LA CONSTRUCCIÓN DEL HÉROE EN EL ETERNAUTA (3 DE 3)
LUIS SUJATOVICH

Resumen / Abstract:
En el capítulo anterior, la historia se detuvo cuando el grupo de sobrevivientes, en su marcha hacia la base de la invasión, se aproximaba al estadio de River Plate, situado en el norte de la Capital Federal. / In the previous chapter, history stopped when the group of survivors, in his march towards the base of the invasion, came near to the stage of River Plate, located in the north of the Federal Capital.
Notas:
Ensayo en tres partes publicado entre los números 27 y 29 (2007 a 2008) de la `Revista Latinoamericana de Estudios sobre la Historieta´.

2ª parte: La construcción del héroe en "El Eternauta" (2 de 3)

 

 

LA CONSTRUCCIÓN DEL HÉROE
EN EL ETERNAUTA (3 de 3)

 

La pregunta entonces es: ¿Por qué el estadio de River Plate?

Quizás la toma del lujoso estadio, característico de las clases acomodadas de la ciudad, pueda verse como una recordación de aquel hecho histórico del 17 de octubre de 1945 que marcó la historia del pueblo argentino. Sus efectos políticos aún perduran: nació el peronismo. El presidente de facto, general Edelmiro J. Farrell nombró al coronel Juan Domingo Perón secretario de Trabajo y Previsión, ministro de Guerra y vicepresidente de la nación, cargos en los que desempeñó una intensa actividad. Las movilizaciones populares que se produjeron el 17 de octubre de 1945 serían de esperar: como secretario de Trabajo y Previsión, Perón se había granjeado la simpatía de los obreros, a través de importantes medidas, como numerosos aumentos de salarios, y proyectos que poco después se concretarían, como la Justicia de Trabajo o el pago de las vacaciones. El sindicalismo argentino, hasta entonces animado por las propuestas de lucha de comunistas y socialistas, se aproximó a las soluciones inmediatas y concretas que les ofrecía Perón. Pero el 8 de octubre de 1945, el general Ávalos pidió a Farrell que destituyese a Perón. Señalado como la eminencia gris del gobierno, Perón fue detenido y llevado a la isla Martín García, y luego al Hospital Militar. Amplios sectores populares que no respondían a ningún partido tradicional, sino a un hombre y un proyecto, irrumpieron en la vida política. Marcharon a la Plaza de Mayo y reclamaronla libertad de su líder. Desde las primeras horas de la mañana del 17, llegan columnas de manifestantes con banderas y pancartas a la Plaza de Mayo. Vienen desde Avellaneda, Lanús, Banfield, Quilmes, San Martín. Cruzan el Riachuelo por el puente Pueyrredón. Cuando la policía los levanta siguen cruzando en botes o tablas. Los manifestantes, refrescándose los pies en las fuentes de la Plaza, se convertirían en todo un símbolo. Cuando Perón regresó a la Rosada, la multitud lo aclamó. Pero aquella jornada no se recuerda solo como el momento inicial del peronismo, sino también cuando «la chusma ultramarina», se adentró en la ciudad y accedió a una de las plazas más simbólicas, «metiendo los pies en las fuentes», mostrándose sin reparos al resto de la sociedad porteña.

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La gigantesca concentración del 17 de octubre de 1945 en pro de Perón.
 
Tanto en los alrededores, como en el interior del estadio, los cascarudos se contaban por decenas, debieron emplear todas sus fuerzas, sus armas y sus destrezas, para poder ingresar en el centro de la cancha. Una vez que el resto del ejército se instaló en el estadio, avisados por la patrulla de Salvo, se repitieron algunas situaciones. Mosca continuó preguntando cuánto duró el ataque, qué cantidad de cascarudos murieron, mientras Salvo pensaba en que no tenía sentido documentar nada, si no se tenía la certeza de sobrevivir, y en ese momento recordó a Elena y Martita... qué estarían haciendo en casa...

También se repite el optimismo de los altos mandos militares, y es otra vez Favalli el que opina de manera diferente. «Hasta ahora los verdaderos invasores no se han ocupado de nosotros: los cascarudos son apenas algo más que sus perros de caza, más o menos entrenados para la pelea, pero nada más»[1].

El asedio al estadio no tardó en llegar. Una máquina enorme y destructora, parecida a un plato volador, se acercó por encima de una de las tribunas y si no fuera por el coraje del fundidor, no la hubieran podido derribar. Si bien Favalli sigue siendo un héroe intelectual, el tornero con su resolución y valentía en las batallas, sigue construyéndose como otro héroe, de acción. El combate siguiente fue, esta vez, en las inmediaciones de la cancha, cara a cara con los cascarudos. Una nueva victoria parcial, trajo confianzaa la cúpula militar, pero Favalli continuócon su razonamiento. «También los indios de América tuvieron éxitos contra los conquistadores españoles. No se olvideq ue los cascarudos no son los verdaderos enemigos... todavía no hemos tenido ocasión de enfrentar a ninguno»[2].

La comparación de la invasión extraterrestre con la conquista española, sitúa a los sobrevivientes con las mismas desventajas que los indígenas. Pueden vencer en algunas batallas, pero la guerra será ganada por el enemigo. El destino será la sujeción o la muerte. Sin dudas el pensamiento de Favalli es desalentador. Desde muy temprano su pensamiento acerca de la invasiónes negativo, acaso una de sus particularidades que se repitan durante la historia. Su razonamiento privilegiado le depara el dolor de saber que el final será la derrota. Quizás todavía resten breves victorias, momentos de alegría, pero si aparecen los verdaderos conquistadores, la única opción para no perecer, será la esclavitud. Es probable que en medio de las batallas nadie comprendiera en su totalidad lo que el profesor pretendía decir, pues si uno solo hubiera entendido, en poco tiempo la mayoría hubiese desertado.

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  La especie líder de la invasión: los Manos.
Es curioso que el otro intelectual, Mosca, tampoco advierta que el futuro puede no ser favorable. Pues no solo no lo menciona, sino que su tarea de recopilación y redacción de cada acontecimiento para las futuras generaciones, implica poseer tanta confianza que la derrota es impensable. Si Mosca sospechara que irremediablemente perderían el dominio del planeta en manos de los invasores, por supuesto que se dedicaría a otra cosa.

Sin que al principio lo advirtieran, había dejado de caer la nevada. Los primeros en darse cuenta se quitaron enseguida los trajes y los cascos, podían volver a respirar con normalidad. Quizás el enemigo estaba retrocediendo, quizás las luchas se habían multiplicado en el mundo y ahora eran desalojados por los países desarrollados, con sus potentes armas nucleares. Cuando todos lo notaron, arrojaron los cascos hacia el cielo, cual si terminase la guerra. Sin embargo Favalli recomendó dejárselos puestos, podría ser una trampa. Conscientes de la capacidad de Favalli, demostrada en cada batalla, optaron por confiar en él, y se volvieron a colocar el equipo completo. Minutos después, una inmensa nube negra los cubría, provocando en algunos hombres alucinaciones tan profundas, que dominados por ella, huyeron del estadio, matando a los compañeros que pretendían cerrarles el paso. Para que se detuvieran tuvieron que dispararles.

