Title:
The Cold War in Hazañas Bélicas
Resumen / Abstract:
Este artículo estudia la influencia de la Guerra Fría en la segunda serie de Hazañas Bélicas en la década de los años cincuenta. Con este fin son analizadas tres cuestiones, relacionadas con la importancia del anticomunismo en la rehabilitación internacional del régimen franquista. Primero, los escenarios en los que se desarrolla la lucha anticomunista. Segundo, la construcción de los héroes anticomunistas. Tercero, la deshumanización de los villanos comunistas y el discurso anticomunista. Entre sus principales conclusiones destaca la idealización de la lucha anticomunista. / This article studies the influence of Cold War in the second series of Hazañas Bélicas in the Fifties. To this end, it’s to be analysed three questions, related to the importance of anticommunism in the international rehabilitation of Franco’s regime. First, the scenes of the anti-communist fight. Second, the making of anti-communist heroes. Third, the dehumanization of communist villainous and the anti-communist narrative. Between the main conclusions it’s to be noted the idealization of the anti-communist fight.
Palabras clave / Keywords:
Hazañas Bélicas, Guerra Fría, Anticomunismo, Franquismo, Geopolítica/ Hazañas Bélicas, Cold War, Anti-communism, Francoism, Geopolitics

LA GUERRA FRÍA EN HAZAÑAS BÉLICAS

 

La representación de los relatos bélicos suele ser subjetiva, unas veces porque transmite una experiencia personal, otras porque forma parte de la propaganda bélica, y con no poca frecuencia porque constituyen un medio de evasión o entretenimiento. Estos dos últimos motivos están presentes en Hazañas Bélicas, un cuaderno de aventuras que, como muchos otros, ofrecía una escapatoria temporal en la España del primer franquismo y que, a diferencia de la mayoría, mostraba explícitamente una serie de valores patrióticos y religiosos, dentro del marco ideológico del franquismo y la Guerra Fría. Esta última, entendida como la rivalidad entre Estados Unidos y la Unión Soviética, así como sus respectivos sistemas de alianzas, no se limitó al ámbito militar, sino que estuvo presente también en muchos otros, como el diplomático, el económico, el cultural y, sobre todo, el ideológico. En este último se traducía en un enfrentamiento entre capitalismo y comunismo que es anterior a la II Guerra Mundial y que culminó en el periodo 1945-89, identificado con la Guerra Fría propiamente dicha, aunque su significado varía de un país a otro (Westad, 2018: 11 y 28). Los límites cronológicos de la Guerra Fría han sido debatidos, aunque las fechas sobre las que existe un mayor consenso son 1947 para su inicio y 1989-1991 para su final. Igualmente se ha discutido su inevitabilidad, con respecto a la cual la interpretación mayoritaria es que el expansionismo norteamericano y el soviético conducirían antes o después a un enfrentamiento entre las dos grandes potencias en ascenso. Pero, sobre todo, la Guerra Fría supuso un estado de tensión permanente en el marco de un sistema internacional bipolar (Pereira Castañares, 2014: 505-511).

Esta rivalidad entre las dos superpotencias y sus respectivos bloques de alianzas constituyó una auténtica tabla de salvación para una dictadura condenada al ostracismo internacional al terminar la II Guerra Mundial, pues el anticomunismo inherente al régimen franquista encajó perfectamente en el enfrentamiento global entre las dos superpotencias y consiguió que España fuera aceptada como miembro de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1955. El anticomunismo franquista implicaba el rechazo no solo a esta ideología, sino también al régimen soviético que la encarnaba y a cualquier movimiento político o sindical que se autodefiniese como comunista, independientemente de que se situara en la órbita soviética o fuera de ella. Esta animadversión era proyectada también hacia otras ideologías, en un amplio abanico que iba desde el anarquismo al liberalismo, pasando por el socialismo en sus diversas variantes, aunque el apelativo de “rojo” fue el más usado para definir a los enemigos del franquismo desde la Guerra Civil, cuando se exageró la importancia de los comunistas tanto en el Gobierno como en las fuerzas republicanas. La dictadura amalgamó al comunismo con otros enemigos imaginarios en un confuso “contubernio judeo-masónico-comunista”, a partir del cual el anticomunismo franquista parecía ser más un dogma de fe que el producto de una sofisticada elaboración ideológica.

El giro de la política exterior española hacia los Estados Unidos tuvo lugar durante las dos primeras fases de la Guerra Fría (1947-1953 y 1953-1962),  y se desarrolló paralelamente a la segunda serie de Hazañas Bélicas, iniciada por Ediciones Toray en mayo de 1950 y prolongada hasta 1963, con un total de 321 números (incluidos el 49 bis y el 51 bis), por lo que no es sorprendente encontrar en sus páginas un marcado carácter anticomunista, así como una evidente influencia norteamericana. Este anticomunismo no es algo desconocido para la historiografía, que lo ha señalado como una de las principales características de este cómic, desde trabajos pioneros como los de Conde Martín (1977: 24-25) y Vázquez de Parga (1980: 120-126) hasta otros más recientes como los de Altarriba (2001: 273-276), Marimon Riutort (2005: 121-125), Porcel (2010: 214) y Díaz Benítez (2014a: 219-220; 20214b: 80-84). Pese a este aparente consenso, todavía quedan cuestiones por resolver, como la intencionalidad de Guillermo Sánchez Boix, Boixcar (1917-1964), al elaborar estos relatos. No es mucho lo que sabemos sobre su vida y sus creencias, aunque estas últimas las suponemos plasmadas hasta cierto punto en su obra. Según su hermano Josep María Sánchez Boix, en una entrevista realizada por Joan Navarro, Boixcar fue alistado en el Ejército Popular de la República, se refugió en Francia al terminar la Guerra Civil, no le interesaba la política y se definía más bien como antifascista. Con respecto al anticomunismo, no se identificaba con él, pero tampoco podía ceder el papel de héroe a los comunistas (Navarro, 1977: 26-27). Sin embargo, autores como Porcel (2010: 212-215) han señalado la evidente contradicción entre esta perspectiva y el adoctrinamiento nacional-católico y el anticomunismo en los relatos publicados en la década de los cincuenta.

