RICARD OPISSO I SALA (1880-1966)
JAUME CAPDEVILA

Resumen / Abstract:
Revisión de la vida y obra, con detenimiento en un estudio estilístico, de uno de los más reputados ilustradores y dibujantes catalanes, amén de decano de la revista TBO: Opisso. / Life and works of this author including a detailed study of his style. One of the most famous Catalan illustrators and artists, who holds besides the distinction of TBO’s veteran artist.
Palabras clave / Keywords:
TBO, Opisso/ TBO, Opisso

Opisso es uno de los más populares dibujantes catalanes de todos los tiempos. Apreciado, querido y cotizado, su talento es indiscutible, su trazo resulta inconfundible y su obra abarca toda suerte de géneros, en los que siempre se luce magistralmente gracias a su dominio técnico, compositivo y a sus recursos expresivos. Fue el dibujante más destacado en varias de las más notables publicaciones catalanas, a las cuales dotó de algunas de sus más emblemáticas señas de identidad. Y se convirtió en el cronista gráfico de una Barcelona cambiante, durante más de medio siglo, desde la época de la bohemia modernista, en los primeros años del 1900, hasta bien entrados los años sesenta, en pleno franquismo. Tal y como apunta Josep Maria Cadena, a quien deberemos regresar una y otra vez ya que es quien más ha escrito sobre Opisso,

con la ironía siempre a punto para captar con humor todas las manifestaciones populares y la capacidad para criticar de forma festiva desde las reuniones de la clase alta hasta las actividades de las clases obreras y menestrales, así como los amores pecaminosos y el uso clandestino de las drogas, abordó con acierto los mil y un aspectos de la sociedad en la que le tocó vivir. Además, tuvo la capacidad de colaborar tanto en las revista para adultos —desde las políticas hasta las eróticas— como en publicaciones dedicadas a la infancia (2003: 8).

Por eso nos encontramos aquí con Opisso. Porque entre su elevada producción, distribuida en publicaciones de todo tipo, se dedicó profusamente a la prensa infantil y resultó uno de los puntales de la revista TBO. Seguramente, si hubiese que elegir a los diez dibujantes “más TBO de TBO, Opisso estaría entre ellos. Y si lo restringimos a cinco... ¡también! En el número de homenaje a los dibujantes de TBO con motivo del 50º aniversario de la revista, aparecido en 1967, podemos leer:

Nació en Tarragona en 1880 y falleció en Barcelona el pasado año de 1966. Animador de TBO desde 1920 hasta muy pocos meses antes de morir, le consideramos como el colaborador más ilustre de los que han desfilado por las páginas de nuestra revista, y el recuerdo de su obra vive en todos nosotros como una perpetua lección. En efecto, su auténtica maestría ha influido en casi la totalidad de nuestros dibujantes, que en mayor o menor grado se consideran todos algo discípulos del indiscutible maestro. La gran categoría de su personalidad artística en todas las facetas que cultivó del dibujo y la pintura y su robusta personalidad humana le hacen acreedor de una continuada fidelidad a su memoria.

Sin duda, resulta imposible explicar el TBO sin hablar de Opisso o hablar de Opisso sin que aparezca el TBO. Vamos allá.

       
 Autorretrato del autor.        

Vida y familia

«Ricardo Opisso no era un hombre alegre, aunque fue siempre un conversador infatigable y ameno, sabedor de muchas cosas, tremendamente apasionado también. Era una pura delicia oírle contar su vida, pletórica de anécdotas fascinantes, algunas falsas, naturalmente», escribía Àngel Marsà en 1973 sobre Opisso, lo que permite hacernos una idea del carácter de aquel gran artista de cabellera alborotada y mirada penetrante, apenas mitigada por sus famosas gafas redondas. Opisso era de estatura media, pero enjuto y delgado; según nos cuentan, caminaba ligeramente encorvado, ensimismado, con los bolsillos siempre repletos de papeles y libretas en los que constantemente tomaba apuntes, casi de forma compulsiva y febril.

Si nos interesamos por el árbol genealógico de los Opisso, descubriremos que su abuelo fue Josep Opisso i Roig (1820-1886), director del Diario de Tarragona, fundador del periódico El Tarraconense, funcionario de Hacienda y director del puerto de Tarragona. Su abuela paterna, Antonia Viñas, era nieta de Jacint Viñas i Sanromà (?-1836), más conocido como Cintet del Fonoll, un célebre guerrillero liberal nacido en Montblanc que murió defendiendo a la reina Isabel durante la primera de las guerras carlistas. Por la rama materna, uno de los bisabuelos de nuestro hombre, Pere Pau Muntañà (1749-1803), fue un pintor relativamente reconocido en su tiempo y primer director de la Escuela de Bellas Artes y Oficios de Barcelona. Su abuelo materno fue el escritor Felip Jacint Sala (1819-1895), especializado en relatos infantiles y recopilatorios de fábulas, pero también coleccionista de arte y fundador de la Asociación Artístico-Arqueológica de Barcelona, en 1877. Además, uno de sus tíos fue el famoso pintor costumbrista Emili Sala i Francès (1850-1910). El padre de Ricard Opisso, Alfred Opisso i Viñas (Tarragona, 1847-Barcelona, 1924), fue botánico y médico del cuerpo de Sanidad de la Armada española, fue concejal del Ayuntamiento de Tarragona, y una vez trasladado a Barcelona se centró en el periodismo y la crítica de arte, convirtiéndose en uno de los intelectuales de referencia de la Barcelona del tránsito del siglo XIX al XX. Empezó como periodista cultural, pero llegó a ser codirector del periódico La Vanguardia, con Miquel dels Sants Oliver i Ezequiel Boix, en la época en que su editor prefería tener tres directores para evitar que ninguno de los tres sobresaliera demasiado. Su madre, Antonia Sala i Gil, fue el puntal del hogar de los Opisso, y si tenemos en cuenta que alumbró a once hijos podemos considerar que no le faltó trabajo. Su tío Antonio Opisso Viñas (1851-1880) fue escritor y periodista, y su tía Antonia Opisso Viñas (1853-1929) fue monja, novelista y escritora. También fue escritora una de las hermanas de nuestro hombre, Regina (1879-1965), madre, a su vez, del periodista Artur Llorens i Opisso (1909-1968), que popularizó el seudónimo Arturo Llopis. De sus otros hermanos y hermanas, Antonia, Dolors, Joan, Consol, Enric, Octavi, Teresa, Maria y Josep, sabemos que este último también se interesó por el dibujo y, además de participar en algunas exposiciones, publicó en varias revistas, sin lograr el renombre de su hermano mayor. En este ambiente de gente ilustrada, biempensante y amante de las letras y las artes, creció nuestro hombre, que (para terminar el episodio familiar) se casaría con Consol Cardona i Lladós (1883-1966), hermana del pintor Joan Cardona (1877-1957), y tras la muerte prematura de una hija, el matrimonio quedó con un único vástago, Alfred Opisso i Cardona (1907-1980), que fue un gran pintor y un excelente dibujante, no lo suficientemente reconocido (Cadena, 1986; Cadena, 2003; VV AA, 1988).