Nadie comprendía bien qué había sucedido, unas nubes negras no podían generar tanta confusión.Y menos en aquella situación, cuando un descuido significaba la muerte. Pero también Salvo padeció los extraños efectos alucinatorios, y comenzó a ver a sus amigos muertos a pocos metros, pidiendo ayuda,llorando por morir lejos de su familia. Estuvo a punto de enloquecer, en el momento que vio a Elena y Martita enfrente del estadio próximas a ser atacadas por los cascarudos, nadie pudo detenerlo. Ni siquiera Favalli, pero volvió en sí cuando el Mosca creyó ver en él a un cascarudo. Si Salvo era un cascarudo para el Mosca... «¡Quiere decir que todos sufrimos alucinaciones! ¡Alucinaciones provocadas por ellos, los invasores, para enloquecernos, para lanzarnos el uno contra el otro... vaya a saber cómo, logran que cada uno vea como reales cosas que teme, que le causan angustia»[3].

Solo después de destruir la nube con un cañonazo, volvió la normalidad. Esta es la primera vez que Juan realiza alguna acción heroica. Él disparó sobre la nube alucinatoria. Llegó la noche y el batallón se dispuso a descansar, pero Franco, el tornero, le propuso a Salvo aprovechar la oscuridad para acercarse al enemigo. Si no lo conocemos, cómo vamos a vencerlo, argumentó Franco. Y salieron cautelosos hacia la ciudad para investigar al invasor.

La iluminada glorieta de una plaza apenas distante del punto de partida, les llamó la atención. Se aproximaron y descubrieron a hombres practicando puntería entre cascarudos. No llevaban trajes, y parecían tener la mirada perdida. El ruido de una alarma y una luz blanca que los rodeó, avisó a los hombres sin trajes, y a los invasores que había enemigos cerca. Eran tan numerosos los que les disparaban, que se largaron a correr por entre las casas del barrio, con el macabro descubrimiento de que los hombres eran dominados por los invasores con un aparato en la nuca, similar al que portaban los cascarudos. Una vez que estuvieron a resguardo, Franco se negó a regresar al estadio sin conocer qué había en la glorieta. Se quitaron los trajes, pues ya no nevaba, y se allegaron por el lado opuesto al de la primera expedición. Pero no tuvieron suerte: la luz en vez de delatarlos los paralizó y cayeron en poder de los invasores. Fueron llevados, sin perder el conocimiento, al centro de la explanada y allí conocieron a los Manos, que dirigían a los cascarudos y a los hombres robots. Los Manos tenían una fisonomía semejante a la humana, pero tenían muchos dedos... «La increíble mano del extraño ser recorrió el teclado; cada dedo pareció obrar por su cuenta, como si tuviera vida propia»[4].

Inmovilizados por la luz que salía de la glorieta, Salvo y Franco veían cómo les quitaban los aparatos de la nuca a otros hombres robots y los preparaban para colocárselos a ellos. Lo demás sucedió enseguida. El frío en la nuca, y después silencio, oscuridad, imágenes desconocidas, parecido a una pesadilla. Cuando despertaron no estaban trasformados en robots; el Mano que los había atrapado tenía otros planes para ellos. Asustados por su destino le preguntaron si los soltaría... «Cuando haya concluido con la manificación de vuestros cerebros... es decir cuando vuestros cerebros piensen exactamente como nosotros. Fue difícil capturarlos a ustedes, con ello demostraron condiciones de excepción. Justamente lo que yo estaba buscando desde que empezamos a hacer prisioneros. Sería una pena desperdiciar hombres como ustedes convirtiéndolos en hombres-robots, que apenas sirven para algo más que los cascarudos»[5].

Los invasores tienen castas, y los cascarudos son dominados por los Manos, dejando en claro que fuera de este mundo, algunas condiciones de explotación y colonización se repiten. Los cascarudos son como soldados de segunda, peones en un plan establecido por otros, que podrían ser los Manos y que están supeditados a sus órdenes sin esperanza de cambio. Mientras tengan el aparato en sus nucas, serán esclavos. Y como los Manos son una especie que domina, sabe reconocer en los dominados, a quienes se destacan por poseer condiciones excepcionales, sean físicas, mentales, o espirituales. Por eso a Salvo y a Franco los utilizarán para otras tareas, no para ser peones de la muerte. Tan similar con las guerras terrenales, con las estrategias humanas, que más que una alegoría, parece una denuncia.

Tengamos en cuenta que por aquellos años las guerras que se desataban, en el contexto de la guerra fría, se daban entre países satélites y no entre las potencias. Por ejemplo la guerra de Corea (1950-1953), en la que sobresaltados por la victoria comunista en China, participaron oficialmente los norteamericanos y sus aliados (bajo el disfraz de las Naciones Unidas) para impedir que el régimen comunista de ese país dividido se extendiera hacia el sur. Por su parte los rusos afirmaron no haber intervenido, a pesar de que Washington sabía que más de 150 aviones, que decían ser chinos, eran soviéticos. Esta información se mantuvo secreta para no enfrentarse directamente con la URSS.

Situación semejante sucedió en Vietnam (1965-1975), ya que la URSS negó oficialmente haber prestado asistencia militar alguna. Si bien es cierto que la redacción de la historia fue previa a ambos enfrentamientos, son útiles como ejemplos de dominación y de combates indirectos entre las potencias de la guerra fría. Pareciera que a los Manos les bastó unas horas en la tierra para aprender las malas artes del colonialismo y la beligerancia.

Por una astuta simulación de Franco, la situación se invierte y el Mano queda preso. Y antes que aparezca otro Mano, se escapan por el barrio. La respuesta de los invasores no tardó. «La reacción de los Manos, compañeros del que habíamos apresado fue más instantánea aún de cuanto imaginé: lanzaron en persecución nuestra un formidable ejército de cascarudos y hombres robots»[6]. Otra vez fue Franco quien se encargó de llevar a cabo las acciones más arriesgadas para escapar del asedio. Ocultos en una casa pudieron dialogar con el Mano. Sabiendo su suerte, sus facciones y su actitud hostil se modificaron adquiriendo gestos de un anciano cansado y melancólico... Una cafetera de metal que estaba al otro extremo de la mesa, le interesó... «Alcáncenme esa escultura, por favor... en la gracia de ese cuello hay siglos de arte... ignoro lo que es eso... posiblemente un implemento de uso doméstico. ¿Se dan cuenta los hombres de todas las maravillas que los rodean? ¿Tienen idea de cuántos mundos habitados hay en el universo, y de cuán pocos son los que han florecido en objetos como este?»[7].

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Los Manos tienen una debilidad, si sienten miedo se mueren.  
Sorprendidos por las palabras del Mano, poco le preguntaron. Y cual si estuviera al tanto de una de las paradojas de la humanidad, reflexionó... «Lástima que los hombres solo dan valor a lo raro... no aprecian lo que abunda... para ellos vale más un pedazo de oro en bruto, sin trabajar, que una hoja de un árbol o una pluma de un pájaro»[8]. Tal vez este sea un recurso del autor para poder hablar de la humanidad en tercera persona. Y si además es extraterrestre, el efecto que se produce es doble. Porque no está condicionado de ninguna subjetividad terrenal, él habla sobre el mundo, no desde el mundo. El prisionero entonces, carece de intereses, sus apreciaciones son descriptivas, pulcras, imparciales. Son casi consejos de un anciano, de un ser que conoce tantos mundos, que tiene la autoridad de evaluar los comportamientos de la espacie humana.

