo que conocemos hasta hoy.

Durante la recopilación de información, en la provincia de Cienfuegos, para la realización de un «Diccionario de la caricatura cubana» hemos encontrado información de una obra con tales características realizada en 1833; según nos comentaron, de ella existen referencias en las actas capitulares de esta provincia. Posteriormente hemos estado al tanto que el estudioso español Manuel Barrero ha tenido la posibilidad de examinar esta obra en los Archivos de Indias, y la describe en un artículo suyo publicado en la Revista Latinoamericana de Estudios sobre la Historieta de esta manera: «Se trata en este caso de una caricatura firmada (por Luis Merlín o Marsillon, no está claro), en que se traducen amenazas contra Luis D´Clouet . El texto aparece versificado, y a este personaje se le dibuja en colores y con la evidente intención de ridiculizarle» (Luis D´Clouet fue el fundador de la actual provincia de Cienfuegos).

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Ilustración de Juan Martínez Villergas.  

Manuel Barrero también hace apuntes sobre obras con fechas anteriores que se conservan en el Archivo de Indias como procedentes de Cuba, de las cuales no tenemos confirmación aún de que hayan sido realizadas o distribuidas en nuestro país, motivo por el cual consideramos, en nuestro caso, hasta este momento a esta obra fechada en 1833 como la primera referencia que asumimos del humor gráfico cubano.

Durante muchos años en todos los artículos realizados sobre la historia de la caricatura en Cuba, una hoja suelta distribuida como volante en el Teatro Tacón –hoy Gran Teatro de La Habana– en 1848 y que algunos atribuyeron su autoría –hecho no comprobado– al escritor cubano Cirilo Villaverde, fue considerada como la primera caricatura realizada en Cuba. Esta hoja impresa en Filadelfia es conocida como «La vaca de leche y relevo de sus ordeñadores». La llegada a La Habana, procedente de Haití, del español Juan Martínez Villergas generaría nuevos hechos en la historia del humorismo gráfico cubano. Villergas, nacido en Gomeznarro el 8 de marzo de 1817, había desplegado una intensa actividad cultural en España. Dirigió las publicaciones de sátira política El Tío Camorras, Jeremías, El Látigo y Don Circunstancias. Había vivido en Francia y luego en Haití.

En La Habana comenzó a publicar en varios de sus periódicos y posteriormente crearía La Charanga, la primera de las publicaciones realizadas en Cuba que incluía el humor gráfico en sus páginas. El primer número de La Charanga vio la luz el 16 de agosto de 1857 y estuvo dirigida por él mismo. Tuvo como lema «Periódico literario joco-serio y casi sentimental, muy pródigo de bromas, pero no pesadas y de cuentos, pero no de chismes; muy abundante de sátiras, caricaturas y otras cosas capaces de arrancar lágrimas a una vidriera».

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  El número 2 de La Charanga.

Fue una publicación de ocho páginas, con una frecuencia semanal. Es en ella donde se inicia como caricaturista Víctor Patricio de Landaluce, quien había nacido en Bilbao el 6 de marzo de 1828, estudiado pintura en Francia y luego emprendido la carrera militar. Viajó a Cuba en 1850 como acompañante del general Lersundi. Llegó a establecerse definitivamente en la isla. Reconocido como uno de nuestros más representativos plásticos costumbristas, su nombre se impuso dentro del ambiente cultural de Cuba en la segunda mitad del siglo XIX. Fue crítico teatral, escritor costumbrista y autor de los álbumes «Los cubanos pintados por sí mismos» (1852) y «Tipos y costumbres de la Isla» (1881). Como caricaturista estuvo presente en numerosos periódicos y revistas de la época, sin dejar de ser durante treinta años coronel de Milicia de Infantería (voluntario).

La Charanga, en armonía con las concepciones políticas de Villergas y Landaluce, mantendría siempre su punto de vista en contra de los ideales independentistas de los cubanos. En sus caricaturas impresas se hizo evidente estas concepciones al atacar toda cuestión que representara una visión progresista e independentista. Esta publicación seguiría editándose hasta el año 1858.

Villergas y Landaluce, durante años crearían varias publicaciones de humor con iguales características, entre ellas El Moro Muza, Don Junípero y Juan Palomo.

Aunque es sin duda Landaluce (que también firmó bajo el seudónimo de Bayaceto en El Moro Muza) el pionero y más relevante de los iniciadores de esta vertiente artística en nuestro país, justo es reconocer a otros creadores que realizaron su labor creativa en este período y que constituyen el primer grupo de caricaturistas que existió en nuestro país, entre ellos, Augusto Ferrán, Hipólito Garneray, Federico Miahle, Juan Jorge Peoli, Tejada, Nassaro, Francisco Cisneros, Francisco Camilo Cuyás, Codezo, Chaveta y Jorge Ritt.