Pasado el capítulo genealógico toca el biográfico, con datos también de sobra conocidos y frecuentemente repetidos. Perteneció a una familia bien situada y aunque el pequeño —y travieso— Ricard podría haber accedido a una excelente educación, nunca se interesó por los estudios, pero a cambio demostró una precoz habilidad para el dibujo. De este modo, acabados los estudios primarios, le matricularon en la Escuela de Artes y Oficios de Barcelona, la Llotja, a la que poco acudió, pues el joven Opisso no era un gran amante de la disciplina, más bien lo contrario. De este modo, a los doce años su padre le buscó un trabajo y le colocó como ayudante de delineante (léase “chico para todo”)[1] al servicio del arquitecto que se encargaba de las obras del templo de la Sagrada Familia, una nueva catedral en el corazón del ensanche barcelonés, a cargo de un tal Antoni Gaudí. Se cuentan múltiples anécdotas de los tiempos en que Opisso trabajó para Gaudí, seguramente no todas ciertas, pero que hallan su eco en la talla lograda posteriormente por ambos personajes en cada una de sus disciplinas, ampliada con el paso de los años. Opisso homenajearía en varias ocasiones a Gaudí, dibujándole en varias viñetas, como en la historieta que hizo para el número 14 de la revista Dominguín. Al cumplir la edad mínima requerida –dieciséis años–, Gaudí avaló el ingreso de Opisso en el Cercle Artístic de Sant Lluc, en el que pudo hacer prácticas de dibujo al natural, y le permitió participar en su primera exposición colectiva, la tradicional exposición de los socios del Cercle en la Sala Parés, en el año 1900, tres años después de su ingreso en la entidad. De esa exposición, Opisso consiguió elogios por parte del crítico de arte de La Veu de Catalunya, Raimón Casellas y, además, publicar en la revista editada por Miquel Utrillo y Ramon Casas Pèl & Ploma, portavoz del modernismo catalán. Antes, Opisso había colocado un dibujo en la revista Luz y otro en la revista Quatre Gats, y después hizo algunas ilustraciones para las revistas Joventut e Hispania. Años después, el mismo Opisso se reivindicó entre los artistas que formaron parte de Els Quatre Gats y las tertulias bohemias y artísticas en las que se encontraban Picasso, Casas o Nonell (Cadena, 1986; VV AA, 1988; VV AA, 1990). Pese a ser autodidacta, con una sólida base técnica inspirada en Steinlen[2], Forain y los principales ilustradores franceses del momento, el arte de Opisso ya se destacaba por su madurez y calidad, pero hasta entonces se limitó a publicaciones artísticas de escasa difusión entre el público barcelonés.

Salto a la fama

La eclosión del Opisso dibujante se produjo a partir del momento en que empezó a publicar regularmente en la revista ¡Cu-Cut!, el verano de 1903. ¡Cu-Cut! (1902-1912) fue una revista que transformó el panorama de la prensa satírica y política catalana en el primer tercio del siglo XX. Nacida con la voluntad de ser el portavoz satírico del catalanismo político, complementando al periódico La Veu de Catalunya, un equipo de jóvenes periodistas y dibujantes la convirtió en un revulsivo sin el que es imposible comprender la Catalunya del cambio de siglo.

¡Cu-Cut! fue indócil y beligerante con el poder, y alimentó la feroz competencia en el campo de la prensa satírica, lo que obligó a renovar antiguas revistas, como L’Esquella de la Torratxa o La Campana de Gràcia, que dominaban el mercado con planteamientos editoriales propios aún del siglo anterior. ¡Cu-Cut! fue una revista muy crítica con el gobierno centralista, y con sus pullas satíricas llegó a provocar las iras de los militares de la guarnición barcelonesa, hasta el punto de que un grupo de cuatrocientos oficiales asaltó la redacción y la imprenta de la revista en el otoño de 1905.[3] Incentivó también la aparición de nuevas cabeceras que imitaron su modelo, o lo intentaron —desde Papitu, L’Hereu, El Gall, La Piula, L’Avi, El Neula, Marramau, L’Ase, a La Tralla, Metralla o Cuca Fera...—, convirtiendo la Catalunya de principios de siglo en un hervidero para la prensa de humor y sus dibujantes. Con un ojo puesto en la prensa europea, y muy especialmente en revistas alemanas como Simplicissimus y francesas como L’Assiette au Beurre, ¡Cu-Cut! incorpora un espíritu transgresor y desenfadado a un grafismo innovador y atrevido, basado en el talento de cinco grandes dibujantes que son los que dominaron el panorama del dibujo de prensa catalán casi hasta la Guerra Civil: Gaietà Cornet, Joan Llaverias, Joan García Junceda, Feliu Elias (‘Apa’) y Ricard Opisso. Y aunque muchos otros dibujantes publicaron en mayor o menor medida en aquella revista, estos cinco artistas fueron su puntal, los más asiduos y los que lograron mayor reconocimiento entre el público.


Dos portadas de Opisso para ¡Cu-Cut!

Ya desde sus primeras colaboraciones, la calidad más que notable de los dibujos de Opisso gana un notable espacio en la revista, y usualmente sus colaboraciones ocupan una página entera, mientras que la mayoría de los otros dibujantes deben conformarse —aparte de los que se encargan de la cubierta y la contracubierta— con pequeñas viñetas repartidas entre las columnas de texto de la revista. Al contrario que los otros cuatro artistas principales, sus dibujos no suelen ser de temática política ni de actualidad, sino que son chistes en los que aprovecha su talento para retratar con ironía la sociedad barcelonesa. Según afirma Josep Maria Cadena, los dibujos de Opisso para ¡Cu-Cut! «figuran entre los mejores que publicó aquel semanario y son también los de mayor ambición artística de entre todos los que llegaría a hacer Opisso» (1986:24). Pero mientras que Cornet, Llaverias, Junceda y Apa se integraron en el núcleo de la redacción de la revista, participando en sus reuniones, implicándose en su orientación ideológica y sus contenidos, Opisso vuela por libre. El carácter de nuestro joven artista no debía encajar del todo entre aquellos hombres de fuertes convicciones catalanistas y religiosas, limitándose a cumplir con llenar su página sin implicarse demasiado, tónica por otra parte que seguiría el resto de su carrera en la gran mayoría de publicaciones en las que colaboró. El éxito y la penetración de ¡Cu-Cut! encumbró a sus principales dibujantes al olimpo del dibujo de prensa catalán en el período que va del cambio de siglo hasta la Guerra Civil. Para cualquier revista hecha en Barcelona en el primer tercio del siglo XX suponía un lujo poder contar con dibujos de Cornet, Junceda, Apa, u Opisso —en menor medida Llaverias, un poco mayor que el resto y con un grafismo algo más anquilosado, y que además prefirió dedicarse al acuarelismo que extender sus colaboraciones en prensa—.


Viñetas del autor publicadas en Le Rire en 1910 y 1917.


La revista ¡Cu-Cut! dejó de aparecer en 1912. Opisso entonces contaba treinta y dos años, y había deslumbrado al público catalán con sus dibujos preciosos y brillantes. Había realizado varios viajes a París, y desde 1906 venía publicando algunas viñetas en varias de las principales revistas humorísticas francesas, como Le Rire, Le Frou-Frou, L'Indiscret, La Vie en Rose, Gil Blas o Fantasio, en las que demostró su nivel equiparable a los mejores del momento. Seguramente en estas revistas pudo explotar con libertad su vena más pícara, demostrando su capacidad de trazar curvas de féminas apabullantes en sus dibujos, cosa que no había podido hacer (aún) en la prensa barcelonesa.

En el momento de su cierre, los otros dibujantes de ¡Cu-Cut! colaboraban al mismo tiempo en dos publicaciones que editaba el mismo Baguñà: por un lado, la revista Mondial Humor, una publicación eminentemente gráfica que, además de sus chistes e historietas, recopilaba viñetas de prensa extranjera, constituyendo una extensa e interesante antología del humorismo gráfico internacional del período, y por otro lado la infantil En Patufet. La primera desapareció en 1913, si bien Opisso ya había dejado de colaborar en ella mucho antes. Por su parte, En Patufet, fundada por el folclorista Aureli Campany en 1904, al cabo de un año pasó a manos de Josep Baguñà, que también era el editor de ¡Cu-Cut!, quien prácticamente contó con los mismos colaboradores para las dos revistas. Curiosamente, mientras las viñetas e ilustraciones de Cornet, Junceda y Llaverias se convierten en imprescindibles en las páginas de En Patufet,[4] la presencia de Opisso en las páginas de esta revista para chicos es muy esporádica. Seguramente el talante de Opisso no casó con el espíritu moralizante de aquella publicación y prefirió mantenerse al margen, aunque ilustró el volumen VII de la Biblioteca Patufet, Per a cors joves, escrito por Enric de Fuentes en 1908.