La voz del Mano se fue apagando, y su piel tomaba el color de la ceniza: se estaba muriendo. Salvo le preguntó por qué... «Por el miedo que sentí al verme atacado... a los Manos nos han colocado en el cuerpo cuando pequeños, una glándula artificial... cuando un peligro grande amenaza a los hombres hay glándulas que vierten en la sangre ciertas sustancias que preparan el cuerpo para la defensa, una de estas por ejemplo es la adrenalina. A nosotros nos pasa algo análogo, pero las sustancias que el terror vierte en nuestra sangre actúan sobre la glándula artificial... y esta segrega un veneno que nos mata en unos minutos»[9].

Salvo se adelantó al relato del Mano moribundo, quiso saber quiénes les colocaban ese veneno, ¿No eran los Manos los que dominaban a los cascarudos y a los hombres robots? «Nuestros amos, hombre... con ella nos tienen asegurados: saben que jamás nos arriesgaremos a rebelarnos»[10].

No eran entonces los Manos los líderes de la invasión, había otros con mayor poder que también dominaban a los Manos, y que llevaban muchos años colonizando otros mundos. No solo los Manos habían corrido la misma suerte que los cascarudos, y que los humanos, muchos planetas estaban bajo el dominio de Ellos. A los humanos les reservaban en sus minas trabajos forzados, a los cascarudos y a los Manos los usaban como fuerza de choque para las guerras. Cada ser tenía para Ellos una utilidad en su beneficio. ¿Quiénes son los Ellos? «Ellos son el odio, el odio cósmico... quieren para sí el universo todo... Ellos nos obligan a destruir y a matar, a nosotros los Manos que solo vivíamos pensando en lo bello. Ellos transformaron en máquinas a los cascarudos; que no hacían otra cosa que vivir de los jugos de las grandes flores que crecían en su planeta...»[11]. Dijo algunas palabras ininteligibles, quizás era un canto en su dialecto, y murió.

El Mano es solo una pieza más en el complejo engranaje imperial de los Ellos. No dominan con la fuerza únicamente, con su devastador poder de fuego, saben que para que sus colonias perduren, para evitar rebeliones, no basta con el terror y la violencia. Porque el esclavo cuando está seguro que lo único que tiene para perder es su esclavitud, suele ser tan fuerte y feroz que no bastan ni las peores armas. Además tampoco es conveniente para Ellos tener que sofocar alzamientos en todos los planetas, cada vez que algún grupo de colonizados decide terminar con el yugo.

Por esta razón es que insertaron en el cuerpo de los Manos, que por su inteligencia podían cuestionar la opresión, la glándula que les depara la muerte en dos minutos si sienten terror. Y además les informaron sobre este dispositivo, no por una mera descripción minuciosa del funcionamiento de sus cuerpos, sino para que sepan que llevan la esclavitud en su sangre, que cualquier intento por modificar la realidad significará la muerte segura.

Es el control perfecto, no necesitan vigilarlos físicamente, acecharlos, recordarles a diario los peligros de un alzamiento; si sienten, si pretenden que su mente se independice del status quo, el miedo se convierte en veneno y se suicidan. Es el poder del que habla Foucault, que está relacionado con la disciplina, que no tiende únicamente al aumento de sus habilidades, ni tampoco a hacer más pesada su sujeción, sino a la formación de un vínculo que, en el mismo mecanismo, lo hace tanto más obediente cuanto más útil, y al revés. «La modalidad en fin implica una coerción ininterrumpida, constante, que vela sobre los procesos de la actividad más que sobre su resultado y se ejerce según una codificación que reticula con la mayor aproximación el tiempo, el espacio y los movimientos. A estos métodos que permiten el control minucioso de las operaciones del cuerpo, que garantizan la sujeción constante de sus fuerzas y les imponen una relación de docilidad-utilidad, es a lo que se puede llamar las disciplinas»[12].

Esta nueva mecánica del poder recae en primer lugar sobre los cuerpos y lo que hacen más que sobre la tierra y su producto. Es un mecanismo que permite extraer cuerpos, tiempo y trabajo más que bienes y riqueza. Es un tipo de poder que se ejerce continuamente mediante la vigilancia, supone una apretada cuadrícula de coerciones materiales más que la existencia física de un soberano y define una nueva economía de poder cuyo principio es que se deben incrementar, a la vez, las fuerzas sometidas y la fuerza y la eficacia de quien las somete. Este nuevo tipo de poder es una de las grandes invenciones de la sociedad burguesa. Fue uno de los instrumentos fundamentales de la introducción del capitalismo industrial y del tipo de sociedad que le es correlativa.

Es un poder indescriptible, heterogéneo, difuso, que atraviesa los cuerpos y las prácticas. Es una operación que se ejerce sobre los cuerpos en términos de disciplinamiento: modelar conductas y disciplinar en términos de conocimientos. Puede decirse que los Ellos elaboran minuciosos dispositivos de gobierno, entendiendo ese gobierno, desde una perspectiva foucaultiana, como la conducción de la conducta. El poder se ejerce en red, y los individuos circulan, están siempre en situación de ejercerlo y de sufrirlo. Uno de los efectos del poder es que hace que un cuerpo, unos gestos, unos discursos, unos deseos, se identifiquen y constituyan como individuos. Los Manos son constituidos por los Ellos, sus glándulas que liberan veneno contra el terror, los identifica, los disciplina y les introduce el poder en la sangre.

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Gurbos, animales de otra galaxia sometidos por los Manos para invadir la tierra.

Un brutal estallido les hizo recordar lo que sucedía fuera de la casa, continuaba el asedio de los invasores. Franco y Salvo, dejaron la casa y al Mano y volvieron al estadio de River Plate, a unirse con el resto del ejército. La desaparición de los cascarudos y sus armas de las inmediaciones de la cancha hizo pensar a los combatientes, que estaban retrocediendo. Favalli fue el único que sugirió, que tal vez se trataba de una trampa. Pero no fue suficiente. De inmediato decidieron salir en busca de los invasores.

Nuevamente la lenta marcha hacia el centro. Tuvieron que ir cambiando de avenidas, porque la mayoría tenía enormes pozos, y edificios derrumbados. Hasta que llegaron a la calle Cabildo. «Parece mentira...¡bloquearon con edificios derruidos las calles laterales y dejaron libre una calle como Cabildo! Era sí para sorprenderse, cada vez era más extraño, más incomprensible, el proceder del invasor...»[13]. La presunta huida del enemigo, animaba a la tropa. Aunque Salvo también comenzaba a desconfiar. Habían avanzado hasta Las Heras, y seguían sin encontrar más que ruinas y muerte.

El ruido de los edificios temblando los atemorizó, en pocos segundos se vieron amenazados por los pedazos de construcción que caían sobre la calle. Antes que emprendieran la fuga inmensas llamaradas parecían devorar el barrio. Solo por la calle Las Heras había una salida. La marcha presurosa vació la calle. Pero Salvo escuchó a su amigo Favalli, que bajo los escombros y el fuego, pedía ayuda. «También yo sentí un deseo de correr, de escapar de las víboras de aquel fuego extraño que se alimentaba de cualquier cosa, hasta de piedras. Pero Favalli me llamaba desde los escombros...»[14].

