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CONAN AVENTURERO

El cimmerio se ha visto empequeñecido por el poder de Yezdigerd y el de sus adláteres. Y humillado. Pero no vuelve la vista a Turán internándose en tierras de Zamora, tierras bendecidas con buen clima en el mes de marzo. Llegado a Shadizar aprende que las telarañas que tejemos los humanos con nuestras mentiras en nada se asemejan a las que tejen los hijos de Zath, brujo que ha heredado la sevicia de Harpagus y que administra a Conan un narcótico dejándolo impotente. Helliana, una chica que se une a su causa, protege al bárbaro mientras se encuentra esclavo del loto y la pareja hace frente a Zath para enviarlo, a él y a sus gigantescas arañas, esos bicharracos que se desplazan sobre ocho patas, al infierno.

A finales de marzo de 35 Conan se aleja de Zamora momentáneamente para olvidar el horror que le han producido las arañas. Allá donde frena su marcha (creemos que en Koth) resulta que un viento rojo sopla desde Aquerón, ancestral civilización cuya herencia perdura en algunos objetos, como una espada cuyo esgrimidor también blandirá la más grande de las maldiciones. La espada escarlata que tiene en un tris a Conan y a Helliana en esta aventura de sangre y acero termina con su maldición y con su antiguo dueño, y los dos marchan hacia Zamora nuevamente. Poco menos de una semana después, un solitario Conan atraviesa el desierto zamorano en el que se alza la fortaleza de Sutro el hechicero y luego entra en Shadizar para toparse con una jovial y recuperada de sus heridas emocionales Sonja, ataviada con su atuendo más apropiado para los climas cálidos que se aproximan, la cota de malla de dos diminutas piezas, y en busca de un objeto fino y de valor, el ánfora de Zarfhaana.

El 16 de abril se separan ambos guerreros, eligiendo Conan dirección sudeste, hacia el desierto que por allí se extiende. Conan sufre a continuación una suerte de fantástico “déjà vu”, porque el monstruo con el que se encuentra en la ciudad llamada Jillium es muy parecido al que viera en el Valle del Sol del norte de Turán, y el modo cómo llega a conocer a este monstruo del desierto es sorprendentemente parecido al que le condujo a la ciudad corinthia conde moraba su espanto sosia llamado M’Najj. El misterio de Jillium no produce otros quebraderos de cabeza al bárbaro que la extrañeza, porque acaba rápido con la aparición y sale fugazmente del desierto habida cuenta de que un murciélago enorme lo toma entre sus zarpas y lo transporta muy lejos de allí (tal vez hacia la frontera de Koth), hasta Khushalkan, a la que llamaban la ciudad robada.

Con todo, continúa en zona desértica, que es también zona extraordinaria por acoger en su topografía una selva donde Conan halla el pueblo del cataclismo (o sea, de los tiempos de Kull). En aquella extraña jungla también se halla sumergido el castillo de Vicenzo el cruel, un noble con el que Conan pasa unos días mientras pone fin al apuro que produce la licantropía entre los vecinos. Parte Conan a continuación hacia el norte, en un viaje de una docena de días que le lleva primero a la urbe Kordurra y luego al cercano país de Koth, para llevar a cabo un rescate real.

Siempre cauteloso, se mueve entre sombras, aquí y cuando vuelve por Zamora a mediados de mayo. En Shadizar de nuevo, al lado de Sonja contempla pasmado el regreso de Thulsa Mortis del pasado remoto de la Era Thuria. Thulsa Mortis declara ser un enemigo del mítico rey Kull y es enormemente parecido al nigromante Thulsa Doom con quien Conan tuvo un roce en su pasado de mercenario. Lo que son las cosas. Tras la anterior aventura, vuelve el bárbaro a desplazarse hacia el este, internándose en el desierto para robar la joya de los tiempos, un objeto mágico en posesión del mago Shara-Kann del cual Conan consigue apropiarse para intentar obtener un buen precio por él en Turán. El cáliz, el objeto robado, no le brinda mucho beneficio al bárbaro en la ciudad de Khawarizm y acaba siendo apresado y atado a un remo por unos piratas cuando ya es la tercera semana de junio del año 35. Abandona su situación de galeote en cuanto puede, por descontado, y se aleja a nado hasta la costa oriental del Vilayet, lugar donde se ha asentado un destacamento de guerreros de Khitai, entre ellos Yamato, con los que el cimmerio tiene sus más y sus menos.

