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HYBORIA EN VIÑETAS


25. DE LA VUELTA DEL REY: ROY

Imagen de cabecera: UNA CUBIERTA EN LA QUE SE DEJE CLARO QUE THOMAS VOLVÍA, O CASADO ALGO DE COMARC MAC ART?. © 2006 Barry xxx xxxx


1991. Mike Rockwitz acude a una puja organizada por la veterana casa de subastas Sotheby.

 

Va a licitar por… una página de Frank Frazetta. Es la primera vez que Sotheby’s Holdings Inc dedica una subasta a poner a disposición del público obras de historieta. Eminentemente dibujos originales o colecciones en estado mint. Un hito que podría interpretarse como una renovación del aprecio que las elites culturales tenían del cómic.

 

¿O no?

 

Pues no. El interés residía en las elevadas sumas que algunos tipos estaban dispuestos a pagar por un original de George Herriman, por ejemplo. Que no era Arte, era Mercado, o sea. Y más ahora. Rockwitz estaba alegre ese día, precisamente por haber contribuido a revivificar un fragmento de ese mercado: había resucitado a Conan. Al buen Conan. Rockwitz era de los nuestros.

 

En efecto, Mike Rockwitz era el editor de Conan the Barbarian desde que se quiso renovar el título en 1990, y uno de sus primeros impulsos al tomar las riendas de las series del cimmerio fue teclear el número de Thomas para tener de vuelta al equipo inicial, al clásico.

 

Contó para ello con la anuencia de Ralph Macchio, quien había iniciado sus andanzas comiqueras escribiendo muchas cartas a los correos de los lectores que entonces respondía Thomas y que actualmente oficiaba como editor de varias series de Marvel. Y Rockwitz obtuvo la autorización de Tom De Falco, buen director editorial. Tuvo lugar este hecho oficialmente a la altura del núm. 241 de Conan the Barbarian, fechado en febrero de 1991, cuando Marvel ya sólo mantenía tres títulos de fantasía heroica: Conan Saga, la retitulada revista The Savage Sword of Conan the Barbarian y el comic book de marras. De momento, Thomas sólo se asomaría a la serie en color para luego ir conquistando las otras plazas.

 

La llegada se quiso hacer al son de fanfarrias y contaron con una cubierta del chico hot Todd McFarlane para aquel número. Se cambió el logotipo y la logoforma y se eligió como dibujante a Gary Hartle. Éste era un autor con un estilillo a tono con los tiempos, pero cuyas inquietudes quedaron lastradas con una inadecuada entintación de Mike de Carlo. En aquel número de presencia renovada, Thomas orquestó un back to the basics que narraba treinta años de correrías del bárbaro, relatando azares pasados y situando al personaje ahora en una Zamora revisitada y plagada de enemigos conocidos. Thomas había planificado una vuelta a “su” Conan, sobrevolando altanero por encima de lo producido por otros guionistas, y retomó la serie como si los números 117-240 de Conan the Barbarian no hubieran tenido importancia decisiva en la vida del personaje (decidió agruparlos aproximadamente en el lapso un año de la vida del cimmerio, cuando debieron de durar como mínimo dos y medio) para luego establecer cómodamente su propia cronología del héroe bárbaro. Hale.

 

En sucesivas entregas (que de nuevo insistieron en potenciar la cabecera con reclamos oportunistas: Jim Lee hizo la cubierta del núm. 242, Whilce Portaccio la siguiente, Steve Lightle la del 244, la 248 le tocó a Arthur Adams) Thomas demostraba dos cosas. Una. Que había vuelto algo más lacónico y con ideas buenas pero no tan apasionantes como en el pasado. Dos. Que se le veía el plumero en su constante vuelta a la Golden Age dado su gusto por los grupetes de héroes y heroínas –la primera a la que echa mano, Red Sonja- que en manos de otro guionista hubieran resultado poco creíbles de todos modos.

 

En Conan the Barbarian lo primero que hizo Thomas fue poner el punto y final a la saga conocida como “Conan Year One” (números 232 a 240), un conato de remozamiento de la serie que le salió rana al editor en funciones. De hecho Thomas firmó con seudónimo su participación en la última entrega para tratar de darle algo de coherencia al invento. Y luego fue directamente a cumplir su deseo de rescatar ideas que había dejado pendientes en el pasado. En esta vuelta a la serie, Zula se reunía con Conan y con Sonja en las inmediaciones de Khoraja (desde Conan the Barbarian, 244) para ayudar al cimmerio en su lucha contra Thugra Khotán, aquel malvado inolvidable. Thomas volvería a usar al darfario en la saga iniciada en Savage Sword, 218, con Conan e Isparana como protagonistas. Y también volvería el cimmerio a encontrarse con él mucho tiempo después, devenido mago experimentado en Khesatta (Savage Sword, 245).