Esta es la primera vez que Juan Salvo realiza un acto heroico: en vez de escapar con los demás, rescata a su amigo. Sin embargo, siguiendo con la lógica de la construcción del héroe colectivo en la historia, es ayudado por Franco que dispara sobre una nube, que como la nube negra del estadio de River, generaba la falsa imagen del fuego sobre la ciudad. Por lo tanto la acción de Franco pasa a un primer plano, ya que no sirve para salvar a uno solo (más allá de su importancia, como Favalli), sino al conjunto de los sobrevivientes. Despejada la imagen del fuego, los pocos sobrevivientes se vuelven a reunir. La mayoría ha muerto en una emboscada. La situación es tan trágica, que el mayor Amaya anuncia que ya no es más el jefe. La mayoría de los sobrevivientes pertenecían al grupo de Salvo, lo llamativo era que esos hombres eran civiles sin instrucción militar. Aun así el conjunto no se disuelve, pero sí los rangos. Otra vez Favalli dirige.

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Salvo, Franco y Favalli ocultos en el subte de Buenos Aires.

A pesar de eso, el desánimo era absoluto. «Sí, Ellos vencían, el plan no podía haber sido más simple, y satánico, nos habían llevado de la mano a la trampa como idiotas... Sí, estábamos ya ante la derrota final de los varios centenares de hombres que llegáramos a plaza Italia, apenas si nos habíamos salvado poco más de una veintena»[15].

Entre el fragor catastrófico de los edificios, que otra vez se desplomaban, retumbaban los pasos de las increíbles bestias, gigantes y pesadas como animales prehistóricos. De nada servían las balas, ni los cañones, a su paso destrozaban con igual indiferencia, casa, autos, hombres... pronto Favalli, Salvo, Franco y los demás se vieron cercados por cinco de estos enormes Gurbos. «Allí estaban formidables, indestructibles, los Gurbos cerrándonos el paso»[16]. Mosca creyó tener la solución contra las bestias gigantes, supuso que también eran imágenes alucinatorias, como el fuego. Estaba equivocado, eran tan reales como la invasión. Es significativo que el primer aporte que pretende dar el otro intelectual, sea una idea falsa, inútil, casi infantil. Porque estaba por demás demostrado que no eran fantasía, habían destrozado calles, edificios, tanques y muchos soldados.

Está claro que Mosca sólo puede servir como cronista, lejos de él está la noción de héroe. Ni solitario, ni grupal. Y es Franco quien advierte que los Gurbos poseen, al igual que los cascarudos y los hombres robots, un teledirector en el cuello. Un disparo certero de Franco le quitó a un Gurbo el aparato, e inmediatamente la bestia liberada atacó a sus semejantes. Sin un poder que las organice, pasan de ser peligrosas armas de conquista, que no temen, que no retroceden, que carecen de piedad a ser bestias salvajes que pelean entre sí, como cualquier otro animal que en la selva lucha para convertirse en el líder de la manada. Sin los Ellos los Gurbos carecen de ambiciones, de avaricia, de maldad. La disciplina y las órdenes de los Ellos los transforman en armas.

Un nuevo ataque con el lanzarrayos eliminó a Amaya. Cubiertos por los cadáveres de los Gurbos, Favalli, Franco y Salvo consiguieron escapar al subte. En el andén, cascarudos y hombres robots los aguardaban cortándoles el camino. El tiroteo fue veloz. Consiguieron cruzar el vallado invasor. Corrieron por las vías, mas el derrumbe provocado por los Gurbos había cerrado el paso. Una montaña de escombros, era la infranqueable frontera que los atrapaba en el túnel del subte. No tardó Favalli en comentar el sombrío diagnóstico de la situación, y fiel a su temperamento Franco les recordó que aún tenían armas, podían luchar... «Bravo, incomparable Franco. Nada lo doblegaba: si era necesario pelearía aunque solo fuera por retrasar media hora el fin. Favalli sabía que nunca podríamos atajarlos, que el fin era cierto. Pero sabía que el golpe definitivo sería más llevadero si lo recibíamos en el calor del combate, por eso aceptó pelear»[17].

El sentimiento de derrota inevitable ya no azotaba solo a Favalli, Salvo poco apoco fue advirtiendo que tan desigual batalla acabaría con sus vidas, tarde o temprano. El temblor producido por un Gurbo los sobresaltó, Franco quiso apuntarle al teledirector, pero el Mano que los dirigía había aprendido la lección: el aparato no estaba a la vista, era imposible desactivarlo. Quedaron atrapados entre los restos de los vagones, lo que no les impidió ver a unos cuantos hombres robots que traían placas transparentes, y las colocaban separando las vías en dos: de un lado Franco, Salvo y Favalli y del otro hombres robots y un Mano, con un tablero igual al de la garita de la plaza. Incluso el Mano era similar. Tanto que costaba diferenciarlo con el Mano que había muerto frente a Franco y Salvo. El terror de ser convertidos en hombres robots desequilibró a Salvo. «Disparé como enloquecido, hasta que no hubo más balas, mi razón se extraviaba de solo pensar en otra experiencia como la vivida en el pabellón de música de las barrancas de Belgrano»[18].

El pavor a convertirse en hombres robots no es solamente por pasar a servir a los invasores, también es por perder irremediablemente su identidad, su historia, su familia; el gran miedo es a dejar de ser un individuo para transformarse en uno más sin señas particulares, sin características identificatorias, dejar de ser Juan Salvo, el pequeño industrial de Vicente López, para ser soldado de un gran ejército foráneo. Perder su condición humana pero sin morir.

La última chance de salvarse estuvo en el intelecto de Favalli, los tres lo sabían. Antes que el Mano comenzara la transformación, el profesor le recordó lo sucedido con el otro Mano, en la casa cerca de las barrancas de Belgrano, considerando que los Ellos habían ocultado a sus tropas la verdad. La discusión tomó vuelo con rapidez. El Mano había caído en el juego de Favalli, cuando lo advirtió era tarde. Su glándula del terror ya estaba lanzando el veneno. Su muerte era inminente. De nuevo en la calle, Juan quiso volver a su casa. Favalli trataba de convencerlo de la conveniencia de no rendirse todavía, y en ese momento Franco divisó en el cielo porteño «tres finísimos hilos de luz que a velocidad fantástica surcaron de pronto por aquel cielo donde ya la luz del alba palidecía las estrellas»[19].

El profesor consideró que se trataba de cohetes intercontinentales provenientes de las potencias mundiales que estaban ayudando a Argentina, este razonamiento persuadió a Salvo, y siguieron la marcha. Caminaban dialogando sobre los misiles y las posibilidades de vencer, pero Salvo creyó oír unos pasos que sigilosos se acercaban al grupo. Apoyado contra la pared, casi en la esquina esperó a que los pasos le dieran alcance. No era un Mano, ni un Ello, era una muchacha. Su soledad hizo que los tres hombres se interesaran en lo que tenía para contar. Había presenciado la llegada de los Manos en el centro de la ciudad, y sabía dónde conseguir armas.

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  Franco asesina a la muchacha, estaba bajo el dominio de los Manos.
Salvo pensaba en sus mujeres, Favalli le consultaba acerca de todo tipo de detalles y Franco la miraba embelesado. Aceleraron el paso aconsejados por la mujer que sabía por qué calles convenía avanzar, de pronto Franco sacó su pistola y la mató. «No, señor Salvo...no estoy loco, le dije que me gustaba... me contestó que a Ellos también les gustaba la tierra... comprendí que no era ella quien hablaba... comprendí que quien hablaba por su boca era el Mano, la dirigía. El Mano que no entendió lo que yo le dije a ella... aquí está la prueba, un teledirector último modelo»[20].

