TEBEOSFERA \ LIBRIS  \  REH   \  COMICS  \  THE SAVAGE SWORD OF CONAN


LAPICES SALVAJES Y ESCRIBAS CON ESPADA.


Los magazines de bárbaros, publicaciones emblemáticas de fantasía heroica en Marvel Comics.

Conan por Alfredo Alcalá, uno de los autores que más identificó la imagen del personaje en la revista © 2004 Alfredo Alcalá


Los cómics protagonizados por “bárbaros”, tal y como entendemos hoy este arquetipo de la literatura fantástica y de la historieta, ya habían sido vistos en historietas cortas desde los años 1950 en los Estados Unidos: en pulps de Avon Periodicals, en comic books de EC y otros sellos, o en revistas sin autocensura previa de Warren Publishing. Pero hubo que esperar a 1970 para hallar el asentamiento de un modelo definitivo de publicación que incorporaba a un héroe bárbaro según lo establecido por el género (o subgénero) literario de la fantasía heroica acuñado por Robert E. Howard en 1929. Lo cual tuvo lugar con Conan the Barbarian, serie nacida en 1970 por los afanes de Roy Thomas, por las ambiciones de Stan Lee y por los intereses de Martin Goodman, quienes decidieron adaptar al cómic el Conan de Howard.

Pero pronto su éxito le llevó a otros reinos del papel, a las revistas o "magazines"


 

Relatos salvajes.

En la primavera de 1971, con fecha de junio debutó en el mercado una revista a blanco y negro llamada Savage Tales (que, por lo tanto, apareció dos meses antes, habida cuenta de la costumbre de fechar los tebeos con bastante antelación a su distribución). Los ambiciosos proyectos de Thomas sobre la licencia comenzaban a tomar forma así, menos de un año después de lanzar Conan the Barbarian al mercado. Pero el éxito volvió la espalda a aquella publicación entonces, cuyo primer ejemplar se vendió fatal a pesar de la bella portada pintada, los doctos artículos y la pluralidad de personajes que compartían su tripa: Conan (dos episodios, dibujados por Barry Smith, y por Neal Adams y Gil Kane), Ka-zar, Man-Thing y otros. Las malas ventas respondieron a su errada distribución y a su contenido, que rivalizaba con lo que el público esperaba encontrar en un formato que tenía asimilado a la temática del horror.

El fallo logístico dejó en suspenso el título, con intención de lanzarlo de nuevo junto con una ampliada hornada de revistas dos años después. En los números 2, 3 y 4 de Savage Tales, que ya habían sido programados, siguieron apareciendo estupendas obras, luego muy celebradas, como la dibujada por Barry Smith “Clavos Rojos”. El número tres de Savage Tales se vendió mejor que los anteriores y Thomas se apresuró a llevar a feliz término su intención inicial de lanzar un magazín dedicado en exclusiva al bárbaro, donde adaptar más fidedignamente los violentos relatos de Howard. Así, en aquel ejemplar ya se anunciaba el advenimiento de un «Giant Size Magazine» (revista de gran grosor) integrado sólo por personajes de laya bárbara.

La mítica espada salvaje.

Con fecha de agosto de 1974 salió al mercado la publicación de formato casi idéntico a Savage Tales, y con título parecido, The Savage Sword of Conan (Savage Sword, en adelante), cuyo contenido era el prometido: una historieta con Red Sonja y Conan, una de Red Sonja en solitario, un episodio de Blackmark, una reimpresión de una historieta de B. Smith, y textos sobre la obra de R.E. Howard, todo ello comprimido en 64 páginas en blanco y negro. Aquel ejemplar contó con la colaboración de autores como el peruano Pablo Marcos o los filipinos Alfredo Alcalá y Ernesto Chua (luego Ernie Chan), que habían aparecido en títulos de Marvel anteriormente. Se trataba de entintadores procedentes de las Filipinas, que habían emigrado a los Estados Unidos desde 1971 en respuesta a la demanda de mano de obra barata y eficaz para una industria de los comic books en expansión. Estos autores terminarían acuñando el sello estético de los tebeos de bárbaros.