La cualidad de manera casi absoluta de estas publicaciones que surgieron en territorio cubano en la segunda mitad del siglo XIX fue reflejar el punto de vista colonial, y en ellas se ridiculizaron a los líderes de las gestas independentistas, sus ideas y valor histórico.

Mientras, otro tipo de caricatura, con una visión diametralmente opuesta comenzó a aparecer en las publicaciones que realizaban los emigrados cubanos en Estados Unidos.

En Nueva York, editada por los emigrados cubanos con el subtítulo de periódico quincenal, aparece Cuba y América el 1 de abril de 1897, publicación que continuaría editándose hasta 1898.

Se trataba en este caso de una revista de 20 páginas que incluyó artículos de política, intereses generales, variedades, crítica, sátira, ilustraciones y caricaturas. En su orientación ideológica defiende abiertamente el punto de vista independentista. En esta publicación aparecieron las caricaturas de Feliciano Ybáñez, Bettina, Espinosa, Aurelio Melero y Torriente.

Mención especial en este conjunto demanda la figura de Ricardo de la Torriente. Este caricaturista nacido en Cuba en 1869, había publicado sus primeros trabajos en 1887, a los dieciocho años de edad, en El Álbum, editado por Nicolás Heredia en Matanzas.

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Ilustración de Landaluce publicada en Don Junípero.  

Se inicia en la caricatura política en la publicación Gil Blas durante 1890 y 1891, y forzado a emigrar entre 1897 y 1899, viaja a Nueva York, donde colaboraría con las publicaciones de la emigración cubana en Estados Unidos, entre ellas Cuba y América y Cacarajícara.

Cacarajícara se editaba igualmente en Nueva York, como suplemento del periódico Patria y con el subtítulo que la proclamaba como una Batalla semanal contra España.

Sus editores fueron Enrique Hernández Millares, en el período comprendido entre el 9 de octubre al 13 de diciembre de 1897; y Francisco de Paula Coronado, del 9 al 30 de octubre de 1897.

Landaluce y Torriente encarnan en esta segunda mitad del siglo XIX dentro de la caricatura cubana las dos aristas opuestas de la sociedad cubana de su época. Mientras Landaluce defiende la dominación española sobre la isla y se mofa con sarcasmo del cubano y sus ideales de independencia, Torriente está en contra del coloniaje peninsular, defiende la gesta independentista y ataca más adelante al Tío Sam como símbolo de la intromisión norteamericana en nuestra guerra de independencia, aunque su obra no alcanzó el esplendor estético de la de Landaluce.

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Ilustración de Ricardo de la Torriente publicada en Cuba y América.


Al hacer un examen del humor gráfico del siglo XIX en Cuba, es imprescindible referirse a otro hecho artístico desvinculado de las publicaciones impresas y que forma parte indisoluble de este acercamiento histórico: las marquillas cigarreras.

Durante la segunda mitad del siglo XIX el auge de la industria del tabaco en Cuba generó a su vez un notable impulso a la litografía. Si otras ramas de la industria nacional no tuvieron las posibilidades o no optaron por desarrollar este tipo de publicidad, la industria tabaquera sí lo hizo, y es en este contexto que surgen las marquillas cigarreras.

Las marquillas cigarreras son las envolturas litografiadas que se utilizaron como motivo decorativo para formar los paquetes de 20 cigarrillos a partir de mediados del siglo XIX. Estaban formadas por el emblema de la fábrica a la derecha, una orla que se encuentra en la parte superior e izquierda de la misma y una escena central.

Las escenas que afloraron en las marquillas cigarreras están organizadas por series, y un gran número tuvieron un carácter satírico al abordar temáticas sociales, costumbristas y de contenido político. Aunque la mayoría son de autoría anónima resulta interesante una de las colecciones que está dedicada a La Charanga de Villergas y en la que aparecen caricaturizados Villergas, Landaluce y otros personajes; en otras se reprodujeron los «Tipos y costumbres» de Landaluce, por lo que resulta evidente el vínculo que existió con los humoristas gráficos de la época.

Es quizás en ellas donde habita el germen del humor costumbrista cubano, y es además un antecedente de la historieta ya que en muchas se narraba una historia, como es el caso de la serie «Vida y muerte de la mulata», en la que se cuenta la vida de una mulata desde antes de su concepción hasta su muerte, vinculando imagen y textos.