Todos coincidieron que la muchacha robot les había tendido una trampa. Es significativo que la tercera mujer que aparece en la historia, luego de Martita y Elena, acabe muerta. Como no está cumpliendo su rol de madre/mujer, es pasible de sospecha, que luego Franco verifica disparándole. En un minuto un regimiento de hombres robots les disparaba, eran tantos que no era posible vencerlos. Se escondieron en una cortada, y les quitaron a tres hombres robots sus teledirectores y se los colocaron para pasar desapercibidos. En el cielo se veían más misiles, eso les daba ánimos, «porque eran la señal de que la tierra resistía, de que en alguna parte se había organizado resistencia con el invasor»[21].

La manifestación se encaminaba al centro. Miles de cascarudos, hombres robots, y un Mano que en una enorme cápsula transparente los gobernaba. Se asemejaba a los desfiles militares de la segunda guerra mundial. Camuflados entre la multitud, Franco, Favalli y Salvo transitaban la avenida Callao. Salvo recordó entonces «que hace unos años atrás la gente andaba por aquí gritando por la laica o la libre»[22].

Salvo se refería a la más impresionante movilización estudiantil del siglo XX en Argentina que se produjo en la primavera de 1958. Fue la derivación que tuvo la determinación sorpresiva del gobierno de Arturo Frondizi de abrir paso a la legalización de la enseñanza privada en el nivel universitario, tal como propiciaba la Iglesia. Esa batalla política, con la participación directa de los jóvenes en la calle, quedó resumida en una polarización sintetizada a su vez en dos palabras: laicos o libres. Los partidarios de la educación laica eran fieles al sistema, proveniente de la Ley Avellaneda de 1885, reasegurado con la Reforma Universitaria de 1918. Los otros, en cambio, apoyaban que las universidades privadas pudieran otorgar títulos habilitantes. La variante había sido promovida en su momento por el gobierno de Eduardo Lonardi, cuyo católico ministro de Educación era Atilio dell’ Oro Maini. A él se le atribuyó el decreto no. 6403, cuyo artículo 28 privatizaba el sistema educativo en beneficio de los colegios y centros de estudio que tenía la Iglesia. Dos años después las posiciones eran irreductibles, en medio de actos y refriegas, y en coincidencia con el primer satélite ruso al espacio que llevaba por primera vez un ser vivo: la sacrificada perra de nombre Laika, usado como mofa contra los laicos. En esa brega participaron dirigentes que tendrían actuación posterior en el campo político. Entre los laicos estuvieron Guillermo Estévez Boero, Roberto Quito, Mario Kestelboin y Eduardo Luis Duhalde. Entre los libres, Alberto Mazza y, desde Córdoba, Jorge de la Rúa. El 15 de septiembre se realizó la primera movilización al Congreso, a cargo del sector privatista. En nombre de los estudiantes habló Mazza (luego casado con una prima del Che Guevara y cuarenta años más tarde ministro de Carlos Menem). Y tres días después se realizó la concentración de los laicos, que reunió según estimaciones de la época, unos 300 000 simpatizantes. Entre otros hablaron Ismael Viñas y José Luis Romero. La división alcanzó a la misma familia del presidente, cuyo hermano, Risieri Frondizi, rector de la Universidad de Buenos Aires, fue un tenaz opositor a la reforma. En el debate parlamentario se destacó el diputado oficialista (UCRI) Horacio Domingorena, partidario de la ley, que se consiguió luego de idas y vueltas entre ambas Cámaras. La última votación en diputados no tuvo los dos tercios requeridos para la derogación del artículo 28, con lo cual quedó vigente. Posteriormente hubo choques entre estudiantes y policías, un enfrentamiento que, si bien sin la gravedad que tuvieron esa noche, había sido frecuente a lo largo de esos convulsionados días. El conflicto se agravó por la activa participación de los estudiantes secundarios que en muchos casos ocuparon sus propios colegios e impidieron el dictado de clases.

Otra vez el autor aprovecha un incidente menor, como la pintada sobre Frondizi, para plantear su posición política. Favalli prefirió no pensar en aquellas manifestaciones, había que estar atento, ya estaban cerca de la plaza de los Dos Congresos y según la chica robot allí funcionaba el núcleo operacional de los invasores.

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Una nave espacial para recorrer la ciudad y descubrir si aún hay sobrevivientes.  
En la terraza de un edificio pudieron ver la imponente organización montada por los Manos en el centro de la plaza. Un Mano situado con un lanzarrayos en una cúpula disparaba contra los misiles atómicos y los desintegraba como globos. Las potencias estaban atomizando Buenos Aires. No tuvieron oportunidad de continuar estudiando el cuartel general, una alarma avisó a los hombres robots de su presencia. Los pudieron vencer sin problemas, carecían de agilidad y de puntería. Franco tomó una bazooka y tiró contra la cúpula de la fuente, que era el corazón de la invasión. El disparo dio en el blanco y la incandescente luz se transformó en un tenue resplandor rojo, que dejó inmovilizados a los hombres robots, a los cascarudos, a los Gurbos, y que mató al Mano.

Favalli entonces aconsejó que convenía huir de Buenos Aires, porque sin el campo protector y sin el lanzarrayos, las bombas atómicas destruirían la ciudad en poco tiempo. En el camino de regreso al chalecito de Vicente López, se topaban con muchos cascarudos inmóviles, con Gurbos peleándose entre sí y con Manos en cápsulas muriendo lentamente. Sin el contacto con los Ellos,todos los invasores morían, desaparecían, o luchaban entre sí. En el trayecto se rencontraron con Pablo y el Mosca. El periodista estaba borracho. Favalli propuso que Pablo llevara al cronista en una bicicleta, hasta conseguir un vehículo. Luego de una explosión atómica que desintegró el centro de la ciudad, y que los obligó a refugiarse en un descampado, capturaron un camión. Más tarde abordaron un auto, y al fin pudieron llegar.

La extraña muerte de un Gurbo fue comprendida por la aparición de un Mano, a pocos metros de la casa de Salvo, en son de paz. Pero cuando pretendían establecer contacto pereció bajo la nevada, que otra vez caía como la noche anterior.

Favalli consideró necesario retomar el plan original, y marcharse todos en un camión hacia un pueblito alejado del sur. Los invasores no estaban derrotados, ni en retirada, y sin ejército ni resistencia organizada alguna, solo quedaba sobrevivir. Antes del alba debían tener los trajes aislantes confeccionados y prepararse para huir.

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El cuartel general de la invasión en la plaza de los dos Congresos en Capital Federal. 

Vuelve el grupo a reunirse en el living, con tres nuevos integrantes: Mosca, Pablo y Franco para fabricar con hilo, aguja, pegamento y tela engomada los trajes necesarios para la travesía. Todos trabajan, más allá de sus diferencias y de sus aptitudes, al contrario de lo que sucedía con los héroes de las historietas predecesoras. ¿Alguien recuerda a Superman tejiéndose la capa o a Batman pintándose su máscara? La cercanía propuesta por el autor, no se agota en que se desarrolle en Buenos Aires y a mediados de la década del cincuenta, ni en que los protagonistas sean personas tan comunes que cualquiera de nosotros podría ser uno de ellos, también se asienta en un detalle no menor: el traje que los ampara (y que identifica a la historieta) es realizado por el grupo en su conjunto, y tan estrechamente están ligados con su tarea que se proponen hacerlo mejor, más cómodo que los primeros. A tal punto llega el clima doméstico que Salvo, lejos de encarnar a un héroe, afirma:«Me dolía la espalda: la costura fue siempre una tarea demasiado pesada para mí...»[23].