 

Las aventuras de estos personajes (Conan, Red Sonja, Isparana, Zula) parten de una zona más o menos central del Híbori, pero pronto acabarían enfrentados todos ellos en luchas por los desiertos y estepas del oriente medio de Hyboria. No es que haya una crudeza excesiva en estos cómics de acción, también había cierto talante caballeresco en las decisiones del cimmerio. Recordemos que si bien la política exterior estadounidense seguía siendo muy conservadora desde la llegada de George Bush (la invasión de Kuwait por Iraq tuvo lugar en agosto de 1990) había ocurrido la comulga de bloques que antes se hallaban enzarzados en guerras frías sin cuento; el mundo era otro tras la caída del muro...

 

Es de suponer que tanto autores como lectores estarían sensibles a los cambios de este nuevo orden mundial en el que el “enemigo” se había mudado a otro lugar y raza, la árabe. Podría decirse que a toda la montaña de cómics protagonizados por revanchistas e hipermusculados superhéroes con ansiedad de ascenso militar se fue encaramando un espíritu distinto, interesado en la conservación del mundo, en la nueva cultura hedonista… pero siempre con el moro como enemigo. A algunos lectores no les pasó desapercibido que a esta altura Conan pusiera en jaque con su acero a los países “árabes” de la Edad Hyboria. Dejemos ahí el apunte, pero también la constancia de que Conan permanecería luchando contra turanios hasta el final de sus días en color, trazando una suerte de improviso puente entre guerra de Iraq y guerra de Iraq...

 

Fuera de estas consideraciones, Thomas, interesado por la serie de recopilación de episodios clásicos del personaje en blanco y negro, la llamada Conan Saga, también se incorporó a su plantilla. No como editor, acudió allí para comentar en sus páginas las particularidades que concurrieron en la confección de esos conocidos episodios de la vida de Conan en el pasado. También en Conan Saga colaboró Thomas con la definitiva ordenación de los episodios en cómic del personaje en una serie de artículos titulados A Chronology of Conan’s Career, para solaz de los que respetábamos el plan maestro marcado por el propio Robert E. Howard cuando aún estaba con vida. Lamentablemente, al no ser luego recopilada en un volumen unitario a modo de libro, muchos “estudiosos” de los mundos y los cómics de Conan obviarían este trabajo.

 

Otra revolución coetánea se operó en la colección The Savage Sword of Conan. Esta revista no había sido tomada aún por Thomas, y durante casi todo 1991 le siguieron escribiendo guionistas como Paul Kupperberg, Larry Yakata, Chuck Dixon… a cada cual peor. En octubre de 1991, fecha del número 190, volvió a Savage Sword su mítico guionista e impulsor para –de acuerdo con el editor Mike Rockwitz- dedicarse a escribir historietas basadas de nuevo en relatos pergeñados por REH a la vez que adaptaba las novelas que sobre el personaje habían escrito nuevos autores partiendo del año 1980. Aquí, Thomas quiso entrar por la puerta grande, flanqueado por el par artístico Buscema / Chan (el hombre que más páginas de Conan había entintado hasta la fecha: 10.000) con el objetivo de ilustrar una primera saga del bárbaro que entroncaba con sus tiempos de bucanero (números 190 al 198 y, luego, desde el 202 al 206). Aquí el cimmerio no se enfrenta a árabes sino a chinos, otro potencial enemigo de América de toda la vida...

 

Similar mensaje de reafirmación de poder se emitió desde las páginas de un libro de cómics de excepción que apareció en la primavera de 1991: Conan the Rogue. Esta obra nos traía de vuelta al Conan más fiero, el de John Buscema, en una historia que había sido guionizada a dos manos por el veterano lapicerista y el viejo Roy y que trascurría en uno de esos países árabes donde el personaje no se cortaba un pelo a la hora de desparramar sesos y sangre enemiga. Casi podría decirse que el cimmerio se sumaba aquí a la recrudecida tendencia que estaba adoptando Marvel en estos tiempos de neoliberalismo con héroes en plan salvaje, como DarkHawk, Toxic Avenger, Punisher POV, Deathlock, Sleepwalker o Infinity Gauntlet, quienes mostraban en alguna de sus aventuras de papel esta tendencia brutal de la nueva historieta para adolescentes yanquis. Una suerte de masoquismo castrense que también se extendía a lo carnal, en la apetencia por el horror a la Clive Barker, o por los antihéroes condenados, de los que se operó resurrección también por estas fechas (Ghost Rider, Tomb of Dracula, Legions of the Night).

 

A subrayar esta hipótesis venía la parodia, que como todos sabemos, exagera los elementos más destacados de cada creación, personaje o personalidad. En esta época aparecieron varias: el Moanin’ the Barbarian de Bill Wray y el Gronan the Beerbarian, de Barry Dutter y Kez Wilson, los cuales fueron presentados en el lanzamiento The Savage Wit of What the…?! , donde el motivo de la exageración ridiculizante no se fijaba en la estulticia del cimmerio sino en la exagerada tozudez del bárbaro y en su peculiar brutalidad y falta de humanidad.