De modo que al cierre de ¡Cu-Cut!, mientras sus principales dibujantes se concentran en En Patufet, Opisso toma distancia y en pocos meses empieza a publicar en L’Esquella de la Torratxa, revista satírica ideológicamente opuesta a Cu-Cut!, de orientación izquierdosa y ligeramente anticlerical en la que la sensualidad del trazo de Opisso y su espíritu bohemio y contestatario encaja mucho mejor que en la conservadora ¡Cu-Cut!  El paso de Opisso a L’Esquella es natural si tenemos en cuenta las convicciones políticas y morales de nuestro artista, pero supuso una afrenta para sus antiguos compañeros de redacción que necesitó de algunos años para ser olvidada.


Opisso firmó como Bigre estos sensuales dibujos publicados en KDT y Papitu (1913).


Para el primer dibujo en L’Esquella, en diciembre de 1912, demostrando lo encorsetado que debió sentirse en las páginas del casto ¡Cu-Cut!, eligió como protagonista del chiste a una rolliza chica de las que ponen a la venta sus encantos rechazando las proposiciones de un ricachón que pretende ponerle un piso. Esta faceta ‘picante’ de Opisso nos lleva también a su colaboración en la revista KDT, en la que finalmente pudo dar rienda suelta a su talento para dibujar curvas femeninas. Este “Semanario festivo para niños de 16 a 80 años” exploraba los límites de la moralidad de aquella época mojigata, con veladas insinuaciones y juegos de palabras, con relatos de maridos cornudos y aventuras de alcoba. No he podido consultar los primeros números de la revista, aparecida en 1912, por lo que no puedo datar con exactitud la incorporación de Opisso, pero poco después, en 1913, ya es el principal dibujante de sus portadas, protagonizadas siempre por deliciosas chavalas entre sensuales y macizas, firmando siempre, eso sí, con el seudónimo Bigre, que también usaría en Pakitu y Papitu, la más popular de las revistas sicalípticas catalanas, como también en Flirt, Color o El Caloyo, otras del mismo corte. Aunque el trazo era realmente inconfundible, firmar con su apellido debió suponer un problema si recordamos que su padre era un hombre de orden, un apreciado intelectual que dejó una obra ingente y un personaje de peso en la sociedad barcelonesa, al que no debía parecer muy bien que su apellido apareciese al pie de las exuberantes féminas que protagonizaban las cubiertas de aquellas revistas escandalosas.

       
Viñeta publicada en La Campana de Gràcia.

       

Aunque no publica con la periodicidad semanal que acostumbraba en ¡Cu-Cut!, Opisso combina hasta los años de la Segunda República sus viñetas en L’Esquella de la Torratxa con las de La Campana de Gràcia, revista también satírica, pero de carácter aún más político, más radical y mucho más beligerante, que editaba el mismo propietario de L’Esquella de la Torratxa, el editor y librero Antoni López. También le encontramos con regularidad en la revista Hojas Selectas, una publicación mensual de gran interés editada por Salvat que había iniciado su andadura en 1902 con números de un centenar de páginas y que publicaba reportajes de actualidad, artículos y textos de información nacional y extranjera, así como creaciones literarias en texto o en prosa, todo ello profusamente ilustrado. Ricard Opisso, aparte de ilustrar alguno de los textos o realizar algún dibujo en láminas a color lujosamente estampadas que se encartaban en la publicación, colabora mensualmente en dicha revista desde 1904 hasta prácticamente su desaparición en los años veinte y suele encargarse de una página o una doble página que contiene una “Nota cómica” o “Nota política”. Es curioso comprobar cómo a veces coinciden en la misma revista (juntos pero no revueltos, es decir, cada uno a lo suyo) dibujos de Ricard con textos de su padre o ilustraciones de su hermano, el también dibujante Josep Opisso.

Intensifica también su colaboración en prensa francesa y se instala una larga temporada en Francia (así lo anuncia La Vanguardia en su edición de 24 de junio de 1913, p. 3: «Ha salido para París, donde permanecerá por una larga temporada, nuestro querido amigo el reputado dibujante don Ricardo Opisso») hasta el inicio de la Guerra Mundial, cuando vuelve a Barcelona y realiza una doliente serie de dibujos contra la brutalidad de la guerra en La Campana de Gràcia. A su vez, un editor barcelonés pretende recuperar la cabecera ¡Cu-Cut! y publica de nuevo esta revista durante casi un año, aunque sin contar con el visto bueno del equipo editorial original, que se niega a participar en el proyecto. Opisso, en cambio, junto con Apa, son los únicos dibujantes del ¡Cu-Cut! original que participan en esta nueva publicación. Al contrario que en la primigenia revista, en la que en contadas ocasiones pudo dibujar la cubierta, esta vez será el dibujante que realizará más portadas del nuevo ¡Cu-Cut!, dando un nuevo aire al cabezón y barrigudo personaje creado por Cornet que personaliza la publicación. A pesar de ser un intento notable, con dibujantes de calidad, como el propio Opisso, Apa, K-Hito, Borrás, Bon o Passarell, la revista no superó el año de vida.

Del chiste a la historieta

Hasta ahora hemos visto un dibujante especializado en prensa política y revistas para adultos. Sus composiciones suelen ser chistes de una única escena que ocupan toda la página, y se interesa sobre todo por captar el pulso de la sociedad, con talento para reproducir personajes arquetípicos fácilmente identificables en el paisaje urbano y social, con un talento para captar los detalles en trajes, mobiliario o escenarios que permiten situar la acción en momentos y lugares concretos y perfectamente identificables del paisaje barcelonés. Parece que nunca le interesó la ocasión de dibujar en la más famosa de las revistas catalanas para niños, En Patufet, y como mucho había ilustrado algún librito infantil, como las obras de Manuel Marinel·lo Novelitas educativas (1912) y Magín el aventurero (1912). Pero en 1915 aparece Dominguín, una publicación excepcional, inspirada en los suplementos dominicales de los tabloides americanos, en la que Opisso nos desvela sus dotes como historietista. Por primera vez le vemos desarrollando una pequeña historia a lo largo de varias viñetas, y si bien no hace ninguna gran aportación expresiva al género, sí que explora con curiosidad y talento los recursos del nuevo medio. Opisso nos deleita con algunas de las mejores historietas de Dominguín en lo que se refiere al gusto por el detalle, en el desarrollo narrativo —pese a estar siempre absolutamente ligado a la narración textual que acompaña cada viñeta— y en la mayoría de aspectos eminentemente gráficos. Debemos tener en cuenta que aunque los lectores americanos llevaran ya varios años acostumbrándose a las historias secuenciadas que se publicaban habitualmente en los grandes periódicos y a sus nuevos mecanismos narrativos, en España no se habían dado aún los condicionantes para la eclosión de la historieta, y su difusión se limitaba a algunas páginas publicadas en prensa satírica o eventualmente en magazines o suplementos de periódicos. Posiblemente esto hace que Dominguín no supere los veinte números y desaparezca casi sin dejar huella en la historia de nuestra prensa aun siendo una revista de una calidad excepcional. ¡Qué distinta en todos los aspectos habría sido la historia de la historieta española si como modelo de revista infantil hubiese cuajado Dominguín en vez de TBO!

       
        Protohistorieta para el primer número de Dominguín (1915).

En 1915, pues, podemos descubrir a un Opisso que, si bien estaba especializado en viñetas de fuerte contenido social en la prensa para adultos y que se deleita en impregnar con un toque de sensual erotismo a sus dibujos para publicaciones galantes, se desenvuelve también con solvencia en el campo de la historieta. Posiblemente en Dominguín encontramos algunas de la mejores historietas de Opisso, en las que explora con curiosidad el medio recreándose en la composición de cada viñeta, ofreciendo expresivas soluciones al desarrollo de la narración, aunque nunca se plantea superar la sumisión del aspecto narrativo de la imagen a su correspondiente explicación al pie. En unos años, cuando Opisso pase a dibujar historietas con regularidad, ya sea para Virolet, TBO o Pocholo, los personajes de sus viñetas se acabarán resolviendo en trazos más simples, las composiciones serán menos arriesgadas, los temas más redundantes, el resultado menos sorpresivo. Y a pesar de todo esto, con el talento de Opisso, seguirán siendo historietas de una calidad excepcional.