La impactante ilustración usada en la cubierta del número uno de la nueva revista era obra del peruano Boris Vallejo, pintor que entonces todavía integraba en sus composiciones los fondos con los personajes, y que retrató al cimmerio en una docena de cubiertas para la serie, hasta alcanzar el número 16. Por otro lado, el español Esteban Maroto, ganador en 1971 de un premio de la entonces prestigiosa Academy of Comic Book Art, fue elegido como diseñador de un nuevo y sugerente uniforme para Sonja que se presentaba en el primer ejemplar de Savage Sword, aprovechando así el aprecio del público por el personaje (desde su aparición en Conan the Barbarian en la inolvidable “The Song of Red Sonja”) y con intención de inyectar a la publicación un tono más “adulto”. Tal política de Marvel fue tildada de sexista, por el exceso de nudismo y por las cubiertas, a las que se comparó con las habituales en las revistas de hombres de acción o dirigidas a un público eminentemente masculino, llamadas sweat mags debido a la presencia de hombres rudos, invariablemente sudorosos, a cuyos pies solía haber una mujer semidesnuda y desprotegida. En Marvel se adoptó esa estrategia para la mayoría de cubiertas de los cómics de fantasía heroica (también en muchas de superhéroes), sin importar la coincidencia de esa representación con el contenido del tebeo. Sin embargo, por más que en muchas ocasiones “dentro no había chica” no se cambió la estrategia, pues esa era una de razones que atraían compradores.

Thomas fue aplaudido por su esfuerzo integrador, coherente y narrativo en la revista al igual que lo había sido antes en el comic book dedicado a Conan. Empero, tampoco él se libró de las críticas de los puristas. Le acusaron de utilizar un lenguaje enrevesado, de desdibujar los relatos de Howard que no eran de Conan al querer adaptarlos para el personaje, o de inmiscuir obras de otros autores en la saga del cimmerio para ampliar su cronología, como ya venía haciendo en Conan the Barbarian. Es posible que a los detractores de Thomas no les faltase razón, pero lo cierto es que Conan ya se había convertido en un mito de la narrativa, frente a las acusaciones que sufrió constantemente de extremismo ideológico, y poco a poco también adquiriría gran dimensión su presencia en los cómics, donde el intento de suavizar la carga de violencia del personaje tampoco se libró de los ataques de los lectores de moral más cerrada.

Desde sus comienzos, Savage Sword fue también criticada por la aproximación gráfica de Conan que hizo Buscema, de apariencia nada noble ni épica, sino ruda y estulta a tenor de algunos. Buscema soslayó el problema con su acertado lápiz y gran dominio anatómico, prueba de ello es el premio de la ACBA como mejor dibujante que obtuvo en 1974, y la aceptación mayoritaria de Savage Sword por parte del público. El éxito de ventas permitió el incremento constante de sus páginas de historieta, todas ellas magníficas adaptaciones de relatos de Howard, pasando de las 36 planchas del número dos, por las 45 del tres, hasta las 55 del ejemplar número cinco.

La intención de Thomas en la serie parecía ser en un comienzo la de ir dando forma a la cronología del héroe, lo cual quedó patente a partir del número dos de Savage Sword, desde la adaptación “El Coloso Negro”, que se continuó bimestralmente con historietas de calidad pareja aunque no fueran adaptaciones de obras únicamente de Howard. Efectivamente, para el número tres de Savage Sword se adaptó un argumento de De Camp y Carter y otro de Andrew J. Offut. El primero lo entintó Marcos y el segundo Tony de Zúñiga, que no gustó un ápice a los lectores –según estos manifestaron en cartas remitidas a la redacción– y fue disimulado su frío trazo entre los del grupo de entintadores conocido como La Tribu.

Marvel se arriesgó durante esos primeros ejemplares del magazín con nuevos equipos creativos, en busca del partenaire óptimo de Buscema, uno con al que se estableciera una imagen estándar para el personaje al gusto de la clientela. Alex Niño se encargó del lápiz y la tinta en el número seis, cuyo dibujo sería calificado por los lectores de enfermizo, abigarrado y caótico. Para el séptimo ejemplar se contrató a Walter Simonson, un neófito llegado a Marvel desde la serie Manhunter de DC y que imprimió gran fuerza a una crónica de la Era Hyboria, aunque tampoco gustó su estilo entonces. En el ocho, John Brunner dibujó una historieta plagada de sombras, y también Tim Conrad, quien dio forma a un argumento original de Thomas. Tras Marcos en el número nueve, Buscema volvió con su amado lápiz en el décimo ejemplar, dejando claro que el prototipo de Conan que deseaban los lectores era el suyo.

