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CONAN SAQUEADOR

Mientras se va acercando a los kozakos, Conan se hace acompañar por un pequeño grupo de patanes para comenzar a asaltar caravanas y ricos puestos de la zona y también para resguardarse de algunos zuagir que todavía le guardan rencor. Con su insignificante banda llega a Xerush, ciudad distante por igual de Zamboula y de Khaurán, a mitad del mes de diciembre del año 33. Se apea de su caballo allí para apartar a un ser fantástico femenino fuera de la vista de los ojos del diablo Reth Selos, un tipo muy malo; aunque no sabemos si tanto como Thoth-Amón, de quien tiene noticias el cimmerio porque sigue amenazando a todo el mundo civilizado. Y Conan da gracias interiormente por no estar en el híbori en estos momentos, aunque es cierto que la conflagración hechicera conocida como “El Crepúsculo de los Brujos” no llegaría a tener éxito, indudablemente por no contar en su fase final con la participación del entonces poderoso nigromante estigio.

Siguiendo su camino, que lo hace solo, tropieza con Thiaras, un fortín donde le aguarda la codicia, la maldad y la lujuria. Todo ello lo recordará a sus hijos, en el futuro, comenzando su historia con la habitual frase: “Érase una vez en Thiaras”... Cuando llega hasta los kozakos lo hace con poco más que su espada, pero son muchos los que le recuerdan y, cortando toda oposición a ello, se proclama líder del grupo de bandidos. Tras algunas incursiones de éxito con los saqueadores de las estepas, pasa a convertirse en una verdadera amenaza contra el imperialista Yezdigerd.

Conan está dispuesto a vengar la derrota infligida por Turán cuatro años antes y proyecta una alianza con sus también antiguos compañeros piratas de la Confraternidad Roja del Vilayet. Concierta una cita con aquéllos, pero en el camino ha de vengar la muerte de un compañero a manos de unos hyrkanios renegados que se reconocen bajo el nombre de los hijos del Lobo Blanco. Conan acaba con Oshmaan, el Lobo Blanco ansioso de poder y, gracias al pacto contraído entre los kozakos, los piratas del Vilayet y algunos de los integrantes de la tribu Juhanna, consigue una formidable fuerza conjunta que no deja de hostigar a los turanios y sus redes comerciales por el mar interior. No pudiendo aguantar más la presión, Yezdigerd ordena al gobernador de Khawarizm, Hehungir Agha, que los detenga como sea. Éste utiliza para tal fin a Octavia, una mujer por la que Conan había mostrado cierto interés y que conduce al bárbaro a una isla del mar interior para que caiga abatido por el diablo de hierro llamado Khosatral Khel. Pero Conan sale airoso del engaño, posiblemente el día de su 33 cumpleaños, y asiste a la muerte del gobernador que le había tendido la trampa. Poco después, el bárbaro se interna en Hyrkania para liberar a Octavia de su encierro en la cripta de un antiguo noble.

No intenta volver al mar, sabe que sus efectivos están demasiado mermados debido a la presión ejercida por los turanios, así que intenta conseguir dinero atacando puestos fronterizos y caravanas. En una de esas agresiones Conan se entera de la existencia de una joya de gran valor y se dirige en solitario a la frontera norte vendhyana en su busca. Una vez allí, debe enfrentarse al tótem de aquel país, el tigre blanco de Vendhya. No consigue la joya, en cambio consigue a una chica con quien huye de la selva utilizando para ello el camino a Shondakar, a ocho días vista, un sendero custodiado por una tribu de hombres halcón con cara de pocos amigos, por añadidura.

A finales de enero llega a la capital de Vendhya, Ayodhia, y sabe allí de los asuntos que aquejan al país: el acoso turanio, la envidia del reino vecino Iranistán y, lo más importante, la existencia de tribus bandoleras que operan por las montañas entre reinos, los de la casta Afghuli. Así que decide encaminarse hacia la serranía con un grupo de tramperos con la intención oculta de rescatar un tesoro guardado tras las murallas de la ciudad de Raktavashi, un reino escondido. Conan halla riquezas en el lugar, cierto, y también un viejo recuerdo, pues la hija de Raktavashi es Nafertari, la chica que le sedujo en Zamboula la última vez que estuvo allí.