Quizá ya es julio cuando atraviesa las puertas de una ciudad de la que se ha apropiado el demonio de la plaga. El bárbaro rescata a una chica en el fortín y vaga luego hacia Hyrkania, donde se da la circunstancia de que al detenerse a reposar se le presenta Xiccarph, el hijo de Yara (aquel brujo de Arenjun que tenía preso a un alienígena con cabeza semejante a la de un elefante). La aparición del brujo aviva en la memoria de Conan todos los recuerdos de aquella aventura en la que trepó a una torre para hallar un tesoro, y en la que acabó con la vida de Yara exprimiendo sobre una gran joya la sangre que destilaba el corazón del elefante recién arrancado. El día 19 de julio, Xiccarph convence a un ingenuo Conan de montar sobre un caballo alado que le conduce, por arte de magia y en escaso número de horas, hasta Shadizar. Naturalmente, allí acaba Conan con el ladino hechicero.

El cimmerio pasa la última semana de julio desempeñando el oficio de asaltador de caminos, sin faltar durante este período un enfrentamiento con lo sobrenatural, con el dios resbaladizo en este caso concreto. El cimmerio gasta el producto de sus robos en la Ciudad Perversa argumentando que es parte de un botín conseguido en Turán, aunque rápidamente se bebe todo su dinero. Por fortuna, la suerte le sonríe y tras salvar a un noble de un sacrifico adquiere el grado de capitán Conan y pasa un tiempo a su servicio. En realidad, poco, porque un lío de faldas le aleja de su protector y se ve obligado a contratar su espada en otro barrio de Shadizar, donde todo se lía debido a un artilugio mágico, el amuleto de Leng. Y no deja de ser un guerrero de alquiler durante la primera semana de agosto del año en curso, cuando termina como gladiador al servicio de un sátrapa de la zona y defendiendo a la chica Kara de la presa que mantiene sobre ella la canción de las arenas de la muerte del circo. Con la nueva compañera parte a por el tesoro de Harach-Gnar, un conjunto de riquezas malditas pues para llegar a ellas hay que practicar senderos de sangre. Cuando Harach-Gnar tienen noticia de que hay un bárbaro a las puertas de sus dominios, intuye que le ha llegado la hora; y así es, el cimmerio mata al brujo así llamado y parte lejos, hacia la frontera con la vecina Brythunia.

El bárbaro no ve otro remedio para subsistir en estos días de agosto en el sur de Brythunia que el recurso del robo. Interviene en un asunto de amores, de esos en los que se esconde la espada y la rosa se esgrime, y luego se interna en una espesura por la que discurre el río Thumes, frondosidad inusual para la latitud donde se encuentra (es posible que avivada por la temporada estival). Desde allí mira hacia el norte y viaja hasta la frontera con Hyperbórea, donde una vez traspasadas las murallas de Worclaw se codea de nuevo con Sonja, mujer condenada a cruzarse con el cimmerio insistentemente. Conan la deja, porque él prefiere poner a salvo los dineros percibidos por su trabajo de mercenario y cerca de Sonja jamás lo están, así que sigue su camino.

Es septiembre cuando todavía se halla vendiendo sus servicios en Brythunia y ya se acerca el mal tiempo, el otoño de la hechicera es como recordará Conan aquella estación debido a la pendencia entreverada con brujería en la que se ve mezclado. El cimmerio manifiesta su deseo de abandonar la zona con antelación a la llegada de las nieves, mas otro impulso incomprensible le empuja de nuevo al norte. No halla señores que alquilen su espada en este septiembre avanzado del año 35, así que merodea robando las caravanas del lugar. Lamentablemente, una de esas partidas que menudea por las faldas de los montes Graaskal está defendida por la arrebatadora Sonja -¡ella otra vez!-, y convence a Conan de partir a la búsqueda de riquezas sin cuento; a por el tesoro de un Dios, vaya.