En esta década, la guerra europea frustra la conquista del reconocimiento internacional de la obra de Opisso que podría haberse producido de seguir publicando en la prensa francesa, y la vida le muestra su rostro más duro al golpear a la familia con la muerte de su madre, Antonieta Sala, en 1914, y la de su hija Sara en 1916 por culpa del tifus, cuando la pequeña contaba apenas con diez años de edad. Quizás estos episodios personales permiten intuir por qué en lo profesional hay también un ligero bajón en la actividad de Opisso, que además de dibujar con no mucha regularidad para L’Esquella y La Campana, en KDT y en el mensual Hojas Selectas, solo participa en proyectos editoriales que no logran cuajar en el mercado, como la mencionada Dominguín, o La Piula, o el nuevo ¡Cu-Cut!

En realidad, la actividad profesional de Opisso en estos años disminuye en intensidad si la comparamos con la década anterior, en la cual, además de su colaboración semanal en ¡Cu-Cut!, le vemos publicando en prensa francesa o en publicaciones catalanas como La Vanguardia, Garba, El Neula, Or y Grana o Mondial Humor, a la vez que ilustraba anuncios o carteles y participaba en importantes exposiciones como la Exposición Internacional de Bellas Artes de Barcelona en 1907 o la Exposición Internacional de Arte de 1911, en la que logra una medalla, o ilustrando libros como Les Multituds, de Raimón Casellas (1905); Gent, de Ramon Suriñach Senties (1905); Primer Llibre de dones, de Eduard Girbal Jaume (1909), además de los de Marinel·lo o de Fuentes ya mencionados. También si comparamos con las décadas siguientes, en las que multiplica sus colaboraciones en publicaciones de todo pelaje, como El Sol (1919), El Caloyo (1921), Carnaval (1921), La Mainada (1921), Virolet (1922), Xut! (1922), Pakitu (1923), Color (1923), Flirt (1923), El Campeón (1923), Lecturas (1924), El Sr. Canons (1925), Cholito (1925), Almanac de Catalunya (1926), Revista de Oro (1926), La Esfera (1927), Floreal (1928), El Diluvio (1928), El Foc (1930), El Lliri Blanc (1930), El Sr. Canons (1930), Pocholo (1931), La Guindilla (1931), L’Opinió (1931), El Crit (1932), La Rambla (1932), Vida social femenina (1935), e intensifica también su labor como portadista para varias editoriales, destacando su colaboración con la Col·lecció En Patufet, y realiza numerosas exposiciones colectivas (en 1918, 1922, 1923, 1924, 1932, 1933, 1934) o personales en la Sala Parés (1928, 1929 y 1931), además de participar en certámenes artísticos de gran magnitud, como la Exposición de Primavera en el Palacio de la Feria de Barcelona (1922), o el Salón de Primavera de 1934.

Opisso en TBO

Así llegamos a 1917, año en el que aparece la revista TBO. Los entresijos de la aparición y consolidación de esta revista ya han sido explicados por otros mucho mejor cualificados para hacerlo que yo, y durante este año del centenario tebeístico se repetirán y se añadirán aluviones de datos a los ya conocidos. Si nos centramos en el vínculo de Opisso con TBO, la primera colaboración firmada por el dibujante se produce a finales de 1917, cuando se le encarga la cubierta del primer almanaque de lo que será una larga colección.

Pero Ricardo Opisso no es el primer Opisso que publica en la revista TBO. En la última página del número 2, en la sección dedicada a los pasatiempos, podemos leer que el primer acertante de las soluciones de los pasatiempos del primer número, que además facilita nuevos pasatiempos, es Orestes Llorens Opisso, sobrino de nuestro dibujante, hijo de su hermana Regina —casada con el traductor Orestes Llorens— y hermano del que será conocido periodista Arturo, que unos cuantos años más adelante, bajo el seudónimo Antares, también colaboraría asiduamente en TBO. Anotemos aquí que Alfredo Opisso, hijo de Ricardo e igualmente dibujante, publicó también algunas historietas en la revista ya en los años treinta.

Dejemos de lado estas pequeñas curiosidades familiares y volvamos a nuestro artista y su colaboración en TBO. El Almanaque de TBO para 1918 en realidad no forma parte de la colección de la revista, ni sigue la numeración del semanario, y como es habitual en este tipo de publicaciones con paginación extra y material nuevo, se publicaban a finales de noviembre o principios de diciembre para mantenerse en el quiosco durante el último mes del año. La publicación de almanaques, calendarios y anuarios fue una tradición muy arraigada entre la prensa barcelonesa y española desde el siglo XIX hasta bien entrado el XX, y entre muchos otros factores servía también para llegar a nuevos lectores que no consumían la revista, por lo que no es de extrañar que se piense en Opisso para la cubierta de este primer almanaque de TBO. Probablemente, de entre los dibujantes catalanes, Opisso, Junceda o Apel·les Mestres eran los que garantizaban un mayor prestigio artístico y a la vez tirón comercial para un producto así. Pero Apel·les Mestres, con problemas de vista, se había apartado ya del mundo del dibujo y Junceda era el principal animador de En Patufet, la competencia de TBO, aunque fuese en lengua catalana. Por lo que Opisso era la mejor opción y la más viable para los editores de aquel joven TBO. Y nuestro artista nunca tuvo remilgos para trabajar en cualquier publicación que aceptase sus condiciones económicas, por lo que seguramente la incorporación de Opisso a esta revista se dirimió en términos prosaicos. También debemos tener en cuenta que durante 1917 y hasta 1919 (Martín, 2012: 34), Buigas se convierte también en editor de KDT, una revista que ya salía de las prensas de Suárez, y que con un título igualmente eufónico, está en las antípodas de TBO por lo que se refiere a contenidos e intención, pero en la que Opisso —oculto, como ya hemos explicado, bajo un seudónimo— era el más destacado colaborador y el más asiduo portadista. El tránsito de una revista a otra, desde el momento en que están en las manos del mismo editor, es fácil y comprensible.

La portada del Almanaque de TBO para 1918 es un divertido dibujo protagonizada por un simpático grupo de monos encaramados en la cesta de un globo aerostático. Es una composición deliciosa, de trazo detallista y audaz encuadre, coloreada con tonos cálidos, que consigue transmitir fácilmente una alegría disparatada e intrascendente, en la línea del jovial TBO de los primeros años. Aquella portada se convierte, sin duda, en un escaparate magnífico para una revista como TBO que rompe varios de los moldes de las publicaciones infantiles que se habían publicado hasta el momento, reforzando la idea de lo lúdico como esencia de la revista. No hay ninguna duda de que Opisso es un gran portadista, y justamente aprovechando el talento del dibujante y su tirón entre el público, en TBO se explota esta faceta, ya que Opisso se convertirá en el principal dibujante de las portadas de números extraordinarios, almanaques y también de los productos editoriales que no forman parte de la colección regular, como la Colección Gráfica TBO o la Biblioteca de TBO. Opisso también dibujaría unos recortables (muchos de ellos se publicaron en las contraportadas de los almanaques y extras, y otros se comercializaron sueltos) y unas figuras con el niño TBO y la niña BB que se vendieron separadamente de la revista.

   
    Original para la portada del Almanaque TBO 1920.