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Una marquilla cigarrera.

Una apreciación desde el punto de vista estético del humor gráfico del siglo XIX nos permite ver que en este período la caricatura aún se mantenía excesivamente apegada al dibujo académico; en varios de los creadores se utiliza también el recurso de las cabezas grandes y cuerpos pequeños, y la fuerza del humor radica esencialmente en los pies de grabado.

La guerra independentista de los cubanos en contra de la dominación colonial española finaliza truncada por la intervención norteamericana, que conllevaría luego a la instauración en Cuba de una república mediatizada, sumisa a los intereses del vecino del norte y sobre cuya cabeza pendía como espada de Damocles el fantasma de la intervención.

El primer hecho que merece realce en el acontecer del humorismo gráfico de inicios del siglo XX, en lo que respecta a su contenido, está vinculado con el periódico La Discusión.

Esta publicación fundada en 1889, estuvo dirigida por Manuel María Coronado y tuvo presencia en el panorama de la prensa cubana hasta principios del siglo XX. Varias de sus ediciones resultaron secuestradas y el 26 de octubre de 1896 fue clausurada por Valeriano Weyler durante una temporada. En La Discusión publicaron Torriente –quien esbozó aquí a su personaje Liborio– y Jesús Castellanos.

En 1901 aparece publicada en este periódico una caricatura de Castellanos en la que aparecía el pueblo crucificado y flanqueado por los ladrones personificados por Wood y el presidente norteamericano Mc Kinley, mientras el senador Orville Hitchook Platt hacía llegar a los labios del pueblo una esponja empapada en el vinagre de la enmienda. En la caricatura la Virgen Madre pregunta:

«¿No nos deparará el destino nuestro sábado de gloria?». Este dibujo, titulado «El calvario cubano», provocó la suspensión de La Discusión por Wood el 6 de abril de 1901 y la aprehensión de Castellanos.

Juan David en su libro «La caricatura, tiempos y hombres» al hacer una apreciación de este hecho considera que «en La Discusión por primera vez en tierra cubana fue la caricatura defensora de las ideas independentistas y sin saberlo antimperialista».

Luego de instaurada la república en 1902, la caricatura cubana se caracterizó a nuestro juicio por dos elementos: la presencia dentro del mundo del humor gráfico de aquellos caricaturistas, con Torriente a la cabeza, que venían realizando su obra con los cánones decimonónicos, y el surgimiento de nuevos creadores con un novedoso modo de asumir la caricatura.

Ricardo de la Torriente, a su regreso a Cuba, colabora entre 1899 y 1904 con La Discusión. En este período publica además en La Caricatura, La Filosofía Cómica –de la que fue también director artístico–, El Fígaro y el periódico El Mundo.

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  Don Liborio.

En 1905 funda La Política Cómica, publicación satírica que se editó hasta 1931. Es a partir de 1911 que queda con su nombre definitivo: La Política Cómica, Semanario Satírico Ilustrado. Órgano Oficial de Liborio.

Esta publicación aparecía cada semana con los dibujos de Torriente en portada a toda página, caricaturas políticas de su autoría en páginas interiores que adquirían en ocasiones la característica de ilustración humorística acompañando al comentario de temas sociales y políticos. Incluía además espacios de publicidad algunos ilustrados con el personaje de Liborio.

Liborio es el arquetipo del campesino cubano del siglo XIX, delgado, con patillas, sombrero de paja y calzones grandes. Fue el símbolo del pueblo cubano, cuya independencia fue despojada por los imperialistas norteamericanos y los gobernantes de turno que respondían a sus intereses. El propio Torriente le consideró como la víctima de siempre y el guanajo de siempre.

Fue Liborio el eje central de La Política Cómica, donde hallaron espacios otros artículos y comentarios de la vida social de la época. Igualmente se hicieron presentes las firmas de caricaturistas como Arroyito, Hercar, H. Portell Vilá, Pérez Soto, Tony Jiménez, Niebla, Peña y Jaime Valls.

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  Autocaricatura de Rafael Blanco.

Entre los nuevos caricaturistas que surgen a inicios del siglo XX y que caracterizan la nueva vertiente del humor gráfico cubano se encuentran Walter Conrado Massaguer, Jaime Valls y Rafael Blanco, este último, a nuestro juicio, el más renovador de todos.