La línea de revistas de Marvel se volvió, según declararon sus propios editores, “tenebrosa en ventas” a partir del año 1976. Pero esa tendencia general no era aplicable a Savage Sword, que seguía publicándose con buena salud, de modo bimestral, y ofreciendo historietas de calidad muy elevada como “La Morada de los Condenados” (publicada en el número once y entintada por el filipino Young Montano) o las épicas “Sombras de Hierro a la luz de la Luna” o “El Diablo de Hierro”, en los números doce y catorce, respectivamente.

En 1976, la revista agrupaba ya a una serie de corresponsales fijos y resultó galardona en su conjunto con el premio August Derleth que otorgaba la British Fantasy Society, todo un honor para un tebeo. En las portadas, en busca de una imagen identificativa como pudo haber sido la de Boris, se sucedieron artistas de la valía de Ken Barr o Dan Adkins, hasta establecerse como fija la presencia de Earl Norem. En el interior era Alcalá quien dedicaba sus mayores esfuerzos para esta cabecera tras conseguir un visado permanente para residir en los EE UU desde aquel mismo año. A juzgar por el éxito cosechado, Edward Shukin, director de distribución, decidió que había que potenciar esa línea de publicaciones “bárbaras” y durante ese año y 1977 rescató a Kull y dio el visto bueno para que Solomon Kane ocupara también páginas en Savage Sword, lo cual se dejó en manos del guionista Doug Moench en un principio.

En la revista también hallaron cabida todo tipo portafolios (de Frank Giacoia, Gene Day, Tim Conrad, Vigil Finlay, Richard Corben, Roy G. Krenkel, John Buscema y Howard Chaykin, a los que seguirían muchos otros), pero fue sin duda por las autores que elaboraron las páginas de historieta por lo que Savage Sword logró popularidad. Neal Adams adaptó “Sombras en Zamboula”, uno de los mejores relatos originales de Conan, para el número 14. “Worms of the Earth”, una historia de Bran Mak Morn, fue primorosamente dibujada por Barry Smith y Tim Conrad en los números 16 y 17. Del 16 al 19 se encajó la saga de Conan “El Pueblo del Círculo Negro”, dibujada por el dúo que ya había canonizado la imagen del personaje, formado por Buscema y Alcalá...

En números siguientes no habría sagas tan largas, pero sí nuevos lápices. Los nuevos lápices respondían a dos razones: una, que Buscema (junto con Marie Severin y John Romita), dedicó unos meses a preparar e impartir unos cursos sobre “El Arte en los Comics”, y dos, que a partir del número 20 la revista disfrutó de cadencia mensual. Buscema no podía con tanta página al mes y comenzó a realizar sus adaptaciones diligenciando meros bocetos, dejando el peso de las viñetas en manos de los entintadores: en Alcalá para el número 20 (“La Sombra Deslizante”); en Sonny Trinidad, para el 21 (“El Horror de la Torre Roja”); en Alcalá, de nuevo, la saga de dos números “La Charca del Negro” que se desarrolló en los número 22 y 23, y la excelente nueva adaptación de “La Torre del Elefante” para el 24; y en Tony de Zúñiga los números 26 y 27.

Como acompañamiento de estos cómics se adjuntaron historietas cortas del personaje Solomon Kane: una de Howard Chaykin para el número 18, una de Paul Kupperberg para el número 19, Néstor Redondo y Rudy Nebres unieron sus esfuerzos para la historieta ofrecida en el número 20 y, luego, bajo guiones de Don Glut (previamente bruñido en la serie de fantasía heroica Dagar the Invincible publicada por la Gold Key, y en ese momento también encargado del comic book Kull the Destroyer), se crearon nuevas aventuras no basadas en escritos originales de Howard para números siguientes: con lápices de Trinidad para el número 22, de Steve Gan para el 25, y de David Wenzel para el 26, donde detuvo su estoque en espera de la respuesta del público. Y para dar paso a Kull y Red Sonja: En el número 23 de Savage Sword apareció la adaptación gráfica de un relato original de este personaje, obra de Bill Wray y Rick Hoberg, y una historieta de Sonja, “Hechiceros del Sol Negro”, dibujada por Frank Thorne.

La espada cambiante.