Portada de Boixcar para Hazañas Bélicas, segunda serie, 192.

Este artículo no pretende resolver todas las incógnitas que suscita el anticomunismo de Hazañas Bélicas, pero sí tiene como objeto definirlo un poco más a partir del estudio de los relatos de esta serie publicados entre mayo de 1950 y mayo de 1960, reeditados en 2014 por Planeta DeAgostini. Los relatos no están numerados, pero han sido identificados en la base de datos de Tebeosfera, en la que aparece incluso la fecha de publicación de cada uno de ellos. A lo largo de esa década aparecieron 261 números con una periodicidad quincenal. Por tanto, está disponible la serie completa para la década de los cincuenta, a la que está acotada esta investigación, pues la visita del presidente Eisenhower a España en 1959 marcó la culminación del apoyo norteamericano al régimen franquista. No se incluye los números publicados después de mayo de 1960, ni los almanaques, ni las series iniciadas en 1957 y 1958, más difíciles de localizar de forma completa y que ampliarían excesivamente un conjunto de relatos que ya resulta difícil de abarcar.

Estudiar el anticomunismo de Hazañas Bélicas requiere, en primer lugar, contextualizar esta serie dentro de los importantes cambios que experimentó la política exterior española en un contexto internacional marcado por la Guerra Fría. En segundo lugar, es preciso analizar la presencia de los relatos anticomunistas en un cuaderno de aventuras que no se limitaba a este tema y en el que la lucha contra la Unión Soviética y sus aliados se muestra en diferentes escenarios con desigual importancia. En tercer lugar, es necesario estudiar la idealización del héroe anticomunista que protagoniza estos relatos. En cuarto y último lugar, la reflexión sobre esta representación subjetiva del enfrentamiento ideológico entre las dos grandes superpotencias quedaría incompleta sin hacer referencia a la demonización del villano comunista y la reiteración explícita del discurso anticomunista a lo largo de esta década.

 

1. Guerra Fría y supervivencia del régimen franquista

La gran ausente en los conflictos que sirven de marco para los relatos de Hazañas Bélicas es la Guerra Civil, sin la cual es imposible entender la existencia de la dictadura de Franco, cuya victoria en la contienda fue posible gracias a la ayuda militar proporcionada por la Italia fascista y el Tercer Reich. La deuda económica contraída entonces con sus aliados fascistas, junto con su afinidad ideológica y sus ambiciones territoriales, contribuyó a alinear diplomáticamente al régimen franquista con el Eje. La falta de preparación económica y militar, así como la necesidad de reconstruir el país tras la guerra, forzó una neutralidad inicial ante la II Guerra Mundial que no impidió la colaboración clandestina con el Eje, incluso aunque esto supusiera el incumplimiento de sus obligaciones como neutral, e incluso una tentación belicista a partir de junio de 1940 que finalmente no se materializó en una beligerancia oficial al no conseguir garantías para sus reivindicaciones territoriales, entre otros factores. La sustitución de Ramón Serrano Suñer por Francisco Gómez-Jordana como ministro de Asuntos Exteriores y el cambio de curso de la guerra favorecieron un lento retorno de la política exterior española hacia una estricta neutralidad que no fue completo, pese a las presiones británicas y norteamericanas (Hernández Sandoica y Moradiellos, 2002: 241-267).

Portada de Boixcar para Hazañas Bélicas, segunda serie, 164.

En los últimos años de la guerra, los Gobiernos británico y norteamericano consideraron el futuro de Franco, tan vinculado desde sus orígenes a las potencias fascistas. El riesgo de que su derrocamiento pudiera provocar la reanudación de la Guerra Civil, que podría acabar con una victoria comunista, y la ausencia de alternativas creíbles hicieron que prefiriesen conservarlo al frente de España como un mal menor (Moradiellos, 2005: 384-420). No obstante, los Aliados no podían olvidar su origen ni su apoyo al Eje durante la II Guerra Mundial, por lo que optaron por una línea dura que forzase al menos la apertura del régimen. El Gobierno español fue excluido de la ONU, cuya Asamblea General lo condenó al aislamiento diplomático a finales de 1946. También quedó al margen del Plan Marshall y de la Organización Europea para la Cooperación Económica (OECE) (Gil Pecharromán, 2008: 142-155).

En esta tesitura, el régimen franquista comenzó a desarrollar una serie de políticas de sustitución con el fin de encontrar aliados que le permitieran salir del ostracismo al que había sido relegado. Una de las direcciones que tomaron estas políticas fue la de Hispanoamérica, donde lograron el apoyo de otras dictaduras, como la de Rafael Leónidas Trujillo en la República Dominicana y la de Juan Domingo Perón en Argentina. Otra se dirigió hacia el mundo árabe, al que intentó atraerse mediante su respaldo a la causa palestina. Pero el mayor apoyo que podía recibir el régimen para su supervivencia internacional era el de los Estados Unidos, con los que no dudó en jugar la baza del anticomunismo desde la II Guerra Mundial. El desarrollo de la Guerra Fría hizo que el gigante norteamericano considerase la necesidad de instalar bases militares en el extremo occidental de Europa frente a una posible agresión soviética. En 1950, el éxito de las políticas de sustitución y el apoyo norteamericano acabaron con el aislamiento diplomático de España y permitieron su reconocimiento en el exterior (Gil Pecharromán, 2008: 155-185). No significó una revocación completa de la resolución de 1946, pero sí constituyó una victoria diplomática frente a las democracias occidentales, además de reforzar el poder de Franco dentro de España y desarrollar su política exterior (Portero, 1989: 401-402).

Portada de Boixcar para Hazañas Bélicas, segunda serie, 48.

