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EL GUERRERO DEL ANTIFAZ

EL Guerrero del Antifaz (Selección Aventurera, Valencia, 1943)

Héroe creado y dibujado por Manuel Gago (Valladolid, 1925 - València, 1980) con inspiración en la obra literaria Los cien caballeros de Isabel la Católica, de Rafael Pérez y Pérez (Editorial Juventud, 1934), para la Editorial Valenciana.

Tras adquirir la serie el título El Guerrero del Antifaz, a la altura del núm. 5, el personaje prosiguió sus aventuras hasta alcanzar 668 números, siempre bajo el mismo sello editor. Existieron almanaques entre 1946 y 1966. Hubo una reedición, mutilada, de 343 números, entre 1972 y 1978; otra, Nuevas aventuras de El Guerrero del Antifaz, de 110 número, entre 1979 y 1981; otra, El Guerrero del Antifaz. Homenaje a Gago, de 98 números, entre 1981 y 1983, y otra en 1984: El Guerrero del Antifaz. Revista, de 30 números. También existió un cuaderno único en 1981, y el lanzamiento especial El Guerrero del Antifaz. Los amigos del Guerrero (Club Vallisoletano de Amigos del Tebeo, 1995).

 

[ El Guerrero del Antifaz, dibujado por su creador, © 2003 Herederos de M. Gago ]


TRAS LA MÁSCARA DEL GUERRERO. Poesía y tragedia en la saga de El Guerrero del Antifaz, de Manuel Gago, por Agustín Riera Torres

Las cosas grandes exigen el silencio,
que se hable de ellas con grandeza:
con grandeza, es decir, con cinismo e inocencia.
Nietzsche

Los tebeos han sido denigrados, despreciados, acusados de las peores cosas, incluso de pervertir a los jóvenes e inducirlos al crimen, o de ayudar a propagar las ideas de un régimen totalitario, todo esto hasta por personas bienintencionadas pero que sólo veían un aspecto de la cuestión, secundario, la mayoría de las veces, o se dejaban influir por corrientes de opinión o por adversarios malévolos de esta forma de expresión.

Tengo que confesar que, sin quererlo (pues yo siempre deseo respetar las ideas ajenas), a veces me he ofuscado, irritado, hasta enfurecido, por ciertas frases, ciertas opiniones o por ciertos artículos o libros que han mancillado la memoria y la obra de algunos que, como Gago, pretendían simplemente distraer, ganándose la vida, más o menos bien, por medio del oficio que amaban y que les apasionaba. Afortunadamente, la razón siempre triunfa y los denigradores han sido aplastados bajo el peso de los muy numerosos defensores de este arte en general, y de Manuel Gago en particular. La prueba está ahí, con varios volúmenes consagrados ya al artista. Y sabemos que cuando una obra suscita controversias y provoca en los lectores reacciones íntimas y apasionadas, estamos ante una obra de arte. La obra de Gago está llena de sublime belleza. Su existencia, su VIDA, dan testimonio de esta belleza. Ya dijo José Echegaray, en su discurso de ingreso en la RAE: «Esto gusta, agrada, admira, conmueve o deleita al mayor número, pues, sin duda, ALGO tiene para producir tales emociones estéticas, pues en ese ALGO debe residir la BELLEZA

Las grandes obras no nacen por casualidad ni tienen éxito debido al azar. Son fruto de una época, de una situación, de unas circunstancias. A su vez, esas obras influyen en su época y en los individuos de la sociedad en la que se han producido. Algunas llegan a ser mundialmente conocidas, ya sea en su época o en épocas posteriores, otras desaparecen en las cenagosas aguas del pantano del olvido.

El Guerrero del Antifaz es una gran obra, una obra maestra. Y si no ha tenido ni tendrá nunca éxito fuera de nuestras fronteras, no importa. Porque esta obra máxima de la historieta española marcó su época, varias generaciones de lectores e incontables artistas que fueron influidos por ella. Se ha hablado de una “escuela valenciana”, de la que el autor, Manuel Gago, fue iniciador y máximo representante.