La colección de portadas de Opisso para los especiales de TBO es una rutilante sucesión de pequeñas maravillas, hermosas ilustraciones de colores planos pero brillantes y jaraneras composiciones, en su mayor parte variaciones sobre el mismo tema: un mundo fantástico en el que los niños son felices jugando, viviendo aventuras extraordinarias y leyendo TBO. El almanaque para 1919 lo protagoniza el niño TBO montado en un caballo alado esparciendo tebeos a una multitud entusiasmada que se agolpa a sus pies. En la portada del almanaque para 1920, el niño TBO cabalgando un sonriente avestruz cargado de maletas y bultos que contienen cosas como "paz", "juguetes" y "bombones". En el de 1921 —un dibujo que se trata de un remake de la del número 100, firmada por Urda— el niño TBO, cual repartidor de prensa, cargado de ejemplares del Almanaque de TBO, vocea en un paraje nevado rodeado de enanitos barbudos con capuchas puntiagudas alborozados por conseguir un ejemplar de la revista. En el almanaque de 1922, el niño lee sentado en el suelo, mientras cinco tipos caracterizados como representantes de los cinco continentes (un selvático negrito, un plumífero apache, un barbudo con turbante y chilaba, un amarillento oriental y un señor ataviado de explorador con pantalón corto, monóculo y pipa) ojean sonrientes por encima de su hombro. En la portada de 1923, el niño conduce a toda velocidad un sidecar acompañado de una linda chiquita con un adorable lazo en la cabeza ondeando al viento. En el almanaque de 1924 el niño, vestido con la camiseta del Fútbol Club Barcelona —que había logrado un gran éxito en el campeonato de Cataluña—, patea un balón en el que está inscrito el año en cuestión. En el de 1925, vestido de cowboy galopa brioso sobre un caballo negro blandiendo un ejemplar de la revista con el brazo en alto. En el de 1926, el niño corre a la carrera en un patinete perseguido por un perro mientras sostiene en lo alto el ejemplar del almanaque. En el de 1927, un sonriente payaso vuela en un minúsculo aeroplano humeante acompañado por un papagayo. En el de 1928, el niño, que se protege del frío y la nevada con paraguas y un grueso abrigo, cargado de manjares y regalos navideños, camina tras un inmenso pavo. En el de 1929, el niño lee el almanaque tendido en el regazo de una gran luna en cuarto creciente que también observa sonriente la publicación en un cielo estrellado. En el de 1930, tres chiquillos leen apasionados TBO, cuyos ejemplares se hallan desparramados por el suelo, bajo la atenta mirada de su perrito. En 1931 es un vaquero del Oeste quien lee TBO con el niño encima de sus rodillas, y en 1932, el niño, vestido de explorador, con su salacot, sus pantalones bombachos y un rifle inmenso, lee el TBO ante un tigre que se descuajaringa de la risa. Para la portada de 1933, un duende barbudo escudriña reconcentrado el TBO sobre una gigantesca seta bajo la mirada de un conejo. En 1934 encontramos por primera vez una cubierta de almanaque que no está firmada por Opisso, sino por Tinez. En el de 1935, de nuevo firmado por Opisso, un grupo de pequeñas cigüeñas en su nido se entusiasman con un ejemplar de TBO que llega al nido en el pico de uno de sus progenitores y rechazan la comida —un suculento sapo verde recién pescado— que les ofrece el otro. En el de 1936, un explorador cuelga de su escopeta, enganchada en la punta de la rama de un árbol en el borde de un abismo, atacado por una serpiente hambrienta bajo la mirada de un polluelo en su nido. La cubierta del almanaque para 1937 es un barco vikingo surcando el mar con las letras TBO bordadas en la gran vela desplegada al viento. En realidad, este último almanaque no apareció en su momento, pero tras la guerra, el 7 se retocó para aprovecharlo como almanaque para 1939. Me gustaría dejar constancia de la sensación personal de que el interés de las cubiertas de estos tres últimos desciende perceptiblemente, por lo menos si comparamos estos dibujos con los de las portadas de los años anteriores. Me parece percibir un ligero hartazgo, desdén o prisa para solucionar la composición —pensemos también que la situación del país en guerra en ese momento debía condicionar todo—, pero creo que ya apunta el camino que tomarán las colaboraciones de Opisso con TBO en el futuro, solucionadas con más oficio que chispa.

Tras la guerra, las portadas de los almanaques navideños son ocupadas por historietas —sobre todo de Benejam—, y Opisso, que se incorpora una década más tarde, se reserva para la contraportada, en la que durante bastantes años dibuja un belén recortable. A partir del almanaque para 1964 regresa la portada con un dibujo a toda página, que será de nuevo de Opisso (una familia feliz, con chacha y perrito incluidos, leyendo alborozados TBO), pero a partir de entonces, otros autores se encargarán de estas cubiertas, excepto la de 1968, publicada dos años después de la muerte del dibujante para celebrar "50 años de almanaques", que es un mosaico con las cubiertas dibujadas por Opisso para 1918, 1919, 1920 y 1921.

Las portadas que dibujó Opisso se pueden contar entre lo mejor de TBO. El artista despliega con maestría su estilo de dibujo elegante, de trazo cuidado, realista pero sin ser demasiado recargado, con un gran dominio de la anatomía y la composición e incorporando recursos expresivos vibrantes y dinámicos, a la vez que composiciones atrevidas, en busca de la tensión y el movimiento. En un modo similar a las ilustraciones para la cubierta de estos almanaques, Opisso firma las portadas de los cuatro números que aparecieron de la Biblioteca de TBO, protagonizada siempre por el niño TBO. En cambio, estos dibujos se distancian de las portadas de la Colección Gráfica TBO, cuadernos apaisados con historietas de aventuras, en su mayor parte adaptaciones de obras literarias. Mientras autores como Urda, Donaz, Yorick o Tinez se encargaban del interior, Opisso dibujó la práctica totalidad de las cubiertas de esta colección, trepidantes ilustraciones preciosamente acuareladas y reproducidas mediante fotograbado. Mientras las portadas de los almanaques y la Biblioteca de TBO centraban la atención en un único personaje jugando con colores planos, los dibujos de las cubiertas de la Colección Gráfica TBO son excitantes composiciones corales de momentos de acción que transmiten la tensión de escenas culminantes de la aventura: los exploradores huyendo en el globo defendiéndose a golpe de fusil de una tribu de salvajes que les persigue, lanzas en ristre, en su número uno, Cinco semanas en globo; el protagonista en primer plano armado con un rifle y observando una jarana nocturna de salvajes caníbales alrededor de una fogata en el número dos, La isla misteriosa; gigantes amenazadores, aventureros luchando contra osos, tiburones, lobos, leones y otras fieras, cruzados ensartándose con sus lanzas, vaqueros disparando, inquisidores con sus antorchas flamígeras, soldados arremetiendo por doquier a escopetazo limpio, barcos de piratas, selvas turbulentas, castillos en llamas... la aventura trepidante en estado puro, dibujada por el vibrante trazo y las embriagadoras composiciones de Opisso. ¡Qué maravilla! Por formato y estilo, los poco más de una cuarentena de estos cuadernos constituyen un claro precursor de los cuadernillos de aventuras que serán tan populares en los quioscos durante la posguerra española.

           

Portadas de Opisso fechadas en 1920, 1922 y 1931 respectivamente.

No solo portadas

La incorporación de Opisso a la plantilla de TBO, más allá de estas portadas y dibujos extraordinarios, no se produciría hasta el primer número de 1920, cuando empieza a publicar progresivamente algunas páginas de historietas, principalmente en la cubierta[5]. Nuestro hombre llega a las páginas de la colección regular en el número 139 de TBO, el mismo en el que la casa editorial anuncia la intención de publicar la revista BB. Dicho ejemplar es un extraordinario de Navidad y nuestro artista firma un delicioso dibujo sobre la noche de Reyes, en el que un barbudo y ufano Rey Mago cabalga sobre un camello abarrotado de juguetes, ingeniosamente impreso en dos tintas, verde y rojo, cuya superposición consigue, en algunos de los detalles del dibujo un nuevo tono más oscuro. A partir de ese momento, Opisso sigue colaborando semanalmente con una página en la que se consolida como un gran historietista, cosa que ya había apuntado en Dominguín.

   
Historieta publicada en TBO en 1921.

