Ayné tuvo formación autodidacta como dibujante, y aprendió el oficio de la litografía porque, desde muy joven, se integró en un taller litográfico a instancias de su padre, el escultor Jacint Ayné. Desde los años treinta comenzó a dibujar secciones, viñetas e historietas en tebeos, con especial afinidad por la cabecera TBO, a la que permaneció fiel desde 1935 hasta su retirada del oficio.
Sus firmas (Ayné, Esbert, Enya, Vila) aparecieron en muy diversos tebeos, de diferentes sellos, de los años cuarenta y cincuenta, dibujando tanto aventura como humor. Sus creaciones más destacadas serían las paródicas, como Don Triqui, El Caballero Enmascarado, Narizán, Rabanito y Cebollita, El Conejito Atómico, El Vampiro Draculín y otras. Colaboró con todos los grandes tebeos desde los años treinta a los sesenta: Yo, TBO, Jaimito, Pulgarcito, Nicolás, Yumbo, Hipo, Pinocho, La Risa, Pocholo, KKO, Tio Vivo, Asta, Chispa, etcétera. Y fue muy abundante su aportación gráfica en tebeos dirigidos a niñas, como Florita, Azucena y otros títulos de cuentos de hadas.
Fue un ejemplo de autor de la posguerra, muy rápido, limpio, eficaz, con un humorismo asequible y blanco. También se empleó como ilustrador de cuentos infantiles, sobre todo para editorial Toray, cofundada por su primo Antonio Ayné.