La Guerra de Corea (1950-1953) incrementó el apoyo norteamericano (Hualde Amunarriz, 2016: 297-307). En 1951 comenzaron unas difíciles negociaciones que culminaron dos años después con los Pactos de Madrid. España cedía una serie de bases militares en su territorio a los Estados Unidos, a cambio de ayuda económica y militar. Lejos de ser considerados como un acuerdo entre iguales, estos pactos convirtieron al país ibérico en un “satélite estratégico” de Washington, pero supusieron también un triunfo diplomático para la supervivencia de la dictadura franquista. Este apoyo norteamericano, el éxito de las políticas de sustitución y la muerte de Stalin permitieron que España fuera admitida como miembro de la ONU en 1955, éxito que no se extendió a las pretensiones del régimen de acceder a la Comunidad Económica Europea (CEE) y a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), pues su naturaleza dictatorial constituía un obstáculo insalvable (Gil Pecharromán, 2008: 207-212). Los pactos con Estados Unidos reforzaron al régimen franquista y le proporcionaron una ayuda económica y militar que necesitaba urgentemente, pero a costa de una serie de concesiones tan importantes que durante las décadas siguientes constituyeron uno de los principales ejes de las negociaciones hispano-norteamericanas (Viñas, 2010: 269-296).

Portada de Boixcar para Hazañas Bélicas, segunda serie, 89.

Los acuerdos alcanzados con la superpotencia occidental suponían un giro de 180º con respecto al antiamericanismo tradicional de buena parte de las elites políticas del franquismo, desde los tradicionalistas católicos hasta los falangistas más extremistas. Las críticas eran publicadas abiertamente, y en ellas participaban personalidades políticas tan destacadas como Carrero Blanco, Ramón Serrano Suñer e incluso Franco, especialmente a través de los artículos publicados en Arriba entre 1946 y 1951 bajo el seudónimo de Jakin Boor. Las críticas iban desde el sistema político norteamericano hasta su cultura, sin olvidar su riqueza material y su poder militar, además de asociar al gigante norteamericano con la masonería, una de las principales obsesiones del régimen franquista. Sin embargo, el cambio de curso de la II Guerra Mundial a favor de los Aliados a partir de 1943 contribuyó a reducir los ataques desde la prensa, aunque fue preciso esperar una década más para lograr una mayor contención por parte de los sectores más antiamericanos y, sobre todo, una presentación más positiva de los Estados Unidos en los medios de comunicación (Seregni, 2007: 113-187). En esta última ayudó sobre todo la creciente influencia cultural norteamericana, iniciada con la propaganda de guerra hacia 1942 (Pizarroso Quintero, 2009: 101-110) y mucho más extendida, incluso hasta llegar al cuaderno de aventuras, en la década de los cincuenta (Porcel, 2010: 204-205).

El giro de la política exterior española hacia Estados Unidos y la creciente influencia cultural norteamericana en España no se tradujeron en una apertura política del régimen franquista ni en una mayor libertad de expresión. Al contrario, el control ideológico de los cómics a través de la censura se acentuó a partir de la década de 1950. Inicialmente, no había sido muy dura, estaba más preocupada por el sexo que por la violencia y se manifestaba sobre todo a través del control de los cupos de papel y la autorización de la periodicidad (Vázquez de Parga, 1980: 24-31; Marimon Riutort: 2005: 16; Fernández Sarasola, 2013: 21-41). Pero, siguiendo el ejemplo francés de control de las publicaciones infantiles en 1949, el control de los cómics españoles se reforzó progresivamente desde el Ministerio de Información y Turismo (1951). En 1952 fue creada la Junta Asesora de la Prensa Infantil, que no tardó en elaborar una relación de contenidos prohibidos según el tipo de publicación. Un decreto de junio de 1955 clasificó estas publicaciones en diferentes categorías, como la de “revista para jóvenes”, en la que fue incluida Hazañas Bélicas, e impuso la censura previa (Porcel, 2010: 262-265, Fernández Sarasola, 2019: 488-494). Las instrucciones generadas para controlar la prensa infantil insistían sobre todo en lo que no debía aparecer en este tipo de publicaciones, especialmente en relación con cuestiones morales, religiosas y políticas (Sanchis, 2009: 162-183). Por tanto, el marco legal en el que se desarrolló la segunda serie de Hazañas Bélicas era más rígido que el de los años cuarenta, aunque tampoco implicó necesariamente el marcado carácter anticomunista que se aprecia en muchos de sus relatos.

 

2. Los escenarios de la lucha anticomunista en Hazañas Bélicas

El anticomunismo de la segunda serie de Hazañas Bélicas es una consecuencia del enfrentamiento entre las dos grandes superpotencias en el marco de la Guerra Fría, pero no es exclusivo de ella. Durante los años cincuenta y sesenta la psicosis anticomunista se tradujo en la aparición de cómics propagandísticos norteamericanos como Is this tomorrow? America Under Communism (1947), una historia de ficción sobre la conquista del poder por los comunistas, y Treasure Chest of Fun and Fact (1946-72), con la serie This Godless Communism (1961) dirigida sobre todo al público católico y con un carácter proselitista (Strömberg, 2011: 64-66; Fernández Sarasola, 2017). El anticomunismo estaba presente en los cómics bélicos durante la Guerra de Corea, en la que no solo se idealizaba a los protagonistas norteamericanos, sino que también se deshumanizaba al enemigo comunista (Fernández Sarasola, 2012). La mayoría de los cómics bélicos norteamericanos de la década de 1950 fueron particularmente ultrapatrióticos y maniqueos, con series dedicadas a la Guerra de Corea, como la revista G.I. Joe (1950), su versión femenina G.I. Jane (1953), Combat Kelly (1951) y Warfront (1958), aunque menos numerosas que los ambientados en la II Guerra Mundial (Conroy, 2011: 130-136). En la misma línea se sitúan Steve Canyon (1947) y Johnny Hazard (1944), pero no faltaron tampoco dos notables excepciones de la editorial EC Comics con guiones de Harvey Kurtzman, Two Fisted Tales (1950) y Frontline Combat (1951), que, sin estar ambientados exclusivamente en el periodo de la Guerra Fría, incluyeron relatos sobre la Guerra de Corea desde una perspectiva más crítica y realista (Coma, 1978: 163-166).