Rafael Blanco Estera nació el 1 de diciembre de 1885 en La Habana, y estudió en San Alejandro entre los años 1902 y 1905. En 1906 comienza a colaborar en El Fígaro. Publicó también en La Discusión, Avance, El Mundo, Diario de la Marina, Actualidades, Azul y Rojo, Carteles, Chic, El Heraldo de Cuba, Letras, Revista de Avance y Smart entre otras. Blanco fue el humorista revolucionario de principios del siglo XX. Considerado genial por su novedad, creó un estilo inconfundible y característico, impresionista, sintético y mordaz; rechazó los caminos marchitos de la caricatura convencional.

Inaugura junto a Massaguer el primer Salón de Humoristas en 1921.

Conrado Walterio Massaguer Díaz, nacido en Cárdenas, Matanzas, el 3 de marzo de 1889, publicó sus primeros dibujos a los catorce años en The Ramble, órgano de la academia militar de Nueva York, donde estudiaba. A los dieciséis años publicaría en la Campana cuando residía en Yucatán, México. En Cuba publicó en Letras, Cuba y América, El Fígaro, El Hogar, El Mundo; y fue redactor artístico de La Nación, El Heraldo, La Prensa, El Heraldo de Cuba y La Lucha. Fue periodista, editor, colaborador y publicista de otras revistas como The Journal, The World, The Forum, Teathre Guil, Cosmopolitan, The New Yorker y muchas otras. De él se escribiría en The New Yorker: «Massaguer, el eminente caricaturista cubano, está considerado por muchos como el mejor de su profesión.

Con un trazo certero de su lápiz, caricaturiza cualquier cosa, que es inmediatamente reconocido por sus amigos. Dicen los artistas que el arte de la caricatura es la más difícil profesión del mundo. No se adquiere. Viene con uno, es un regalo de Dios».

El 15 de marzo de 1913 funda Massaguer la revista Gráfico, que contaría con redactores como Willy de Blank y Emilio Roig de Leuchsenring. Gráfico publicó trabajos literarios y de información apoyados en fotos e ilustraciones. En ella colaborarían también Fernando Ortiz y Gustavo Robreño, entre otros. Se editó hasta 1918.

En 1916 están creadas las condiciones que favorecen la aparición de una nueva publicación que reflejara el glamour de la burguesía y el gran mundo habanero; surge Social a manos de Massaguer, revista que se editó hasta 1933 en su primera etapa, para reaparecer en 1936 hasta dos años después.

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Portada del número de Social de septiembre de 1923.  

Social fue una revista mensual de 72 páginas con tirada de 3 000 ejemplares, la primera en todo el mundo impresa completamente en offset y cuatricromía; sería considerada como el más grande alarde de revista de alto tono hecho en Cuba. Fue a través de ella que las ideas más avanzadas de la plástica llegaron a Cuba. Incluía artes, literatura, modas, deportes, política y otros asuntos. Numerosos caricaturistas publicaron sus trabajos en ella; la dirección literaria fue de Emilio Roig de Leuchsering.

Massaguer fue también codueño y director artístico de Carteles, fundada por su padre en 1919.

Realizó numerosas exposiciones personales en Cuba, Estados Unidos y Francia. Introdujo en Cuba el anuncio ilustrado y creó el pasquín político con caricaturas. Es de su autoría el primer dibujo humorístico transmitido por televisión; una caricatura personal de Charles Chaplin. Este artista llegó a ser el más popular y conocido caricaturista cubano de su tiempo.

Jaime Valls fue otro de los caricaturistas novedosos de esta etapa. Nace en Cataluña en 1883, estudia pintura y escultura en España y llega a Cuba a los dieciocho años por una estancia transitoria que se convertiría en definitiva.

Ilustrador y cartelista, publicó entres otros medios de prensa en El Fígaro y durante años trabajó como caricaturista político de La Discusión. Su obra se caracterizó por sus aportes a la caricatura personal y la cartelística, considerado por Bernardo Barros en aquel momento como el único artista que había logrado dominar el arte del cartel.

Ilustró múltiples libros de texto y creó el personaje Liborito. En 1925, Jorge Mañach dijo de Jaime Valls: «La historia que algún día se hará del arte cubano tendrá que dedicarle a Valls muchas páginas capitales […] ha sido un verdadero iniciador. Suya fue la lección primera del trazo firme, justo, claro y limpio; suya la lección del movimiento y de la gracia en las figuras; suya la enseñanza del carácter, del sabor local, del criollismo».

Aunque las figuras de Rafael Blanco, Massaguer y Jaime Valls se erigen como emblemáticas de este resurgir en el humor gráfico cubano, hay otros creadores de este momento histórico que también alcanzaron un grado de creación artística de relevancia con personalísimo estilo, entre ellos Sirio, Riverón, Bagaría y Maribona.