   

Su fórmula para las historietas es simple y se basa en su talento para desmenuzar escenas con su dibujo, expresivo y virtuoso. En realidad, y hasta los años treinta en que empieza a incorporar bocadillos para los diálogos y otros recursos narrativos propios del cómic, lo que Opisso hace en sus historietas es dar forma visual a un texto que se podría leer y comprender sin los dibujos. Es así en estas primeras historietas de TBO y también en sus historietas para Virolet, y también en sus primeros años en Pocholo. A pesar de esto, Opisso es magistral y sus historietas una delicia. Y los dibujos siempre enriquecen el texto. Pero a veces da un poco de grima comprobar cómo hay historietas en las que texto y dibujo son redundantes, en las que Opisso consigue evidenciar visualmente mucho mejor algo que el texto repite al pie del dibujo, en las que la supresión de explicaciones innecesarias daría más brillo, agilidad y empaque a la historieta. Pero también debemos pensar que no es un defecto de Opisso sino que es algo habitual en las historietas españolas de los años veinte, en las que solo algunos audaces y atrevidos hacen cosas distintas para las que la mayoría del público aún no está preparado. Como escribe Terenci Moix, «Opisso, como todos los dibujantes de su generación, participa de la imposibilidad de acceder al cómic, forma dinámica por excelencia» (Moix, 1967: 101), pero esta imposibilidad no es por falta de ganas o talento en estos artistas, sino más bien por falta de público, incapaz aún de comprender las elipsis, signos cinéticos y recursos narrativos propios del cómic, que los lectores americanos ya habían asumido y que en España tardarían aún una década en empezar a popularizarse. También hay que reconocer que más allá del grafismo, en el que Opisso se desenvuelve siempre con soltura y elegancia, sus historietas, sin personaje fijo, no suelen ser más que «un chiste alargado o una colección de gags» (Martín, 1978: 93); en los temas y guiones raramente se va más allá «del recurso tópico, del chasco momentáneo, de la idea perspicaz para salvar una situación, de la moralina o de la lección didáctica, generalmente sin manifestación ideológica de ningún tipo» que, por otra parte, como muy bien describe Manuel Barrero (2008), configuró el contenido general de la mayoría de las historietas de aquella revista, lo cual es normal si todas las historietas eran ideadas, guionizadas o dirigidas por Joaquín Buigas.

Durante décadas se ha difundido la idea de que Opisso fue el creador del niño TBO (Martín, 1975: 63; Pañella, 1981: 36; Vázquez de Parga, 1992; Segura, 2014: 99), quizá por su asociación con el diseño de la niña BB, émula femenina de dicho personaje, que sí le corresponde, quizás porque se recuerdan sus portadas para los almanaques e historietas... Pero basta con revisar los primeros números de la colección para ver que es Urda quien primero da forma a este personaje que pretendía representar gráficamente a la publicación, del mismo modo que el personaje Patufet creado por Cornet representaba a la revista de Baguñà En Patufet. No hay duda de que después Opisso fue quien más dibujó al niño TBO, quien realmente le proporciona carácter y quien más y mejor lo plasmó, jovial y juguetón, en sus historietas y en las portadas de almanaques y especiales. Pero, las cosas como son, no fue su creador.

Del mismo modo, se ha venido repitiendo que Opisso diseñó la cabecera de TBO. El dato aparece en un sinfín de textos periodísticos a partir del final de los años sesenta (Perucho, 1967: 61; SF, 1973; Burta, 1979; Pañella, 1981: 36; VV AA, 1995: 7; Bagué, 2001) y también en textos de algunos de los que más saben de nuestros tebeos (Guiral, 1992: 2; Vázquez de Parga, 1993: 10; Martín, 2011: 76; Manzanares, 2016: 24). Pero la verdad es que ninguno de ellos cita nunca dónde o cómo se puede confirmar fehacientemente dicha información. No he encontrado ningún testigo de primera mano, ninguna referencia a ello en ningún TBO de la época ni en ningún artículo dedicado a la revista publicado antes de los años cincuenta. Ni en el extra de TBO en su 50º aniversario, al reproducir la primera página del número 10, en el que destaca la «nueva disposición de su portada que habría de convertirse con los años en tradicional», no se alude a la autoría de Opisso de las letras de la cabecera, y habría sido una buena ocasión para hacerlo. También habría sido una buena ocasión el número de homenaje a los dibujantes de TBO del mismo año. Pero nada[6]. Lo hallo por primera vez en un texto de Joan Perucho publicado en la revista Destino (1967: 61) —que aparte de dicha afirmación contiene alguna que otra inexactitud más—. Dicho texto será fusilado en otros artículos posteriores (Balletbó, 1970; SF, 1973) y la afirmación sobre Opisso y las letras de la cabecera ya se repite luego en todos los artículos que se publicaron para jalear los 75 años de TBO. El dato también es recogido por Juan José Cortés Pascual en su tesis (1992: 41), pero él sí especifica que la afirmación la obtiene de una conversación con Carlos Bech.

Déjenme exponer algunas cuestiones que hacen que dude sobre la autoría de Opisso. Cuando TBO aparece en 1917, en sus nueve primeros números utiliza para su cabecera una tipografía de aire modernista, en la que la parte superior de las tres letras incluye una franja ornamental horizontal de la que cuelga el resto de la letra. La nueva cabecera, la que será casi para toda la vida, aparece a partir del número 10 y sin duda es una tipografía mucho más moderna, con letras rojas de ancho fijo, perfiladas por un grueso y afilado trazo negro, adornando con una ligera serifa puntiaguda los remates de la te y la be, mientras la o se inscribe en una forma cuadrangular. Se me hace extraño pensar que Opisso sea el autor de la cabecera por varios motivos. Primero porque Opisso es un gran dibujante pero en aquella época hay que pensar que los que se ocupaban de rotular carteles, portadas de libros y revistas no eran los dibujantes, sino los letristas o rotulistas, expertos en dibujar letras, un oficio hoy desaparecido y olvidado tras el asedio del Letraset y el Freehand. Si había que encargar un dibujo, lo hacía un dibujante. Pero una cabecera —y más una cabecera puramente tipográfica— sería más normal que la hiciese un grafista. No era nada raro, incluso, que los dibujantes dibujasen y los letristas rotulasen, mano a mano, cubiertas o carteles. Y aunque Opisso es capaz de rotular y sabemos a ciencia cierta que lo hace bien, como podemos comprobar en los originales de las cubiertas, en las que incluye las letras de la cabecera —si no es que, además de la intervención del dibujante, en ese original hubiera metido mano un rotulista, que también podría ser—, lo normal hubiese sido que las letras de la cabecera las confeccionase un letrista y no un viñetista. La calidad del trazado de las letras apunta a ello y lo podemos contrastar con las sutiles pero evidentes variaciones a las que Opisso somete a estas tres letras cuando las dibuja en las portadas de los almanaques. Pero supongamos que, en vez de a un letrista, Buigas encarga la nueva cabecera a un dibujante. Si las letras aparecen en el número 10, también sería lógico que Opisso iniciara su andadura como colaborador de la revista en el mismo número. O en el siguiente. O pronto... O que hubiese alguna otra pequeña aportación (una historieta, una portada, un chiste... ¡algo!). Pero la primera colaboración del dibujante con la revista, ya lo hemos visto, no se produce hasta muchos meses después, al final del año, y es no aporta otra hasta el año siguiente. Lo lógico en este caso sería que el dibujante en cuestión fuese Urda o Donaz, puesto que ya se ocupan de los contenidos gráficos de aquellos números. Lo que si podemos comprobar es que justo en el mismo número en que se incorpora Opisso, en 1920, la revista pasa de valer cinco céntimos a diez céntimos, y a partir de la portada del número 140 la cabecera se estiliza un poco, manteniendo tipografía y formato —agudizando un poco las puntas de los remates de las letras—, pero ganando altura.

       

Dos historietas de Opiso del TBO de los años treinta.

En el caso de la revista BB, la presunta autoría de Opisso de su cabecera sigue una secuencia más lógica en este sentido. Cuando en 1920 Buigas decide ampliar su negocio editorial publicando una revista para chicas con más o menos la misma filosofía de TBO, en la cabecera aparece la niña BB, en una orla dibujada entre dos letras be. Y Opisso es efectivamente el autor del dibujo de la niña, y además empieza inmediatamente a colaborar con sus historietas en la misma revista. Podría ser, incluso, que un letrista se hubiese encargado de rotular las letras be y Opisso de dibujar imagen de la niña, y que a pesar de ser un trabajo en equipo con el tiempo se considere que Opisso es el autor de la cabecera, ya que el oficio de letrista siempre es mucho más anónimo y discreto. En el caso de Pocholo, una década más adelante, pasa algo similar: en el mismo número en el que Opisso se incorpora como colaborador de la revista se produce también un cambio en la tipografía de la cabecera —tipografía que se inspira claramente en la de TBO— y se achaca a Opisso la creación de aquella cabecera, cosa que tiene algo de lógica: ambos aparecen juntos por primera vez en las páginas de la revista, en su número 19. La secuencia, pues, parece mucho más verosímil en los casos de BB y Pocholo, pero no concuerda en el caso de TBO. Además, si Opisso hubiese dibujado la cabecera de la revista, se trataría de un hecho lo suficientemente interesante, comercialmente hablando, como para que se destacase o se mencionase en su momento. Pero no se hizo. ¿De qué sirve que un dibujante famoso te dibuje la cabecera si no lo publicitas? Para mí, el testimonio de Bech, con toda la buena fe que le presumo, no es suficiente, pues podría pasar como con la datación de la aparición del primer número difundida por Viña, que resultó errónea (Cortés Pascual, 1992: 28-33). Bech no se incorporó a TBO hasta muchos años después y, claro, a toro pasado tiene más lustre atribuir la cabecera a Opisso que a un letrista anónimo o a otro dibujante.

