TEBEOSFERA \ TEBEOTECA \ DOCUMENTOS  \  ARTÍCULO


VIÑETAS FRUSTRADAS. LA NUEVA HISTORIETA ESPAÑOLA (2)


Artículo por Manuel Barrero

[ es parte 2. Leer parte 1  < ]

[ Cubierta del tebeo dos veces breve, con imagen de Kiko da Silva y Androito Ke-Ke Comics con Andrés G. Leiva. En el texto, cubiertas de Pinball  de Daniel Foronda, APB de Emma Ríos, y recto, con cubierta de Miguel Brieva, y PL*XI*GLS, de Jali. ]


El fanzinismo enmascarado.

Astiberri también ha dado alojo a la propuesta TOS, un tebeo con historietas cortadas por igual patrón que desde su identificación promulga la paradoja: “fanzine de historietas”.

Si bien se trata de un producto editorial cuidado, en edición, en diseño, es de partida un fanzine porque propone la libertad como máximo premio (y cobro) de sus colaboradores, convocados por Juanjo el Rápido. En TOS los editores sostienen cierto espíritu crítico leve en sus editoriales y cierto amor por el papel amateur –en sus repasos al fanzinismo del pasado-, pero desde luego no se trata de un fanzine en el sentido tradicional del término, más bien es un prozine, término yanqui que aquí nunca ha llegado a cuajar. Y si hemos de tener a TOS como fanzine, el concepto de fanzine debía someterse a revisión dado que el resto de fanzines no pueden competir con el atractivo de este producto.

Lo único que podría aquejar de fanzinismo a TOS es su heterogeneidad, pues se nutre de firmas de todo pelaje que hacen sus propuestas sin trabas y sin un esquema editorial predefinido, con lo que nos encontraremos tan pronto con una propuesta transgresora de Miguel Ángel Martín como con una anécdota liviana de Fermín Solís, con un Juan Berrio de línea amable al lado de un Alberto Vázquez de apariencia naïf. En suma, TOS supone un campo de pruebas heteróclito que no debiera ser considerado fanzine y sí trampolín hacia la profesionalidad en el nicho de la historieta mal denominada “independiente”.

El resto del fanzinismo español, al lado de revistas como TOS (para nosotros es una revista de historietas) boquea falto de posibilidades de seducir a un comprador que tiene localizadas estas propuestas transgresoras, distintivas, alejadas de la corriente general, en productos bien editados como el comentado. No ha lugar entonces para el fanzine clásico, el fresco pero burdo, el llamativo pero caro.

En Zaragoza hallamos dos modelos de fanzinismo con pretensiones de editorial que se han quedado a medio camino debido precisamente al poco arropo en la distribución y a la flaqueza de su estructura editorial. Uno de ellos, Malavida, es un fanzine que parecer querer mirarse en las propuestas estéticas de la Escuela Bruguera para ofrecer historietas brutas y cachondas sin concesiones y sin complejos. Y aunque les faltan varios hervores, los trabajos de Marcos, Moratha o Bernal sirven perfectamente para las historietas que quieren transmitir y que se hallan más cerca, sin duda, del “costumbrismo” con el que se ha querido etiquetar a los creadores de la historieta reseñada más arriba. Otra propuesta que se instala en los mismos renglones de ramplonería plástica es la editada por FX Gràfic, como ejemplifica su lanzamiento reciente Art is Dead! Es este un tebeo de Rafa Gil que demuestra que existen aún deseos por parte de editores minoritarios –nunca “independientes”, pues todos buscan vender su producto- de fundar nuevos cómics en sellos distanciados de las editoriales profesionales. Visto que lo importante es publicar, lanzan sus historietas, aún muy inmaduras, con ayuda de este tipo de editores atrevidos pero presurosos, que concitan colecciones teóricas como la que comenzó por el libro Alejandro M. Viturtia habla… Sus propuestas pueden ser llanas, toscas en el acabado, es cierto, pero la carga de comedia o de drama o de contenidos narrativos en general, es comparable a la de los productos arriba mencionados.