 

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  Caricatura de Conrado Walterio Massaguer Díaz. Abajo:
El Bobo de Eduardo Abelo
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En 1926 se crea la publicación de sátira política La Semana, dirigida por Sergio Carbó. Esta publicación se convertiría en la más popular de su tipo durante años, antes de desaparecer definitivamente en 1935. Es en La Semana donde comienza a publicarse uno de los personajes cardinales del humorismo gráfico cubano: el Bobo, concebido por el caricaturista Eduardo Abela Villareal.

Abela, oriundo de San Antonio de los Baños, Cuba, nació el 3 de julio de 1891. Desde 1913 colaboró en los periódicos La Noche y Diario Cubano, y en 1915 expone en el Círculo de Artesanos de San Antonio. Obtuvo una beca para estudiar pintura. Se graduó en 1920 con primeros premios de la Academia de Bellas Artes San Alejandro.

A partir de 1921 viaja a España y permanece en Granada y Madrid perfeccionando estudios. Expone en esta última ciudad y es registrado en la «Enciclopedia Espasa Calpe». Años más tarde expondría en Francia, Bélgica, Guatemala y en Cuba.

Desarrolló una búsqueda fructífera de la visión en la plástica de lo cubano, y selló un hito en el surgimiento de la pintura moderna cubana. Obtiene premios como el primero de pintura en el II Salón Nacional, por su óleo «Los guajiros». Colaboró con periódicos y publicaciones de humor, entre ellos Diario de la Marina, Revista Avance –devenida órgano del modernismo cubano– y La Semana, para la que creó en 1926 su famoso personaje el Bobo.

Este personaje se hizo famoso desde sus inicios por su humor picaresco. Gradualmente Abela se aparta de la picaresca inicial del personaje y comienza a moverlo en la cotidianeidad cubana, transformándolo en un intérprete de la situación política del país y convirtiéndolo en un símbolo del pueblo cubano en oposición a las injusticias de la tiranía machadista. El Bobo es un hombrecillo con cara de trasero que resulta ser un vivo ataviado de bobo con un ingenio insuperable. Abela logró imbricar como nadie el mensaje del dibujo con el texto que lo acompañaba como pie de la ilustración. Novedoso y original fue en este aspecto, pero la maestría de Abela con su Bobo va aún más allá. El aspecto estético de sus caricaturas denotan una renovación visual que lo colocan entre lo más relevante de la caricatura mundial en aquellos momentos. Al caer la tiranía de Machado en 1933 desaparece «El Bobo», aunque regresa brevemente en 1941.

Otras caricaturas que aparecieron en La Semana y que también alcanzaron amplia popularidad fueron los «Cuentos siboneyes», una creación de Hurtado de Mendoza. José Hurtado de Mendoza y Sáenz, nacido en Trinidad, Las Villas, en 1885, había estudiado pintura, escenografía y cerámica en España. Se inicia en la caricatura en la década del treinta, abarcando todas las temáticas del humor gráfico. Publicó en Karikato, La Semana y otras publicaciones cubanas.

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Viñeta de los «Cuentos siboneyes» de José Hurtado de Mendoza y Sáenz.  

En sus «Cuentos siboneyes», que aparecieron reproducidos en La Semana y otras publicaciones de la época, utilizó las escenas aborígenes y al perro Mabuya para comentar y satirizar temas de la política y la sociedad en que vivió. En La Semana publicaron además caricaturistas de la talla de Arroyito y Hercar.

Arroyito ya había publicado sus caricaturas en La Política Cómica. En ella se hizo habitual en la sección «La plana de los fanáticos» donde ilustraba artículos que trataban sobre famosos personajes del deporte.

Utilizó el personaje el Bobo de Arroyito que coexistía con el de Abela en La Semana de 1928 a 1929, y publicó también en la revista Bohemia. Luego fundaría sus propias revistas: el semanario Karigato y El Loco, esta última el 27 de mayo de 1934. En ella trabajó como jefe de redacción Nicolás Guillén, considerado el Poeta Nacional de Cuba. Esta publicación apareció durante algunos meses y sus caricaturistas fueron Riverón, Hurtado de Mendoza, Honoré, Silvio, Roseñada, Pierra, Toni Ximénez y Hercar. José Hernández Cárdenas (Hercar), nacido en Yaguaramas, Cienfuegos, el 28 de octubre de 1904, cursó estudios durante dos años en San Alejandro. Había publicado por primera vez a los diecinueve años en el diario El País. Firmaba con el seudónimo de Juvenal hasta 1925.