Urda, que ya firma con su U anagramática buena parte de las viñetas del número 2 de TBO, ejerció como director artístico de la revista (Manzanares, 2016: 20) hasta 1922, en que Opisso le releva en dicho cargo, acompañando a Jacinto M. de Mustreles como director literario (SF, 1922). De modo que Opisso consta como “director artístico” de TBO a partir de aquel año. Esto, en realidad, comporta que las historietas de Opisso se consolidan en la primera página de la revista por una larga década, aparte de lo cual no parece que se traduzca en una mayor implicación, ni tampoco en más colaboraciones de Opisso, ni en cambios evidentes en la línea gráfica de la publicación, a la que en los meses anteriores se habían incorporado ya gran parte de los dibujantes que conformaron el cuerpo y el alma del TBO en esos años. ¿Para qué sirve un director artístico que no dirige? No tenemos datos de la duración de Opisso al frente de tal responsabilidad, pero por talante y carácter no creo que fuese mucho. En aquel momento la estructura de la revista ya estaba fijada, la plantilla de dibujantes y los espacios que cada cual ocupaba perfectamente definidos y el engranaje de funcionamiento de la publicación, por lo que a su parte gráfica se refiere, debía rodar con suficiente autonomía como para que la figura de “director artístico” carezca de sentido.

En realidad, yo apostaría que el cargo —seguramente con un ligero aumento de sueldo, a costa del bolsillo del anterior director artístico— se trató más bien de una estratagema del editor para fidelizar a uno de sus principales dibujantes ante la aparición de Virolet, una revista de historietas editada por Baguñà para complementar En Patufet, aparecida justo en enero de 1922, y que suponía sin duda competencia directa para TBO en los quioscos aunque se editó en lengua catalana. Opisso dibujó en Virolet desde su número 1, al lado de Cornet, Junceda, Llaverias, Castanys, Prat o Serra Massana, un elenco ciertamente de lujo. Pero vemos que a los pocos meses, concretamente a partir de su número 12, las colaboraciones de Opisso como historietista desaparecen de las páginas de Virolet, y desde entonces, como mucho, ilustra esporádicamente algún que otro relato. ¿Intentó Buigas amarrar a Opisso con el nuevo cargo? ¿Por esto deja Opisso de colaborar en Virolet? Sea como fuere, Virolet se editó hasta 1931, y a lo largo de la década Opisso regresaría a sus páginas como historietista e ilustrador, pero sin mucha regularidad. El mismo 1922 realizaría también algunas portadas para la revista infantil La Mainada e iniciaría una larga colaboración como portadista de la Col·lecció En Patufet. Además, a partir de 1931 ocuparía durante años la primera página de Pocholo, compaginándola, tranquilamente con la de TBO, lo que demuestra que el espíritu libre de Opisso era harto difícil de atar. Pero, eso sí, las portadas de TBO de la siguiente década estarán a cargo de Opisso hasta bien entrados los años treinta, con sus historietas, en las que siempre resplandece su talento gráfico, su brutal instinto para encontrar la mejor manera de visualizar cualquier escena, a pesar de que los temas, gags y recursos de guión, no siempre tan blancos y familiares como serían más tarde los del TBO de los años cuarenta y cincuenta, se fueron fosilizando, reiterando y anquilosando. Con casi un millar de portadas de la revista a sus espaldas, con la inconfundible historieta del pertinaz bicolor en rojo, Opisso se convierte en la carta de presentación del TBO de antes de la guerra, en una de sus principales señas de identidad, uno de sus componentes imprescindibles, con su reverso indefectible en la historieta de Méndez Álvarez en la contraportada.

                   

Historietas publicadas en Virolet.

Opisso continuará vinculado a TBO a lo largo de su vida. Hay un largo paréntesis de más de una década alejado de la revista tras la guerra, pero a partir de 1955 colabora de nuevo en TBO prácticamente hasta su muerte, en 1966, confeccionando, en total, miles de páginas de gran interés. Las historietas de Opisso para TBO, con sus virtudes y sus defectos, constituyen una de las piedras sobre las que se cimienta la historia de nuestra historieta. Páginas en las que se encuentra aquel humor «tradicional basado sobre todo en el ingenio y en la ridiculización de las situaciones cotidianas» (Vázquez de Parga, 1980: 47), pero también historietas que anteceden el humor —del susto, el garrotazo y la decepción— que más tarde proliferaría en la editorial Bruguera, que nada tiene que ver con el típico humor familiar de los TBO de dos o tres décadas más tarde. Opisso dejó en TBO una obra ingente, una obra pendiente de recuperar, en la que también podemos ver claramente cómo su estilo va variando sutilmente con el paso del tiempo, de las audaces páginas de los años veinte a la pérdida de su chispa en los últimos sesenta. Mientras en sus primeras colaboraciones busca encuadres y perspectivas dinámicos, explora efectos visuales, estira con desparpajo los límites del grafismo caricatural o juega con la composición de la página, renunciando con frecuencia al uso de líneas para separar viñetas y contornos para definir los límites de la historieta, a medida que pasa el tiempo las viñetas aumentan en número y la página se adocena, dirigiéndose hacia el abarrotamiento típico del TBO, seguramente estimulado por Buigas y su horror vacui, llegando en las historietas de la posguerra a una saturación de elementos por página que se convertiría, para bien o para mal, en una de las señas de identidad más características de la publicación y a la que se plegaron en mayor o menor medida todos los autores que pasaron por ella.

         

Portada de TBO del nº 2.436 de 1982 y su original.

La relación de Opisso con TBO duró muchos años y sabemos que las condiciones de trabajo de los dibujantes de este país nunca han beneficiado al creador ante las exigencias de la industria. Quizá por eso su trazo se simplifica y mecaniza progresivamente, y a pesar de su gran talento y la capacidad de resolver brillantemente cualquier página, se le nota la desgana o el hecho de que debe mantener un alto ritmo de producción y no puede —ni probablemente quiere— dedicar demasiado tiempo a sacarse de encima estas páginas. El Opisso fresco y sorpresivo del inicio va dejando paso a un Opisso solvente que tira de oficio, y con el paso del tiempo sus historietas resultan siempre interesantes pero ya raramente brillantes y luminosas como habían sido, e incluso algunos de sus dibujos van dejando entrever una franca decadencia en sus calidades gráficas, empeorado por la afición de los responsables de TBO de posguerra al refrito, a la aglomeración de viñetas, al abuso de la cuatricromía embarullada. Con todo, las páginas de Opisso siguen en el TBO hasta el fin de la revista por obra y arte del abuso y reaprovechamiento de los archivos de la revista. Alguno de los últimos números, a principios de los años ochenta, parece —sin ánimo de ofender— que la hayan compaginado durante la noche de los muertos vivientes: Castanys, Benejam, Opisso, Tinez, Ayné, Urda, Cuviller, Mestres, Tur... Por otra parte, esto sirve para comprobar que una historieta de Opisso es siempre una delicia, aunque hayan transcurrido más de setenta años desde que se dibujó. Lo mismo pasa al releer el álbum que mucho más tarde, en 1992, recuperó Ediciones B en la colección Los archivos de TBO con las mejores historietas de Opisso, una pequeña joya aunque priman las páginas dibujadas en la posguerra, supongo que porque las tenían más a mano, porque eran en color y porque prescinden de los textos al pie en beneficio de bocadillos para los diálogos, cosa que se debió pensar que era más atractiva para los posibles lectores.