Como siempre, guerrero y guerrera separan sus respectivas sendas y hallamos en octubre al solitario cimmerio en una zona cenagosa cercana a la frontera de Brythunia con Zamora. Un ser grotesco y deforme intenta acabar con Conan en el pantano pero, claro, no lo logra y el bárbaro cambia su intención de unirse a un ejército sin futuro brythunio / zamorio para ir a Corinthia al haber oído que puede sacar un buen pico pues hay guerras entre diferentes señoríos. Ya es casi noviembre de 35 cuando lucha en defensa de un señor corinthio y dirime cuestiones de sucesión y de honor; luego, con los leones de Corinthia unidos a su causa mercenaria, va ofreciendo sus servicios de ciudad en ciudad mientras se desliza hacia el sudeste. Por espacio de casi dos meses se enfrenta en compañía de sus hombres a la cosa en el laberinto de Ezar Bar Q’um, lucha denodadamente contra los demonios de la llama convocados por la magia cuando se halla defendiendo la ciudad de Turbin D’Qhat y, tras atravesar el bosque de los demonios que se halla cerca de Rozalah B’Qen, algo cansado de tanto batallar, se aleja cabalgando en solitario cuando toca a su final la tercera semana de diciembre del año trigésimo quinto de su vida.

En su desamparado caminar, sortea durante los siguientes días la dificultad que le plantea la mujer del oculista de una ciudad corinthia, y luego conoce a otra mujer, una viuda con la que se relaja a lo largo de casi dos semanas. Casi, porque también saca a relucir su espada entonces, para blandirla contra los que habitan bajo las tumbas de la morada de su anfitriona, con quien cumple hasta el 8 de enero del entrante año 36 (por lo tanto, también cumple... años, obviamente). Acto seguido, aburrido de tanto relajo, el cimmerio toma una caravana que traza la ruta Koth-Turán teniendo que defenderla del acoso de unos asaltantes a la altura de los Montes Kezankios que separan Zamora de Koth. Tras sortear la maldición de los inmutables que aqueja al territorio, como no se halla muy lejos del Castillo de Malthom, el amigo al que dejó casado hace poco menos de cuatro años, acude allí para saludarlo.

Se mueve entre Khoraja y Khaurán durante casi una semana de viaje y llega a donde dejara a Malthom, a quien han matado los que hechizan la torre del terror de un reino vecino, por lo cual Conan jura vengarle. Lo hace, pero la ira desatada en su interior exige ser calmada con más violencia, por ello, visto que no tiene otra cosa de la que ocuparse este 26 de enero de 36, cabalga sombrío y taciturno hacia Koth, donde se comentaba que se están haciendo preparativos para una gran ofensiva. El oscuro extranjero que Conan semeja para los kothios se avitualla en algunas tabernas del camino sin apenas detenerse en ellas. No tensa las bridas de su caballo hasta que contempla las murallas de una gran ciudad, Khoramesh, donde el poder del honor y una maniobra violenta le convencen aún más de participar en alguna guerra para saciar su sed de acción.

El día 8 de febrero de 36 supone un hito en la tortuosa biografía del bárbaro, pues es el día en que decide alistarse bajo las órdenes del príncipe Almuric, otro que se ha rebelado contra el impopular Strabonus. Conan se recluta, también, porque encuentra a varios de sus amigos kozakos atraídos por el olor del botín, pero ni este conjunto de fieros hombres logra evitar que Strabonus y sus aliados hagan fracasar la causa rebelde. Almuric no ve otra manera de salvar a sus hombres que conduciéndoles hacia el sur, huyendo a través de Shem y Estigia y hasta los herbazales de Kush. Durante el trayecto tan sólo se detienen momentáneamente a recuperar fuerzas en la shemita Akbitana, ciudad cosmopolita donde el cimmerio asiste por casualidad al espectáculo de una bailarina y actriz a quien utilizará en el futuro como señuelo de los crédulos en Punt. El ejército fugitivo llega a Kush cuando el mes de marzo toca a su fin, y allí son sorprendidos sus efectivos por una fuerza combinada de negros y estigios que los dispersan bruscamente. Conan escapa de la matanza con Natala, la esclava a la que salva en un mercado, y con ella se pierde en un desierto del sur que no les mata de sed gracias a que dan con Xuthal. En esta ciudad dormida sus contados habitantes aguardan cansinamente el paso silencioso de la sombra deslizante de Thog, un horrendo monstruo divinizado, que se encapricha de Natala y acaba siendo fileteado por Conan.