Fanzines que están faltos de reconocimiento son también los de Burz Comics y los editados por Antonio Jiménez Reyes. La publicación de este último, la cordobesa Androito Ke-Ke, pasa por ser uno de los fanzines decanos de la historieta española, pues nació en 1988 y ha alcanzado el núm. 40 en octubre de 2004. Androito nos ha permitido conocer la obra de Andrés G. Leiva antes de destacar en el injuve, reír con Farruqo antes de llegar a El Jueves o Avui, rescatar a Nicolás, descubrir a Luis Mato… o saber de los jóvenes creadores andaluces, que algunos hay. Acaso pocos logros los de esta publicación cordobesa, pero su presencia nula en festivales o publicaciones preocupa.

Otro grupo de publicaciones de la facción de los “olvidados” pese a ser de los que han pugnado con mayor fuerza por adquirir el rango de profesional es el sello zaragozano Burz. Otros colectivos gallegos, valencianos, catalanes o vascos también han dado pasos importantes en este sentido (recuérdese Barsowia o Gotham) pero el grupo maño ha sido el que más tebeos ha producido durante estos últimos cinco años. Tebeos todos ellos con apariencia profesional, que han tocado todos los palos genéricos, aunque con una calidad media regular en cuanto al dibujo (quien más progresó fue David Daza). Burza ha lanzado historietas muy trabajadas sobre la base de argumentos algo afectados de amateurismo, pero en suma Pinball, Psicótico, European, Gonmawa, Línea de tiro, Ocultos del sol, Black Clark, Mañana llega Michelle y otros tebeos constituían propuestas narrativas más o menos atractivas, que al menos narraban algo, historias con sentido.

Es innegable que la calidad de estas obras no puede compararse con la que brinda un “fanzine” como TOS. El problema surge en saber cuándo debemos considerar un producto como fanzine (rehuyendo previamente el planteamiento temático y el hecho de que los autores no cobran) si el sello editor que lo respalda se define como editorial. Una publicación que sufre de esta ambigüedad es la historieta de corte aún underground pero con el interés puesto en narrar algo, bien que con modos que necesitan refinarse, es el caso de APB de Emma Ríos. A prueba de balas es una historieta densa, con personajes que a veces cojean por excesivos, pero es una historia nervuda e interesante, si es que el género es del gusto del lector. Productos como APB no dejan de aflorar, pero ¿cómo salvan el problema de la distribución y del reconocimiento de la generalidad de aficionados?

Citemos por último el caso de Dos veces breve, que nació como una publicación profesional que pagaba poco o nada y que ha terminado reconociéndosele su identidad más allá (o más acá) del tebeo tradicional y en los festivales nacionales (Barcelona, La Coruña). Para nuestro gusto nadó a dos aguas también en sus primeros números, por razón de su fragilidad editorial. Ellos, en el editorial múltiple del núm. 4 de la segunda época se autodefinen como “post-tebeo”, «que es lo que nos dejan hacer en esta época multimediática». Esta frase deja de ser inocente cuando se comprende que el tebeo que realmente desearían hacer no les es posible debido a las trabas que los grupos de interés imponen a los pequeños editores. Si bien los productos de las editoriales fuertes circulan y son distribuidos con preferencia, los manejos de ciertas distribuidoras han terminado poniendo en crisis sellos como Dude, Mangaline o Astiberri, y no digamos ya para el caso de editores minúsculos como Ariadna editorial, el sello fundado por el cordobés José Vicente Galadí.

Mas, eso no implica que dos veces breve sea un producto infame, repudiado por el público, fanzinista. Al contrario, se trata de una revista nacida trémula pero actualmente fortalecida por la calidad de sus firmas, desde neófitos con gran potencial hasta autores de calidad innegable (como Pablo Velarde, Pedro Rodríguez o el muy prometedor guionista Jorge García) que Galadí eligió con muy buen gusto. El número Especial Galicia publicado en verano de 2004 supera con creces la mayoría de las propuestas de otras revistas o lanzamientos de historietistas jóvenes, dado que reúne a creadores de muy distintas técnicas y estilos pero con dos nexos comunes: talento narrativo e historias que contar, argumentos, relatos con menos vacuidades aunque algunas hay. Las aportaciones que en este número especial hacen Iglesias, Portela, Robledo, Rubín, Alberto Vázquez o Guitián podrían ser consideradas como algunas de las mejores historietas del año, y la revista una de las más claras candidatas al premio a la mejor publicación del Saló.

La nueva historieta.