Las caricaturas de Hercar aparecieron publicadas en Score, El País, Noticias de Hoy, La Política Cómica, La Noche, El Imparcial, Grafos, La Prensa, Láminas, Información, Social, El Loco, Carteles, Life, Billiken, La Semana, Hoy y la revista Bohemia. Realizó exposiciones personales en Cuba y México.

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  Ilustración de José Hernández Cárdenas (Hercar).

Desde 1920 participó en todos los salones de humoristas, en los que obtuvo varios premios. Fue un artista de izquierda y se le ha calificado como el dibujante de los oprimidos. Abordó en sus caricaturas el tema del negro cubano con originalidad, talento, y sobresale además por sus sátiras antifascistas y luego por su denuncia de la guerra fría, el anticomunismo, la corrupción y el entreguismo de los gobiernos de turno. En la década del treinta ya otras figuras sobresalen en el ámbito de la caricatura cubana como Herminio Portell Vilá, quien publicó sus caricaturas en La Política Cómica, donde dejó la huella de sus dibujos armados de trazos ondulados y limpios, en temáticas políticas sociales. Fue igualmente un excelente caricaturista personal, de las que llama la atención la realizada a Conrado Massaguer y publicada el domingo 17 de abril de 1927 en La Política Cómica, donde además hizo habitual su sección «Revoltillo cómico», en la que estructuró sus comentarios políticos como historietas a toda página. H. Portell Vilá fue uno de los primeros en hacer historietas en Cuba, como «El curioso cubano», realizada alrededor de 1927. Su obra continuó evolucionando durante años, y mantuvo una profunda preocupación por el aspecto figurativo de sus creaciones, para lograr obras de factura muy novedosa. También publicó artículos críticos sobre la caricatura y realizó el prólogo del libro de Fernando Ortiz «Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar».

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  Dibujo de Juan David.

Otro creador descollante fue Juan Eduardo David Posada (Juan David) nacido en Cienfuegos el 25 de abril de 1911. Caricaturista, pintor y luego diplomático, realizó su primera exposición en la Sala de La Madrileña, en Cienfuegos, en 1931. Su primera publicación fue en la revista Social.

Sus trabajos aparecieron en numerosas publicaciones cubanas como Información, Social, Grafos, Resumen, El País, Isla y Bohemia; en esta última sus caricaturas fueron habituales por más de treinta años en secciones como «Retratos» o «Davidcaturas».

Juan David obtuvo numerosos premios por su obra, entre los que sobresalen el primer premio en el Salón Nacional de Humoristas en cinco ocasiones y el Premio Juan Gualberto Gómez (1947-1948). Fue además uno de los propulsores de la creación de la Asociación de Caricaturistas de Cuba y su primer presidente.

Él es considerado uno de los grandes maestros de la caricatura de nuestro país. Desarrolló una labor en la que predominó su trabajo como caricaturista personal con un nivel de síntesis y conceptualización estéticos envidiables.

Durante todo este período la caricatura apareció en los medios periodísticos con frecuencia, y en las revistas que se mantuvieron como habituales, entre ellas Bohemia, Social y Carteles; en esta última podemos hallar múltiples obras de Portell Vilá, y en etapas posteriores del holguinero Andrés García Benítez, quien era el encomendado de ilustrar su portada. En su obra se observa la exquisitez y delicadeza de las líneas, el colorido de sus dibujos y las siluetas de las figuras femeninas con líneas onduladas.

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Portadas de Carteles. Arriba por Herminio Portell Vilá y, abajo, por Andrés García Benítez.
 
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En la década del cuarenta Horacio Rodríguez Suriá publicaba en las páginas de Hoy, donde abordó temas de política internacional. De este lapso son memorables sus caricaturas antifascistas.

Horacio había comenzado en la caricatura en 1930 con Pablo de la Torriente Brau en la publicación Bandera Roja. Es el primer caricaturista marxista-leninista de América Latina y también publicó en La Palabra, primer periódico comunista editado en Cuba. Luego, en 1950, Adigio Benítez trabaja para el periódico Hoy donde continúa la obra de Horacio Rodríguez Suriá.

Adigio Benítez, nacido en Santiago de Cuba el 26 de enero de 1924, era graduado en la Escuela Nacional de Bellas Artes de San Alejandro y en este período publica en el periódico La Voz del Pueblo.

La revista Cubamena también circuló en este término. Era una publicación mensual que se distribuía en las farmacias; era gruesa y de pequeño formato. Tenía un lema que decía: «Y para que vea que es buena puede el público sin pena pedir en cualquier botica cada vez que se publica la revista Cubamena». Publicó abundantes caricaturas, y entre ellas las firmas de Menéndez y Lucio, este último con su personaje Rolito.