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  El grupo confeccionando los trajes para huir a Patagonia.
Aún sigue siendo Favalli la figura central del grupo, es él quien orienta, propone y reflexiona continuamente sobre lo sucedido y lo venidero. Es su lucidez la que mantiene las defensas altas, a pesar de sus pronósticos. Franco, en cambio, por su carácter necesita momentos de batalla que demanden valentía, fuerza, lealtad. Mientras están en el chalecito su posición se asemeja a Salvo y a los demás, esperan que el profesor sugiera qué hacer. Un ruido desconocido en la buhardilla los alarmó, corrieron pensando que podría tratarse de un Ello o de un nuevo enemigo, Franco por supuesto fue el que encabezó la fila, pero solo era el ruido de la radio encendida en onda corta,que transmitía para todo el mundo en diversos idiomas. Favalli fue el encargado de sintonizar la emisora que hablaba en español.

Luego de repetir durante diez minutos «atención, atención», una voz clara y convincente comenzó a relatar lo sucedido desde la primera caída de la nevada. Mencionó también las bombas atómicas caídas sobre Buenos Aires, e hizo un gran anuncio: «Estamos en condiciones de evitar la caída de la nieve que mata en zonas previamente elegidas: no entraremos en detalles que pueden ser útiles al enemigo [...]. Los sobrevivientes de cada región deben tratar de concentrarse en zonas libres de nevadas: allí se les proveerá de alimentos y se les dará lugar en las filas del ejército cada vez más numeroso [...]. Rogamos a todos a prestar ahora la mayor atención, vamos a transmitir país por país la ubicación de las zonas libres de nevada»[24].

En la provincia de Buenos Aires la zona liberada abarcaba las poblaciones de Pergamino, Rojas, Junín. La sorprendente noticia entusiasmó al grupo, incluso Favalli aceptó que la realidad estaba cambiando a favor de los humanos. Repartieron tareas: Franco, Pablo y el profesor salieron a buscar un camión, Salvo y sus mujeres se quedaron en la casa ordenando las provisiones. Al rato volvieron con un vehículo en perfectas condiciones, y con un ramo de flores para Elena. De nuevo queda manifiesto el rol femenino,ella está feliz por el regalo. Consideraba que no volvería a ver claveles. La humanidad está debatiéndose en una guerra desigual entre la existencia y la desaparición, el grupo minúsculo recién supo que había otras vidas que podían ayudarlos a sobrevivir, e incluso a vencer; y sin embargo Elena, cobra protagonismo cuando llora por la emoción que le producen las flores. Obsequio por demás inútil en un momento donde la vida es tan frágil, que no se pueden permitir ningún movimiento que no sea indispensable. A mediados de la década del cincuenta un ramo de flores contentaba a una esposa, unos años después no sería tan sencillo. Este es otro momento donde queda al descubierto el imaginario femenino de aquellos años.

En el viaje a la zona liberada encontraron otro camión con sobrevivientes, pero por precaución optaron por no establecer  ningún  tipo  de  contacto. «Pronto el otro vehículo se perdió en la nevada, allá adelante. Era deprimente volver a constatar que ya no había solidaridad entre los humanos, que los pocos sobrevivientes de la tremenda catástrofe se recelaban como fieras hambrientas»[25].

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Fueron engañados por la radio, están dentro de un campamento enemigo.  
Cuando el camión atravesó la frontera entre la nevada y la zona liberada, un cartel firmado por el comité de emergencia les daba las instrucciones para ser recibidos y les instaba a quitarse los trajes aislantes. El alivio les duró poco: seis soldados los fueron a recibir y a pedirles que les entreguen las armas. Franco antes de darle la suya advirtió que eran hombres robots, el fusil tenía un teledirector disimulado. Era una trampa. ¿Cómo era posible que los Ellos controlaran también las emisoras de todo el mundo? Si los medios de comunicación masivos estaban bajo el dominio de los invasores, sin ejército, sin resistencia, sin países del norte que enviaran ayuda ¿cuánto tiempo podrían resistir?

Volvieron a luchar, a disparar sobre los hombres robots, a intentar escapar en el camión, a desear estar en el chalecito de Vicente López. Una nave de los Manos hizo que volcaran sobre la ruta, corrieron a refugiarse en una zanja abatidos por la supremacía y la precariedad de su situación. Favalli propuso una arriesgada estrategia, no había tiempo para debatir opciones. «Tú, Juan, con Elena y Martita volverán al camión y recogerán sus trajes aislantes, luego escaparán hacia el oeste, tratando de no ser vistos. Nosotros (Favalli, Pablo, Mosca y Franco), haremos una demostración de puntería contra los hombres robots y luego recogeremos nuestros trajes y nos retiraremos también fuera de la zona de seguridad, nos reuniremos en tu chalet»[26].

¿Qué haría un héroe en esta encrucijada? ¿Dejaría que sus amigos se sacrifiquen por él y su familia? ¿O les pediría que se queden en la zanja y saldría solo a vencer a los hombres robots? ¿No representa la pérdida de su condición escapar? Salvo y su familia son salvados por el grupo, y así se transforma en el héroe plural por excelencia, son cuatro hombres los que arriesgan su vida, cuatro hombres diferentes, pertenecientes a diversos estratos sociales, es el pueblo que se entrega al enemigo, para que Juan Salvo, su esposa e hija, continúen la lucha. Esto puede verse como una forma de resaltar la importancia de la familia como institución fundamental dentro de la sociedad.

Solo el pueblo salvará al pueblo, parecen decir los cuatro héroes que han aprendido en el transcurso de la invasión que ni el ejército ni las potencias mundiales les ayudarán lo suficiente para vencer. Solo el pueblo salvará al pueblo, por eso Juan Salvo acepta, no importa ser héroe, lo que realmente importa es que continúe la lucha contra el poder dominante, no interesan cuántos caigan, ni cuán fuerte sea el opresor, hay que combatir para que alguien del pueblo (Salvo y su familia), pueda decir en su nombre: No.

Apenas se habían alejado unos metros cuando vieron caminar con los demás hombres robots a Favalli, Franco, Pablo y el Mosca. «Ahora sí que estamos solos, Favalli, Franco, Mosca, Pablo, son también hombres robots... si nos descubren y reciben la orden de hacerlo ellos serán los primeros en balearnos»[27]. Apesadumbrados buscaban un sitio mejor donde esconderse por más tiempo, en la zanja pronto serían descubiertos y él solo no podría contrarrestar tantos disparos. La nave enemiga estacionada y sin custodia, le dio una idea a Salvo. «Quizá podamos hacerla volar, quizá podamos recorrer el mundo... ¡En alguna parte tenemos que encontrar algún foco de resistencia! ¡Algún lugar donde la humanidad todavía mantenga el combate contra los Ellos»[28].

Martita divisó a los hombres robots acercarse a la nave, tenía Juan poco tiempo para resolver, primero apretó un botón y no obtuvo resultado, le llamó la atención la cantidad de palancas y movió una al azar... «Hubo un sonido agudísimo, una luz crudísima me encegueció. Cerré los ojos pero el resplandor me los siguió abrasando, apreté otra palanca o lo que me pareció otra palanca, los gritos (de Elena y Martita) me llegaron como de muy lejos... traté de verlas, pero me fue imposible apreté otro botón y de pronto me encontré cayendo, cayendo...»[29].