En España, el anticomunismo estaba más o menos presente en el cuaderno de aventuras (Vázquez de Parga, 1980: 120-126), especialmente en algunos de los cómics que surgieron en la estela de Hazañas Bélicas, como Postguerra (1951), mientras que en otros muchos la Guerra Fría constituía el contexto en el que estaban ambientados los relatos, como Episodios de Corea (1952) (Porcel, 2010: 218-226). Pero el anticomunismo era explícito sobre todo en la segunda serie del cómic bélico creado por Boixcar. No obstante, es preciso señalar que Hazañas Bélicas no se limitaba al anticomunismo. En los 261 relatos publicados entre mayo de 1950 y mayo de 1960, poco más de la mitad hacen referencia al enfrentamiento contra el comunismo, incluidos los situados en el frente ruso durante la II Guerra Mundial. De hecho, los relatos anticomunistas solo son mayoritarios entre 1953 y 1958, mientras que para el resto de esta década predominan otros relatos, preferentemente en la II Guerra Mundial y, en menor medida, en la Gran Guerra y otros conflictos, como la descolonización del norte de África.

Gráfico 1. Porcentaje de relatos anticomunistas en Hazañas Bélicas (1950-1960).
Elaboración propia a partir de: Boixcar (2014): Hazañas Bélicas, Madrid, Planeta DeAgostini, vol. 1-53.

Por tanto, la frecuente, aunque no inevitable, presencia del anticomunismo en la segunda serie de Hazañas Bélicas es evidente y además está distribuida desigualmente entre los diferentes escenarios en los que se desarrolla la lucha contra la Unión Soviética y sus aliados. De todos ellos, el más repetido es el enfrentamiento germano-soviético (1941-1945) durante la II Guerra Mundial, anterior a la Guerra Fría, cuyo inicio se sitúa en 1947, pero considerado como un precedente sobre todo desde la perspectiva del régimen franquista. En este sentido, el envío de la División Azul a combatir junto a la Wehrmacht contra el Ejército Rojo se presentaba como una credencial anticomunista (Núñez Seixas, 2016: 390) en lugar de la evidente contradicción que debería haber supuesto para un país oficialmente neutral durante la contienda de 1939-1945. En palabras del protagonista alemán de “Al asalto”: «Estoy seguro de que algún día las naciones tendrán presentes estas gestas y nuestros enemigos de Occidente sabrán aprovechar la gran lección que les dimos». La distribución de estos relatos es muy irregular: se concentra sobre todo en 1951-1952, durante las negociaciones con Estados Unidos, con dos repuntes en 1954, año en el que se produce el regreso de los divisionarios que todavía estaban como prisioneros de guerra en la Unión Soviética, y 1959, tras la Guerra de Ifni-Sáhara (1957-1958), en la que el Gobierno español intentó convencer al norteamericano de que el ataque del Ejército de Liberación sobre aquellos territorios había estado respaldado por los soviéticos (Marquina Barrio, 1986: 659-660).

Gráfico 2. Escenarios de la Guerra Fría en Hazañas Bélicas (1950-1960).
Elaboración propia a partir de: Boixcar (2014): Hazañas Bélicas, Madrid, Planeta DeAgostini, vol. 1-53.

Dentro de los escenarios propiamente dichos de la Guerra Fría, el más recurrente es la Guerra de Corea (1950-1953), que, junto con el anterior, representa dos tercios de los relatos anticomunistas de Hazañas Bélicas en los años cincuenta. A diferencia de la contienda germano-soviética, el 71% de los relatos enmarcados en el conflicto coreano se concentran entre 1953 y 1956, es decir, inmediatamente después de la firma del armisticio (1953). Algo similar ocurre con los relatos de la Guerra de Indochina (1946-1954), iniciados en 1954, precisamente cuando se produjo la retirada francesa tras la derrota de Dien Bien Phu: más de la mitad se concentra en los dos años siguientes. Las aventuras en territorio norteamericano están agrupadas entre 1956 y 1959, a diferencia de las que suceden en China y la Europa soviética, más dispersas. En este último escenario destacan dos años: 1953, cuando fueron firmados los pactos hispano-norteamericanos y el concordato con el Vaticano; 1957, poco después del aplastamiento de la revolución húngara de 1956 por las fuerzas del Pacto de Varsovia.

La selección de estos escenarios no implica una descripción detallada de acontecimientos históricos, de los que solo se menciona algunos de los más conocidos ocasionalmente, como la batalla de Stalingrado (1942-1943) en “Diez minutos en Stalingrado” e “Infierno en Stalingrado”, entre otros relatos. En realidad, no suelen ser más que el marco en el que se desarrolla un conflicto moral que termina con el triunfo del bien, especialmente los valores cristianos, y el castigo del mal, identificado frecuentemente con el comunismo, tal y como ha señalado Porcel (2010: 210-212). En palabras de Boixcar en “Corresponsales de guerra en Corea”, el primero de los relatos ambientados en este conflicto:

En este cuaderno, como en otros que seguirán, no pretendemos reflejar exactamente los hechos de guerra acaecidos en Corea. Los personajes son puramente ficticios, y solo los hechos serán en ciertos aspectos, un fiel reflejo de la verdad, con el fin de mostrar al público las difíciles condiciones en que se ha desarrollado la lucha en el “país de la mañana sonriente”.

Portada de Boixcar para Hazañas Bélicas, segunda serie, 16.

En esta línea se sitúan los relatos ambientados en la crisis húngara de 1956 y publicados en 1957 y 1958: “Bautismo de fuego”, “Sin Dios y sin patria” y “Volvió un hombre”. En los tres Boixcar desarrolla una defensa de los valores cristianos y el patriotismo, así como un rechazo absoluto del comunismo. En realidad, y pese al debate abierto sobre la ideología de la revolución húngara, no parece que el cristianismo fuera su principal reivindicación ni que hubiera un rechazo absoluto del socialismo, sino más bien un deseo de independencia nacional frente a la Unión Soviética y, para algunos, la construcción de un «socialismo democrático» (Ferrero Blanco, 2006: 112).