El cimmerio, en febrero de 34, se desentiende de la joven -suponemos, en buena lógica, que tras yacer con ella- y con los dineros apañados recupera a casi 300 compañeros libres que Yezdigerd había dispersado. Con ellos se encamina hacia los montes Ilbars para convertirse en cabecilla de los afghulís, lo que se conoce como un hetman, y entre Iranistán y Afghulistán padece la amenaza de los seguidores de Yezm, organización terrorista de actuación internacional cuyo signo es el cuchillo llameante. En aquel lugar rivaliza con un granuja al que había dado por muerto, Vladislav, del que logra desembarazarse poco después de despertar a los demonios de Yanaidar, gente necrófaga, es decir, con hambre y sin vida. Mala combinación. Tras la victoria, Conan sobrelleva una exitosa vida como hetman entre febrero y marzo de ese año, acumulando oro y continuando sus molestas incursiones contra turanios y contra vendhyos, aunque saca tiempo para viajar a Iranistán. Allí, el rey, Kobad Shah, le convence de que su pueblo está esperando a un profeta y le asigna la misión de escoltar a un brujo ciego en busca del iluminado. Pero era una artimaña, la monosquía iranistaní no desea más profetas ni vaticinadores y había usado a Conan y sus hombres para acabar con ellos.53 Algo dolido por sentirse utilizado, regresa el bárbaro a la capital de Iranistán a practicar la rapiña, y luego se conduce de igual manera –apartado de los afghulís– en una ciudad de ratas del noreste de aquel país, con el objeto de concluir un asunto de joyas pendiente desde hacía 17 años.

Conan usa un camino que le conduce al país vecino de Vendhya para salir de Iranistán. En la ruta, salva a una esclava de belleza tal que queda para siempre fijada en los ojos de quien la contempla, y abona el peaje al que todos los caminantes están obligados al cruzar el país llamado Kosala. El cimmerio sabe que en Vendhya tiene depositados intereses políticos Yezdigerd, quien ha tendido por la zona una red de espías que logran que siete jefes de los afghulís acaben encarcelados, y el bárbaro se ofrece voluntario para rescatarlos con el fin de ganarse el favor de la mayoría de las tribus que merodean por las colinas de los montes Himelios. En el intento de rescate rapta fortuitamente a Yasmina, la deví de Vendhya y, por haber ya matado a los siete jefes un acólito renegado de los que habitan en el Monte Yimsha, es decir, el pueblo del Círculo Negro, el cimmerio debe huir de los afghulís y de los vendhyos seguidamente llevando consigo a la deví raptada. La pareja se ve forzada a peregrinar hacia Yimsha, donde tiene lugar la batalla de las torres que pone fin a la venganza en Vendhya desatada durante este mes de abril de 34.

Conan quiere recuperar el mando de sus hombres y seguir con los afghulís un tiempo más. Para ello acude a por dinero y, extrañamente, va a buscarlo al lejano reino de Kambuja, donde seduce a la hija del Dios Rey del área oriental. Su galanteo es descubierto y él es arrojado a las mazmorras de palacio, no obstante es liberado el hetman a consecuencia de la venganza del hechicero enemigo del monarca, que así procede para enviarlo a la frontera de Uttara-Kuru con la misión de rescatar a la princesa, lo que consigue Conan tras enfrentarse a seres infernales y al propio mago.

Nuestro héroe no ha acaudalado mucho capital y en esas condiciones no puede presentarse ante los montañeses. Por lo tanto, a finales de mayo se dirige a saquear las bolsas de los comerciantes que transitan las Montañas de la Noche que hay al sur de Khitai. Lo que yace debajo de esas montañas no es muy afectuoso, pues es una monstruosidad, y una vez lejos de ella Conan pasa de saqueador a cazador de recompensas en junio del año 34. Desempeñando este oficio llega al norte de Khitai, hasta orillas del Lago Ho, lugar en el que le espera la espada del demonio asesino de turno para plantearle batalla.

En agosto se encuentra bajando hacia el sur de nuevo y es entonces cuando se demuestra que el mundo hyborio era un pañuelo, como el nuestro: Conan conoce a Cuerva de la Nieve, una ladrona de ojos rasgados a quien verá en el futuro en las antípodas de este lugar; y también cruza su camino con el de Sennan, el maestro de la espada que le enseñó artes marciales en su juventud.54 Como el discípulo, Conan, ha cosechado fama como luchador, cede a la petición de tres khitanos que le solicitan comparta sus conocimientos sobre la lucha y el honor cuando sigue su caminata de bajada hacia el sudoeste.