A la entrada de la década del cincuenta eran famosas las caricaturas personales que publicaba Juan David en Bohemia y Hercar deslumbraba en las páginas de Alerta. La publicación humorística de mayor popularidad en Cuba era Zig-Zag, propiedad de Castor Vispo, quien es conocido además como el creador del programa humorístico

«La tremenda corte». Zig-Zag estaba dirigida por Roseñada.

José Manuel Roseñada fue el caricaturista del Diario de la Marina. Había publicado en El Loco. Ganador del primer premio de dibujo humorístico en el Salón de Humoristas se le reconoce junto a Silvio como uno de los pioneros del dibujo animado en Cuba.

Zig-Zag, surgida en 1938, se editó durante las décadas del cuarenta y cincuenta. Desapareció en 1960. Tenía 24 páginas y se editaba en formato tabloide. Reservó habitualmente portada y páginas centrales a caricaturas de gran tamaño, con temáticas de carácter costumbrista y de política nacional.

En Zig-Zag publicaron varios de los caricaturistas más conocidos de esa época: Antonio, Gilberto, Luaces, Niko, Pecruz, Prohías, Silvio, Hercar y Roseñada.

Uno de los creadores más relevantes de esta publicación fue Antonio Prohías. Nacido en la provincia de Cienfuegos en 1921, fue en la década del cincuenta presidente de la Asociación Cubana de Caricaturistas, y durante años el caricaturista editorial del periódico El Mundo; publicaría también en Información. Su personaje de humor negro, El Hombre Siniestro, se publicó en las páginas de la revista Zig-Zag, Bohemia y en el periódico El Mundo. En una de sus apariciones, este personaje ha abierto una tienda de belleza llamada «La Venus de Milo». Una señora fea ha entrado en ella y al salir sigue idéntica, pero sin sus dos brazos. Al emigrar Prohías a Estados Unidos este personaje comenzó a aparecer adaptado para las páginas de la revista MAD bajo el nombre de «Spy vs. spy», convirtiéndose en una de las series más famosas.

Otro de los caricaturistas de renombre que colaboraban con Zig-Zag fue Silvio Fontanillas Quiroga. Nacido en Baracoa en 1913, publicaba desde el año 1934 en el semanario El Loco, y fue caricaturista del periódico Avance. Publicó en La Política Cómica, El Loco, Bohemia y Prensa Libre. Él es el creador del personaje El Reyecito Criollo, que ridiculizaba a los gobernantes de turno y gozó de una vasta popularidad. Silvio fue vicepresidente de la Asociación de Humoristas de Cuba y obtuvo premios en los salones de humoristas.

Ramón Arroyo Cisneros (Arroyito) fue un caricaturista que tuvo una gran popularidad en la década del cincuenta y considerado uno de los mejores cultores de la gráfica humorística de estos años. Colaborador habitual de Zig-Zag destacó más en su trabajo por su presencia en la revista Bohemia, con un estilo que a juicio del caricaturista Wilson mostraba la influencia del caricaturista norteamericano Osborn.

Muchos creadores que luego desarrollarían una amplia carrera artística vieron publicados sus incipientes trabajos en Zig-Zag. Allí aprendieron el oficio del caricaturista y asimilaron en su obra sus influencias estilísticas. En este caso hallamos en la páginas de Zig-Zag la obra de autores de la talla de Luis Felipe Wilson Valera (Wilson) (Guantánamo, 17 de diciembre de 1930), cuyas mujeres voluptuosas se acomodaron inicialmente en algunos anuncios y paulatinamente como parte del resto de las caricaturas, y Antonio Mariño Souto (Ñico) (Ciudad de la Habana, 1935), quien se inició en esta publicación con textos de las caricaturas y portada, y contribuyó con la publicidad que aparecía en Zig-Zag.

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  El Loquito de René de la Nuez.

Anteriormente había comenzado a publicar en Zig-Zag el entonces joven René de la Nuez (San Antonio de los Baños, 8 de septiembre de 1937), quien crea para este medio impreso un nuevo personaje: El Loquito. Hecho a base de ángulos, con economía de trazos y en forma de viñetas, sin texto, emergía como una manera de hacer diferente a la habitual en Zig-Zag.

Con este personaje Nuez logró burlar la censura de la tiranía batistiana hábilmente. Para ello se apoyaba en claves dibujadas que el público advertía. Por ejemplo, la ruta de ómnibus número 30, que concluía su recorrido en el reparto Sierra, dibujada en sus viñetas, representaba a la Sierra Maestra, donde se hallaba el Ejército Rebelde. 