 

3. Héroes anticomunistas

Durante la II Guerra Mundial, los cómics de la editorial Timely mostraban la lucha entre el bien y el mal con una claridad que no dejaba dudas al público infantil al que iban dirigidos. Los buenos se identificaban con el orden político y social, aparecían adornados con todas las virtudes posibles y siempre vencían. En cambio, los malos suponían una amenaza al orden establecido, adolecían de importantes defectos y, al final, terminaban castigados por sus crímenes (Rodríguez Moreno, 2010: 117-122). En España, el cuaderno de aventuras de la posguerra también centraba su atención en el conflicto entre el bien el mal, aunque aquí el orden con el que se identificaban los buenos era el impuesto por el régimen franquista, con héroes que también compendiaban todas las virtudes conocidas, aunque sin superpoderes, y que, al menos inicialmente, eran españoles, y más tarde, gracias a la influencia cultural de Estados Unidos, norteamericanos (Vázquez de Parga, 1980: 74-91). Los protagonistas de Hazañas Bélicas encajan en la definición aplicada al cuaderno de aventuras, aunque con tres importantes matizaciones: no son héroes recurrentes, sino que protagonizan aventuras limitadas a un relato; no son planos, sino que se debaten en un conflicto ético; y los relatos no concluyen necesariamente con su triunfo, sino con el de los valores morales, religiosos o patrióticos que pretende transmitir el cómic (Altarriba, 2001: 270-273; Porcel, 2010: 210-212).

Los luchadores anticomunistas de la segunda serie de Hazañas Bélicas son, en su gran mayoría, militares, y un tercio de ellos combaten en el Heer o en la Luftwaffe del Tercer Reich. No es de extrañar este predominio con respecto a las fuerzas armadas de otros países, dada la importancia concedida al conflicto germano-soviético, ni que en este tipo de relatos los protagonistas sean principalmente alemanes, con un comportamiento modélico que no refleja los crímenes de guerra cometidos en esta contienda. Pero esto no quiere decir que no haya excepciones. Entre los combatientes alemanes se incluye algunos españoles de la División Azul, concretamente en cuatro relatos publicados en 1954 y 1955, tras el retorno a España de los últimos voluntarios que permanecían como prisioneros de guerra en la Unión Soviética: “Vista, suerte y al toro”, “Sinfonía en rojo y azul”, “Un español en Rusia”, todos de 1954, y “El cerco de Leningrado” en 1955.

Gráfico 3. Protagonistas anticomunistas en Hazañas Bélicas, 1950-1960.
Elaboración propia a partir de: Boixcar (2014): Hazañas Bélicas, Madrid, Planeta DeAgostini, vol. 1-53.

También es posible encontrar en este escenario personajes alemanes que no destacan precisamente por sus virtudes, pero no como ejemplos de sus compatriotas, sino considerados como casos aislados y que sirven a Boixcar para desarrollar los conflictos éticos. Así, frente al sádico piloto de “Su mayor victoria” y el codicioso de “Estelas de muerte” encontramos otros aviadores cuyo comportamiento modélico es premiado por Dios. Igualmente, en “Uno de tantos”, las malas acciones de uno de los protagonistas alemanes quedan compensadas por las buenas obras de sus compañeros. A veces no hay ejemplos positivos que anulen los desatinos del protagonista, aunque este acaba castigado providencialmente. En “Hombres de hielo”, un cruel y avaricioso piloto alemán muere congelado, mientras que el asesino de “El gigante se tambalea” termina tiroteado. Cuando el protagonista descarriado se arrepiente de sus pecados, como el cobarde y traicionero capitán de “Lluvia y balas”, es premiado, o al menos conserva la vida.

Portada de Boixcar para Hazañas Bélicas, segunda serie, 2.

No siempre los protagonistas de los relatos ambientados en el frente ruso son alemanes. En “Tras el Telón de Acero”, los protagonistas son guerrilleros polacos, al igual que en “Guerrilleros en Polonia”. En este último caso y excepcionalmente son liderados por una mujer. La guerrilla monárquica yugoslava de Mihailovic, los chetniks, protagoniza “Héroes sin victoria”, donde se enfrenta heroicamente a los guerrilleros comunistas de Tito y a sus aliados soviéticos, sin que aparezca ningún indicio de las atrocidades cometidas contra croatas y musulmanes. El protagonista también puede ser ruso, como el de “Iván el rojo”, un piloto que se rebela contra la crueldad de sus camaradas comunistas y se alista para combatir al lado de los alemanes. Finalmente, en “Así pagan ellos” el protagonismo recae en una joven espía soviética, utilizada por su padre para progresar en su carrera política, acosada por un compañero y culpada injustamente de un desastroso bombardeo. Al final, la joven ayuda a los alemanes antes de morir asesinada por su acosador, todo con un fin didáctico: «En esta historia queda reflejada la tortuosa mentalidad de los comunistas».

Las fuerzas armadas norteamericanas son las que aportan más protagonistas anticomunistas, tras las alemanas. Al igual que ocurría con los alemanes en el frente ruso, los militares norteamericanos protagonizan los relatos de la Guerra de Corea, salvo algunas excepciones, como “Rutas rojas” y “Sueños de gloria”, con protagonistas cubanos; “Rastro en la nieve”, donde el héroe es un soldado surcoreano, o “Apocalipsis en Pohang”, con una familia norteamericana. También suelen ser norteamericanos, aunque no necesariamente militares, los protagonistas de las aventuras que se desarrollan en Estados Unidos y, a veces, en otros escenarios. Como excepción cabe destacar al expiloto alemán de la Luftwaffe que vuela prototipos de aviones supersónicos norteamericanos en “Más veloz que el sonido”. Al igual que ocurre con los héroes alemanes, el norteamericano suele encarnar todas las virtudes posibles, pero también es víctima de dilemas morales y a veces es representado por personajes que no son precisamente modélicos. Entre estos últimos destacan los soldados amotinados de “Rutas rojas”, asesinados por los comunistas, o el soldado de “El temerario”, que tras abandonar a su novia contrae la lepra y muere accidentalmente, o los saboteadores de “Más veloz que el sonido”, finalmente detenidos. A veces el mal ejemplo es femenino, como la joven de “Era inocente”, racista, cruel y sin escrúpulos, que pierde la vida en un accidente.

Portada de Boixcar para Hazañas Bélicas, segunda serie, 117.

