EN PRESENCIA DEL MAGO… ALGUNAS IMPRESIONES SOBRE QUIQUE ALCATENA.
Empezando por el principio. Cuando yo era chico, además de las revistas de historietas, estaban las revistas infantiles, que aunaban en sus páginas chistes, recetas, manualidades, cuentos ilustrados, información escolar y, por supuesto, historietas.
Mi primera exposición al trabajo de Quique fue allí, en ese contexto de colores chillones y líneas suaves (pero maravillosas) sus páginas se veían oscuras, aterradoras y mágicas. Era diferente a todo lo que había visto antes; y a todo lo que vi después. Era la siesta, yo estaba en Santa Fé, sentado en el piso, con una revista Anteojito delante, en un cuadro que capturó mi memoria para siempre, y que lamentablemente no he vuelto a ver desde ese día, dos personajes Enebro y Ferroso (un alto hombre árbol y una estufa de hierro ambulante) caminaban hacia la aventura.
Quique hizo varias series para la revista Anteojito, pero mis favoritas serán siempre Cascabel (una fantasía no heroíca, maravillosa, género en el que Quique siempre descolla y sorprende) y Bimbo Clix, (ciencia ficción humorística inspirada quizás en los ‘diarios de las estrellas’ de Stanislav Lem.
Y pasó el tiempo.
Si bien seguí mirando su trabajo, siempre. Fue a finales de los 80`s principios de los 90 cuando de nuevo sentí ese vértigo. Esa sensación hipnótica que cuando sucede es maravillosa. Porque te hace plantearte todo, te llena de miedo, porque ves a un tipo que hace lo que vos aún no sabés hacer: magia. Pero también te llena de ganas.
Fue con ‘travesía por el laberinto’ que eso volvió a pasarme. En las páginas de la revista Skorpio. Yo vivía cerca de la playa, en invierno hacía frío y me sentía solo. Quería dibujar historietas, todo el día peleando con un plumín y leyendo. En esos momentos una obra no solo es algo que se lee, es algo que se vive, y en ciento sentido es algo que te salva. De nuevo esa capacidad de generar mundos, con sus lógicas internas, fascinantes, y tan resonantes. Toda la cultura, la popular y la otra, en manos de un arquitecto narrador. Con el tiempo fui descubriendo muchas de las influencias de Quique, que van de la historieta a la música, pasando por la ilustración y la literatura. Sin embargo el milagro de esas páginas sigue intacto.
Y más tiempo pasó.
Logré finalmente dedicarme a dibujar y a escribir. Hago historietas. Conocí a Quique personalmente en un evento (conocerlo fue un evento) llamado Fantabaires. No voy a hablar aquí de Quique persona, eso es algo que vive cada persona que lo conoce. Pero sí de las horas que pasamos los dos hablando de historietas (y de mil cosas más). Entonces llegó el libro de Marco Polo. De nuevo Quique autor completo. De nuevo el viaje, los viajes, viajes los del personaje, viajes artísticos, estilísticos los del autor. Pura maravilla para el lector. No solo es un bello libro con bellos dibujos, también es un eslabón en la cadena de oro de obras de Quique, que forman una sola y larga obra. Y la demostración de que se puede tener talento y oficio. Que se puede luchar, contra el tiempo (o la falta de él), contra el sueño, el cansancio; contra modas y vaivenes de mercados. Que se puede ser un artista y un tipo integro.
Que se puede hacer mucho, todo, con tinta negra y papel.
Para mí hay una única cosa que vale la pena en la vida, y es el amor. Alcatena dibuja por amor, y eso se nota.
Si Quique fuera un objeto sería un faro, para mí al menos.
Por eso al principio recordaba una frase, que escuché en algún lugar y viene perfecta para la ocasión.
En presencia del mago, todos volvemos a ser niños.