El hombre es el resultado de una educación. A esta educación se añaden las circunstancias de su vida, incluso los elementos económicos y su experiencia personal. Todo ello forja al individuo, lo moldea, le hace llegar a ser él mismo un instrumento más de la cultura que transmitirá, por medio de la educación o por su esfera de influencia, a otros. Reconocemos también que toda obra de arte del hombre es una expresión del más bello sentimiento del ser humano: el amor. Una obra de arte es una expresión de amor. Por eso Manuel Gago nos ha transmitido su amor, y hoy lo reconocemos y le correspondemos. Además, todo creador sabe que su creación siendo un don a los demás, éstos hacen suya la creación y crean a su vez sobre ella, pensando, hablando, escribiendo, soñando.

Soy un admirador de Gago, pues fue el dibujante que me acompañó con sus obras durante toda mi infancia y mi juventud. De Gago lo admiro todo, hasta sus defectos. Si siempre me interesé por la historieta y siempre busqué y leí a los mejores artistas, deleitándome con sus obras, a Gago nadie pudo ni podrá reemplazar. Él es la historieta de aventuras por excelencia y ha marcado el género en España para todas las generaciones de dibujantes habidos y por haber, mal que les pese a algunos. Si podemos reconocer al Hal Foster de Tarzán y el Príncipe Valiente, al Hogarth de Tarzán, al Alex Raymond de Flash Gordon y Rip Kirby y al Milton Caniff de Terry y los Piratas y Steve Canyon como modelos del arte gráfico de la historieta (a quien todo el mundo ha copiado), yo pienso que ese arte es el fruto de una técnica, hábil, excelente, admirable, pero con una cierta falta de CORAZÓN, que, sin embargo, con técnica plástica inferior, abunda y desborda en Gago.

El Guerrero es mucho más que una obra cualquiera, va mucho más allá de lo que la simple apariencia nos puede mostrar. Aprendamos a mirar de otra manera, estar atentos a lo que percibe nuestro ser más íntimo, a lo que realmente nos transmiten nuestros sentidos físicos, a nuestro ser interior. Cada idea, cada imagen, es una revelación, una descarga eléctrica que habla a nuestro ser, a nuestro consciente, pero también a nuestro inconsciente. Por ello, a veces percibimos cosas sin darnos cuenta, sin comprender plenamente, las relegamos a un rincón de nuestro ser profundo y allí quedan durante tiempo. Esta percepción nos transmite pensamientos, mensajes, sensaciones, imágenes, sentimientos, enseñanzas, experiencias. Nos influyen, nos reconfortan, nos provocan alegrías y tristezas. Y luego vuelven. Un día. Más tarde.Imagen de Manuel Gago. Clic para ampliar.

Podemos interesarnos por nuevos dibujantes, nuevos personajes, descubrir otros, antiguos o modernos, que no conocíamos, pero, al final, volvemos con cariño a nuestro Manuel Gago, a nuestro Guerrero del Antifaz, a aquel que nadie puede reemplazar.

TIERRA DE CASTILLA

El Cid fue el personaje cumbre de la Edad Media, el momento literario castellano que caló hondamente y para siempre en el pueblo español como representante del héroe por excelencia. El Cid «eclipsa a todos los héroes poéticos que le precedieron y de quien puede decirse que resume toda la savia de nuestra poesía histórica, y que es la más alta encarnación y representación de ella» (Marcelino M. Pelayo: Estudios y discursos de crítica histórica y literaria). El erudito Menéndez Pidal, en Flor nueva de romances viejos escribió también que el héroe castellano «representa para nosotros el grado supremo del ideal caballeresco, tal como fue entendido por nuestros padres en la Edad Media (...) sagrado símbolo de toda nobleza, de toda lealtad, siempre imponente, siempre vencedora... siempre combatida.»

Guardando las proporciones, me atrevo a decir que el fenómeno de El Guerrero del Antifaz fue popularmente comparable y permanece como el monumento por excelencia de la historieta española. Por eso, el primer artículo que escribí sobre él para la revista Comicguía (núm. 26. Invierno 1993-94) llevaba el título de “Polvo, sudor y hierro, el Guerrero cabalga”, haciendo referencia al Cid y en homenaje al gran poeta Manuel Machado en su poema “Castilla”.