Del resto de los protagonistas, destacan los alistados en el Ejército francés durante la Guerra de Indochina, que no son exclusivamente franceses, sino también españoles y alemanes de la Legión Extranjera, como en “Soga de acero”, “Operación «sin regreso»” y “Tres de la Legión”. En esta última hay un legionario español, al que se añade el gigante galo de ancestros españoles en “«King-Kong» Pérez”. Los protagonistas franceses se ajustan a lo dicho para alemanes y norteamericanos, lo que incluye algún relato en el que los protagonistas no son precisamente ejemplares, como los codiciosos soldados de “Un hallazgo sensacional”. Entre los relatos con protagonistas procedentes de las Fuerzas Armadas soviéticas se encuentran “Cruces y estrellas” y “El héroe anónimo”, protagonizados por aviadores alemanes procedentes de la Luftwaffe. Los protagonistas soviéticos no aparecen necesariamente como héroes, sino más bien como ejemplos a evitar, salvo cuando renuncian al comunismo. Aparte del Ejército surcoreano, también hay un relato protagonizado por un oficial británico que en “Tragedia submarina” lucha contra el espionaje comunista en Hong Kong. En cuanto a los protagonistas civiles, suelen ser hombres jóvenes en edad militar, aunque con algunas excepciones notables, como la intrépida reportera norteamericana de “Corresponsales de guerra en Corea” o la audaz guerrillera china que lidera la resistencia anticomunista en “Metralla de papel”.

 

4. Los villanos comunistas y el discurso anticomunista

Los antagonistas de los relatos anticomunistas son, obviamente, los comunistas, denominación aplicada más frecuentemente que la de soviéticos, chinos, norcoreanos o vietnamitas en los diferentes escenarios elegidos para estos relatos. En otras palabras, lo que define al enemigo no es su nacionalidad, sino su ideología. Incluso en algunos relatos no aparecen deshumanizados: quedan relegados a un segundo plano, mientras Boixcar resalta el conflicto moral en el que el protagonista se enfrenta a sí mismo o a otros personajes que, siendo de su misma nacionalidad, muestran un comportamiento reprobable. Así ocurre con los soldados soviéticos de “Huellas de sangre”, los chinos y norcoreanos de “Furia” y “Algo más que la vida” y los vietnamitas de “Tres de la Legión”, entre otros relatos. Además, se trata de personajes que, excepcionalmente, muestran su capacidad para redimirse al abandonar la ideología comunista, como el piloto ruso de “Iván el rojo” o el guerrillero vietnamita cristianizado de “Dos vidas”.

Portada de Boixcar para Hazañas Bélicas, segunda serie, 54.

Pero lo más frecuente es que los comunistas aparezcan deshumanizados con un comportamiento claramente censurable, ya sea de forma anónima o a través de personajes individualizados. Los crímenes cometidos por la masa anónima reiteran la crueldad atribuida a los comunistas: un avión intenta ametrallar a un piloto que ha saltado en paracaídas en “Cazadores de monstruos”, los guerrilleros de “Iván el rojo” destacan por su fanatismo y crueldad, un carro de combate intenta aplastar a un alemán herido en “Orgía de fuego”, los soldados matan a los guerrilleros anticomunistas que se rinden en “«Z-2» no contesta”, torturan y asesinan a prisioneros alemanes en “Octubre rojo” y “La fuerza del débil”, ahogan a la tripulación de un carro de combate alemán en “Los pantanos de Pripet” y aplican una estrategia de tierra quemada que condena al hambre a la población soviética en “La llamada de la eternidad”. Este último relato muestra una ocupación alemana benigna, en la que la miseria y el hambre recaen en las autoridades soviéticas, ignorando así la guerra de exterminio llevada a cabo por el Tercer Reich, con la esclavización y el saqueo sistemático de las poblaciones ocupadas por la Wehrmacht, la muerte de más de la mitad de los prisioneros soviéticos capturados y las ejecuciones masivas de civiles como represalia por los ataques de los partisanos (Bartov, 2017: 96-121). Los soldados soviéticos también son ridiculizados en uno de los relatos tardíos de esta serie, “Empezó en Rusia”, publicado en 1960 y en el que son abatidos en grandes cantidades por los dos protagonistas alemanes, padre e hijo, con golpes y comentarios que dan un toque humorístico al episodio y que no son habituales en los relatos de Boixcar.

Portada de Boixcar para Hazañas Bélicas, segunda serie, 94.

La maldad soviética es reiterada una y otra vez en los relatos al ser personificada por una serie de villanos individualizados. El comandante Vasilev, de “Guerrilleros en Polonia”, remata a un herido, asesina a una mujer tras obligarla a delatar a la protagonista e intenta matar de frío a esta última, además de portarse como un cobarde que huye y suplica por su vida. El piloto Iván Nicolai, de “Estelas de muerte”, mata a un aviador alemán que ha saltado en paracaídas y a dos prisioneros, aunque él también muere cuando su avión es derribado por el protagonista. El coronel Komarov, de “Tras el Telón de Acero”, es cruel, despótico y embustero: tortura a un prisionero hasta la muerte, deporta a civiles a Siberia como represalia a un atentado e intenta obligar a la hermana de un francotirador a casarse con él, aunque este último lo mata finalmente. El coronel Bulganiev, de “La ruta de Moscú”, es tan ambicioso como incompetente, además de cruel y sin escrúpulos, secundado por el soldado Yugiev, servil, mentiroso, ladrón y asesino. La saga de crueles oficiales soviéticos, ya sean generales, coroneles, tenientes coroneles, capitanes o comisarios políticos, continúa en numerosos relatos de esta serie.

La crueldad es el demérito atribuido de forma más recurrente a los oficiales soviéticos, aunque no es el único. En “El Volga en llamas”, el comisario Antoniev es corrupto y pretende obligar a una chica a casarse con él, mientras que el ingrato piloto soviético de “Perseguidos en la montaña” intenta forzar a la hermana del aldeano que lo ha rescatado. La codicia domina a los agentes soviéticos de “El oro de Moscú”, que terminan matándose entre ellos para quedarse con el dinero destinado a sobornar a un Gobierno de Oriente Medio. Pero entre todos destaca por su sadismo el capitán Tchaiserev, de “El cerco de Leningrado”: no se contenta con torturar y asesinar a sus prisioneros, sino que también permite que perros y halcones se los coman, y además se rinde y huye arteramente de sus captores, aunque termina herido por su propia artillería y devorado por los perros.