No sabemos por dónde atraviesa Conan hasta Vendhya durante los meses de agosto y septiembre. En los mapas no figura Jarabesht, ciudad con edificios de extraña arquitectura que bien podrían adscribirse a alguna de las capitales de Meru o, mejor, a alguna ciudad de Uttara-Kuru. El caso es que Conan pasa por esa urbe sin cartografiar y la libra de la plaga que la enluta, en parte causada por un ídolo caído al que el hetman termina por derrocar definitivamente. El cimmerio parte de la ciudad en compañía de un mozalbete que no le saca las castañas del fuego precisamente cuando son apresados por la reina de las amazonas afincadas por las cercanías. Las amazonas permiten marchar a Conan, no obstante, y a horcajadas de un veloz caballo.

Conan se aproxima a Vendhya seguramente en septiembre, puesto que las nieves son generosas sobre las laderas del noreste de los Montes Himelios. En las salas del rey de la montaña no se siente a gusto el cimmerio pese a su origen norteño porque la torre del destino, la de su destino, no se alza en esta vastedad helada, así que sigue hacia el sur. El bárbaro pensaba ingenuamente que podría tener éxito en su plan de unificar todas las tribus afghulís bajo un solo mando, pero ha estado lejos demasiado tiempo en busca de financiación y muchos de sus hombres se han dispersado, o bien el canto de la muerte los ha dormido para siempre bajo su arrullo.

¡Qué fatalidad!, en octubre del año 34 Conan queda solo y ha de abandonar las montañas atravesando Afghulistán, donde casualmente cumple una profecía que dictaba: “Vendrá un oscuro extranjero...” Pasa por Hyrkania y llega hasta el fuerte de Onagrul, en la costa oriental del Vilayet, tras este episodio. Desde allí pretende concertar un reencuentro con los kozakos, cosa que intenta después de sacudirse de encima a los molestos khitanos que entrenó meses atrás, discípulo a discípulo, degollándolos a todos. Recoge a algunos kozakos, guerrea junto con ellos por las estepas septentrionales hyrkanias, entre Onagrul y Rhamdan, y los pierde cuando les sorprende el crudo microclima invernal de la tundra del norte, quedando vivo tan sólo Conan, aunque sin alimento alguno en este diciembre hostil. En posesión de un arma y con algo de astucia, el que tiene hambre puede saciar su apetito sin dificultad, lo cual no tarda en hacer el bárbaro, que ya ha cosechado cierta fama como dirigente de hombres por Hyrkania cuando halla a Sonja en su bajada. Conan está encantado con este reencuentro, sin embargo la ilusión de la guerrera no es tanta, pues está comenzando a pensar que siente por ese hombre más de lo que le permite la castrante promesa que hiciera a su diosa en la infancia.

En enero del año 35, Conan ha vuelto a reorganizar a los kozakos en Hyrkania, cerca de Dimmorz, ciudad que alberga cultos arcanos y que por ello viene a ser una tumba para los vivos. El cimmerio abandona esta tierra seguido por su ejército delincuente, rodean el mar de Vilayet por el sur -o bien lo atraviesan, no lo sabemos con seguridad- y paran cerca de Zamboula. Conan y sus hombres asaltan todo lo que se mueve por el desierto, sean caravanas de comerciantes, grupos de turanios o destacamentos de militares zamorios. Tras atacar a uno de los últimos mentados, Conan se detiene en una fonda en la frontera entre Zamora y Turán. Su hospedaje en la posada de Vezek le repara y fortalece para afrontar el siguiente ataque, el que conducirá contra las oleadas de alfanjes del mismo rey Yezdigerd, quien no está dispuesto a que el cimmerio vuelva a hacerse fuerte en las llanuras y desiertos de esta parte del mundo. Un brujo al servicio del rey turanio facilita la labor, convoca a una gran alimaña alada que transporta a Conan por el aire muy lejos de allí, hasta un punto cercano a la frontera de Zamora (una singladura vertiginosa equivalente a dos meses de tiempo si hubiese cabalgado a lomos del mejor camello).

Gracias a este inusitado vuelo, Conan aterriza en Zamora un día de marzo del año 35. Por cierto, Conan atisba a su creador durante el transcurso de esta contingencia. No, no a Crom, sino a un demiurgo de otro tiempo que responde por Robert E. Howard. Sin duda se trata de una singular reunión de bárbaros en la frontera...

 
   

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  © 2004 Manuel Barrero, por el texto y el montaje, y Carlos Yáñez, por la selección de imágenes, para Tebeosfera, 040524    © 2004  Conan Properties International, LLC / Robert E. Howard Properties, LLC, por los personajes. El resto de los copyrights corresponden a los editores y autores de estos productos aquí mostrados, lo cual se hace con carácter exclusivamente informativo y / o promocional