En 1978 el icono bárbaro comenzaba a resultar manido. Se universalizó como mito popular y debido al modo en que Buscema lo dibujaba se le equiparó a un tipo forzudo y estúpido, a la vez que algunos críticos comentaron que el personaje favorecía proyecciones hacia modelos fascistas, que las mujeres desvalidas (ergo, tontas) abundaban en demasía, y que los personajes secundarios eran un racimo de prototipos de minorías raciales retratados de modo caricaturesco. Tal menosprecio andaba en parte desencaminado, es verdad que el basamento kistch del serial épico fantástico propendía hacia planteamientos simplistas, narraciones elementales y desenlaces entroncados con los esquemas de los seriales –como ocurría con los demás cómics de héroes estadounidenses, con algunas excepciones–, y que el rebajado de algunos elementos violentos o sexuales de los relatos literarios del personaje hacía de la publicación algo más para adolescentes que para adultos, pero Savage Sword podía jactarse de ser una publicación que aunaba entretenimiento con secciones más sesudas. Nos referimos al cuidado que se puso en las secciones escritas, densas páginas con comentarios de los lectores, artículos, estudios… incluso podríamos usar como coartada el hecho de que los seguidores de Conan pronto se revelaron como masa pensante que cavilaba sobre la situación del personaje y su mundo, trazando mapas y escribiendo ensayos, algo que no ocurría con otros héroes de la casa editorial. Todo ello propició que en las páginas de la revista se sirviera una suerte de enciclopedia hyboria por entregas a partir del número 30, “The Gazeteer of the Hyborian Age”, aunque hasta entonces ya habían aparecido bastantes y valiosos artículos de los especialistas Fred Blosser, Glenn Lord, P. Schuiller Miller, John D. Clark y el propio Thomas.

A la altura del número 27 de la revista se había agotado el manantial de originales literarios protagonizados por el cimmerio tras la adaptación del relato “Más Allá del Río Negro”. El guionista salvó la situación enseguida pues ya había tratado con los continuadores de la obra de Howard y, a partir del número 28, adaptó para ser protagonizado por Conan un relato de otro personaje en “La Sangre de los Dioses”, de Buscema / Alcalá, y para el número 29 utilizó un escrito de Christy Marx que ilustró magníficamente Ernie Chan. Con tal argucia consiguió hacer tiempo hasta poder utilizar los relatos escritos por los continuadores de Howard, Lyon Sprague de Camp, Lin Carter y John Nyberg, lo cual consiguió Marvel tras llegar a un acuerdo con Conan Properties en la primavera de 1978.

El cambio que se operó en las páginas de la revista motivado por las nuevas adaptaciones literarias no enturbió la calidad media del producto, ya que las historietas que siguieron eran también excelentes. Buscema y Zúñiga trabajaron sobre la saga de “El cuchillo llameante” para los números 31 y 32; el 33 llevó lápiz de Gene Colan (el mítico dibujante de Dracula y Daredevil); en el 34, Buscema dibujó “El Gusano de Hielo” con Alcalá; en el 35, Chan se encargó al completo de la historieta “Lágrimas Negras” (quizá la mejor realización de toda su carrera); Buscema volvió en el número 36 con “Halcones sobre Shem”, entintado por Alcalá, y en el siguiente, entintado por Nebres (mostrándose allí por primera vez los pezones de una dama en una publicación de Marvel Comics). En una visión de conjunto, el entintador que descolló en este período fue Zúñiga, quien, ante la urgencia de las entregas mensuales, impuso un estilo frío, amante de la trama, pero que en vez de perjudicar la imagen del personaje le benefició, al dotarle de unos labios apretados y una mirada acerada, una frialdad acorde con la edad madura que se supone tiene el personaje en esas aventuras.

A finales de los años setenta, editoriales menores como Star*Reach, Pacific Comics, y lanzamientos como Raw, Elfquest o Cerebus, estaban cambiando el panorama editorial yanqui a la par que lo hacía la mentalidad de los historietistas. Los profesionales fueron adquiriendo paulatinamente conciencia de que su trabajo era merecedor de un mayor respeto, pago y trato. Marvel no se inmutó por ello, superaba la facturación de cinco millones de ejemplares por mes en 1979 y era el líder absoluto de ventas (DC sólo alcanzaba los dos millones entonces). Savage Sword, una revista de categoría pero con una dotación dineraria tampoco excesiva, no tuvo necesidad de cambiar su filosofía editorial, aunque tuvo que desestimar tener en sus páginas a autores que ahora se declaraban artistas como Chaykin, Conrad, Weiss, Adkins, Brunner, P. Craig Russell o Barry Windsor-Smith.