Los villanos soviéticos son mayoritariamente masculinos, pero no faltan tampoco las mujeres comunistas que ponen en apuros a los protagonistas, como la pérfida agente de “Espías en Oriente”, capaz de engatusar a los hombres y matarlos y que finalmente muere al caer por un precipicio. En “Los pantanos de Pripet”, otra espía engaña al protagonista para sabotear las líneas alemanas, aunque termina ahogada en un pantano. También pierde la vida la cruel comandante Ana de “¿Guerra de mundos?”, asesinada por sus propios hombres. A veces, puede redimirse, como la coronel soviética de “Tempestad de almas”, que salva al piloto norteamericano al que había engañado. Otra, la oficial capturada en “Seis letras”, se escapa precisamente porque sus captores norteamericanos la subestimaron por ser mujer. Pero normalmente son mujeres peligrosas que plantean dilemas morales a los protagonistas. Así, en “La estepa blanca” un soldado alemán busca a la traicionera espía soviética, con rango de coronel, que asesinó a su hermano. Inicialmente la golpea sin saber que es una mujer, por lo que se disculpa cortésmente, pero, tras descubrir que asesinó a su hermano, intenta matarla, infructuosamente, pues ella muere congelada en medio de la estepa.

El protagonista alemán de “Perdidos en el aire” no duda en recalcar la subversión de los roles de género que supone la existencia de una mujer soldado: «El uniforme te ha convertido en un ser extraño, que no es hombre ni mujer […], una criatura que ha despreciado la gloriosa misión de poder ser novia, esposa y madre […]». Algo similar dice el protagonista alemán, as de la Luftwaffe, en “La victoria es cara”, sobre la piloto apodada Bicolor, que llegó a derribarlo: «Un fruto del jardín soviético, sin alma, sin sensibilidad. Era una pieza más de la mecánica del régimen […]». En cambio, cuando la audaz protagonista femenina es anticomunista no se critica esta desviación del papel sumiso y pasivo atribuido tradicionalmente a la mujer, como ocurre con las guerrilleras de “Guerrilleros en Polonia” y “Metralla de papel” y la periodista de “Corresponsales de guerra en Corea”. Caso aparte es el de la reportera de “La guerra y una mujer”, que con más suerte que destreza rescata a su novio, capturado por los norcoreanos, y finalmente es socorrida por él tras ver un ratón.

Portada de Boixcar para Hazañas Bélicas, segunda serie, 99.

Crueldad, sadismo y falta de escrúpulos se repiten también en la caracterización de los comunistas asiáticos. Carentes de la caballerosidad de los protagonistas occidentales, no dudan en matar a una mujer en “Bajo el cielo de Corea”, disparan a varias en “Torbellinos de fuego” y golpean a otra y amenazan con matarla en “El libro de Confucio”. Inmisericordes, asesinan a los supervivientes de aviones derribados en “Guerrillas chinas” y otros relatos. Sádicos, ciegan y disfrutan disparando al protagonista de “La patrulla de la nieve”, además de rematar a los heridos y asesinar y torturar a los prisioneros en “El último disparo”. Su crueldad llega al extremo de matar a los amotinados norteamericanos de “Rutas rojas”, saquear y masacrar una aldea en “Dos chinos en China” y ahogar en el mar a los traidores en “Tragedia submarina”. Sus jefes son crueles y además se distinguen por su corrupción en “Metralla de papel” y su cobardía y perfidia en “Miedo y conciencia”. También hay comunistas asiáticas, tan peligrosas como malhadadas. La espía norcoreana de “Sueños de gloria” consigue engañar al protagonista, pero muere al estallar el polvorín que pretendía volar. También puede tratarse de una espía francesa al servicio de los comunistas vietnamitas, como Susana en “A tiro limpio”, novia del protagonista y fusilada tras ser descubierta.

La recurrente aparición de villanos comunistas, especialmente aquellos que personifican la crueldad, podría parecer suficiente para atacar al comunismo, pero Boixcar refuerza el discurso anticomunista con una serie de alegatos explícitos en muchos relatos, sobre todo entre 1952 y 1959. Algunos reivindican la lucha de la Wehrmacht contra el Ejército Rojo como un precedente de la Guerra Fría que no debería caer en el olvido. Así, en “Al asalto”, el teniente Heydrich afirma: «Y aunque perdamos la guerra, hemos demostrado que el gigante soviético no es invencible. Y esta es una lección que quizás un día el mundo tendrá que agradecernos». La idea de que la Unión Soviética no era imbatible y que la derrota alemana no fue estéril es reiterada en “El Volga en llamas”: «Y aunque no consiguieron la victoria apetecida, allí quedaron escritas con sangre y fuego las páginas gloriosas de un ejército que demostró que la U.R.S.S. no es una potencia invencible».

Portada de Boixcar para Hazañas Bélicas, segunda serie, 198.

El régimen soviético también es objeto de ataques directos. La ausencia de libertad queda puesta de manifiesto en “Cruces y estrellas”: «Entonces es así como se vive en Rusia. Siempre el temor y la desconfianza». La tiranía y el carácter represivo y antirreligioso del sistema están presentes en las palabras del coronel Borovitchi ante el riesgo de una insurrección popular en “«Z-2» no contesta”: «¡El pueblo! Si intenta algo lo aplastaremos. Y no me disgustaría que ocurriera tal cosa. El partido comunista está por encima de esa plebe torpe y sentimental». La miseria a la que parecía condenada la población es resaltada por una teniente soviética en “El agente enemigo”: «Con sus palabras, Sonia confirmaba la indigencia que reinaba en el “paraíso soviético” […]». La ausencia de libertad de expresión es denunciada en “El héroe anónimo”: «Frank cayó acribillado por las ráfagas mortales. Murió por proclamar al mundo la verdad de cuanto había vivido y la verdad se paga cara en el imperio de la mentira. Fue un héroe anónimo entre los muchos que caen tras el Telón de Acero, por el solo delito de tener conciencia». Y, por supuesto, la tiranía acabará algún día, tal y como afirma el protagonista de “Volvió un hombre”: «Un comunista no puede ser amigo de nadie. Por eso os valéis del terror para dominar, pero el hombre, a fuerza de sufrir, llega a ser inmune a los efectos de ese terror. Ya ves, antes tenía miedo, ahora ya no. Y lo que a mí me ocurre ocurrirá algún día a los pueblos oprimidos. ¡Ay de vosotros cuando esto ocurra!».