En una edición anterior de Tebeosfera señalábamos en la dirección de José Luis Ágreda como representante de una generación nueva, con talento narrativo y plástico innegables, innovadores, complejos y eficaces. Lo veía como un representante del cómic de la posmodernidad. [ > ]Recientemente, de José Luis Ágreda se ha comentado que interesa más su técnica que sus historias, por poco sugestivas, cuando lo cierto es que sus trabajos publicados en NSLM o Cosecha Rosa tienen mucho más contenido que la mayoría de la historieta de los autores “revelación” recientes. Igualmente se ha opinado sobre Juan Berrio aduciendo que aporta ideas poco sugestivas en sus obras, y que ha sido “deglutido” por el fenómeno que se está dando en la historieta patria de carácter

«bastante peculiar por el que muchos jóvenes creadores están interesándose por unas temáticas y unos tratamientos de las historias muy costumbristas, por llamarlas de alguna manera. (…) más que a un costumbrismo propiamente dicho, respondería a lo que podríamos llamar esquemas de comedia adolescente, bien construidos pero cimentados sobre la repetición y una levedad emotiva que cada vez se aproxima más al vacío» (Gálvez, P. y Fernández, N. (2004): Nosotros somos los muertos. El arte de la resistencia, Ayto. de Gijón / Semana Negra, p.64).

Señalan estos dos teóricos que la rabia con la que llegaron ciertos historietistas a los que engloban en esta modalidad de historieta, P. Alcázar, M.B. Núñez (y antes que ellos, añado, Borja Crespo, Natxo Allende o también el Luis Durán de su primera etapa) o el J.L. Ágreda de sus tiempos mozos, se ha tornado hacia una domesticidad carente de interés. A nuestro juicio, sin embargo, Crespo o Allende representaban el final de underground español, Durán y Ágreda el inicio de nuevos caminos en la historieta (desde la construcción del relato sobre cimientos sólidos, el primero, desde la transgresión del lenguaje, el segundo) al que otros autores no han sabido o no han querido adherirse.

La levedad emotiva y el vacío que mencionaban Fernández y Gálvez son los descriptores del actual panorama “creador” de la nueva historieta española, en lo que podría entenderse como un proceso de profesionalización desde el ámbito fanzinista. Es decir, se están editando y tratando de vender con categoría de profesional obras que en su momento hubieran sido publicadas directamente en fanzines como primeros pasos hacia una maduración de las cualidades de autor. Hoy, con el fanzinismo tradicional muerto, es posible la publicación en unas condiciones económicas que un profesional de cualquier otro medio repudiaría por risibles y en ellas cabe cualquier tema, temática y desarrollo.

Creemos que, junto con Ágreda, algunos de los historietistas de TOS, dos veces breve y NSLM (sobre todo Keko, tal y como comentábamos hace dos ediciones [ > ]) los más interesantes autores de la nueva historieta española son los autores y editores de recto. Esta publicación, creada por Alcázar, Núñez y Miguel Brieva, constituye el más sincero acercamiento a la historieta de corte inquietante que parte de los universos enfermizos de Charles Burns o alucinados de Daniel Clowes, sin olvidar a Robert Crumb. Pese a que de Núñez se ha dicho que no sabe medir sus propios impulsos y que sus “moralejas” parecen algo forzadas, es sin embargo uno de los más interesantes historietistas de los últimos años, por abrir espacios para el desasosiego, obsesionado como se muestra por una realidad condenada, infernal, entre la culpa y la denuncia, siempre ambigua. Se halla en las antípodas de otros autores de la posmodernidad, acaso en la ultramodernidad que mencionábamos antes. En todo caso con una propuesta interesante siempre.

Alcázar se sitúa en una onda similar. También es dibujante de mundos abstrusos cuyos límites se plantean dentro de la propia mente. Su pasado “gore” y “rabioso” ha ido caminando por un sendero de irreverencia y perplejidad que ha concluido en una suerte de parábola fantástica desde la que se pueden extrapolar muchas lecturas de la realidad, del comportamiento humano y sobre todo de nuestros miedos. Brieva, por otro lado, autor sevillano atípico, ejercita una crítica social que se echa en falta en la historieta española desde que la asunción de la globalización nos hermanó bajo esta dictadura de mercado en que vivimos hoy. Debelador del capitalismo voraz y de las fallas del Sistema, las obras de Brieva muchas veces no son historietas sino carteles o diseños con el montaje habitual de los mensajes publicitarios para, precisamente, llamar la atención sobre el mensaje contrario.