El error de la máquina lleva a Juan a separarse de su familia y recorrer el espacio-tiempo en su búsqueda permanente. En este recorrido se encuentra con un viejo filósofo Mano que parecía estar esperándolo, en el extraño espacio-tiempo llamado Continum 4. Y para peor Salvo deberá esperar mucho para volver a ver a su familia. «Por ahora sí, (las has perdido) Juan Salvo, pero tienes tiempo, mucho tiempo para buscarlas. Te lo repito, no puedes quejarte: has podido hacer lo que muy pocos hemos hecho... escapar a los Ellos... tu lucha, lo mismo que la lucha de tus compañeros y de todos los hombres libres que combatieron contra la invasión, no ha sido en vano, aunque así te lo parezca»[30].

Salvo en este viaje encuentra en el Mano alguien con quien dialogar sobre la invasión y el poder de los Ellos, porque ambos emigraron de su tierra por la misma guerra y derivaron en el Continum 4, un sitio despoblado que está fuera del espacio y del tiempo terrestre. Tal vez sería más adecuado decir exilio. Gacias a la nave Juan escapa de la tierra y del dominio de los Ellos, logrando que la lucha del pueblo persista, aunque sea desde otro planeta. El Mano, al observar el desencanto de Salvo, intenta tranquilizarlo asegurándole que todo el esfuerzo es válido, aun en la derrota, si continúa en pie la voluntad de pelear por lo que se considera justo. «Ya me entenderás, Juan Salvo... así como hay entre los hombres, por sobre los sentimientos de familia o de patria, un sentimiento de solidaridad hacia todos los demás seres humanos, descubrirás que también existen entre todos los seres inteligentes del universo, por más diferentes que sean, sentimientos de solidaridad, un apego a todo lo que sea espíritu, que une a los marcianos con los terrestres, a los trípedos de Ruma del quinto planeta de Vega, con los glóbulos de Laskaria, la patria de los Gurbos...»[31].

Acaso este breve e improvisado discurso cobre otro sentido, si lo situamos como una premonición de lo que le sucederá a las luchas populares y a los sujetos, durante la dictadura iniciada en 1976. Vuelve el relato a la escena inicial con el Eternauta y el guionista de historietas conversando, una noche de 1959. Se da cuenta entonces, por la fecha, de que aún no sucedió la invasión y decide ir en busca de Elena y Martita. Sorprendido por el inminente encuentro entre Juan Salvo –devenido en Eternauta– y su familia, decide acompañarlo. Es entonces cuando todo vuelve a la normalidad, la familia se rencuentra, los amigos llegan para jugar al truco y Juan Salvo no recuerda nada de sus viajes a través del tiempo. En el abierto final de esta historia circular el guionista se pregunta si todo lo que le contó el Eternauta es real y de ser así cómo impedir que dentro de cuatro años se concretara la catástrofe. ¿Publicando la historia quizás?

 

Consideraciones finales

En este recorrido por la historieta pueden encontrarse distintos tipos de héroes, que demuestran que la construcción del héroe en el Eternauta presenta rasgos muy significativos, ya que se consolida como un personaje colectivo. Rompe así con el concepto clásico de héroe individual, solitario y autosuficiente. Favalli, Pablo, Franco y por último Juan Salvo se transforman en héroes de acuerdo con las circunstancias, pero en ningún momento pierden su característica esencial: son héroes en función del grupo. Logran articular sus características individuales en beneficio de las necesidades colectivas.

Todos los personajes masculinos se diferencian por algo, poseen aptitudes de carácter, físicas, intelectuales: Favalli es profesor de Física, se destaca por la claridad de su análisis de las situaciones que se van planteando, y por señalar los caminos correctos; Pablo es el adolescente sumiso que se adapta al grupo y acata sus directivas; Franco es tornero, y es el personaje más valiente y con más coraje de la historia, tanto que Oesterheld lo señala como el que posee las mayores cualidades para ser un héroe; y por último, Mosca, el cronista, el menos involucrado en las actividades del grupo, intenta contar la historia a las futuras generaciones desde afuera. Juan Salvo, el Eternauta, quizás sea el menos héroe a lo largo de la historia. Solo cuando salva a Favalli de morir aplastado por los escombros de un edificio, realiza un acto heroico. Luego son sus amigos los que alternativamente se arriesgarán en pos de la supervivencia del grupo, llegando incluso a sacrificar sus vidas para salvar a Juan Salvo y su familia. Incluso es Salvo quien por momentos demuestra cierto egoísmo en sus acciones, al privilegiar sus vínculos familiares por sobre las necesidades del grupo.

Es oportuno plantear aquí algunos interrogantes: ¿qué superhéroe dejaría que sus amigos murieran por él?, ¿por qué el autor decide a Juan Salvo como el Eternauta?, ¿es casual que sobreviva quien representa más claramente los valores de familia? Volviendo a los personajes, recordamos que ninguno tiene poderes sobrenaturales, son hombres comunes que desarrollan y llevan al extremo sus capacidades humanas en una situación límite. Ante la realidad de morir a causa de la nevada tóxica deciden confeccionarse trajes aislantes con sus propias manos. Son los héroes de la historia, los que toman en sus manos hilo y aguja para diseñar los ropajes. Escena irónica imaginar a Superman cosiendo su capa azul. Tampoco disponen estos héroes, de tecnologías ni armamentos sofisticados para contrarrestar al invasor.

No existe ninguna situación a lo largo de la historieta en que un problema u obstáculo sea solucionado o enfrentado por uno solo. La respuesta es siempre consensuada, colectiva. Pero, ¿dónde radica el poder de estos héroes? Amistad, voluntad de vivir, supervivencia, conciencia de la existencia de otros semejantes también en lucha, inteligencia.

Podríamos diferenciar también al héroe clásico (Superman, etc) y al Eternauta en que el primero busca la aventura para cumplir su misión en el mundo. En palabras de Sartre «como la acción es un vínculo entre los hombres, ellos (los héroes), intentarán evadirse de su soledad a través de la acción. La acción nos convierte en otro, nos arranca a nosotros mismos, nos modifica al modificar el mundo»[32] y al héroe accidental que se encuentra en el lugar adecuado, en el momento preciso.Y para defenderse sale de su vida común sin poseer poderes ni virtudes especiales, apenas un reflejo, una tendencia hacia la vida, que mucho dista de lo que conocemos como poderes especiales.

Diferencia sustancial con los hombres que, según Roger Stephane: «no encuentran sino en la lucha y en la muerte su realización. Aquí en efecto, la acción no es el resultado de planes o intenciones premeditadas: apareciendo más bien como una suprema salida falsa, la acción impone en su desarrollo su necesidad de justificación. Es decir, que antes de resignarse a actuar sin creer, el aventurero intentará actuar para creer»[33].

En cambio en «El Eternauta», el héroe adopta características muy diferentes, emergiendo casi en contraposición al héroe solitario anterior, es él «...el hombre con familia, con amigos... El héroe verdadero de “El Eternauta” es un héroe colectivo, un grupo humano. Refleja así, aunque sin intención previa, mi sentir íntimo: el único héroe válido es el héroe en grupo, nunca el héroe individual, el héroe solo».