Pese a no poder contar con ellos y a que ya no ocupaba los primeros puestos de la lista de mayores ventas, la revista fue elegida en 1979 como la mejor publicación a blanco y negro del mercado y galardonada por ello con el premio “Eagle”. Por sus páginas siguieron desfilando historietas antológicas, casi todas ellas con tinta de Zúñiga, sin interrupción desde el número 38 al 46. “El Camino de las Águilas”, “La Legión de los Muertos”, la saga de “Conan el Bucanero”, “La Estrella de Khorala” o “La Gema en la Torre”, fueron algunas de las inolvidables historietas de una etapa en la que la industria estaba cambiando pero la calidad media de la publicación se mantuvo constante.

La espada menguante.

Thomas y Buscema seguían llevando el timón de la publicación cuando en los números 47 y 48 de Savage Sword se ofreció la magnífica adaptación “El Tesoro de Tranicos”, implicando en ella a los artistas Gil Kane, Joe Rubinstein y Klaus Janson. En los números 49 al 52 fue seriada la aventura en la que Conan toma la corona de Aquilonia, “Conan el Libertador”, con Zúñiga como entintador. Del 53 al 58 hallaron cabida dos epopeyas del joven Conan, ahora basados en las letras de Andrew J. Offut, “Conan y el Brujo” y “La Espada de Skelos”. Finalmente, en el 59 se adaptó “La Ciudad de los Cráneos”, primera historieta que dibujó al completo Alfredo Alcalá y, en el 60, la secuela “La Diosa de Marfil”, con Danni Bulanadi a las tintas. El ritmo seguía siendo bueno, pero la década de los años ochenta sería inaugurada con la desagradable noticia de que Roy Thomas abandonaba la colección, el personaje y la editorial, debido a problemas con Jim Shooter, el editor en jefe de Marvel entonces. El aficionado contó con la suerte de que Thomas había dejado esbozadas todas las sagas en curso y había adaptado ya los relatos más relevantes de Robert E. Howard, aunque no todos.

En Savage Sword, las historietas que Thomas había escrito se fueron desgranando tras su marcha hasta el número 62 de la publicación, pero el 61 ya mostraba en los créditos el nombre de otro guionista, Michael L. Fleischer. El 22 de junio de 1978, la Warner Communications redujo en un cuarenta por ciento la producción de cómics de su apadrinada DC, lo cual fue un serio revés que sin duda alegró a los administradores de Marvel y que propició la marcha de muchos autores a la casa de Stan Lee, entre ellos Fleischer. Este guionista demostró en Savage Sword que no tenía las luces de Thomas para incursionar en la Era Hyboria con su primera historieta de Conan, “El Hechicero Demoníaco de Zíngara”, deslindada del cuidadoso rastro cronológico dejado por su anterior guionista, pero a su favor tenía el trabajo de Buscema como autor completo de la misma.

Muchos aficionados retiraron el saludo a la revista a partir de entonces. Adujeron que el relevo utilizaba una fórmula vacía y reiterativa y que el elemento sobrenatural era ahora desmesurado. Cierto, en los siguientes cómics se abusó de los monstruos, se agrisaron los ambientes y se acartonaron los personajes. Con la excepción, claro está, de las últimas contribuciones de Thomas: un original protagonizado por Solomon Kane, ilustrado por David Wenzel, para el número 63; una historieta de un personaje no hyborio, Chane, ilustrado por Gil Kane, para el 66; un cómic original de Thomas, “El mar sin retorno”, servido por Ernie Chan, para el 67; y una secuela de “La Charca del Negro” dibujada magníficamente por Alcalá para el 68. Más tarde, desde el 73 al 79 se publicó como complemento una saga protagonizada por Valeria, “La Isla de los Piratas”, con arte de Bulanadi.

A partir de entonces la revista fue objeto de todo tipo de críticas. A Buscema, paradójicamente, se le censuró su continuidad férrea puesto que con su rápida producción de bocetos descuidaba y perjudicaba la imagen del héroe. A Ernie Chan, quien ahora era responsable tanto del lápiz como de la tinta de sus historietas, se le criticó por entintar más grueso y contribuir con ello a hacer más zafio al personaje.