La revista recto ha sufrido la mudanza editorial en sus primeros tres números (Undercomic-DobleD2sis-Astiberri) incapaz de hallar un soporte editorial fijo. Quizá el tebeo anduvo aquejado de cierto malditismo por lanzar un mensaje fatalista, o surrealista, conmovedor en definitiva, alejado del relato liviano e intimista de otros autores. Sin embargo, quizá en recto está la aportación más interesante de la última historieta española no ligada a géneros de consumo. Lo es porque Alcázar concita los miedos actuales e impregna sus obras de llamadas de atención sobre los peligros “reales” de la sociedad actual y sobre el problema de la identidad, sobre lo que se quiere y lo que se puede ser. Lo es porque Brieva acierta a señalar la artificiosidad de la felicidad promovida por la vida acomodaticia y regulada por el dinero. Lo es porque Núñez sigue indicándonos que tras la apariencia de normalidad late un mundo podrido, irreal pero posible, al que deberíamos mirar más a menudo. Si hay un autor comprometido hoy, con cierto aire de mensaje, es Brieva, y sorprende que haya tan pocos como él, preocupados realmente por la realidad que viven y no por la realidad que han construido para sí. Autores que entienden la historieta también como instrumento de recuperación de la memoria histórica, de compromiso, de denuncia (¿por qué no hay historietas contra la violencia doméstica, por qué no esfuerzos colectivos contra la condena de un dibujante, por qué no un tebeo comprometido con la defensa sin concesiones de los matrimonios homosexuales?; y el problema de los obreros, de la delincuencia infantil, de la inmigración que no cesa... ¿no interesan a nuestros conformes historietistas? Ups, perdón, me fui por las ramas…)

El “zarandeo editorial” sufrido por recto y su destino final no son detalles gratuitos. Con la reciente edición de la obra de Jali (José ángel Labari) PL*XI*GLS parece quedar demostrado, al peso, que la editorial bilbaína Astiberri ha pasado a ser la “Fantagraphics española”, o al menos la “L’Association a la española”, si bien recordemos que nos hallamos en un contexto muy diferente: tanto Fantagraphics como L’Association nacieron e impulsaron sus primeras aportaciones y sesgos a comienzos de los años ochenta, en el caso americano con interés por editar productos en el ámbito del llamado “mercado independiente” (adjetivo que en aquella tierra, monopolizada por los poderosos sellos editores de superhéroes cobra sentido), y en el caso francés con el interés depositado en editar productos lejos de los condicionantes de la bien engrasada industria francesa y de las imposiciones editoriales que esa misma industria ha generado (no en vano su lema era en el año de partida 1982: «l'Association pour l'Apologie du 9e Art Libre»).

El caso español es bien diferente, no hay sellos todopoderosos contra los que luchar salvo que así se entiendan Planeta-DeAgostini, Norma o B, ni hay imposiciones editoriales insalvables para los autores con intereses en la vanguardia o la transgresión dado que no existe el editor a la usanza yanqui o gala, es decir, que exija pero que pague debidamente. Por lo tanto el “fantagraphics español” o “L’Association española” resulta ser un editor con ilusiones que conoce el mercado (antes que fraile, librero), que paga lo justo pero que edita decentemente (aunque, algunas cosas, muy tarde), y que no resulta tan exigente como otros editores. El resultado es un ramillete de obras con las que ha acertado plenamente (el caso Luis Durán, epítome de todo acierto últimamente), y un puñado de ellas que parecen jugar al prueba y error, dando como resultado propuestas tan aparentemente rupturistas como aburridas.

Es el caso de este tebeo, PL*XI*GLS, que usa una metáfora minimalista (y a veces sórdida, tan cercana a los mundos de Frank L. Baum y de Michael Ende como a los de Richard Sala o Dave Cooper), para hablarnos de la problemática de la comunicación, del vacío de las esperanzas o de la confianza, y de la muerte. Pero lo hace usando demasiado espacio, demasiadas viñetas para, de nuevo, narrar poco, y en ambientes subyugantes construidos con miríadas de rayitas. La oscura ciudad que visita el héroe nos devuelve a esquemas decimonónicos, tanto plásticos como narrativos, y en efecto logra provocarnos el estado de ánimo que el protagonista nevera sufre. Al final resultar que estamos ante la enésima fábula sobre el amor y las eternas dudas adolescentes torpes (sobre si me amará o no me corresponderá esa chica) que acaba desembocando en el recurso de la resolución circular. De nuevo, mucha chicha y poco hueso. Y gracias a que la obra recibió subvención (del Certámen de cómic e ilustración injuve) y salen las 160 páginas de buen gramaje a 12 euros…