¡Castilla!...

«¡Sagrada tierra de Castilla, grave y solemne como el mar, austera como el desierto, adusta como el semblante de los antiguos héroes; madre y nodriza de pueblos, vivero de naciones, señora de ciudades, campo de cruzadas, teatro de epopeyas, coso de bizarrías, foro y aula, templo y castillo, cuna y sepultura, cofre y granero, mesa y altar; firme asiento de la cruz y del blasón, del yelmo y la corona; crisol de oro, yunque de hierro ... ¡¡salve!!»  (Ricardo León: “Canto a Castilla”, en El amor de los amores)

El autor Gago, vallisoletano, aun describiendo con gran afecto tierras mediterráneas y soleadas, supo plasmar en su obra el alma de Castilla y del castellano, su propia alma.

Castilla, cuna de epopeyas heroicas, dio origen a famosos cantares de gesta que han quedado como excelso patrimonio histórico y poético. Manuel Mira y Fontanals lo describe así:

«El héroe es, ante todo, guerrero cristiano y español, esforzado campeón de la patria, ora sean los enemigos extranjeros invasores, ora los vecinos sectarios de Mahoma. Mas, por otro lado, este héroe se presenta las más veces desavenido con el monarca, a efecto del mal proceder que al último se atribuye, cuando no de los agravios inferidos a la nobleza por los reyes sus antecesores (véase el Rodrigo, v. 374): situación diversamente graduada desde Fernán, que aspira a la independencia, hasta el respeto del buen vasallo que no tenía buen señor, del Mío Cid, conquistador de un reino. Por lo demás, la contienda se ciñe a la declaración de un derecho y no se convierte en hostilidad definitiva, y más que lucha de una clase con la monarquía se presente como acto particular y aislado; el héroe es de esclarecido linaje, pero no debe a sus antepasados, sino a sus propios esfuerzos, el puesto aventajado a que ha ascendido; su vida trabajosa contrasta con la más regalada del mismo monarca o de los caballeros cortesanos; al paso que su franqueza y lealtad con la doblez y astucia de sus enemigos. Y aquí hemos de recordar que éstos no son siempre el monarca o potentados, de superior jerarquía, sino a veces un molesto vecino o un mal pariente, que más o menos tarde reciben el castigo de su temeridad o de su felonía.» (De la poesía heroico - popular castellana).

Esta descripción cuadra perfectamente con nuestro personaje. Así que podemos clasificar la serie de El Guerrero del Antifaz como un verdadero cantar de gesta contemporáneo, concebido, cantado y recitado por un creador, narrador y poeta, un auténtico castellano, como lo es su autor.

Como el Cid, el Guerrero es un personaje trágico, víctima de maldades y envidias, sufriendo en su carne las heridas de los combates y las penalidades, sintiendo en su alma los desprecios, el amor imposible, el destierro, debiendo sufrir el anonimato y el odio tanto de moros como de cristianos. Permaneciendo sin embargo fiel a sus ideales y a la nobleza de sus principios. Y leal a los Reyes, a pesar de sus iniquidades, pero lealtad forzada por la impotencia a derribar lo que está firmemente y despóticamente establecido. Es una lealtad ficticia, que espera un cambio que sólo está en manos de un Ser superior.

El Guerrero se convirtió también en el héroe español por excelencia. Un héroe trágico, austero, rodeado de personajes dramáticos que dan una visión auténticamente dramática del español y sus condiciones de la época. Un español del que ha desaparecido la fiesta, la risa, el gozo, la felicidad. Su situación hace que la única aparente salida es la muerte: la de sus enemigos y la de él mismo. Por eso juega con ella, se burla de ella, la desafía constantemente, desesperadamente. Es la lucha hasta el fin. Y como España, el norte de África y países adyacentes no bastan para proveerle enemigos, sale hasta países remotos, mostrando así la universalidad de su ser y de su lucha. Es una lucha contra la condición humana, un grito de rebeldía, una llamada de socorro, un canto a la vida, una negación de la muerte.


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 [ © 2003 Agustín Riera Torres, para Tebeosfera 031223 ]