Portada de Boixcar para Hazañas Bélicas, segunda serie, 240.

La amenaza de la expansión comunista por el mundo también es denunciada en varios relatos, como “Guerra Fría”: «En algunas ocasiones han sido vistos submarinos soviéticos por mares del Pacífico. En concreto no se ha sabido el porqué. De lo que sí se puede estar seguro es de que no llevaban intenciones leales. ¡Los amigos no se ocultan de los amigos!». La hostilidad o más bien paranoia soviética es expuesta por un oficial en “Cruces y estrellas”: «La Rusia soviética solo tiene enemigos. Nuestros aliados de hoy son amigos convencionales y enemigos en potencia». El riesgo de infiltración soviética se aprecia en “El oro de Moscú”: «El oro de Moscú seguirá comprando conciencias débiles, y otros Boris y otros Ylias seguirán trabajando para conseguir los sórdidos propósitos de sus poderosos amos». La consideración del comunismo como una amenaza para la seguridad nacional queda patente en “A punta de bayoneta”, donde explicaría la derrota francesa en Indochina: «Así andaban las cosas en una administración socavada por la influencia comunista que, a conciencia, mandaba a sus compatriotas al matadero de Indochina». Este relato concluye con el contraste entre el patriotismo y el comunismo: «Un francés sería siempre un patriota dispuesto a dar la vida por la patria; a un comunista no le importa su país; será un individuo dispuesto a vender su patria y la de sus compatriotas al precio que sea». El mismo discurso que ataca al comunismo y a la Unión Soviética también defiende la lucha anticomunista, incluso aunque la suerte de las armas le sea adversa, como en “Manos en la sombra”: «Nuestras victorias no pueden ser decisivas por ahora, pero donde quiera que el destino nos lleve lucharemos contra el azote rojo que se cierne sobre nuestra patria». Esta lucha épica es justificada religiosamente en “Rastro en la nieve”: «Había aprendido que a los enemigos de Dios no se les podía combatir solo con palabras, y que a veces era preciso recurrir también a las armas».

Portada de Boixcar para Hazañas Bélicas, segunda serie, 124.

Pero si hay un acontecimiento aprovechado por Boixcar para glorificar la lucha anticomunista es la revolución húngara de 1956. En “Bautismo de fuego” se explica el origen del levantamiento popular a partir de la persecución religiosa soviética: «… y la Iglesia fue duramente perseguida, culminando la persecución con la detención del primado de Hungría Cardenal Mindszenty. Se sucedieron los asesinatos en masa…». El mismo relato asocia la causa comunista con la condenación eterna y legitima, desde el punto de vista religioso, la lucha anticomunista: «Peter consagró su existencia terrena al “Partido” y con ello ofreció la vida eterna a la condenación. Estanislao como otros mártires de la furia soviética serán llamados por el Señor. ¡Muertos por Dios y por la Patria! ¡Presentes! Responderán, y el cielo les abrirá, de par en par, las puertas de la gloria». Al igual que la derrota alemana frente al Ejército Rojo, la revolución húngara, también aplastada por los soviéticos, es reivindicada en aras de la libertad:

Una lucha sin cuartel, sin esperanzas de victoria, pero ellos y muchos como ellos han dado el grito de alerta. Su guerra no ha sido estéril. Con ella han dicho al mundo: «Algún día los Vosgos, los Oczis y Taber pueden llamarse Pierre, John o Juan. Permaneced despiertos. Allí, al Este, la gran amenaza roja está presta a destruir. No dejáis [sic] que la horda avance. ¡ACORDAOS DE NOSOTROS!».

Portada de Boixcar para Hazañas Bélicas, segunda serie, 173.

Los relatos de la segunda serie de Hazañas Bélicas en la década de los cincuenta no se limitan a reproducir la lucha contra la Unión Soviética y el comunismo, pues esta solo se muestra explícitamente en poco más de la mitad de ellos. De hecho, en muchos relatos los comunistas no son representados de forma deshumanizada y el enfrentamiento contra ellos es relegado a un segundo plano para destacar el conflicto moral en el que se debaten los protagonistas. Pero, aun así, el anticomunismo aparece frecuentemente entre sus páginas y constituye una característica destacada de esta serie por varias razones. Primero, por la selección de los escenarios en los que se desarrollan estas historias, sobre todo el frente ruso (1941-1945) durante la II Guerra Mundial, en el que se reivindica la lucha de la Wehrmacht contra el Ejército Rojo, y en menor medida la Guerra de Corea (1950-1953), coetánea a dicha serie. Segundo, por la idealización de los héroes, necesariamente anticomunistas y alistados preferentemente en las fuerzas armadas del Tercer Reich y los Estados Unidos. Tercero, por la deshumanización de los villanos comunistas, identificados con comportamientos reprobables y vencidos por los protagonistas o al menos castigados por la divina providencia. Cuarto, por los alegatos anticomunistas que, de forma recurrente y explícita, atacan a la Unión Soviética y al comunismo, al mismo tiempo que justifican y glorifican la lucha anticomunista. Este anticomunismo no es exclusivo de Hazañas Bélicas, sino común a otros cómics en España y en los Estados Unidos, en un contexto marcado por la incorporación del régimen franquista a un orden internacional dominado por la Guerra Fría. Tampoco resulta contradictorio con la creciente influencia cultural norteamericana en España en los años cincuenta, ni con el endurecimiento del control sobre los cómics a partir de esa década. Pero este anticomunismo no era inevitable, tal y como se aprecia en muchos relatos, en los que el enfrentamiento con los comunistas es solo un trasfondo para el relato principal, centrado en un dilema moral. Por tanto, la reiterada aparición de relatos anticomunistas y su explícita beligerancia parece responder más bien a una elección de Boixcar, cuyos motivos todavía no conocemos con claridad.

 

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Creación de la ficha (2022): Félix López
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
Juan José Díaz Benítez (2022): "La Guerra Fría en Hazañas Bélicas", en Tebeosfera, tercera época, 21 (14-XI-2022). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 20/IV/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/la_guerra_fria_en_hazanas_belicas.html