La obra de Jali creció en la mente dubitativa de su autor intentando «acercar lo especial a la cotidianeidad», contar algo sobre personas mediante personajes inusuales (un hombre nevera es el que inicia el relato, y luego convive con un hombre W.C. y un hombre televisor), lo cual resulta al menos sugestivo. Pero lo hizo sin otra pretensión, según ha declarado, que la de gustar dado que el hecho de crear historietas «Teniendo en cuenta el mercado español (…), al final lo haces un poco por amor al arte». Resulta sintomático lo de “gustar” y frustrante la convicción de este autor pamplonica.

Sintomático porque viene haciéndose norma que muchas de las “críticas” y reseñas que reciben estos productos, en bastantes casos elaboradas por personas cercanas a los autores o a los editores y publicadas en sus propias publicaciones de información y autopromoción, carecen de otro argumento que el de “a mí me ha gustado”, desarrollándose la “crítica” española actualmente en un mar de calma donde no cabe lo desapacible o lo amargo (y no digamos lo acerbo) por aquello de no “desequilibrar amistades”.

Frustrante porque el hecho de que declare esto un autor como Jali después de haber sido autor ya de cuatro tebeos y varias colaboraciones (Hermi & Max, Billete de ida al espacio, Igor Mortis, El niño miope…, A Berta le atormenta la tormenta, Tapa Roja, TOS o este PL*XI*GLS) es indicativo de que abunda la ilusión y el envanecimiento de neófito y escasean los autores resueltos a profesionalizarse aun a riesgo de emigrar hacia mercados de Francia, EE UU o a manos de agentes de Europa del Este.

Seguir trabajando en condiciones de precariedad sólo contribuye a sostener la industria de la interinidad que tenemos. O la industria del trapicheo, que no se enmendará por mucho Felipe López Martín que por ahí circule.

Una opción pasa por insistir en el género infantil antes que en el juvenil. Según un estudio de la Asociación de Investigación de Medios de Comunicación (AIMC) publicada en agosto de 2004, el 48’9% de los niños españoles entre 8 y 13 años se conecta a Internet. Ese era el dato relevante. Pero la gráfica de los medios para el entretenimiento que se estudia también contemplaba a los cómics (los denominaba “tebeos / cómics”) y era el único estadístico en el que las apetencias por el medio en la franja de 8 a 10 años (25,5%) se eleva por encima de la franja de apetencias de 11 a 13 años (19,3%). Esto significa que en un rango de población de entre 8 y 10 años, los niños se sienten sensiblemente más atraídos por los tebeos que por otros medios, al contrario que durante su preadolescencia, que es cuando el televisor, internet y las revistas de información juvenil les capturan la atención. Ergo, si se quiere vender cómics a los niños en España, aparentemente y si es fiable este registro, habría que dirigirlos a niños menores de 11 años antes que a los adolescentes.

Por el momento hay editores que han sabido hacerse eco de estas apetencias, y es posible que estudios de mercado similares fueran los que propiciaran la aparición o potenciación de productos para niños como Barbie, Caracola, Cartoon Network, Dibus!, Fox Kids Magazine, suplementos como el Metroncho, el tebeo infantil editado por El Jueves Mister K, el “metatebeo” W.i.t.c.h. y otros productos de Disney que siguen explotando a los viejos iconos del celuloide. Y varios autores jóvenes inteligentes también han sabido subirse a este carro, como han hecho los gallegos bregados en Golfiño Da Silva, Guitián y Robledo, o los sevillanos Enriquecerlos y Ágreda, por ejemplo, y otros más veteranos que están en Mister K; sin dejar de lado a los que han sabido labrarse camino a golpe de carácter e inteligencia, como Darío Adanti o Luis Durán, ese hombre, que fíjate lo que son las cosas, ayer estaba en las contratapas de los fanzines y hoy dibuja en El Pequeño País.

Éste es, y siempre lo fue, el futuro de la historieta: los niños.

Se recomienda dejar las pajas mentales que sólo interesarán y entenderán postadolescentes que ya han leído tebeos. Este público es minúsculo.

Y la insurgencia no existe.

[ © 2004 Manuel Barrero, para Tebeosfera 041015 ]