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Juan salvo entra en una nave de los Manos, intenta usarla y nace el Eternauta.

Otro elemento significativo es que nunca se enfrentan al poder real: Ellos, siempre combaten (y ocasionalmente vencen) al enemigo de la línea media (Gurbos, hombres robots, Manos). La manera en que se distribuye el poder en la historia es bastante particular. No se trata de un poder que poseen los Ellos y que los humanos tratan de conquistar. Es un poder que se dispersa en todas las estrategias que los actores plantean, que asume diversas formas, y que se traduce en tipos determinados de disciplinamiento, en concepciones sobre lo que está bien y lo que está mal, lo que es correcto y lo que no lo es, lo que es posible y lo que no lo es.

Es importante caracterizar brevemente al enemigo y sus diferentes caras: cascarudos, Gurbos y Manos sometidos por los Ellos. Tanto los cascarudos como los Gurbos son animales pacíficos, y sin ningún sentimiento colonizador que son atrapados y puestos en la batalla por el poder de los Ellos. Con respecto a los Manos, si bien también son esclavos y cumplen funciones en el preciso sistema de dominación, su capacidad de razonar los hace diferentes y es precisamente con ellos con quienes interactuarán los protagonistas de la historia. Tan diferentes son a los Gurbos y a los cascarudos, que en vez de un teledirector tienen implantados una glándula del terror, a mayor complejidad del dominado, mayor complejidad del modo de dominación. Por eso para someter a la especie humana utilizan todo tipo de avances tecnológicos belicistas, tales como nevada-alucinaciones-lanzarrayos-teledirectores, e incluso la utilización de la radio. Pero nunca dan la cara, siempre hay un dominado, incluso la propia humanidad, que actúa por Ellos, dando a entender que el verdadero poder suele ser difuso, casi inasible. Pero no por eso menos eficaz que cualquier otro.

«De otro modo enfocó el tema (el de los villanos de la historieta)... un clásico de la ciencia-ficción contemporáneo, “El Eternauta” (Oesterheld y Solano López, 1957). El guionista partió del transitado tópico de la invasión extraterrestre y enfrentó a los hombres sobrevivientes con sucesivos monstruos –cascarudos, Gurbos, Manos, hombres robots– que resultaron ser, finalmente, meros instrumentos en manos del verdadero invasor, ese poder que encarna el odio cósmico y tiene un nombre revelador: Ellos. Los hombres, derrotados, nunca, nunca llegan a enfrentarse a ese vago y temible enemigo y, cuando en una secuela de la historia, el protagonista lo ve, solo percibe una nube gaseosa e indefinida, apenas la metáfora visual de una fuerza ciega y destructora... Acaso sea la misma que la religión llama demonio o el psicoanálisis freudiano precisamente Ello, lugar de los impulsos instintivos. Porque en la historia de Oesterheld los Ellos son, por definición gramatical, los otros; pero la violencia, la soberbia y el destructivo deseo de poder que representan anida, parece decir, en cada uno»[34].

Puede decirse que los Ellos plantean sus estrategias de construcción de hegemonía intentando imponer su orden de cosas al mundo entero, mediante su poder armamentístico, su gran inteligencia, su dominio de los medios de comunicación, entre otros elementos. Esta categoría es útil para estudiar el grupo humano que encarna la resistencia, analizándolo primero como un grupo contrahegemónico, pero también para poner luz a las relaciones de poder que operan en el interior del mismo, y que llevan a la definición de estrategias de acción. Considero que indagar en la manera en que se construyen estas relaciones permitirá analizar con mayor riqueza el fenómeno planteado.

En lo que respecta a la mujer, el lugar que ocupan es secundario, acompañan a los hombres, no hacen la historia: la presencian. Su universo está claramente delimitado por el hogar, las tareas domésticas y ocuparse de su marido. Esa es su función social, su rol dentro del entramado social argentino de la década del cincuenta. Es importante recordar que la única mujer que aparece en la historieta, fuera del círculo familiar de Salvo, acaba siendo asesinada por el tornero Franco porque es una mujer robot al servicio de los Manos. Estaban tan claramente establecidos los roles dentro de aquella sociedad, años después cambiaría la situación, que no es casual entonces que aquella mujer fuera un soldado enemigo, y como tal, sea aniquilada. Porque dos formas de ser mujer se permitía en aquellos años, esposa y ama de casa, o joven de la calle, de quien es mejor no fiarse.

En relación con las dos formas de intelectualidad posibles, están marcadas por los personajes de Favalli y Mosca: Favalli es un profesor de Física, formado en el núcleo de las ciencias duras, y que manifiesta una sorprendente capacidad analítica, es capaz de comprender y de observar globalmente las situaciones que se presentan y de plantear con claridad soluciones y alternativas al grupo. Es sin duda de entre todos, el estratega, que logra imponer al grupo su cosmovisión, de manera tal que sus compañeros la aceptan y la adoptan como estrategia válida. Es sin dudas el hombre que representa la praxis, es quien moviliza al resto a la acción. Por su parte, Mosca, es periodista, historiador, su formación profesional lo habilita para ser el cronista de la invasión y la resistencia, y es este el rol que ocupa dentro del grupo. Su aporte es el de un mero observador que pretende contar la historia a la posteridad, pero que no se involucra en la acción cotidiana ni plantea estrategias a seguir, como sí lo hace Favalli.

 

 

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Notas:


[1] Oesterheld, Germán: «El Eternauta», 1976, p. 97.

[2] Ibid., p. 107.

 

[3] Ibid., p. 117.

[4] Ibid., p. 144.

[5] Ibid., p. 150.

[6] Ibid., p. 157.

[7] Ibid., p. 160.

[8] Véase nota 7.

[9] Ibid., p. 161.

[10] Ibid., p. 161.

[11] Ibid., p. 162.

[12] Foucault, Michel: «Vigilar y castigar», Ed. Losada, p. 95.

[13] Oesterheld, Germán: Ob. cit., p. 180.

[14] Ibid., p. 188.

[15] Ibid., p. 194.

[16] Ibid., p. 203.

[17] Ibid., p. 217.

[18] Ibid., p. 223.

[19] Ibid., p. 235.

[20] Ibid., p. 246.

[21] Ibid., p. 248.

[22] Ibid., p. 251.

[23] Ibid., p. 300.

[24] Ibid., p. 309.

[25] Ibid., p. 322.

[26] Ibid., p. 334.

[27] Ibid., p. 339.

[28] Ibid., p. 339.

[29] Ibid., p. 341.

[30] Ibid., p. 345.

[31] Ibid., p. 346.

[32] Ibid., p. 347.

[33] Sarte, Jean Paul: Prólogo de Stephane, Roger: «Retrato del aventurero». Ediciones de la Flor, 1968, p. 57.

[34] Stephane, Roger: «Retrato del aventurero», Ediciones de la Flor, 1968, p. 57.

   
   

 

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Creación de la ficha (2015): Luis Sujatovich. Edición de Antonio Moreno. · Datos e imágenes tomados de diversas fuentes
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
LUIS SUJATOVICH (2015): "La construcción del héroe en El Eternauta (3 de 3)", en REVISTA LATINOAMERICANA DE ESTUDIOS SOBRE LA HISTORIETA, 29 (16-III-2015). Asociación Cultural Tebeosfera, Ciudad de la Habana. Disponible en línea el 13/XII/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/la_construccion_del_heroe_en_el_eternauta_3_de_3.html