El 21 de mayo del año 1982, se estrenó en los Estados Unidos el largometraje Conan the Barbarian, producción cinematográfica dirigida por John Milius y protagonizada por Arnold Schwarzenegger. La película aupó las ventas de la serie, por incorporarse a ella una nueva generación de aficionados que desconocían el pasado mítico y excelso de la publicación. Pero los lectores de antaño estaban disconformes con la falta de brillo de la actual etapa y algunos de los nuevos, más doctos, tenían claro que los estilemas habituales habían quedado caducos: la estética de Buscema ha sido sutilmente desplazada a esta altura por otras firmas, como las de Byrne, Miller, Sienkiewicz o Simonson.

Savage Sword haría uso de otros equipos creativos a partir de aquí. Joe Jusko fue elegido el nuevo valor como portadista, y durante un breve periodo se incorporaron nuevos historietistas, quizá atraídos por la fiebre cinematográfica desatada: el gran Gil Kane regresó para dibujar una larga historieta en el número 65, y Chris Claremont elaboró un guión no muy acertado para el número 74. El guionista oficial, Fleischer, abandonó su tediosa tónica de historietas autoconclusivas, en las que asomaba un Conan intemporal que frecuenta reinos hyborios poco creíbles, e ideó nuevas sagas y personajes que conectaban unos cómics con otros, como Bor Aq Saraq, la Hermandad del Halcón, una Era Hyboria paralela y el Devorador de Almas.

De todos modos, Alcalá y Chan siguieron impostando el estilo gráfico de los tebeos en blanco y negro de Conan. Gil Kane regresó otra vez a la altura de los números 85 y 86 (para realizar la que, a mi juicio, es la peor historieta de Conan de esta época), y prologó una alternancia de autores, como Redondo, Nebres, Mayerick y otros, hasta el número 100 de la revista. En este ejemplar, fechado en junio de 1984, Fleischer aparentó recordar las gloriosas historietas del comienzo de la serie con la historieta “El Dios Resucitado”.

La espada roma.

En el año 1984 se estrenó otra película de Conan, Conan el Destructor, muy inferior en calidad a su predecesora. Savage Sword también acusó un descenso de calidad por entonces. Buscema seguía siendo figura destacable en el apartado artístico, pero, en el argumental, el laberinto cronológico del personaje se había complicado enormemente. Daba la sensación de que a los narradores de la saga del bárbaro tan sólo les importa que el cimmerio machacara cráneos.

La revista que no elevó su nivel de calidad, pero continuó vendiéndose bien, quizá a causa de la generación de lectores que brotó tras la presencia del personaje en las grandes pantallas. Con esta inercia, pasada la centena de números volvió a aparecer en sus páginas un descafeinado Marcos, y se presentó el nuevo valor Gary Kwapisz, un copiador de John Buscema (ya en activo desde el número 98, en una historieta corta y, antes, en Conan the Barbarian). Fleischer, ocupado también en otras series de Marvel, delegó la responsabilidad de algunos guiones en Larry Yakata, quien tampoco se lució, al igual que le ocurrió a Don Kraar, otro guionista que no profundizó lo esperado en el personaje y su mundo.

Si bien no dejaron de desfilar por los créditos Buscema, Fleischer y Chan, la saga del cimmerio acusó los desmanes de los nuevos guionistas, quienes perpetraron aventuras bastante flojas hasta el número 134 de la publicación. Su error consistió en que intentaron adaptar sus narraciones a los tiempos que corrían, para lo cual se empeñaron en que Conan debía instruirse en las artes marciales, debía desarticular bandas de narcotraficantes y así. Mientras, la presencia de Kwapisz se fue haciendo habitual, demostrando que era capaz de surtir sus dibujos con algo más de documentación (como el usufructo que hace de algunas postales de la Alhambra de Granada) y capaz de resolver las dificultades con taimado donaire (algunas viñetas las plagió directamente de otras de Albert Uderzo y de Harold Foster). Casi lo más destacable de esta etapa fue que Kull estaba presente como complemento desde el número 119 al 149, con Charles Dixon al mando de las cortas pero intensas historietas, que dibujaron autores de la valía de Geoff Isherwood, Val Semeiks, Dale Eaglesham y el poco conocido pero interesante William Johnson.