 

Pero volvamos al título The Savage Sword of Conan, donde apareció el spin off de la inolvidable saga de “Conan el Bucanero” con dibujos de John Buscema y tintas del filipino Ernie Chan. Aquella aventura de reunión de clásicos constituyó un punto de arranque a modo de saga para el magacín no glorioso pero sí decente y meritorio, y legible para tratarse de un argumento original del mismo Roy Thomas. El siguiente guión importante elaborado para la revista en blanco y negro consistió en una adaptación de una novela, Conan y el Dios Araña, que fue ofrecido por entregas entre los núms. 207 al 210. Fue dibujado excepcionalmente por el filipino Eufronio R. Cruz, autor con quien ya había trabajado Thomas en la miniserie Cormac Mac Art. Y ahí no acabó todo, en el siguiente ejemplar irrumpía otro filipino en la colección, un filipino que sabía artes marciales, que también había trabajado en series de fantasía heroica con anterioridad (en las miniseries de Hawkmoon, publicadas por First Comics entre 1986 y 1988), y que tenía un estilo que lo parangonaba con los estimulantes trazos del añorado Barry Windsor-Smith. Ese filipino era Rafael Kayanan.

 

Kayanan se hizo responsable de vestir con imágenes una secuela de la fabulosa novelette de Howard Clavos Rojos, adaptando así la novela de Roland Green titulada Conan and the Gods on the Mountain, lo cual tuvo lugar en los números 211 a 213, 215 y 217 de The Savage Sword. No fue casualidad la elección de Rafael, pues ¿quién mejor para continuar la saga parida brillantemente por Smith que un artista que imitase sus trazos barrocos y su detallismo? El filipino era el más indicado, sin duda. Pero, también el más lento: Se aplicó tan ufano y meticuloso sobre el tablero de dibujo que Marvel tuvo que embutir cómics distintos y de otros autores entre los capítulos que iba realizando.

 

No sé con certeza si Thomas contrató los derechos antes de que el libro de Green saliese a la venta o justo en el momento en que se dispuso en los stands, pero lo cierto es que azuzó al barroco Kayanan para que terminase la adaptación durante el mismo año 1993, disponiendo simultáneamente los aficionados a Conan de la versión novelada y de la versión en cómic. Es posible que fuese el propio novelista el que pugnara por conseguir que su obra fuese llevada a las viñetas dado que él también era un gran aficionado al cómic (ha comentado que una de las razones que le impulsó a escribir su ciclo de fantasía heroica protagonizado por Wandor fue la lectura previa de algunos de los primeros números de Conan the Barbarian). Y, de hecho, Green mantendría buenas relaciones con Thomas y con los editores de Marvel hasta el punto de que pasó a formar parte del elenco histórico de guionistas del cimmerio en 1997, cuando escribiera el guión de la miniserie conocida en España con el título El Bosque Infernal.

 

Por añadidura, los números de la revista que portaron esta intrincada procesión de viñetas selváticas quedaran señalados por sus portadas, obra del gran artista Tim Conrad (quien había medrado también en sus comienzos imitando los lápices de Smith). Sí, sí, el mismo Conrad que había dibujado Almuric para ofrecerlo por entregas en Epic Illustrated años atrás. El mismo que ahora veía recogidas aquellas historietas en un álbum. Aunque no por Marvel, sino por Dark Horse, que se estaba afianzando en un mercado en el que los top ten aglutinaban títulos tan dispares como The Tick o Teenage Ninja Mutant Turtles entre el monopolio casi absoluto de los mutantes, donde ya se contabilizaban 112 (sí, sí, cien-to-do-ce) sellos editoriales de cómics, y donde el festival de géneros era más variado que nunca (¡si hasta el rescate que Russ Cochram había practicado de los antañosos títulos de EC se estaba vendiendo bien!). Conrad aparecía también en la secuela de Almuric que Dark Horse se sacó de la manga precisamente este año 1991, en agosto: Ironhand of Almuric, una miniserie con guiones de Thomas y dibujos de un pobretón Mark Winchell.

 

Mike Rockwitz, en su rinconcito del ocio –el que dedicaba a leer los tebeos de la competencia- sopesó los productos de Dark Horse con cierta fruición.

 

«Estos editorzuelos, míralos, se van haciendo poco a poco con trocitos del pastel e incluso pretenden ir utilizando personajes de Robert E. Howard. ¡Hasta a mis guionistas estrellas que tanto me ha costado recuperar! ¡No, si al final pretenderán hacerse con los derechos de Conan!»

 

            Pues sí, majo. Al final el caballo negro iba a terminar ganando la partida.


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 [ © 2006 Manuel Barrero, por el texto, y Carlos Yáñez, por el diseño ]  [ © 2006 Conan Properties International, LLC / Robert E. Howard Properties, LLC. El resto de los copyrights corresponden a los editores y autores de estos productos aquí mostrados, lo cual se hace con carácter exclusivamente informativo y / o promocional ]