Otra cosa verdaderamente importante y que se ha dicho poco es que en las historietas de Opisso de los años veinte y treinta podemos vislumbrar influencias que aflorarán en las décadas siguientes en la obra de la mayoría de autores de historieta españoles, pero muy especialmente en dos colosos como Benejam y Coll. No se trata de contenidos, o de retomar ideas o personajes, como por ejemplo el evidente caso de Cuello Largo, que Benejam ­—con guiones de Buigas bajo el seudónimo Pratwell— recupera como Pescuezo Largo, sino influencias más profundas y esencialmente en la parte visual. Desde narrativas, planos y encuadres al modo de visualizar movimientos, de solucionar personajes o de dibujar detalles... a veces se trata de influjos sutiles y otras veces se percibe claramente el hilo que une la obra de Opisso con los dibujos de Benejam, quien se inspira especialmente en algunos de sus recursos gráficos, y después Coll, que bebe más bien de sus recursos expresivos. En realidad, como apunta Jesús Cuadrado, Opisso fue «el bisabuelo de todas las generaciones de historietistas de humor» (Cuadrado, 1996: 34), pues también encontraríamos influjos de Opisso en dibujantes que más tarde darán carácter a otras publicaciones. Aunque nos ciñamos solamente a TBO, no cabe duda de que sin Opisso no habrían sido posibles Benejam ni Coll. O habrían sido sustancialmente distintos. Solamente por esto, el peso de Opisso en la historia de TBO se agranda y crece en alcance.

Más allá de TBO

A partir de los años veinte del siglo pasado Opisso vive una nueva oleada de popularidad. El motivo principal es la intensificación de sus colaboraciones en la revista L’Esquella de la Torratxa, para las que dibujará las famosas ‘multitudes’, páginas panorámicas abarrotadas de personajes en las que capta el pulso y el ambiente de la ciudad de Barcelona o crea delirantes escenas de hilarante comicidad repartiendo pequeños gags en su dibujo. Según Josep Maria Cadena se puede considerar que el primero de estos dibujos de multitudes aparece en 1919, en el número del 1 de agosto de L’Esquella de la Torratxa, a pesar de que hay precedentes en obras anteriores de Opisso en las que dibuja grupos de gente.Como el mismo Cadena apunta:

Esta sección no tuvo una continuidad inmediata, y no fue hasta 1922 que se decidió a realizar con frecuencia este tipo de ilustraciones, que le suponían un trabajo que no se veía compensado por la remuneración económica que recibía por ellas. La dictadura de Primo de Rivera, que censuró la publicación de muchos temas, causó un incremento en este tipo de obras de Opisso caracterizadas por un dibujo historietesco pero riguroso y por la concesión a la broma fácil, aunque siempre desde la observación psicológica aguda (Cadena, 2015).

     
Dibujo publicado en 1928 en L’Esquella de la Torratxa.       Dibujo para la cubierta de un almanaque del diario El Diluvio.


Con estos dibujos se dispara la celebridad del dibujante, que fija en el imaginario colectivo catalán estas escenas repletas de gente y de gracia. Más allá de L’Esquella, usará la fórmula en otras publicaciones, como Xut!, donde dibuja siempre la contraportada, o El Campeón, en la que ocupa la doble página central con composiciones espectaculares relacionadas mayoritariamente con el fútbol y con el boxeo, o El Sr. Canons, con vívidas escenas barcelonesas. Sumado a su participación en el TBO, que le proporciona también gran popularidad entre otro tipo de público, vemos cómo Opisso, antes de que se proclamase la Segunda República, estaba completamente consagrado como uno de los referentes ineludibles del dibujo de nuestro país, creando escuela; escuela que bastantes dibujantes intentaron seguir —algunos, como Serra Massana, Mestres, Altimira, Bosch, imitándole de forma descarada— cada uno con sus dotes y condicionantes. El reconocimiento unánime del público, la crítica, y la industria editorial le encumbra... por lo que el descalabro que supone la guerra y la dura posguerra, en la que debe replegar su actividad y luchar por la mera supervivencia, resulta para él mucho más doloroso, si cabe. Durante el franquismo vive atemorizado por el miedo a que le pase factura la obra que dejó en tantas revistas catalanas de antes de la guerra, y también vive frustrado, ya que es imposible el dibujo político y el dibujo erótico, los dos ámbitos que habían sido su especialidad y deleite. El final de su vida no fue para nada plácido y agradable. Joan Anton Benach le recuerda, en sus últimos años, exhibiendo «una depauperación material y biológica ostensible» (Benach, 1973) cuando algunos coleccionistas barceloneses se aprovecharon de su triste situación económica para arrebatarle a precio de saldo gran parte de su obra.

       
Número extraordinario de Xut!, de 1928.         Portada para el almanaque de Xut! para 1932.


No hace falta detallar la actividad que desarrolla nuestro artista en múltiples publicaciones durante el resto de su vida, ni lo que hizo durante la Segunda República, la Guerra Civil y la posguerra. Todo ello ya se escapa del propósito de este artículo. Además, en realidad, creo que todo lo que Opisso dio al TBO, que fue mucho, lo dio antes de la guerra. Es cierto que siguió siendo uno de los referentes de la revista, admirado con devoción por todos los dibujantes que compartieron páginas con él, especialmente los más jóvenes. En realidad, aún le admiramos los que dibujamos hoy. Pero el Opisso del TBO de posguerra es apenas una sombra de lo que fue. Aunque después hubo aún muchos años de colaboración, aunque el talento de Opisso nunca se acaba, la verdad es que tampoco logró superar lo que ya había hecho ni mostró demasiado interés para salir de una rutina cincelada por el hastío y la necesidad de supervivencia en un país que se había vuelto gris.

En la biografía de Opisso, TBO no deja de ser una publicación más en una larga lista de aquellas entre las que desparramó su talento. Pero en la biografía de TBO Opisso es un nombre imprescindible, del que seguramente quedan aún muchas cosas por decir. Ojalá no debamos esperar hasta el 200º aniversario de TBO...

 

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NOTAS

[1] En una entrevista de Manolo del Arco en La Vanguardia (3-V-1956) confiesa: «Estuve con él desde los doce años a los veintitrés (...) Entré como delineante y de todo hice menos eso, desde lustrarle los zapatos, que eran de color, siempre, hasta barrerle el estudio y disecar las bestezuelas que le servían de modelo».

[2] El mismo Opisso, en una especie de diario que llevó de forma intermitente, escribe: «Steinlen era nuestra ilusión, nuestra cocaína. Ante una página del Gil Blas nos extasiábamos... Steinlen fue nuestro primer amor, y si no llegamos a arrodillarnos ante sus cuadros como Zuloaga ante los de El Greco, fue porque no se nos ocurrió», según publica Martí Gómez en un reportaje en el suplemento dominical de El Correo Catalán (6-V-1973).

[3] Esta cifra, la más alta de las barajadas por todas las fuentes, nos parece la más fiable dado que consta en ABC, 28-XI-1905, p. 7.

[4] También las de Apa, que colabora intensamente en En Patufet entre 1905 y 1908 hasta que dirige un nuevo proyecto editorial, la revista Papitu, enfrentada a ¡Cu-Cut!, y por ello es obligado a abandonar las publicaciones de Baguñà, con lo que su huella en la revista En Patufet se diluye con el paso de los años

[5] Quiero dejar constancia de mi agradecimiento eterno al coleccionista y amigo Paco Sánchez Obiol, en cuya colección de TBO he podido confirmar todos estos datos de primera mano.

[6] Hemos reproducido el texto completo que se dedica a Opisso en este número extraordinario en la introducción de éste mismo artículo.

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Creación de la ficha (2017): Jaume Capdevila. Revisión de Alejandro Capelo y Manuel Barrero · Datos e imágenes obtenidos de diversas fuentes y de los ejemplares originales citados.
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
JAUME CAPDEVILA (2017): "Ricard Opisso i Sala (1880-1966)", en Tebeosfera, tercera época, 2 (11-III-2017). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 19/IV/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/ricard_opisso_i_sala_1880-1966.html