En 1987, tras ese período de impasse que proporcionó pocas sorpresas a la afición (sería posible calificar como tal la irrupción del artista Andy Kubert en el número 133), se pretendió reactivar la serie adjudicando los guiones al efectivo Charles Dixon (quien dejó las riendas de los complementos de Kull en manos de John Arcudi, un guionista muy a tener en cuenta). Buscema había abandonado ya la serie, cansado del personaje según él mismo declaró después, y permanecieron Kwapisz y Chan. La deseada incorporación de nuevos autores no llegaba, y los interesantes Armando Gil y Dale Eaglesham no fueron tenidos en cuenta por el público como hubiera sido deseable. Las cubiertas, mayormente ilustradas por el rumano Ovi, tampoco mejoraron la imagen de la publicación, aunque si lo consiguieron las portadas de Doug Beeckman.

A la altura del número 160 quedó patente que el sentido épico de las aventuras de Conan se había ido, y la suspensión de la incredulidad se resumía en la aparición de monstruos cada vez más rocambolescos y en un bárbaro paulatinamente más sanguinario (en consonancia, en la cubierta comenzó a aparecer el mensaje «for mature readers», para lectores maduros). Jim Owsley y Charles Dixon escribieron bastantes historietas de este tipo, trepidantes, eso sí, y si algo cabe destacar de las aventuras publicadas por entonces sería la creación del grupo de heroínas denominado Las Damas de Hierro. Flaco logro.

Desde el número 166 (y hasta el 169) de Savage Sword se incorporaron a los guiones Gerry Conway, un buen escritor, y a los lápices Mike Docherty, otro imitador de Buscema. Conway, guionista inteligente, fue narrando una saga no muy brillante en la que Conan se convertía en una suerte de Magallanes de gira por el mundo hyborio. Este período oscuro de la revista prosiguió en 1990 y 1991, años durante los cuales el guionista Doug Murray, más los habituales Dixon, Yakata y Conway, y los artistas Al Williamson y Steve Carr, más los usuales Alcalá, Docherty y Villagrán, fueron desgranado una crónica del cimmerio de muy escaso interés, si no nulo.

La espada recuperadora.

En octubre de 1991, fecha del número 190, volvió a Savage Sword su primer guionista e impulsor Roy Thomas. Su plan, en acuerdo con el editor Mike Rockwitz, fue rescatar relatos pergeñados por Howard y adaptar las novelas que sobre el personaje habían escrito nuevos autores desde el año 1980 en adelante, con el fin de devolver a la publicación su pátina “literaria”. Por esta razón, muchos lectores de la vieja guardia consideraron desechables los últimos 120 ejemplares de la revista y se reincorporaron a esta altura; pero la vuelta de Thomas no supuso un incremento considerable de las ventas, que habían ido mermando sin cesar desde su marcha de Marvel.

Roy también irrumpió en la saga heroica del tigre de Atlantis y construyó quince magníficos guiones conectados entre sí para relatar los primeros años de su carrera en varias sagas, que discurrieron como complementos en las páginas finales de la revista hasta el número 233. Esas aventuras llevaron en su mayor parte el marchamo del excepcional dibujante filipino Eufronio R. Cruz.

Otro motivo de celebración fue la vuelta del par Buscema / Chan para ilustrar una saga de Conan que entroncaba con sus tiempos de bucanero y que discurrió desde el número 190 al 198 y, luego, desde el 202 al 206. Mas el tiempo no pasaba en balde y el talento de ambos artistas se había resentido; y también se acusaba esa merma en los escritos de Thomas, en cualquier caso muy por encima de la árida etapa precedente. Todo lo anterior quedó manifiesto en el número 200, donde acordó una cita entre Conan y su creador, Robert E. Howard, o en la genial historieta entintada por Cruz, “Conan y el Dios Araña”, que se ofreció en capítulos desde el número 207 al 210 y que, en ambos casos, podría adscribirse a la primera y gloriosa etapa del magazín.

El siguiente número de Savage Sword constituyó un nuevo aliciente para los lectores, una vuelta de tuerca más en ese rescate del pasado glorioso que se habían propuesto editor y guionista y que llegó con los trazos de un autor que imitaba al inolvidable Barry Smith: Rafael Kayanan. Este filipino se encargó de una continuación de la fabulosa aventura “Clavos Rojos” (adaptada de un texto de Roland Green secuela del de Howard) que se desarrolló en los números 211 a 213, 215 y 217.