El aventurero se dirige de nuevo a los reinos civilizados en busca de otras guerras y otras luchas con Natala ya fuera de su alcance, y lo hace avanzando hacia la costa, hasta la desembocadura del ponzoñoso río Zarkheba. Acude al que fuera escenario de la muerte de Bêlit en persecución de un tesoro junto a un puñado de hombres, mas él es perseguido a su vez por los ejércitos voraces de la marabunta, de los que se libra por los pelos. Ya en la costa es recogido por un barco que se dirige al norte y si Conan embarca el 13 de abril, está en Zingara para el 6 de junio, justo en el momento en que el país parece haber pasado por una sucesión de coronas. No sabemos si Phehemenes había hecho trato de favor a la provincia Hispán durante su mandato, pero lo cierto es que el nuevo rey, el justo pero severo Ferdrugo, no dispensó trato de favor alguno. Hispán se había rebelado contra el rey, en consecuencia, y cuando Conan pasa por allí para atestiguar la reacción de la corona contempla horrorizado la matanza producto de la represalia. El culpable de la carnicería, Dom Castillius, cruzará su acero con el de Conan meses después.55

Conan, ahora, busca guerra y se dirige a Messantia, en Argos, donde se entera de que hay planes de beligerancia contra Estigia y que se está preparando una fuerza aliada conjunta pagada por Argos y por Koth. Conan se une al príncipe zingario Zapayo de Kova, quien está reclutando para Argos un ejército que atacará a Estigia por mar mientras que el kothio lo hace por tierra creando de este modo una división de fuerzas en dos frentes. Pero el rey Strabonus, tan buen estadista y tan traicionero como siempre, establece un pacto con Estigia (país que ya le ayudara contra los ejércitos de Almuric semanas antes) y firma una paz por separado. El ejército argóseo con el que viaja Conan se encuentra atrapado en el sur de Estigia al principio de julio de 36 y es empujado tierra adentro. Dos vertientes humanas armadas atacan a Zapayo y sus hombres en un punto que hace frontera entre Estigia, Kush y Darfar, de tal suerte que solamente escapan con vida de la matanza Conan y un correligionario aquilonio, Amalric,56 que de todos modos deja al cimmerio tendido en el desierto creyéndole muerto.

Sin embargo, el bárbaro es demasiado duro y Amalric es rescatado por el mismo Conan a las puertas de la ciudad sin tiempo Gazal diez días después, y con él viaja a Tombalku, monarquía bicéfala del norte de Darfar donde el cimmerio desempeña el oficio de militar con cierto rango. No sólo les sorprende, al joven y a él, una guerra civil desatada en Tombalku, es que además deben luchar contra el horror de la Torre Roja, la más alta de la ciudadela, habitada por una especie de gigantesco lagarto alado. De manera que ambos hombres, cimmerio y aquilonio, deciden que estas latitudes no les convienen y toman una caravana que viaja al norte atravesando Estigia. No sabemos adonde fueron a parar Amalric ni la caravana, pero sí sabemos que Conan se desvía hacia el noroeste con la idea fija en la cabeza de convertirse en pirata barachano.

En su ruta ascendente halla otra ciudad olvidada por el tiempo en la que gobierna Nekht Semerkeht, un brujo proveniente del futuro, y ya es el final de julio de ese año cuando Conan deja atrás los círculos de Set -las agrupaciones, poblaciones y confabulaciones estigias- y llega a las playas shemitas.

55 En “La venganza del bárbaro”, historieta de la etapa de pirata barachano de Conan de donde se extrae este dato, se afirma que el cimmerio visitó Hispán dos años antes de conocer a Castillius. Conan redondea el tiempo en su memoria pues en realidad son unos 18 meses.

56 Nada que ver con el príncipe Amalric rebelado contra Strabonus en Koth (Howard parecía amigo de la sonoridad de estos nombres: Amalric, Amalrus, Almuric...)

 
   

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