El Loquito forma parte de todo un movimiento renovador dentro de la caricatura cubana que viene gestándose en este período. Están como paradigma de tal renovación la obra de Jesús de Armas, que empieza a asimilar cánones de lo más novedoso de la caricatura mundial de ese momento. Otro grupo de creadores que no publicaban en la prensa participan habitualmente en los salones de humoristas mostrando también estas influencias.

Mientras, en 1957 y 1958 Rafael Fornés Collado (Fornés) (Ciudad Habana, 6 de octubre de 1917), creaba para las páginas del periódico Información su personaje Sabino, innovador por la manera de asumir el humor y motivo por el que ha sido bautizado su autor como el padre del humor blanco cubano.

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Portada de Actualidad Criolla. Abajo: el perro Pucho, de Virgilio Martínez.
 
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En 1958 y 1959 el caricaturista Rafael Gregorio Díaz (Felo) (Manzanillo, 1913) funda la publicación Actualidad Criolla, en la que quedarían estampadas las firmas de numerosos jóvenes caricaturistas, entre ellos Jesús de Armas, Bachs, Nuez, Vidal, Titón y Guerrero. Actualidad Criolla en este aspecto fue una publicación pionera en la inclusión dentro de sus páginas del humor gráfico cubano de vanguardia de la década del cincuenta.

La prensa de circulación habitual de la época revelaba el quehacer de muchos caricaturistas, no obstante, y a causa de las circunstancias políticas de la isla, en publicaciones de tipo clandestino asoman autores y personajes de la caricatura cubana que forman parte indisoluble del humorismo gráfico de este período.

La revista Mella comenzó a incluir dentro de sus páginas el personaje Pucho que publicaría Virgilio Martínez (La Habana, 1931), bajo el seudónimo de Laura. Virgilio, creador autodidacta, trabajaba como dibujante publicitario desde 1949, y su personaje, El perro Pucho, comentaba con ingenio la situación política del país. Mientras esto ocurría en el llano, el Che funda en la Sierra Maestra el periódico mimeografiado El Cubano Libre. En esta publicación Santiago Armada Suárez (Chago) comienza a realizar su personaje Julito 26.

El joven Chago era oriundo de Palma Soriano, Santiago de Cuba, donde nació en 1937. Sus primeros dibujos aparecieron en la revista Mercurio, de la Escuela de Comercio de Santiago de Cuba en 1955. En esta misma provincia fue director artístico en 1956 de la revista Ahora editada por los graduados de la Escuela de Periodismo. Julito 26 representa al combatiente de la Sierra y su vida en las condiciones de la guerra, su contrapartida era Juan Casquito que representaban a los soldados de la tiranía batistiana.

La entrada a La Habana de Fidel al frente del Ejército Rebelde el 1 de enero de 1959 y la fuga del tirano Batista marca un nuevo hito en la historia de Cuba, y desencadena un proceso de transformaciones sin comparación en la historia previa de la nación. La caricatura cubana no se quedaría en lo adelante sin recibir el influjo directo de tales transformaciones revolucionarias.



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Avance, periódico, colección, Archivo Juventud

 

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La Calle, periódico, colección, Archivo Juventud Rebelde.

 

La Política Cómica, colección, Departamento de Fondos Raros Biblioteca municipal Regino Boti, Guantánamo.

 

Quevedos, colección, Universidad de Alcalá de Henares, España.

Social, revista, colección Museo del Humor.

 

Teleprogramas. Resumen artístico de 1957, colección privada, número extraordinario, diciembre de 1957-enero de 1958.

 

Zig-Zag, colección Museo del Humor.

 

 

 

Fuentes orales

 

Adigio (Adigio Benítez). Blanquito (Francisco Blanco). Fornés (Rafael Fornés).

 

Nuez (René de la Nuez). Ñico (Antonio Mariño). Wilson (Luis Wilson).

 

 

 
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Creación de la ficha (2015): Arístides E. Hernández Guerrero (Ares). Edición de Antonio Moreno · El presente texto se recupera tal cual fue publicado originalmente, sin aplicar corrección de localismos ni revisión de estilo. Tebeosfera no comparte necesariamente la metodología ni las conclusiones de los autores de los textos publicados.
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
ARES (2015): "Breve historia de la caricatura en Cuba (1). Antes de 1959", en REVISTA LATINOAMERICANA DE ESTUDIOS SOBRE LA HISTORIETA, 22 (14-VI-2015). Asociación Cultural Tebeosfera, Ciudad de la Habana. Disponible en línea el 14/XII/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/breve_historia_de_la_caricatura_en_cuba_1._antes_de_1959.html