Pese a los 2’25 $ del precio de venta al público que había alcanzado, la revista en blanco y negro vende mejor ahora que su hermana Conan the Barbarian por causa de su mejorada distribución. El comic book en color de Conan fue cancelado con el número 275 y la línea argumental que se seguía en sus páginas, urdida por Thomas e ilustrada por Docherty, Villagrán, Chan y Alcalá, pasó a complementar Savage Sword a la altura del número 218, y proseguirá allí con las tintas de Cruz.

Thomas siguió adaptando literatura para las aventuras más extensas de Conan en la revista. Los historietistas se alternaron, con alguna sorpresa: el español Maroto en los números 217 y 218, el escocés Colin McNeil en los dos siguientes (en una historieta que reunía a Conan y Solomon Kane), Robert Brown en el 221 (sobre un texto de Catherine L. Moore), Buscema en el 222 (recuperando la primera aventura de Conan no publicada en su día), o John Watkiss, un inglés muy destacable pero incomprendido, en el 225.

En 1994 se intentó insuflar vida a la serie ofreciendo al lector gran variedad de lápices en los ejemplares siguientes: Rey García, Fred Harper, Alex Niño, Howard Simpson, Robert Quijano y Maroto, pero al parecer el personaje había perdido el poder de convocatoria de años anteriores. La historieta ofrecida en los números 234 y 235, obra de Thomas y Buscema, fue el canto de cisne del título más duradero de todos los magacines publicados en los EE UU.

La editorial vivía problemas económicos por estas fechas y junto con Savage Sword cayeron muchos títulos más, pero a la revista no debía irle tan mal, puesto que al mes siguiente (agosto de 1995), ya estaba en la calle Conan the Savage, digna continuadora de su estirpe, de la que se esperaban más beneficios por comenzar desde el número uno, un imán para las ventas. Dixon y Thomas se repartieron los guiones de la “nueva” serie (en líneas generales era la misma). El primero, la proveyó de la exigida puesta al día con historietas plenas de acción en las que destacó como dibujante el hábil argentino Enrique Alcatena, y Thomas prosiguió su labor como cronista de la vida de Conan con estupendas historias en las que se implicaron los artistas Conrad, Nebres o el cumplidor Isherwood.

Tras algunos intentos de revestir de alcurnia a la publicación (aparecieron Kayanan, un estimulante Mayerick, e incluso elaboró un guión Mike Baron, el guionista de la aclamada Nexus), llegó un informe de ventas desalentador y, con el número 10, Conan the Savage se despidió de los lectores con una triste historieta de Thomas y Buscema, y con una portada de Beeckman en la que Conan nos miraba con fingida rudeza. La falta de calidad también fue la tónica en la intentona de recuperar la presencia y el espíritu de la publicación de espada y brujería primigenia en Italia, Conan il Conquistatore, pero el resultado es perfectamente olvidable.

Vista hoy, Savage Sword fue un modelo de publicación de éxito, que barajó calidad, buena presencia y capacidad de adaptación a los intereses del público.  Ninguna publicación con tal formato ha resistido en el mercado americano tanto como Savage Sword. La revista se mantuvo firme un cuarto de siglo, superando la cifra de los 250 ejemplares publicados, si contabilizamos junto con ella cuatro números de Savage Tales, cuatro de Marvel Super Special, el Savage Sword Super Annual y los diez de Conan the Savage. Eso, y la gran cantidad de bellas historietas elaboradas por artistas de incuestionable valía, hicieron de Savage Sword un capítulo a tener en cuenta en la historia de los cómics americanos.

 
   

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SUMARIO

R. E. HOWARD

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CONAN

KULL

S. KANE

BÁRBAROS REH

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AUTORES

 [ © 2004 Manuel Barrero, por el texto y el montaje, y Carlos Yáñez, por la selección de imágenes, para Tebeosfera, 040524 ]  [ © 2004  Conan Properties International, LLC / Robert E. Howard Properties, LLC. El resto de los copyrights corresponden a los editores y autores de estos productos aquí mostrados, lo cual se hace con carácter exclusivamente informativo y / o promocional ]